Noche en Mar de Plata
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por LESTERUCO.
Corrimos hasta el cibercafé tomados de la mano, esquivando gente y charcos con parejo infortunio.
Karina llegó empapada y su pelo mojó a los demás al sacudirlo.
Nos sentamos frente a una máquina cerca de la ventana.
El mozo se aproximó dispuesto, y no pude dejar de notar la mirada que le dedicó a Kari, ella tampoco.
Tomó el pedido y se retiró espiando a mi novia por los espejos de las paredes del bar.
Nos metimos en la web para bajar nuestros correos.
Pero algo se había desatado en Karina.
Numerosos movimientos inusuales, miradas de reojo, una cierta crispación en sus manos sobre el teclado.
Se fue al baño, que era al fondo del bar, un largo y angosto local al comienzo de una galería.
Se detuvo en la barra a preguntarle al mozo por el toilette y, al retirarse, él le dirigió una furiosa mirada a su hermoso orto, glorioso, por cierto.
Yo miraba todo por uno de los espejos, sin volverme.
Tardó unos cinco minutos y, cuando emergió por la puerta, el mozo la atracó con un papelito que trató de entregarle.
Ella lo rechazó con una sonrisa, y señaló hacia mi ubicación con el mentón.
Caminó hasta nuestra mesa y le pregunté qué pasaba, por qué esa sonrisa.
– El mozo me quiso dar su teléfono.
– ¿Y qué le dijiste?.
– Que si quería, y vos aceptabas, la hacíamos los tres, sino, no me interesaba.
Debo reconocer que quedé aturdido.
Si bien habíamos hablado un par de veces de ello, nunca habíamos llegado a un arreglo para concretarlo.
– ¿No dudás para nada?
– No, vos estás conmigo, y yo te respeto.
– ¿Y porqué te decidiste ahora?
– Porque me dijo que tiene una verga enorme y dura.
Y esa es tu fantasía.
– ¿Y qué hacemos?.
– Pedimos la cuenta, le dejamos anotada la dirección del departamento y le preguntamos a qué hora sale.
Eso hicimos, y nos fuimos a preparar.
La cara del mozo, llamado Adrián, era indescriptible.
Estoy completamente seguro que nunca, como yo, había vivido algo así.
En el almacén junto al barcito compramos dos botellas de tinto para ?juntar valor?.
Karin estaba rara, entre excitada y asustada al mismo tiempo, toda la valentía que había tenido para encarar la situación, ahora se le venía encima en forma de dudas y misterios.
Nos bañamos en silencio, que no era tenso, sino expectante.
Ella se puso un conjunto de ropa interior negra que le quedaba fantástico.
Yo me quedé en shorts y remera.
Pusimos un poco de música y nos tiramos en el sillón a esperar.
Adrián llegó a la exacta hora que habíamos pactado, bajé a abrirle y lo encontré, a él también dubitativo y nervioso.
Subimos en el ascensor casi sin hablar ni mirarnos.
Reconozco que la situación ya no me convencía y me atemorizaba.
Mis reflejos de antaño me hicieron, previa disculpa, cachearlo para cerciorarme que no portara un arma ni entre sus ropas ni en su pequeño bolso de mano, accedió sin problemas y me manifestó que no se había percatado de eso, pero le parecía bien.
Me preguntó si teníamos experiencia, le contesté con la verdad.
Sólo se sonrió y dijo que él tampoco.
Cuando entramos, Karina había apagado la mayoría de las luces, había dispuesto copas en la mesa ratona del living y la música de Los Charros sonaba a media capacidad.
Dio un paso al frente y saludó a Adrián con un beso en la mejilla.
Hizo un ademán con su mano para invitarnos a sentar y nos preguntó si queríamos vino ó alguna otra cosa.
El vino ganó la encuesta y ella se dirigió a la cocina, de donde regresó con la botella destapada.
Sirvió las tres copas y propuso un brindis por la noche.
Lo hicimos.
Afuera parecía que el cielo se derrumbaría sobre nosotros como un techo malherido, por los truenos y rayos que estallaban a ambos lados del departamento.
– Bueno.
como nadie habla ni hace nada.
Dijo Karina de repente y comenzó a moverse lentamente frente a nosotros, haciendo un strip-tease suave y delicado, armonioso y de buen gusto como todo lo que a ella le gusta.
Debo reconocer que por un momento, mi mente se olvidó que había otro señor en la sala, y mi bulto abandonó su reposo para asumir su posición de combate.
Cuando terminó de desnudarse, se sentó entre nosotros y comenzó a acariciarnos en el pecho y la entrepierna, mientras me besaba en la boca.
Sonrió mirando a Adrián y le dijo:
– Nada de besos en la boca y se usan sólo nuestros preservativos.
El sólo asintió, y yo allí me percaté nuevamente que allí estaba.
Kari se arrodilló frente a él y comenzó a besarle el pecho, el cuello, la panza, mientras le abría la camisa.
Yo me paré detrás de ella y le acariciaba y besaba la espalda, los hombros y la cola.
Le desabrochó y comenzó a bajarle los jeans, mientras yo espiaba por su costado.
Cuando le bajó los pantalones y el slip, emergió un choto enorme y flácido, de color marrón ennegrecido y con una cabeza grosa.
Karina me miró de reojo y sonrió levemente, lo tomó con su mano hábil, la izquierda y se metió todo lo que pudo en la boca, mientras con la derecha tomó mi mano y la sostuvo con fuerza.
Sin soltarla me senté nuevamente en el sillón y la contemplé.
Estaba hermosa, con esa verga enorme entrando y saliendo de su boca y su pequeña lengua apareciendo por debajo, para volver a ocultarse.
La verga de Adrián estaba ya erecta y su rostro era todo lo contrario, el excelso arte de la mamada que le hacia Karina, lo había relajado en un océano de sensaciones.
Ella mamaba y mamaba profiriendo pequeños sonidos, y yo no podía dejar de contemplar la escena, la disfrutaba y mucho.
Ella se irguió estirando sus piernas y, sin sacar la verga de su boca, comenzó a parar a nuestro amigo, hasta que quedó ella de rodillas y él de pie.
Tomó mi mano y me puso donde él estaba.
Puso un condón en sus labios y protegió al invitado.
Se hincó sobre mí, dejando su conchita libre para ser penetrada por Adrián, quien la acometió despacio, consciente de su tamaño.
Karina ahora me mamaba a mí, distraída, y yo no podía dejar de mirar al semental que la penetraba esa enorme pija.
Tanto y tan bien que vino el primer orgasmo de mi chica.
Lo sentí en mi verga, un grito ahogado.
Luego Kari se enderezó y me empujó por mi nuca hacia su clítoris, mis labios quedaron a milímetros de esa portentosa pija que bombeaba y no se detenía.
Varias veces mi lengua y el choto de Adrián se chocaron, pero locos ya.
Ella volvió a acabar.
Sentí ese mar de placer correr por mi lengua, y ya no recordaba nada, todo era blanco, todo era placer, todo era bueno.
La situación la manejaba Karina y estaba bien.
Sólo deseaba su placer y su felicidad.
Sentó a Adrián en el sillón y se sentó sobre su pija, haciéndola desaparecer en su concha.
Luego me atrajo hacia su espalda y me señaló su cola, me pedía que me la cogiera por allí, y lo hice, suavemente, muy despacio.
Ella quedó semi incorporada entre los dos, y aullaba de gozo.
Nuestra vergas se rozaban en el bamboleo.
Y vino una ola de orgasmo de Karina, que cayó hacia delante, luego acabó Adrián y yo por último, en el orto de mi amada.
Quedamos así por varios minutos, no sé si cinco ó cincuenta.
Sin hablar, completamente exhaustos los tres.
Kari se incorporó, me besó en la boca y se fue al cuarto.
Nosotros nos quedamos desnudos en el sillón, mirando hacia la nada.
Cuando ella volvió, los tres tomamos vino desnudos, sentados a lo indio y charlando amigablemente.
No se mencionó para nada lo que acabábamos de hacer.
Transcurrió un rato entre el vino y la charla, hasta que Karina se paró, tomó a Adrián con estilo y lo paró frente al sillón, comenzó a lamerle la verga despacio, lento, saboreando el choto.
Lo pajeaba suavemente con su mano, le acariciaba el pecho y las nalgas con la otra.
Lo mamó por cerca de treinta minutos, disfrutó cada milímetro de esa pija hasta aprenderla de memoria.
Estaba agachada con las rodillas separadas y se podían ver gotitas de su éxtasis cayendo en la baldosa.
Casi no se tocaba.
Escuché unas risas lejanas y ví unos pibes en un balcón del edificio que daba al otro lado de la manzana.
Yo estaba muy caliente, pero ver que la rotunda chupada de pija de mi novia tenía público me calentó más aún.
Alcancé a darme cuenta que Kari los había visto, pero continuó como si nada ocurriera.
Decidí dejar la ventana abierta.
Adrián comenzó a proferir unos gritos espectrales y tomó la cabeza de Karina con ambas manos, y le hundió toda la poronga en la boca, y le acabó con pasión.
Karina se retiró al cabo de un minuto.
Sonreía.
Se fue al baño, mientras Adrián se desplomaba en el sillón, su verga rendida sin remedio, encorvada hacia abajo, gorda, marrón, vencida y vencedora.
Karina volvió vestida.
– ¿Nos veremos de vuelta?.
Fue la pregunta de él.
– Jamás.
Contestó ella sin darme tiempo.
Esto es debut y despedida, agregó sin dudar.
El pasó al baño y salió vestido, la saludó con un beso y salió conmigo, que lo acompañé abajo.
Cuando subí nuevamente, me esperaba en la cama, desnuda y sonriendo, hicimos el amor como poseídos y nos dormimos abrazados.
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