Noches en San Petersburgo – Capítulo 01
Mi gran amigo Alejandro me permitió transmitirles algunas de sus excitantes aventuras en el extranjero. Este primer relato cuenta su primer gran golpe de suerte en un país donde los problemas de comunicación lo llevaron a emplear el idioma universal, el sexo..
Capítulo 1.
Hay amistades funcionales, derivadas de la necesidad inmediata de construir un vínculo momentáneo con otra persona para sortear múltiples situaciones, estas amistades suelen ser por interés y en su defecto, muy frágiles, pero hay otras que se logran mantener en el tiempo y perdurar por razones que hasta hoy se me hacen confusas.
Ese es el caso de mis dos grandes amigos, Manuel y Alejandro, con quienes he logrado conservar este fuerte vínculo de camaradería desinteresada desde nuestros días de escuela. Nuestras reuniones con frecuencia constan de tranquilas sesiones de charla acompañadas de varias cervezas en las que discutimos y analizamos la complejidad de la vida y las relaciones humanas, así también, con el pasar de las horas, nuestras experiencias personales y a la vez profesionales, suelen hacernos decantar por conversaciones algo más candentes y hasta cierto punto, morbosas, donde solemos derivar en relatos de experiencias particulares.
Manuel quien es un psicólogo algo apetecido en nuestra pequeña ciudad, suele compartirnos con toda la discreción que amerita, algunos de los casos más interesantes acerca de los pacientes que atiende en su consultorio, por otro lado, Alejandro, el cual vive prácticamente de los recursos de su familia, es en gran parte la definición de «hijo de papi» pero que esta burda definición no los engañe, el sujeto no es alguien tan engreído como se podría imaginar y realmente a cuando lo conoces bien, te enteras de que es un tipo sencillo que destina la mayoría de su tiempo y fortuna a viajar por el mundo, y es precisamente esa facultad la que lo ha colmado de vivencias más específicamente relacionadas con el sexo, las cuales suele compartir con nosotros sin ningún pudor.
Por último, está su servidor, quien ustedes ya conocen, un neófito escritor de relatos eróticos, justamente el tema que nos compete aquí. Resulta que además de las series que estoy desarrollando y tengo planeadas empezar dentro de poco, se me ocurrió plantearles a mis colegas la opción de relatar sus historias por este medio y de alguna forma darlas a conocer para que más personas disfruten de ellas tanto como lo hacemos entre nosotros mismos. Afortunadamente, ambos accedieron muy emocionados y es por eso que hoy les traigo el inicio de una de las dos series resultantes de las experiencias de mi círculo interno de amistades.
Hace poco nos intrigó saber cuál fue la primera conquista de Alejandro en tierra extranjera, pues ya han pasado varios años y aún no sabemos qué acontecimiento le dio paso a su buena fortuna con las mujeres en sus travesías.
-Ah, pensé que nunca me lo preguntarían, hasta yo me sorprendo de lo suertudo que fui en ese momento, ocurrió en mi primer viaje a Europa. Y aunque no fue mi primera experiencia sexual en mis viajes, prácticamente fue la que les dio vía libre a mis impulsos en futuras situaciones.
Esta historia toma lugar en una de las primeras ciudades que visitamos en ese viaje, San Petersburgo, Rusia. Un dato curioso que tomará mucha relevancia a partir de acá, es que los rusos no son particularmente afines al inglés, algunos no lo dominan del todo bien o no les gusta mucho la idea de comunicarse con él y muchos otros no saben nada de él en absoluto.
Esta barrera idiomática me jugó una mala pasada que sin saberlo se convertiría en una oportunidad insólita.
Para colocarlos un poco en contexto y a su vez, no hacerles muy larga la introducción, solamente diré que yo, para ese entonces, había cumplido recientemente los 20 años y ese paseo lo había realizado junto con mis padres, mi hermano, que es solo un año menos que yo, un par de tíos relativamente jóvenes, los cuales iban acompañados de sus dos hijas aún menores de edad.
En nuestro segundo día en la ciudad estábamos en la plaza de San Petersburgo, frente al museo Hermitage, tomando algunas fotos y disfrutando un poco de la grisácea mañana otoñal. La plaza estaba colmada de turistas y, por ende, de vendedores que ofrecían viajes en carroza, entradas a buses turísticos y uno que nos llamó mucho la atención, un paseo abordo de una pequeña embarcación a través del río Nevá, el cual cruza la ciudad de extremo a extremo.
Nos comentaron que habría comida y bebida dentro del barco, ya que era una especie de restaurante-bar, o bueno, eso es lo que más o menos pude entender, pues ya veía yo que habría uno que otro problema con los idiomas, y no es que me queje, mi ruso no es el mejor por lo que realmente me dediqué a disfrutar de la interacción y a tratar de hacerme entender lo mejor posible. A mi familia le encantó la idea, pero a su vez, estaban absortos por la majestuosidad de los edificios circundantes a la plaza, por lo que dejaron las negociaciones en mis manos.
Aún hoy puedo jurar que le escuché decir al vendedor que el barco zarpaba al otro día a las 12 del mediodía, porque grande fue nuestra sorpresa al revisar mejor los boletos esa noche en el hotel y darnos cuenta de que fijaban en la hora de salida a las 12 de esa misma noche.
Mis padres habían decidido que era muy tarde para ellos, por lo que prefirieron prescindir de la salida, aunque me sentí muy mal que perdieran el dinero, me alivié el ver que se tomaron con gracia mi descuido. Por otro lado, mis tíos ya tenían planeado salir de fiesta, por lo que también se reusaron a ir, y un viaje en bote a temperaturas casi bajo cero no le hacía mucha emoción a mi hermano, quien prefirió permanecer en la cálida habitación de hotel viendo películas con mis primas. Dicho esto, y con mi orgullo realmente herido, sabía que la única forma de enmendarlo y poder disfrutar el resto del viaje sería sacándole provecho al servicio, por lo que me dispuse a enfrentar los vientos nocturnos lo más abrigado posible para tomarme un par de tragos en el barco viendo los hermosos panoramas nocturnos que la ciudad podía ofrecerme.
Ya en el pequeño puerto, me sorprendió ver que no había poca gente en la fila, y más interesante se me hizo darme cuenta de que realmente había muchos más rusos que extranjeros, luego me enteré de que resultaba ser un plan muy común para los locales.
Nos hicieron pasar a varias filas en simultáneo y justo cuando iba a ingresar, a mi lado, un grupo de mujeres en edades no superiores a los 30 años, fueron retenidas por el guardia de seguridad, mientras discutían captó mi atención que todas y cada una de ellas poseían unos rostros realmente bellos, todas tenían un tono de piel semejante a la nieve y facciones, aunque un tanto pronunciadas, muy hermosas en realidad. Noté que una de ellas, una rubia casi tan alta como yo, buscaba desesperadamente a su alrededor con la mirada fija en el suelo, de inmediato comprendí que la discusión se centraba en que ella había perdido su boleto.
En ese momento mi cuerpo se movió por impulso y le pregunté lo evidente, aunque su inglés tenía una fuerte pronunciación eslava, lo hablaba de manera fluida y me confirmó lo que sospechaba. Al verla más de cerca pude notar que sus ojos eran de un cristalino azul celeste, adornados por unas gruesas, pero definidas cejas de rubio oscuro, tan seductoras como sus delgados labios, en conjunto, la hacían parecer a una fina muñeca de porcelana vestida elegantemente con un grueso gabán oscuro y un sombrero lanudo gris por debajo del cual se precipitaban varios mechones de cabello dorados sumamente lacios hasta poco después de sus hombros.
Se nos hizo fácil entendernos por lo que le ofrecí uno de los boletos que me sobraban, aunque para mí fue una acción de lo más normal, teniendo en cuenta que nadie más los usaría, al parecer, para ella fue un gesto de suma generosidad, asumo que no muy común al menos en su entorno, pues su sorpresa fue grande ante mi ofrecimiento.
Digo que su sorpresa fue grande, pero lo curioso es que su cara inexpresiva difícilmente mostró alguna alteración al reiterarme en varias ocasiones:
–Спасибо… большое спасибо… (gracias… muchas gracias…)
Y es que algo curioso me sucedía con aquella mujer, porque si en mi país alguien hubiera reaccionado de tal manera a mi ayuda, la verdad me habría molestado un poco, pero había algo en su inmutable rostro y en su penetrante mirada que me atraía y me impulsaba a cruzar más palabras con ella.
Mientras ingresábamos a la embarcación, ella me prometió que me pagaría el valor de la entrada invitándome a un par de tragos, por suerte, mientras las personas se acomodaban en sus asientos, nos dio tiempo para conversar un poco más a medida que recorríamos lentamente el pasillo.
– Меня зовут Алина (me llamo Alina) – me comentó extendiéndome su mano en saludo, al tocarla sentí lo tersa que era su piel y lo delicados que eran sus dedos.
También me presenté y le comenté de dónde venía, en cuanto se enteró de la razón por la que estaba solo allí, me invitó a acompañarla en su mesa junto a sus amigas, pues le estaban celebrando el cumpleaños a una de ellas.
El interior del barco estaba mucho más cálido por lo que primero se quitó el sombrero liberando por completo su dorada cabellera, luego se desprendió del gigantesco gabán debelando su sensual figura, su esbelto cuerpo estaba vestido de un muy pegado vestido rojo de falda corta y un gran escote trasero que dejaba expuesta la blanquecina espalda casi en su totalidad, sus largas piernas estaban adornadas por unas provocativas medias veladas de encaje negro y unas botas largas igualmente negras que le llegaban hasta la mitad de sus muslos.
Mientras caminaba detrás de ella, la oscilación de sus finas caderas me tenía hipnotizado, tanto así que ni me di cuenta cuando llegamos a nuestra mesa. Me senté junto a ella y aunque las demás chicas eran muy amables y se notaba que se divertían mucho hablando en ruso, con la única con la que me sentí cómodo para charlar durante todo nuestro trayecto fue con Alina.
Pasamos una noche genial, bebimos demasiados vasos de vodka y cerveza mientras vimos la hermosa ciudad iluminada por las luces nocturnas y su reflejo en las aguas del río, las demás chicas disfrutaban de la velada a su ritmo, pero Alina y yo estábamos inmersos en nuestro mundo, ella me preguntó mucho sobre Latinoamérica y las costumbres latinas, yo me interesé más que todo en su vida personal, llegados a un punto en la conversación nos dimos cuenta de que ambos éramos apasionados por la fotografía y creo que ese fue el detonante para una conexión especial que ambos sentimos, o al menos, eso quise pensar en ese instante.
-Oye, después de esto, todas iremos a encontrarnos con otros amigos y terminaremos de festejar en mi apartamento, ¿quieres acompañarnos? Me pregunto acercando seductoramente su pequeña boca a mi oído haciendo erizar los diminutos bellos de mi piel.
Aún hoy no sé si fue una decisión imprudente, pero para ese entonces mi libido estaba en las nubes y lo que pudiera brindarme la posibilidad de estar más tiempo con esa mujer sería bien recibido.
Al regresar nuevamente al embarcadero descendimos del bote y escapando de la intensa helada, tomamos todos un taxi a casa de Alina, al llegar, había algunos hombres en la entrada del que presumí era su edificio, todos se saludaron efusivamente, algunas parejas lo hicieron de beso y eso plantó una pequeña duda en mi interior: “¿Qué tan seguro estaba de que Alina fuera soltera?”
Mientras subimos las escaleras internas de la estructura me recriminaba continuamente por no haber corroborado tan importante información en nuestra distendida conversación.
Entramos a su apartamento y con algo de timidez me quité por primera vez la gruesa chaqueta al sentir la calidez que emanaba su hogar, el lugar estaba completamente oscuro hasta que Alina encendió unas leves luces que no iluminaron por completo el interior, pues solo eran unas líneas de leds en el borde de las paredes que inundaron la sala de una luz neón color violeta.
Alguno de los hombres colocó una música que junto a la tenue iluminación creaban una atmósfera propicia para la desinhibición del cuerpo.
Todos empezaron a hablar en un ruso indescifrable y comenzaron a destapar botellas de licor, yo estaba parado en medio del salón, completamente atónito al no entender nada. De un momento a otro perdí de vista a Alina y de repente todos se comenzaron a besar y a desvestir en el lugar, una pareja ocupo el sillón de la sala profiriéndose besos apasionados mientras se desprendían de toda su ropa, al mismo tiempo, otra pareja se tumbó sobre la alfombra a los pies del sillón y el hombre comenzó a penetrar bruscamente la boca de la chica a la vez que a escasos centímetros de ellos la pareja del sillón comenzaba a devorarse sus genitales mutuamente.
Algo chocó mi hombro y al girarme pude ver que un hombre cargaba en sus brazos a una chica que entrelazaba sus piernas tras la cintura del chico mientras él la conducía a la mesa del comedor sobre la cual comenzó a penetrarla agresivamente en cuanto la descargo.
Unos gemidos captaron mi atención al otro lado del salón y junto a una pared pude presenciar nuevamente a otra pareja brindándose placer, el hombre algo encorvado degustaba las pequeñas tetas de la chica que recostada contra la pared me miraba fijamente con ojos perdidos en el éxtasis a la vez que el aliento abandonaba su cuerpo y los dedos de sus manos se extraviaban dentro del cabello del sujeto.
Los sonidos de placer inundaron la habitación, los gemidos parecían sobreponerse unos a otros y era como si las parejas compitieran por ver quién hacía gemir más duro a su hembra.
Yo estaba paralizado, ya que nunca había presenciado algo así, pero la imagen de Alina cruzó por mi mente y preocupado me giré para buscarla temiendo que ya estuviera fornicando con alguien más, no pude encontrarla entre las chicas que ya estaban teniendo sexo, pero la tarea se estaba haciendo más difícil a medida que mis sentidos se embriagaban por el aroma a coito, mi corazón comenzó a latir cada vez más rápido y toda la sangre fue bombeada a mi entrepierna, de repente, una mano me agarro la dura verga por encima del pantalón y una dulce voz acarició mis oídos desde la vertical lejanía diciendo:
– Ты хочешь поиграть? (¿quieres jugar?) me sugirió una pequeña pelirroja de tez pálida y sonrisa seductora, me miraba 30 centímetros por debajo de mi mentón mientras frotaba mi pene con una diminuta y delicada mano.
Antes de que pudiera responder, un musculoso hombre solo un poco más bajo que yo, llegó y con decisión agarró a la chica de sus muslos desnudos y la levanto para darle un profundo beso, mientras me miraba fijamente y con expresión desafiante ingresó su lengua en la pequeña boca de la chica y pareció atragantarla con ella como si lo que estuviera introduciendo en ella fuera un pene y no su lengua.
El sujeto agarró el cabello de la pelirroja y jaló su cabeza para atrás provocando que los ojos de la mujer se pusieran blancos de placer, el tipo me miró nuevamente y en un muy tosco inglés dijo: «Mine» (mía)
Pude haberle dicho algo si no fuera porque mi atención se centró en Alina, quien bajaba unas escaleras en caracol que conducían al piso superior.
Vestía una lencería muy sugerente compuesta por un elaborado brasier de encaje negro que alzaba sus pequeños senos haciéndolos ver como dos provocativos merengues; su pálido abdomen estaba completamente desnudo y los músculos de su vientre se marcaban levemente junto con sus costillas, su suave piel se coloreaba con el tono violeta de las luces; su pubis estaba resguardado por unas ligeras bragas también de encaje negro adornadas por un fino liguero negro que sostenía el mismo par de medias veladas con las que estuvo en el barco.
La mujer que más bien parecía un dominio por la perversa mirada que me estaba dedicando, caminó lentamente y en punta de pies hacia mí, a cada paso mi ritmo cardiaco aumentaba más y más, sin mencionar que los constantes gemidos y jadeos de placer a mi alrededor, retumbaban en los muros de la casa y me hacían caer en un estupor del cual solo podía huir centrándome en la figura femenina que ya casi estaba parada frente a mí.
Cuando pasó junto al sujeto que había tomado a la pelirroja, este la agarró del abdomen mientras aún tenía a la otra chica, quien ahora le profería una felación sin darle importancia a lo que ocurría sobre su cabeza.
– Tonight I want him (esta noche, lo quiero a él) la escuché decir claramente, y sé que así lo quiso ella, pues ¿por qué otra razón le habría dicho eso en inglés a su compatriota?
El hombre, algo enojado, tomó a la pelirroja del cabello y se encerró en una habitación aparte, poca atención le presté, ya que Alina justo estaba en frente de mí y me veía directamente a los ojos por primera vez con una expresión que no era la típica cara carente de emoción, esta vez, había algo erótico en ella; algo lascivo.
– So? (¿y bien?) me habló al oído empinándose levemente y recargando su liviano cuerpo contra el mío. – ¿Me deseas?
Que me hablara en español fue la gota que colmó el vaso de lujuria que se derramaba sobre ella.
Me acarició el abdomen por debajo de mi camisa, sus delicadas manos estaban frías al tacto, pero rápidamente se nivelaron con la temperatura de mi pecho, me pareció ver que se sorprendió al notar que mis músculos estaban levemente tonificados debajo de todas las capas de ropa con las que había deambulado durante toda la noche; a pesar de no tener un cuerpo escultural, me gustaba hacer deporte constantemente y ella lo apreció mucho, pues sus manos no dejaban de explorar las pronunciaciones de mi pecho y espalda mientras que con su insondable mirada parecía buscar una confirmación explícita a su pregunta.
– Да (si). Dije y de inmediato una leve sonrisa algo maléfica escapó de sus estilizados labios.
Se giró dándome la espalda y se despojó del sujetador, pegó su espalda contra mi pecho y, por ende, su pequeño y redondo culo contra mi pelvis. Con sus manos guió las mías hacia sus pequeños senos y me incitó a envolverlos con decisión, aunque parecían delicados dentro de la totalidad de mis enormes manos, estaban perfectamente formados sobresaliendo de su pecho lo suficiente como para curvar exquisitamente su silueta, a su vez, sus diminutos pezones rosados hacían parecer al conjunto como una fina escultura de mármol.
Mientras apretaba sus pezones entre las yemas de mis dedos y los pulía con giros suaves, comenzó a profesar unos excitantes jadeos a la par que movía sus caderas apretadas contra mi entrepierna, buscando estimular mi aún escondida verga.
Lanzó una mano hacia la parte posterior de mi nuca y me jaló el cabello, posicionando mi cabeza junto a su largo cuello perlado, ahora expuesto ante mi boca, con una mano lo agarré y apreté levemente mientras comenzaba a devorar su piel desde las inmediaciones de sus espigados hombros, hasta la parte posterior de su oreja, recorriendo toda la extensión de su cuello relamiéndolo y besándolo a la par que mi otra mano invadía su sexo y comenzaba a familiarizarse con los suaves pliegues del tesoro escondido en su entrepierna. Mis dedos se resbalaban fácilmente por sobre su vulva y su clítoris poco a poco se fue pronunciando gracias a la facilidad de movimiento que me estaban brindando sus desbordantes fluidos.
Su respiración se agitó y sus muslos se comenzaron a tensar, de repente giró medio cuerpo y secuestró mi boca con sus sensuales labios, su lengua ingresó repentinamente dentro de mí y comenzó a entrelazarse y a acariciar la mía mientras yo intentaba arrancar furtivamente un leve trozo de su labio inferior mordiéndolo y estirándolo hasta el límite previo a hacerle daño.
Agarré su cintura con mis manos y pareció como si la pudiera rodear completamente con ellas, la volteé bruscamente, cosa que pareció agradarle y nos puse de frente con el fin de sacarle el mayor provecho a nuestros besos. Ella trazó caminos por todo mi pecho y glúteos con sus manos hasta dejarlas agarradas de mi barbilla a la vez que yo imitaba el mismo recorrido en su cuerpo, pero culminándolo en su suave culo, cada una de mis manos abarcaba una de sus nalgas y las apreté levantándolas sutilmente impulsado por el deseo de comprimir aún más nuestros cuerpos.
Ella desprendió su boca del profundo beso que nos ocupaba y me miró fijamente mientras me arrancaba el cinturón. Al estar tan absorto en nosotros, no había notado que las demás parejas ya estaban juntas en el suelo teniendo una orgía tan salvaje que difícilmente se podía identificar quien penetraba a quien, entre lo poco que mis sentidos pudieron develar, observé a un par de chicas ensañadas mutuamente con sus bocas mientras que dos hombres fornicaban a una de ellas por sus orificios inferiores; aunque era una escena muy excitante, sinceramente yo no deseaba participar de esa mezcla de genitales, me decantaba más por conservar a Alina solo para mí, además de que me sentía un poco cohibido compartiendo mi desnudez con tantos extraños. Por suerte, Alina notó mi incomodidad y dijo:
–let’s go to my room (vamos a mi cuarto)
Me condujo de la mano rápidamente por las escaleras y poco antes de que ascendiéramos por completo, ella se giró y mi rostro quedó al nivel de su abdomen, sin pensarlo, me acerqué y lo besé cariñosamente; cuando acerqué mis labios a la zona inferior de uno de sus senos pude ver que tenía un pequeño tatuaje de la torre Eiffel que bordeaba cuidadosamente sus costillas con finas líneas, se lo besé y creo que le gustó porque por primera vez me sonrió plenamente liberando unas cuantas carcajadas.
Alina tomó mi cabeza entre sus manos y me hundió en su sexo, mi boca se intoxicaba gradualmente con el penetrante aroma que emanaba de su húmedo coño y los jugos que expedía tímidamente se impregnaron en mi lengua al más mínimo contacto. Devoré por completo sus labios y aspiré el perfume de su clítoris ya erecto, ella comenzó a emocionarse y cada vez fue más el placer, hasta tal punto que posó una pierna por sobre la barandilla de la escalera brindándome un mayor ángulo de extensión en su zona erógena, agarré sus piernas con firmeza, pues con cada una de mis lamidas y chupetones en su vagina, estas comenzaban a temblar mientras perdían su fuerza.
Abrí bien su culo y le proferí una profunda lamida desde su ano, visité su perineo con mi lengua y recorrí la abertura de su vagina culminando mi camino con un delicado beso en su redondo clítoris, esto último la obligó a soltar un gran gemido acompañado de un estremecedor orgasmo. Únicamente hasta que terminó de temblar me permitió levantar, me besó y robó de mí, todos los fluidos que yo le había arrebatado. Extrajo mi pene de su hacinamiento con una mano furtiva y comenzó a frotarlo con desesperación, no había necesidad de hacerlo crecer más, pues ya estaba listo para relacionarse con su interior.
Me agarró de la verga como si se tratase de alguien que pasea a su perro y nos condujo al interior de su habitación. Cerró la puerta y rápidamente se agachó, primero levantó mi miembro admirándolo por un segundo; su cuarto estaba iluminado por las mismas luces tenues que había en el resto de la casa, el ambiente le confería una atmósfera erótica mucho más íntima.
Alina no perdió el tiempo y de inmediato expuso mi pegajoso glande que palpitaba a escasos centímetros de su rostro, comenzó besando mi pubis y descendió a la base del tronco mientras me masturbaba y jugaba con mis bolas entre sus delgados dedos, lentamente lamió toda la extensión de mi pene desde la unión con los testículos, hasta llegar al frenillo ya lubricado, mayor era la provocación de sus acciones al realizarlas mirándome directamente a los ojos; cada felación iba acompañada de miradas seductoras y sugerentes arrojadas por un par de perlas celestes que me observaban desde la lejana oscuridad inferior.
Sus labios se estiraban lentamente con la arremetida de cada chupada; colocó sus manos tras mi culo como si tratara de evitar que me escapara de sus lascivas atenciones, cosa que claramente no era mi intención. Me sobresalté de imprevisto, ya que de la nada me había mordido suavemente el frenillo, no fue una sensación dolorosa, pero sí nueva en su totalidad, mi reacción pareció deleitarla, pues la repitió un par de veces más.
El placer caló en mí y comencé a mover con mayor fuerza mis caderas, su inexpresivo rostro succionando mi endurecida verga, liberó algo salvaje en mí, por lo que de manera brusca le agarré el pelo y violé su garganta hasta hacerla lagrimear, solo hasta que sentí que la dejaba sin aire la dejé sacarse mi pene de su boca arrebatándole una muy sensual arcada.
La sujeté del cuello y la levanté mientras aún trataba de recobrar el aire, la giré y le hice bajar su torso contra la pared dejando su culo en alto a mi merced, lo abrí y le di un par de lamidas, Alina trató de secuestrar mi cara hundiéndola con su mano en su sexo, pero yo tenía planeado algo mejor. Me levanté y sin advertencia alguna le penetré el coño con mi palpitante verga, parecía como si ambos genitales se ansiaran mutuamente desde hacía tiempo porque al introducir mi miembro y aunque su vagina se sintió algo estrecha, me pude deslizar en su interior sin mucha dificultad; sinceramente sentí como si nuestros cuerpos fueran compatibles físicamente a la perfección, ya que mi pene se abrió paso rápidamente hasta la frontera de su útero, sus pliegues se amoldaban a la forma de mi pene y lo apretaban en un abrazo sumamente húmedo y cálido; era como si estuviéramos hechos el uno para el otro.
Ella giró su torso para verme a la cara y con un brazo se agarró de mi pecho, yo le alcé una pierna para que se le hiciera más fácil la posición y vi en sus ojos el placer que le profería cada una de mis embestidas.
Como era de esperarse, ya que la vida no es una porno, sus piernas no aguantaron mucho, por lo que la conduje hacia la cama con mi verga aun dentro de ella, la posicioné en cuatro patas y continué penetrando su culo aferrándome a su delgada cadera y su sensual liguero.
Sus dorados cabellos se balanceaban a la par de sus erectos pezones, los gemidos de placer eran ensordecedores y rápidamente sus brazos se quedaron también sin fuerzas, se dejó caer sobre una almohada y si no fuera porque yo sostenía sus livianas caderas, estas también habrían sucumbido.
Se agarró desesperadamente de la sabana, pues mis embestidas tenían mayor ímpetu alentado por cada uno de sus alaridos; a cada penetración, un:
«Да, Да, more… like that… Мне нравится!» (sí, sí, más… así… ¡Me gusta!)
Volteó la cabeza hacia un lado y se mordió los labios mientras tenía los ojos cerrados, luego se giró lo suficiente para verme y me lanzó toda clase de expresiones lascivas que me motivaban más y a las cuales yo respondía con sonrisas extenuadas.
Sus esponjosos glúteos trazaban el mismo movimiento de mi pelvis y aunque podía ver levemente parte de mi verga fuera de su coño, mis manos de inmediato traían de vuelta su pequeña cintura para nuevamente apuñalar su interior con mi miembro, algunas gotas de sudor se desprendieron de mi barbilla y cayeron sobre el valle entre sus nalgas, lentamente se deslizaron sin contratiempos por la curvatura de la espalda de Alina y se entremezclaron con su propio sudor en su lomo arqueado.
Por otro lado, su cabeza no podía quedarse quieta en un solo lugar, a veces miraba hacia adelante expidiendo un gemido con cada penetración y otras simplemente se hundía en la almohada para morderla y posteriormente jalarla furiosamente con los dientes en medio de un rugido de excitación.
En un momento me tomo de las manos y dijo:
–I want to be on top (quiero estar arriba)
Así que nuevamente, sin sacárselo, la levanté y la posicioné sobre mí, curiosamente ahora parecía mucho más pequeña, ya que con mis brazos casi que la podía cubrirla del todo cuando le agarraba el culo y las tetas mientras realizaba varios sentones sobre mí.
En medio de uno de eso violentos movimientos, mi verga se resbaló fuera de ella, por lo que la agarró del tronco con una mano y con premura volvió a introducírsela dentro del chorrearte coño, desde ese ángulo por fin pude detallarlo mejor, era rosadito y estaba pulcramente afeitado, no parecía tener los labios sueltos por fuera por lo que a simple vista parecía una vagina impoluta; pequeña y estrecha.
Cada vez se dejó caer con mayor fuerza, introduciéndose aún más en su interior, en una de esas iteraciones arrojó la cabeza hacia atrás y con la boca abierta, liberó un gemido de absoluto placer, lentamente ascendió sus caderas y repitió el proceso un par de veces más, al parecer estaba palpando rincones dentro de ella nunca antes explorados, su inmaculado pecho se exponía en el aire mientras algunas gotas de sudor se deslizaban a través de él culminando su recorrido vertiéndose sobre mi cuerpo.
Alina arqueó su columna y reposo las rodillas en la cama, su cuerpo colapso sobre el mío y brindándome una sensual sonrisa, se abalanzó completamente encima de mí entregándose a un apasionado beso. Mis brazos la aprisionaron contra mi pecho y mis caderas comenzaron a balancearse hacia arriba haciéndola estremecer nuevamente, su cabello nos estorbó por lo que se lo peino fácilmente tras las orejas, pues estaba tan sudoroso como nuestros cuerpos entrelazados.
Nuestros latidos se sincronizaban al unir nuestros pechos y luego disputaban por ver quién se aceleraba más tras el placer que estábamos sintiendo a medida que nos asfixiábamos con prolongados besos; ella jadeaba y respiraba con dificultad en las inmediaciones de mi boca y yo trataba de arrancar el poco oxígeno que portaba su incesante aliento.
La humedad de sus labios me incentivó a pedirle algo un tanto pervertido: «spit on me» (escúpeme), ella me miró muy confundida.
– in my mouth (en mi boca) le aclaré.
Lo comprendió y creo que le fascinó la idea, recogió un gran cúmulo de saliva y lo dejo caer lentamente en una gran gota sobre mi boca, la sensación fue tan estimulante que la tragué de inmediato y ella se deleitó viéndome con una expresión complacida, sin repetirlo, volvió a hacerlo y ese estímulo fue el necesario para llevarme a mi límite, le avisé que estaba por venirme, pero pareció no escucharme, Alina estaba absorta en la locura del placer, volví a intentar preguntarle donde podía eyacular y esa vez pareció que no entendía a lo que me refería.
Llegué a mi clímax y su cuerpo no me dio otra alternativa, lo dejé salir todo en su interior y a medida que expulsaba mis chorros en su vientre, sus ojos se cerraron con fuerza mientras su boca caía sobre mi cuello mordiéndolo sin contemplación, sus uñas arañaron mi espalda y culminaron su ataque contra mi pecho, sentí como todo su interior era llenado completamente por mi semen caliente y a cada eyaculación remanente, ella dejó salir un leve chillido acompañado de múltiples espasmos.
Ella recostó su cabeza junto a la mía y ambos nos reímos un poco, estábamos extenuados y completamente embelesados por el placentero momento, permanecimos un largo rato en esa posición, abrazados y exhaustos.
Pasado un tiempo, Alina se obligó a levantarse para buscar algo con que limpiarnos, pues en cuanto ella se reincorporó, todos nuestros fluidos se derramaron desde su interior y quedaron esparcidos sobre mí.
– Ты в порядке? (¿estás bien?) le pregunté a lo que ella respondió afirmativamente con una amable sonrisa, pero quise corroborar que entendía a lo que me refería, por lo que insistí a lo que ella me confesó que estaba operada y que realmente no podía quedar embarazada por lo que no había problema, eso realmente me tranquilizó un poco, aunque aún no sabía qué procedía en esas situaciones tras terminar nuestro encuentro.
Me sentí un poco incómodo después de que ella me limpiara, ya que en ese instante ella estaba ocupada aseándose a sí misma y la verdad sentía que su falta de atención quizás se tratase de una indirecta requiriendo mi salida, comencé a recoger mi ropa y cuando estuve a punto de ponérmela, en un gesto atípico, ella se me acercó por la espalda abrazándome de una manera un poco tierna debo de admitir.
Me detuvo y me invitó a compartir su cama por un rato, si así lo deseaba, obviamente no le di vueltas al asunto y retorné junto con ella, nos cobijamos con el mismo edredón y dimos paso a una charla igual de amena a la del barco, era curioso estar tan compenetrado con alguien que fácilmente podía tener 8 años más que yo y, aun así, allí estábamos, viéndonos a los ojos como dos iguales.
La culminación de la noche hubiera sido perfecta si no fuera porque al revisar el celular por un momento, noté que ya era de mañana, aunque el sol aún no había salido.
Intenté despedirme, pero ella me retuvo por un instante
– what are you going to do… today? (¿Qué vas a hacer hoy?) me cuestionó con un rostro inexpresivo nuevamente. Resulta que en la noche se celebraría el cumpleaños de la pelirroja, así que Alina quería que la acompañara si podía y a lo sumo, repetir lo acontecido.
La idea me atrapó por lo que intercambiamos números para encontrarnos, no pude pensar en nada más de regreso a casa, fue tanto mi ensimismamiento que ni siquiera reparé en el montón de cuerpos desnudos amontonados en la sala del apartamento.
Estaba decidido, esta noche se repetiría.
Continuará…
¡Hola a todos y gracias por leer mis relatos!
Quería tomarme un momento para informarles que si les gustan mis historias y mi estilo pueden ver todos mis relatos ilustrados en patreon.com/Lujurian además, para estar al tanto de todos los capítulos que voy publicando me pueden buscar como Lujurian69 en IG. De nuevo, muchas gracias.
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