Noche de Bach
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por CATXXXONDA.
Voy llegando tarde al concierto. Eso me estresa un poco. Abro un poco la ventana e inmediatamente me arrepiento: el ruido de los autos y de la radio de la camioneta que espera el siga en el semáforo espantan mi ansia de aire fresco. Veo un letrero que dice ¿quién es Toluca? y me respondo sonriendo por el sarcasmo. Autos, peatones, edificios, semáforos, arbitrariedad, insolencia…un rompecabezas que describe cualquier ciudad. El claxon del auto de atrás me inquieta y arranco bruscamente…Entonces contesto: Toluca soy yo…!
Pienso en mandarle un mensajito pero no hay oportunidad. Llegare a fin de cuentas. Solo espero que haya comprado los boletos para entrar rápido. 7:50 pm. Apenas en los portales en donde de la nada brotan semáforos y gente caminando bajo la banqueta. Me asomo al retrovisor y veo de reojo mis labios rojos. Me tranquiliza la firmeza del vilé. Le encantará porque es su preferido. Y Sabina canta: “….y sin embargo un rato cada día, ya ves, te engañaría con cualquiera, te cambiaría por cualquiera…” y tarareo esperando pacientemente el siga.
Pero bueno entonces como le hago, 7:58 y no encuentro donde estacionarme. “…a la impúdica niñera madura, que en el mapa hábil de su cintura al niño que fui despabiló…” Sabina aconseja digo a mis adentros. Dejo el auto a una calle del Villanueva pero no corro…no puedo por los tacones altos de estas botas. Son preciosas pero no me animo a correr. A lo lejos una mano en alto. Su cara de chaval me anima. Mueve los boletos y sonrío. Veo a la gente entrando y la tranquilidad se posesiona en mi. Llego a su lado y lo beso en los labios. Alguien mira y nos entrega el programa. Te va a encantar Mamá. ¡Bach!. ¡Tu preferido!
Como guiados por nuestro Angel de la guarda, nos sentamos justo detrás de la bardita que separa al pasillo de acceso. Al centro. ¡El mejor lugar para disfrutar! Así le digo. El abrigo cubre la mano tibia que ya acaricia mis piernas. Mi cuello siente un beso y nuestras bocas se unen nuevamente. Se hace el silencio. Entra el maestro Bátiz y suspiro con las primeras notas del Concierto de Brandemburgo. Un dedo se mueve al ritmo hermoso de Bach. Dibuja notas entre mis piernas. Goza de ser música y hombre para mi. Cierro los ojos para grabar por siempre en mi corazón el cúmulo de estímulos y el camino que poco a poco mi mano recorrío para llegar hasta él. A ese hermoso detalle de virilidad que siempre crece cuando estoy cerca y que en esta noche especial siento con un calor diferente lleno de humedad. Decido acompañar la música que escucho y siento dibujando con la yema de mis dedos círculos de silencios y notas de vino blanco consagrándose en tan delicioso envase. Los violines embriagan con esa tesitura impecable. Nuestras manos también son un compás que participan en el concierto. Es todo magia. Es todo vida y armonía. Estoy feliz, pienso; y volteo a buscar sus labios sintiendo su lengua húmeda enredándose en la mía y me declaro adicta a ese sabor delicioso. Nuestras manos intensifican su búsqueda. Abro las piernas, encuentro abierto un pantalón. La regla del deseo no distingue del arte y decide fundirse en tan genuina entrega que es auyentada por los aplausos fuertes celebrando el regalo de un maestro.
Nos ponemos de pie para salir a la sala de espera durante el intermedio. Pero nos quedamos de pie. Lo abrazo y siento un bulto delicioso. Me pego a él. Me asomo para ver ese encanto y me percato que el cierre del pantalón esta abajo. Meto las manos por debajo del abrigo. Lo miro y siento su escudriñar travieso. Entro por debajo de su truza y dejo a mi mano disfrutar de tan rico placer: me empapo de su humedad y acaricio sus testículos que siento llenos de espera. Lo abrazo más fuerte y cierro las piernas. Mi vagina se rinde ante el deseo. Saco poco a poco la mano. Subo el cierre y acaricio con mis manos su rostro. La gente mira. Lo se. Huelo el olor tan masculino impregnado en mis manos. Y seguimos disfrutando. Lo dejo un rato para entrar al sanitario y compruebo la tremenda humedad de mi pantaleta. Regreso al asiento y siento aire fresco recorrer mi entrepierna Disfruto esa sensación de libertad. Al llegar a su lado abro mi bolsa de mano y se la muestro. Abre los ojos de asombro. Me siento. Su travesura a flor de piel. Su mano indagando y sintiendo mi conchita libre. Abro la bolsa. Saco la pantaleta y se la pongo dentro de su saco. Lo abrazo. Lo beso.
Sus manos interpretan de nuevo la melodía nueva….no distingo al autor pero me encanta como inspira la mano que improvisa ya dentro de mi. Cierro los ojos y me entrego a la música. Es suave y terso…mis piernas se niegan a cerrarse y mi boca busca otra vez sus labios. Sin quererlo sale de mi un hondo suspiro y siento la carga de susurros y miradas incómodas que se centran en mi. El maestro Bátiz ni se inmuta y prosigue con su espectacular aporte. Volteo a ver a mi hijo. Sonríe travieso y cómplice. Se acerca y susurra en mi oído preguntando: ¿hasta donde llegó ese suspiro?…le contesto acercando mi mano a su pecho y le susurro al oído…¡hasta tu corazón!…la sala se inunda de un brío intenso y la orquesta explota en armonía e instrumentos excitados tratando de llegar al último de sus escuchas. De pronto solo violines…la calma vuelve.
Apoyo mi cabeza en su hombro y toma mis manos. Las besa. Me susurra….esta noche será especial. Lo miro. Y digo solo para mi: desde que naciste todas las noches han sido especiales! Me acurruco cerquita a el. Distingo por fin la música. No podía fallar. Sibelius nos ha regalado un vals!
II
Caminamos sobre Morelos. La avenida a esta hora de la noche ya casi está vacía. En lo alto del edificio se advierte un letrero enorme que dice “temporada invernal. Los grandes maestros” y observo un momento la claridad de la foto del enorme cello. Me gusta ese espectacular y su abrazo que me cubre toda convidándome de su calor corporal. Los tacones son incómodos en esta ocasión pero recuerdo que hacen juego con mi falda corta de paño negro, la blusa blanca semi transparente, abrigo rojo y ropa interior sin armonía…no encontré la tanga blanca y me puse una roja. Yo creo que con toda intención. Es linda, pensé, pero no hace juego…no importa. Lo que me gusta es este momento y el saber que le encantan mis prendas para el arte que sabe ejecutar en mí: ¡la seducción!
Avanzamos despacio como no queriendo dejar que la noche transcurra y lo escucho decir:
-Bach es tierno. Su música inspira y deja un sabor a boca muy refrescante. La orquesta es sencillamente fenomenal…pero tú eres lo mejor. ¡He disfrutado este concierto como ningún otro espectáculo!…
Me toma de la cintura y mis manos enlazan su cuello; ¡es tan alto!-pienso- y los tacones altos me ayudan para buscar sus labios y encontrarnos a medio camino.
Me acomodo un momento en su regazo. –estas muy alto hijo…le digo mientras escucho el palpitar de su corazón…
Lo siento contento y eso me gusta.
Entonces, sin darnos cuenta, llegamos al auto y sentimos todo el frio de diciembre posesionado dentro. Tiemblo de frío. Como todo un caballero que es, abre la puerta del auto y se queda inmóvil observando mis piernas desnudas al sentarme. Lo hago despacio…le mando un beso regalándole lo que ya es suyo…la intimidad de nuestras miradas!
Se acomoda y toca el volante. Mete la llave despacio y voltea a verme asegurándose de que mis ojos vean el acto sugestivo. Me muerdo los labios…entonces sonríe. Me abraza y sus besos invocan a la oscuridad de la noche para darnos ese placer cómplice que emana por cuatro manos. Las bocas son entes ansiosos y los recuerdos se vuelven uno solo ante su presencia. Tan niño e indefenso apenas hace poco. Tan lleno de temor ante la posibilidad de estrenar su hembra y con una pena enorme hace unos meses.
Es entonces que lo comprendo al ver su pene descubierto como si fuera un ser independiente, orgulloso, largo, regio y profundamente lubricado ofreciéndomelo a la entrega que lo espera. Solo existe el erotismo y la lujuria del deseo.
Veo el retrovisor escudriñando la presencia inoportuna de alguien y no encuentro nada. Bajo la cabeza y me estiro para descansar mis hombros logrando de inmediato mi cometido. Aun suenan notas de violín en mi cabeza. Él las tararea y suspira profundamente. Mi lengua reclama cada parte queriendo dibujar de arriba abajo. Sus manos dejan libres los testículos inflamados de semen. Los acaricio con mis labios y los beso; doy mordiscos suaves y siento como se mueven independientes en mi boca. Sus huevos son como cuando saboreas un chocolate en tu boca. Sientes que se pueden deshacer pero solo huyen de tanto tormento de placer. Juego con mi lengua tratándolos de tener…despacio, sin prisa…subo para saborearlo completo y me entrego a la delicia de su glande. Su cabecita por donde apenas emana un líquido tibio y transparente. Agridulce. Único y todo mío. Lo quiero todo y me esfuerzo por meterlo completo en mi boca y casi alcanzo tan ricas bolas de carne. Siento un cosquilleo en mi garganta. Absorbo toda su miel y lamo y lo meto de nuevo todo a mi boca esta vez llegando hasta el fondo…mmm!…todo!…mmm!…
Miro hacia arriba y me percato que sus ojos están cerrados concentrado en mi trabajo hacia debajo de la cintura. Vuelvo a ver y al frente tengo un tesoro que busca ser descubierto en este juego perpetuo de encontrar para renacer bañada de su ser.
Sigo buscando y con su mano tierna toma el mentón acercándome a su boca. Entonces le participo del sabor de su sabor mezclado con saliva ardiente que vence el frío. Nuestras lenguas se buscan. Sus dientes muerden despacio mis labios mientras sus manos comienzan el juego de alcanzarme para quitarme la tanga pero es inútil…de su saco se asoma el rojo intenso de la prenda que ya antes le había regalado. Sonreímos y llevo su boca a la mía. El roce ocasiona que mis pezones adviertan del placer intenso y los acaricio. Me ayuda con su mano y desabrocha la blusa haciendo a un lado, con un solo movimiento, el brassier diminuto. Saca mi teta y lo veo agacharse y mamar despacio. Ya estoy a su merced. Y lo sabe. Y me lleva al extasis cuando dice:
– Vámonos de aquí…al callejón de atrás
Reacciono y me incorporo. Me acerco a sus labios para que sienta mis palabras
– Mejor llévame a casa. Tu padre llega mañana y tu hermana ya duerme…quiero sentirte dentro!
Me besa despacio y enciende el auto. Mis manos masajean su pene mientras nos encaminamos al hogar. Se orilla un momento. Siento un chorro ardiente escurrir por entre mis dedos…sin mirar por el espejo retrovisor me decido a reclamar mi premio!
Mónica Beu Ribe
Enero de 2013
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