Niña Mala busca profesor enseñe sexo duro
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Soy la segunda hija de la familia.
Mi hermano estudiaba en la prepa -de paga por supuesto- y bueno, yo lo inicié en el sexo después de ti ¿Sabías eso? No.
No lo sabes pues te fuiste.
Te contaré que paso después.
Estudié en la escuela que mi padre fundó.
Todo era muy normal hasta que llegaste.
En esa ocasión también llegaron otros maestros.
Mi padre corrió a eso maestros pues eran unos inútiles.
Querían enseñarle como dirigir una escuela.
¿Te los imaginas? Grupo de idiotas muertos de hambre.
Mendigando su sueldo cada quince días.
Te digo que los corrió y ustedes los sustituyeron muy bien.
Te hiciste cargo de los grupos de segundo, me acuerdo.
Tan amable.
Tan lindo con todos y todas.
Mi madre -esa estúpida- cayó rendida ante tu amabilidad, tu aplomo y tu sonrisa.
No eres un Adonis, pero tienes tu miel.
Sabes decir cosas y hace cosas que nos hacen pensar muy bien de tí.
Yo pensé que era su ridícula imaginación.
Pero puse más atención.
Y sí.
Descubrí que decías cosas dulces acerca de nuestras sonrisas, nuestros gestos, nos decías guapas todos los días y eras cortés para las cosas que nuestros varones no hacen.
Mi padre con mi madre, por ejemplo.
Ya casí no la toca y aunque me duele admitirlo, la maltrata.
Ella es sólo su pareja para cumplir con su familia.
Él tiene varias amantes.
Así que cuando le mostraste afecto sin nada más a mi madre, pues se sintió amada, ¡que estúpida! ¿No? Una mujer con familia, pensando que la amarían por lo que es.
Yo la veía y me daba lástima.
Entonces elaboré un plan para enseñarle que era una mujer vieja y ridícula.
Te enamoraría y te haría mío.
Mi cuerpo era el de una chica mayor a pesar de no tener quince.
Todo era bonito y firme.
Pequeño pero lindo.
Esa clases de ballet dejaron mis piernas y mi trasero lindos.
Mis pechos pequeños con sus pezones rosaditos.
Nadie se me parecía en el salón.
Nadie.
Pero como no tenías contacto conmigo tenía que pensar como traerte a mi.
Así que le dije a mi padre que necesitaba clases extra para la materia de inglés -excusa tonta pues tomo clases desde el preescolar, hablo mejor que tu, pues además he viajado a Canadá y Europa- para así pasar el examen de certificación.
Lo penso un poco, y es que soy su consentida, para decirme sí, como siempre.
Que le dijera los días.
Ahora necesitaba un motivo para que tuviéramos sexo.
Y entonces noté a tu colega, la maestra Margarita.
Te miraba y la mirabas tanto.
Los días en que yo llegaba temprano los observe.
La querías y ella a tí.
Una tarde llovió muy fuerte y no se pudieron ir.
Sólo terminaron de entregar a sus alumnos y la lluvia no los dejo partir.
Esa tarde, ella salió un poco desaliñada de tu salón.
En realidad no supe lo que ocurrió, pero tuve una gran idea.
Nuestras clases fueron tres veces por semana en la casa.
Un poco después de salir del colegio.
Tu hiciste el papel de muy propio pero pronto te relajaste y fuiste como eres con todos.
Me hacías sentir tan importante, tan linda, tan inteligente, que pronto sentí algo que no estaba en el plan.
En una sesión, no iba a ser supervisada por mi madre pues tenía a atender la nómina -iba a dar de baja a un profesor- y me dejo a tu custodia.
Y pensé que si no era en ese momento tal vez no habría otro.
Te dije que había visto a la maestra Margarita esa tarde de lluvia.
Volteaste con esa pose de "no se de que hablas" y dijiste que era una compañera con la cual discutías sobre como manejar la conducta de Ramón -el niño problema de su grupo- y que eso había sido todo.
Te enseñe el teléfono y te dije entonces, que le enseñaría el video a mi padre y que nadie te contrataría pues él, en calidad de supervisor de zona, tenía un poder que no te imaginabas.
Te cambio la cara y preguntaste que pedía a cambio del video.
Te conteste que lo mismo que le habías hecho a la profesora Margarita.
Te congelaste, yo creí que te ibas a caer.
Sólo atinaste a decir que era muy niña.
Te detuviste en el escritorio del estudio y me pediste que lo pensará.
Que no ibas a arriesgar tanto.
Guarde el celular.
Me sentí feliz, te tenía agarrado, como se dice, de las bolas.
No te ibas a escapar.
No podías.
Mi madre comento lo de tu préstamo en la cena.
Todo estaba a mi favor.
Te sentaste mirando el ventanal, me arrodille frente a tí.
Acaricie tus piernas -¿sentías la lana de tus pantalones?- suavemente, esa mezcla de tela y tus músculos me hace mojar.
Me senté frente a tí y levante mi vestido.
Llevaba mi calzoncito rosa.
Y lo viste, yo no me afeitaba en ese entonces.
Me reí como una tonta, más por nervios que por vergüenza.
Y te enseñe mi coñito.
Estaba tan emocionada que me dolía.
No te moviste, no podías o no querías.
Baje mi mirada para no hallar la tuya.
Me pediste que me acercara y que repitiera en tu cuerpo lo que me ibas a hacer.
Estaba temblando.
Desabotonaste mi suéter que cayó al suelo.
Tu mano recorrió mis piernas, lentamente, hasta llegar a mi coñito.
Un toque de electricidad me recorrió.
Mis manos acariciaron sobre tu pantalón buscando tu pene.
Pusiste mi cara frente a la tuya y me besaste.
Suavemente.
Sobre los labios, abriendo tu boca poco a poco, hasta tocar mi lengua con la tuya.
Más electricidad, más mojada, y ese dolorcito,adentro de mi vagina, que no sabía que era.
Tome tu cara, te besé como lo habías hecho -me mojaba- te alejaste y abriste tu boca, sentí tu aliento, tu lengua de nuevo.
Sentía que algo iba a explotar cuando besaste mi cuello.
Hice igual sobre el tuyo.
Tu perfume.
Tus manos entraron en mi blusa blanca y levantaron mi sostén.
De nuevo electricidad y me escuche gemir.
Suspire.
Mis pezones respondieron a tus dedos que los tocaban gentilmente.
Estaban duros.
Yo temblaba más.
Quería sentir aún más.
Sentada en tu regazo, me chupaste, uno a uno mis pechos.
Tu lengua los rodeo.
Buscaste mi cara.
Un dedo invadió mi boca y toco mi pezón.
Quería que me rogaras como lo iba a hacer después yo.
La blusa y el sostén cayeron junto al suéter.
Mi boca se abrió sobre la tuya.
Chupe tu lengua, encima y abajo.
Jugaste con mis pechos otra vez.
Mis pezones sobre tus dedos, tu lengua.
Tu corbata amarilla y azul de seda termino en mi cuello desnudo.
Tu lengua otra vez.
Te la quería comer.
Me sentaste a frente tuyo de nuevo, arrodillada, me pediste mi lengua y la saqué para ti.
La besaste, de arriba a abajo, alrededor y dentro de tu boca.
Yo estaba fuera de mi.
Me dejé hacer sin decirte algo.
Sólo quería sentir.
Abriste tu bragueta y preguntaste que cuando te daría el video.
Dije que ya lo sabrías.
Dejaste que mis manos buscaran tu pene, ¡Oh, sorpresa! Era tan lindo.
El glande estaba hinchado y brillaba.
No tenías vello alrededor así que lo vi todo.
Me pediste que sobre mi lengua escurriera saliva sobre él y lo besara como habías hecho con mi lengua.
Lo mire e inicie.
Tus manos sostuvieron mi cabeza y le diste ritmo.
Me llamaste niña mala y de la corbata jalaste mi cara a la tuya.
Sentí que me ahogabas, me asusté.
Preguntaste si me gusto el sabor.
Te conteste que sí.
Salado y dulzón.
Nunca probé igual ¿Sabes?
Querías saber si me gusto lo que te vi hacerle a Margarita.
Te respondí que sí.
Reíste.
Me sentaste en un taburete y levantaste mi falda.
Atrás de mi, una mano sostuvo mi cara y otra encontró mi clítoris.
Tragaste saliva.
Me masturbaste hasta que casi me vine.
Una vez, dos veces, tres veces.
Tu lengua jugando con la mía.
Mi cabeza iba a explotar esta vez.
Oía a mi corazón.
Ya estaba con tu verga en mi boca de nuevo.
Me ordenaste que chupara tu verga suavemente.
La sostuve con mi mano mientras tu camisa se abría y veía tu torso.
Sostuviste mi cabeza para que no me moviera y cogiste mi boca.
Lento luego rápido hasta el fondo.
Casi vomito.
Me llamaste niña mala.
Entonces dije algo muy claro.
No sé por que.
-¡Castígame! Soy mala.
Tus ojos brillaron y todo después de esa frase fue como si el tiempo y lugar se hubieran desaparecido.
Me deje hacer.
Sentada abajo de tí, penetrabas mi boca.
Te quería detener pues casi vomito, pero la corbata me ahogo.
– Eres mala.
Hoy te voy a enseñar a coger, puta.
Otro beso, recorriendo mi lengua, mi saliva con tu sabor escurriendo, tu ya estabas desnudo.
Invadiste mi garganta otra vez.
Me embarraste tu líquido con saliva en la boca, cual si lo lubricarás y de nuevo casi me ahogo.
Me arrodille y penetraste mi boca sosteniendo hasta casi tus bolas, sin dejarme respirar.
Babeaba y gemía.
Me hiciste contenerte otras veces más.
Sin aliento te oí decir firme.
– A Margarita le gusto mucho.
Mi falda, resbalo junto con mi calzoncito al suelo.
Me giraste hasta que estuve sostenida con mis manos también y sentí tu aliento en mi ano.
Casi brinco pero la corbata mantuvo mi cabeza abajo.
Un dedo me masturbaba y otro entraba en mi.
¿Cómo diablos haces eso? Me sentí abierta, expuesta y muy dispuesta para lo que quisieras.
El ruido de mi coñito mojado era tan raro, lo adoraba.
Tu dedo descubrió que ya no había himen.
Preguntaste si quería más y por supuesto dije que si.
Me levante para besarte, esos besos sobre tu lengua me encantaron.
Me recostaste sobre el sofá y abriste mis piernas.
Mi coñito estaba esperándote, pero tu boca recorrió cada pedacito de piel cerca y dentro.
Mi clítoris se hundió en tus labios que lo hicieron estar más duro.
¡Dios! Casi me vengo y me detuviste otra vez.
Ya para este momento susurre que no te detuvieras.
Ordenaste que lo dijera en voz alta y lo repetí.
Ordenaste que dijera que metieras tus dedos en mi coñito y lo hice.
Te estaba rogando.
Tus dedos jugaron sobre mis labios y clítoris rápidamente, y esta ves, no te detuviste, grite en mi primer orgasmo con alguien.
Todo se nublo y exploto ese placer en mi cabeza, en mi pecho, en mi sexo.
Mi garganta esta seca de tanto gemir.
Al volver en mi, estabas con tu pene golpeando mi coñito.
Entraste, suavemente, sin prisa.
Lo metías y sacabas sin llegar al fondo, sin perder mi vista.
-¿Te gusta?
– Siii.
Mételo
Alternabas tu boca y tu pene.
Ya estaba tan mojada y preparada que cuando lo metiste todo, golpeaste ahí, donde veo estrellas y oleadas de placer me recorrieron.
Lo empezaste a hacer con más velocidad y con más fuerza.
¡Dios! Me vine con otra sensación.
Quería premiar a tu pene por darme tanto placer, te susurre que quería chupar tu pene y me pediste que repitiera en voz alta que quería chupar tu verga.
Lo repetí y esa sensación de usar esas palabras me calentaba.
Te chupe con esa misma fuerza, esos sabores juntos no los voy a olvidar jamás.
Mi coñito y tu verga.
Si, hasta el fondo de mi garganta.
Sobre el sofá, como cogían, a veces, mis padres frente a frente, entrabas con mucha fuerza, tu mano guío la mía para jugar con mi clítoris.
Me vine otra vez.
Mis pies sobre tu pecho te permitían entrar hasta el fondo y golpear ahí donde me hacías mojarme, y otro orgasmo llego.
Te detenías después de un rápido mete y saca para terminar con un golpe fuerte de tu verga hasta el fondo.
Otra vez no recuerdo cuantas veces lo hiciste, pero las estrellas que veía si las recuerdo.
Te quería recompensar por tanto placer.
-¡Méteme tu verga hasta el fondo!
En vez de meterla, me chupaste de nuevo.
Tu lengua me probó por fuera y hasta donde pudo adentro y en pleno éxtasis me sentaste sobre tu verga.
Ya gritaba que me gustaba tu verga, que amaba tus besos, que me la metieras, que me chuparas, que me amaras.
Y me pusiste de rodillas, pensé que te chuparía pero eyaculaste sobre mi boca.
Tu semen calientito sobre mis labios, quería probarlo.
Un poquitín amargo.
-¿Te gusto, putita?
Por la noche mi padre pregunto por mi clase.
Le comenté que había estado muy bien.
Que hubo muchas cosas que no sabía que usaban de esa manera.
Pregunto que como cuales.
Y antes de responder mi madre me interrumpió para comentarle que le habías anticipado tu renuncia.
Mi padre termino diciendo que lo bueno era que ya podía presentar el examen.
No tuve más comentarios.
El resto pues ya lo sabes.
Y ahora que sabes lo que sentí, quiero pedirte que me contactes.
Yo te veré en el parque cerca del metro.
Tú ya sabes.
El que se encuentra cerca del centro comercial, ahí, en la banca, frente a la fonda.
¿Sabías que ya depilo mi coño y que además cuando termino me masturbo como me enseñaste? Quiero repetir con tu experiencia y tu sabor.
Niña Mala ;P
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