Nuria
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Neruda.
Desde entonces hablábamos varias veces cada día. Era imposible dejar de hacerlo. Era como el aire que respiraba. Y lo mejor, a ella le ocurría lo mismo.
Por aquel entonces aún vivía en Madrid así que en cuanto tuve ocasión, fui a verla. Por el camino recordaba cuando me dijo “desde que te conozco pienso en ti tanto que me tengo que cambiar de bragas cuatro o cinco veces al día” Creo que aún hoy mi entrepierna se multiplica por tres cada vez que recuerdo eso.
Habíamos quedado en el centro de salud donde trabajaba. Era la segunda vez que nos veíamos. Me dio un vuelco el corazón cuando la vi. Llevaba su bata blanca y el pijama de las enfermeras con un escote enorme.
Me hizo pasar a su consulta, cerró la puerta e inmediatamente comenzó a besarme. Su mano empezó a tocarme entre las piernas y mi polla estaba totalmente hinchada. Me desabrochó los botones de la camisa rápidamente y con ansia comenzó a comerme y lamerme los pezones. Eso es algo que me excita muchísimo. Yo empecé a manosear sus tetas a desnudarla casi con violencia. Me tomó de la mano y me llevó a un cuartito pequeño interior.
Dejó caer su bata y se quitó la parte de arriba del pijama. Tenía unos pechos grandes, preciosos y duros. Le desabroché el sujetador y comencé a comerme sus pezones al tiempo que mi mano ya tocaba su coño por encima del pijama. Podía notar la humedad a través de él. Se lo bajé con rapidez y cierta torpeza. Su ropa interior era sencilla, cómoda como ella decía para estar trabajando. Comencé a lamer su coño con las bragas aún puestas. Totalmente empapadas. Con mi lengua, ahora aún más. Derepente me apartó, se puso de rodillas y me sacó la polla del pantalón, bajándomelo hasta los muslos junto a mi ropa interior.
Comenzó a chupármela casi con violencia. Chupaba mis huevos mientras seguía lamiendo y me decía…”quiero toda tu leche. Me la tienes que dar toda, hasta la última gota…” El placer era muy intenso…como nunca lo había tenido antes.
Nos tumbamos en el suelo, no había otro sitio. Ella misma mientras se tumbaba se quitó las bragas. Su coño estaba sin depilar. Perfectamente hasta las ingles, pero el resto con bastante pelo. He de reconocer que me sorprendió. Comencé a lamerlo como si llevara días sin comer. Sus jadeos eran cada vez más grandes. Y los míos también. Siempre me ha sido imposible controlar mis jadeos. Me hizo parar porque iba a correrse. Se dio la vuelta, se puso a cuatro patas, pegó la cabeza al suelo y me dijo…”cómeme el culo…” Así lo hice….Cuando ya no pude más me puse de rodillas y hundí mi polla en su coño húmedo…En menos de un minuto, tras varias envestidas noté como empezaba a verterme…Ante mi aviso, se apartó, cogió mi polla la metió en su boca y todo mi semen fue engullido inmediatamente. Al terminar de correrme, estaba casi sin sentido.
Al abrir los ojos vi como se relamía las comisuras de los labios buscando las últimas gotas de mi leche…. Me hizo tumbarme de nuevo, se puso de rodillas sobre mi boca y me hizo lamer su coño que literalmente, goteaba. En breve sus jadeos se hicieron cada vez más fuertes hasta que entre convulsiones tremendas, se corrió para mi. Toda mi cara estaba empapada.
Nos vestimos con un poco de prisa. Aún tenía que ver a varios pacientes. Cuando estaba a punto de salir de la consulta, alguien entró. La puerta estaba abierta. Pudo haber entrado alguien en cualquier momento. Aún me siguen dando escalofríos cuando lo recuerdo.
Nunca he querido a nadie tanto en mi vida. Cinco años después, una soleada pero fría mañana de febrero, volví a casa desde Berlín un día antes de lo que pensaba. La encontré sobre aquél tipo, entre sus piernas, jadeando como ese día en su consulta. No dije nada. Me di la vuelta y me marché escuchando como me decía por favor que quería hablar conmigo. Jamás he vuelto a verla.
Le di los mejores años de mi vida. A pesar de todo, aún recuerdo aquél día en su consulta.
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