Nunca habia entrado en chats
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Nunca pensé que sería una de esas personas que entraría en páginas de contactos. Estoy bastante buena y no pretendo resultar engreída ni asquerosa, encajo en ciertos cánones, tuve esa suerte.
Soy alta, tengo una cien de pecho, delgada (conste que como sano) y más o menos inteligente. Nunca me han faltado tablas para llevarme a un tío/ tía a la cama. He tenido todo tipo de amantes, de una semana, una noche, meses… De todo. Y de nada, porque nunca estaba satisfecha.
Siempre me ha pasado lo mismo, siempre me he quedado en el momento previo, en el momento justo en el que, mientras la polla entra y sale o te restriegas contra otra vagina abierta, te empiezas a mojar un poco, lentamente, y que después se convierte en un profundo grito de placer y, lo has hecho, te has corrido en el preservativo, la mano, el coño o la cara de un desconocido, el amigo de un amigo, el novio que tuvieras en aquel momento, el amigo de tu novio, la amiga de tu compañero de clase… Siempre a un paso, siempre a punto de gritar, siempre deseando que alguien fuera capaz de darme un buen tortazo que me hiciera soltar un profundo grito de placer que fuera desde mis tripas, mi vagina hasta los vecinos.
Siempre a un puto paso. Ser guapa no soluciona nada.
Tenía una amiga fea, como todos. Ella entraba en páginas de contactos. Yo nunca, la verdad. Ella se quejaba cada Lunes de quen unca encontraba a nadie con quién profundizar, que todo era raro, que no te conocías de verdad. Eso sí, cada Lunes había tenido un polvazo Viernes o Sábado en el que había visto las estrellas, había probado a grabarlo en video con un uniforme de colegiala, tenía 18 cardenales que mostraba con orgullo. Mi amiga estaba mejor que bien follada y eso que yo pensaba que era algo muy desesperado, pero me moría de envidia.
Un Lunes me dio un papel. Estaba un nick y una contraseña. Me había dado de alta en una de esas páginas y me dijo que con ese papel podia entrar en la página y escribirme con tíos. Yo pensé de inmediato que no estaba tan desesperada como ella, pero no me salió decírselo. Me lo guardé y pensé que ni lo miraría. Pensé que ni lo miraría durante cinco horas de trabajo, una hora de almuerzo y media hora de camino de vuelta a casa.
A los cinco minutos de cruzar la puerta me puse en el ordenador. Pensaba qué habría puesto mi amiga de mí. Entré y ahí estaba. La muy hija puta había puesto una foto en la que estaba en sujetador con una cerveza en la fiesta de Navidad. Iba a quitarla de inmediato cuando encontré varios mensajes en lo que debía ser mi muro. Aluciné con un hombre que me decía como su capullo se hinchaba mientras se hacía una paja pensando en mí, otro que decía que quería sentir mi pelo largo y rubio golpeándole la cara mientras me daba por culo. Eran barbaridades pero no me sentía ofendida, me sentí muy excitada.
Según iba leyendo saltó un chat. Uno de los escritores de los mensajes porno estaba ahí, en vivo y en directo, según decía, mirando mi foto y avergonzado. Estaba en la oficina y se le había puesto dura. Tenía que taparse con el maletín y quería contármelo. Me hizo gracia, y mire su foto. No podia ser él, le dije. Era una foto real, quiero decir, medio mal hecha, de vacaciones en la playa. Pero no podia ser él, tan sexy, con el pelo rubio y un estómago perfecto, y esas ojeras profundas que le daban una mirada tan penetrante.
Intro.
Sí, se lo había escrito. Y él lo estaba leyendo. Pensaba que aún estaba a tiempo de salir pero no. Me pidió mi móvil, me quería mandar una fotografía ahora mismo para que viera que era él, que no era de mentira. Mi móvil… A un desconocido… Por el chat…
…3468 e Intro.
Sí. Se lo di. Estaba fuera de mí.
Cinco segundos después y tenía la foto. El cachas de la playa de las ojeras profundas me miraba con un traje en una oficina, con timidez. No era muy guapo, no era mi tipo, en un bar le hubiera mandado a la mierda hacía rato. Y me desabroché un botón de mi pantaloon. Dos.
Le contesté por el chat que había visto la foto, que no estaba mal. Él me preguntó si yo era la misma de mi foto. Tenía el pantalón medio bajado así que cogí el móvil y saqué solo cara. Lo mandé. Me cortó el rollo, yo quería mandarle algo más, y que él me mandara algo más. Y lo hizo.
Abrí la foto y me fijé en su paquete dentro del traje, un poco abultado, y el maletín burdeos a un lado. Y me metí la mano dentro de las bragas. Me toque un poco. Me desabroché la camiseta y me quedé en sujetador. Apunté el móvil. Y se la envié.
Silencio.
Más silencio.
No podia ser todo, estaba a tope. No querá que acabara así, aunque debería, unas fotos que no se puede hacer ya nada. Borrar el número, los mensajes y se acabó.
Miré la pantalla. Había cinco mensajes. Quería verme, me propuso un bar de copas por el centro en una hora, cuando él salía de trabajar.
Sí. Intro. Apenas me volví a poner los pantalones, me pinté y volví a salir.
Esto no podia ir bien, ahora nos veríamos, hablaríamos y se rompería toda la magia por completo. Él tendría una voz horrible, pero tendríamos que darnos dos besos, que pedir una copa, que romper el hielo de algún modo.
Cuando yo llegué, él ya estaba. Andé hasta él. Se levantó y le puse la mano en los labios. Él entendió. Tenía un cóctel en la mesa. Me fuí a la barra a pedir otro.
Me senté a su lado. Bebimos y me fije de Nuevo en su paquete. Estaba empalmado y yo me mojé por dentro. Quería que él lo notara. Cogí su mano, bajo la mesa, hice que me desabrochara los pantalones y me lo tocó. Cerró los ojos, nervioso, mordiéndose el labio. Empezó a masturbarme. No me lo esperaba, no era fácil, pero sus dedos, algo dentro, algo fuera, su otra mano recorriendo mi culo y yo llevé mis manos a su paquete. Rompí la bragueta, estaba a punto de echarme a reír, pero seguimos masturbándonos mutuamente.
Entró otra pareja y yo quise seguir, pero a él se le ocurrió otra cosa. Me llevó al baño. Sí, era un estereotipo, una vez lo hice con un novio en un bar y no me corri. Pero esta vez fue distinto. Entré con aquel completo desconocido con el que no crucé una palabra y, nada más entrar, puse el candado, le bajé los pantalones y se la empecé a chupar. Él sacó un condón del bolsillo. Yo misma se lo puse y antes de que le diera tiempo me puse de espaldas, se la cogí y me la metí. Primero por la vagina, más tarde por el culo. Cuando él me la metió por el culo empezó a masturbarme con los dedos. Tenía la mano muy gruesa, con la otra mano me sobaba el pecho, me agarró del cuello para acercarnos más. Grité, me dio corte pero grité, y me corrí.
Él tardó un poco más, empecé a mover el culo más deprisa y él empezó a jadear, histérico. Me avisó, fue la primera vez que oí su voz, me quite y se corrió en el suelo.
Me subí los pantalones y, sin apenas mirarle, me acicalé un poco frente al espejo y me marché. Aquella noche ni salí ni me duche, solo me quedé en el sofa satisfecha. Él me volvió a escribir un par de veces pero sabía que no serían lo mismo y empecé a conocer otras personas.
En serio, nunca pensé que sería una de esas personas que chatearía, conocería gente en páginas de contactos, me pondría cachonda en casa antes de ir a follármelos y volvería sin intercambiar palabra, totalmente satisfecha. Y ahora pienso que no podría dejar de ser este tipo de persona.
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