No me cabe la menor duda de que soy todo un cabrón y no un cornudo.
Un esposo se da cuenta de lo mucho que lo excita el pensar que su mujer le es infiel, al llegar esa noche a su casa le salta encima a su mujer y tienen un sexo extremadamente salvaje y caliente, luego él le cuenta lo mucho que lo excita el pensar en eso, y eventualmente ella lo complace..
No me cabe la menor duda de que soy todo un cabrón y no un cornudo.
Me encontraba compartiendo con un par de vecinos del barrio, en el bar de la esquina, charlando de todo un poco.
Cuando salió a relucir el tema de las mujeres, al poco rato entró al bar Hernán pidiendo una cerveza, y tomando asiento en la barra. Fue cuando mi vecino, comentó. “Miren quien llegó el cabrón de la casa de al lado de la nuestra.”
y de inmediato el dueño del bar sentenció categóricamente. El pobre no es cabrón no, más bien un feliz cornudo.”
Yo me quedé algo confundido por dicha aclaración, y de inmediato le pregunté. “Cabrón y cornudo al fin y al cabo son la misma cosa.” En ese instante me respondió, diciendo. “Son completamente diferentes, un cabrón está al tanto, y bien consciente de que su mujer se las pega, y se acuesta con otros, y en algunos casos el cabrón hasta saca provecho de eso, o por lo menos lo disfruta.”
“Mientras que el cornudo, lo ignora por completo, y piensa que su mujer jamás le sería infiel, aunque, hay casos que cuando se enteran, pasan de cornudo a cabrón sin muchas complicaciones.”
Además, el dueño del bar siguió diciendo, mientras nos servía otra ronda de cerveza. “Todas las mujeres son infieles, ya sea física o emocionalmente. Física son las que se atreven hacerlo, por la razón o motivo que sea, mientras que las emocionales, aunque no se atreven hacerlo, sueñan con eso, o por lo menos lo piensan, la cosa es que no se atreven, ya sea por temor a ser descubiertas, a que las llamen putas, por motivos religiosos, o por el qué dirán.”
Yo me quedé pensando en todo lo dicho por el dueño del bar, y la verdad es que me pareció razonable, pero de inmediato me pregunté a mí mismo, que tipo de infiel sería mi esposa.
La verdad, es que eso me dejó pensativo el resto de la tarde, mientras que estuve en el bar, preguntándome si mi esposa, me sería infiel o no, y si me fuera infiel sería física o emocionalmente, y lo peor de todo es que eso lejos de incomodare o molestarme, me di cuenta de que me excitaba de manera increíble.
Tanto que camino a casa, sentía una tremenda erección, como nunca antes la había sentido, por lo que apenas entré a nuestra casa, me le fui encima, casi sin decirle nada, comencé a arrancarle toda su ropa, hasta dejarla completamente desnuda, ella se encontraba confundida, y a la vez sumamente excitada.
Ya que cuando comencé a penetrarla, me pedía a gritos que no me detuviera, por lo que yo continué enterrando una y otra vez toda mi verga dentro de su ya caliente y húmedo coño.
Mientras que ella no paraba de mover sus caderas de manera salvaje, gimiendo y riendo a medida que yo seguía metiendo y sacando toda mi verga.
Eventualmente me vine dentro de ella, quien, en esos momentos, no me cabe la menor duda de que disfrutó de tremendo orgasmo, ya más relajados en la cama, mi esposa me preguntó que había visto en la calle que llegué tan caliente.
Al principio pensé en no decirle nada, pero fue tanta la excitación que aquellos pensamientos me produjeron, que me pareció sumamente egoísta, el no serle sincero a mi esposa.
Por lo que, en pocas palabras, le conté lo sucedido en el bar, y como eso me afectó, mi esposa por su parte me dijo al principio, que jamás ella había pensado en serme infiel, pero al rato aceptó que si lo había soñado despierta, es decir que había fantaseado con acostarse con otros hombres, aunque me aclaró que nunca ha llegado a ni tan siquiera a pensar con quien lo llegaría hacer.
Y cuando le pregunté que la había detenido, me dijo que varias cosas, y algunas de ellas fueron, el miedo a ser descubierta no tan solo por mí, sino también por su familia, que la llamasen puta, y cosas así por el estilo.
Pero a medida que mi esposa me fue confesando sus fantasías, yo me volví a excitar, y sin más ni más me la volví a clavar, para asombro de ella.
Esa noche, hasta por el culo le di a mi esposa, cosa que ella no acostumbra hacer tan fácilmente, durante la semana, ocasionalmente ya en la cama tocábamos el tema, he irremediablemente terminábamos teniendo un sexo salvaje.
Y en una de esas noches mi mujer me preguntó qué haría yo si ella algún día, me enterraba de que ella me había sido infiel.
La verdad es que al principio no supe que decirle, hasta que finalmente ella insistió tanto en que le dijera, que lo único que se me ocurrió decirle fue que, si ella era la que me lo contaba, probablemente disfrutaría mucho escuchándola, y eventualmente tendríamos un sexo extremadamente salvaje.
Pasaron unos cuantos días hasta que estando en la cama mi esposa, me dijo, que en su trabajo había llegado un nuevo jefe, pero que desde que llegó no le quitaba los ojos de encima, y que, en par de ocasiones, hasta le había hecho comentarios algo subidos de tono, haciendo que ella se pusiera roja de vergüenza.
Esa noche volvimos a tener un ardiente sexo, al punto que hasta realizamos el 69, por mi parte, aunque no se lo llegué a comunicar a ella, como que en el fondo deseaba que el tipo ese siguiera insistiéndole.
Es más, al día siguiente cuando se estaba vistiendo le insinué que se vería más sensual, si en lugar de llevar un vestido sumamente encubridor, se ponía una blusa bastante reveladora, acompañada de una mini, de esas que apenas da dos o tres pasos, la tiene que jalar, para que no se le vean las nalgas.
Lo gracioso fue que ella diciéndome que yo estaba loco, finalmente se vistió como le pedí que lo hiciera.
Ya cerca de las cuatro de la tarde recibí una llamada de mi esposa diciéndome de una manera bien seria, que su jefe le había pedido que se quedara, para sacar un trabajo atrasado.
Al escucharla sentí que mi corazón dio un brinco, de alegría, aunque no hice comentario alguno, nada más le dije que no se preocupara, que para cuando ella llegara a la casa, yo tendría la cena lista.
La verdad es que yo esperaba que mi mujer regresara más o menos a las seis o siete de la noche, pero cuando dieron las ocho, y posteriormente las nueve, comencé a preocuparme, al grado que estuve a punto de llamarla a su teléfono.
Pero al sentir que un auto se detenía frente a nuestra casa, discretamente me asomé por la ventana, y vi claramente como ella se despedía de su acompañante con un fogoso beso.
Lo que me dejó sin saber que hacer, o decirle, cuando entrase a la casa, ya que como dicen una cosa es llamar al diablo, y otra es verlo venir.
Yo procuré actuar de la manera más calmada que pude, a medida que en mi cerebro bullían un sin fin de ideas.
Desde reclamarle que se besara con ese tipo frente a la casa, como preguntarle que había estado haciendo hasta esas altas horas de la noche sola con su jefe en la oficina.
Pero a la vez deseaba que ella fuera la que sin yo decirle nada me contase todo, ya que no me cabía la menor duda de que mi mujer y su jefe, habían tenido sexo.
Ya que la manera tan seductora, y confiada, en que se despidieron, y de cómo irradiaba felicidad a medida que se acercaba a la casa, no me quedó la menor duda de que realmente eso había sucedido.
Apenas cruzó la puerta me dijo. “Me han dado un aumento, y nombrada secretaria ejecutiva del nuevo presidente de la empresa, o sea mi jefe.”
Al principio me quedé como que cortado, quizás lo que había visto por la ventana fue simplemente un gesto de agradecimiento de mi esposa hacía su jefe, cuando sin decir más nada, agarrando la falda se la levantó, al tiempo que separaba sus piernas, mostrándome su desnudo coño, diciéndome. “Además, tu deseo se ha hecho realidad.”
De inmediato comenzó a contarme todo lo que sucedió en la oficina, luego que el resto del personal se retirase, de como su jefe, la tomó entre sus brazos, de cómo la beso y acarició por todo su cuerpo, hasta que ella voluntariamente se arrodilló ante él y se dedicó a mamar su miembro, después de extraerlo del pantalón.
Ella a medida que se fue desnudando en el medio de la sala, continuó contándome detalle a detalle todo lo sucedido entre ella y su jefe, como la penetró, y la hizo chillar de placer.
Pero a medida que continuó contándome todo lo sucedido, se trepo sobre el sofá en el que me encontraba sentado, y colocando su coño frente a mi cara, comenzó a restregarlo divinamente contra mi rostro, a medida que seguía diciéndome todo lo que ella y su jefe hicieron en la oficina.
Esa noche yo aparte de que le di una tremenda mamada de coño a mi mujer, terminé penetrándola por el culo, ya que al parecer fue lo único que su jefe no hizo.
Pero después de eso, ya no me cabe la menor duda de que soy todo un cabrón y no un cornudo.
El relato me recordó que, hace casi 40 años, mi marido se ponía así de caliente cuando le contaba que tenía un nuevo macho a mi servicio. ¡Era la locura! Me daba otra cogida mayúscula, tanto como me la había dado el nuevo macho al ser la primera vez que me cogía… ¡Gracias por el recuerdo!
Muy rico. Gracias…!!