Otra vez afónica
Ya van dos maratones sexuales seguidos en los que termino con ronquera severa de tanto gritar. Aquí cuento qué ocurrió..
Como ya saben mis lectores, les llamo maratones porque inician el viernes en la noche y terminan el martes a mediodía. De hecho, comienzo con, Ramón, mi marido. ¡Me encantan estos fines de semana en la cama con las piernas abiertas, la pepa muy encharcada y el culo bien aceitado! Todo para su uso, y vaya que me usa mucho…
El semen que se escurre, sea de mi boca o por mis piernas, me lo restriego en las piernas, los pies y el ombligo. También preparo unas tetas con crema cuando le hago una rusa, en este caso un poco de crema va a mis axilas o a mi cuello. Cuando me encula, a veces le pido que se venga salpicándome las nalgas y la espalda. El resultado es que, en la mañana del lunes, cuando él despierta me da mi lechita con su biberón de carne, yo quedo embadurnada de jugos míos y esperma de mi amorcito.
A veces se notan algunas capas de excreciones secas sobre mi piel. Mi marido me pide que me bañe con él, pero me niego aduciendo que le debo preparar el desayuno. “¡Vieja cochina, hueles a puro sexo, como una puta!”. Le contesto que sí soy muy puta, pues fui su puta durante muchas horas.
Para la segunda parte, de las nueve a las doce del día, voy con Bernabé, el relevo. Salgo de mi casa en cuanto se va mi marido y llego a al departamento donde me espera mi querido para darme limpieza, a pura lengua, por todo el cuerpo y luego vuelvo a recibir verga y leche de sus huevos, es decir, los básicos. Yo pongo la fruta: melones y papaya. El maratón termina con una enculada en la ducha. Así que cuando llega a hablarme mi marido, siempre le digo que ya estoy limpia y bañada, y no es pleonasmo.
Mi amante y yo llevamos quince años de amor subrepticio. Él me pide que llegue llena de leche, porque le gusta el atole que hago con Ramón y lamer mi cuerpo por todas las zonas en las que me embarré la leche de mi marido. El gusto lo adquirió con su primera esposa, quien es muy puta y desde entonces le daba la leche que le dejaban sus amantes en la pucha. Aún se la coge y ella le prepara atoles de sabores diversos.
Además, la ex, desde joven y hasta la fecha, siempre le ha transmitido el conocimiento y novedades que aprende de los otros. Me asombra mi amante, quien en ese poco tiempo de convivencia semanal (a veces son dos días a la semana) me deja desfallecida de tantos orgasmos que me provoca. Imagínense todo lo que yo he aprendido en este tiempo de nuestra relación, y los malabares que he tenido que hacer con mi esposo para que él también aprenda, practique y disfrute al máximo las novedades. Mi trabajo es hacerle creer que las cosas se le ocurren a él, también es seleccionar videos porno para que veamos juntos y le pido que me haga lo que vemos, o las variantes que me enseñó Bernabé.
Hoy regresé a casa con problemas en la voz, igual que la semana antepasada, esa primera vez lo platiqué por correo con algunos amigos lectores. Por lo que me doy cuenta, el Viagra que ha tomado mi amante Bernabé estas dos veces es la causa. En ambas ocasiones sucedió casi de forma idéntica.
¡Bernabé me tuvo ensartada tres horas seguidas! Yo me la pasé en puros gritos de felicidad. El muy cabrón se tomó un viagra (pero seguramente se había echado antes otro para agradar a su esposa) y, además, se abstuvo de eyacular; lo hizo al final. Entre tanto, después de las mamadas y lengüetazos de rigor, mantuvo un tolete rígido viajando por mis tres orificios usuales, haciéndome venir una y otra vez, también tuve trenecitos de orgasmos. Supongo que mis gritos de “¡Ah, ah, ah…!”; “¡Oh, o, oh…!”; ¡Uh, uh, uh…!”, con todas sus posibles combinaciones, se escuchaban en todo el edificio cada vez que me sacudía con los golpes de su pubis, perforándome el útero, el recto y la garganta.
–¡Para ya, mi nene! ¡Me vas a matar! –le gritaba llorando de felicidad, pero él me daba con más enjundia…
Por fin, cuando estábamos en la regadera, a donde me llevó cargada sin sacarme la verga del ano, se vino como si fuera manguera y se le desinfló el pene. Sentí un gran alivio…
“¿Le pasa algo señora?”, me preguntaron en el mercado a donde pasé a comprar lo faltante para preparar la comida del día. “No, sólo es cansancio, a mi edad ya no aguanto como hace años”, contestaba. Llegué muy usada a la casa, sentía que iba caminando con las piernas abiertas. Le pedí a mi hija que se hiciera cargo de la comida y me fui a la cama. Dormí un buen rato.
–¿Ya está lista en la cama mi puta personal para seguir amándonos? –preguntó mi esposo cuando llegó y me vio en la cama.
–Estoy descansando. Creo que por hoy no habrá más amor… –le dije con una voz ronca y apenas audible.
–¿Estás enferma? ¿Por qué estás tan ronca?
–Yo creo que fue el sol y el aire los que me fastidiaron la garganta, le contesté, hace dos semanas.
Me lo creyó entonces, pero hoy, que me encontró en las mismas condiciones, eso sí, oliendo a jabón de tan bien que me baña Bernabé. Me dijo que fuéramos a ver al doctor, porque yo casi no me enfermo y él veía raro que otra vez estuviera mal de la garganta. Pensé “¡Pinche Bernabé, en qué líos me mete”!
–Vayamos con el médico para que te recete unas inyecciones –me dijo.
–Las que a mí me gustan son las inyecciones intrapiernosas o anales de penecilina o vergacilina, mi amor, no quiero nada más, pero ya tuve muchas desde el viernes –contesté dándole un beso.
Dada mi afonía, parecía que yo había estado, in situ, echándole porras a la selección mexicana en un reñido quinto partido del mundial y me imaginé zangoloteando las tetas como mi tocaya, la “Chiquiti-bum”, pues tenía también un ligero dolor en las chiches de tanto que me bailaban en cada embestida del sátiro, pero adorado, Bernabé…
¡Ja, ja, ja, ja, no te quejes! Sólo fueron tres horas… ¿Te imaginas que hubieras quedado con tres, aunque no al mismo tiempo, pero que todos trajeran mucho filo? Yo sí. Esa vez estuvo delicioso, también me hicieron gritar hasta que me quedé sin voz. Lo bueno fue que el último era mi marido y quedé tendida, lista para dormir. Todos empezaron chupándome, y los dos últimos lo hicieron bastante tiempo, ¡deseosos de tomar atole! Sí, las chiches me quedaron adoloridas, y no sólo por las chupadas. En el espejo veían gustosos cómo me rebotaban de un lado al otro…
Sí, ya sé lo que es con tres el mismo día, aunque a dos me los tiré juntos (el único trío que he hecho) y a uno, mi marido, dos veces le tocó ordeña pues los otros dos querían atole.
«Sátiro», ja, ja, ja, ja. Tú se la paras a cualquiera, nalgoncita. A todos nos pones la flauta tiesa para dedicarte la canción que salga de tus labios.
Había oído de «La Chiquiti-bum” y la busqué en Internet. ¡Qué antojable se ve esa Mar Castro!, pero ahora ya está muy grande, es varios años mayor que tú. Pero sí, la imagen de las tetas en movimiento y el campeonato mundial de 1986 dejaron mucha huella. ¿Tú recuerdas eso? Yo sólo la cancioncita.
Ella tenía 20 años y yo ya andaba en los 37, además cogía con quien quería, Saúl ya lo había aceptado. Una vez, uno de los chicos con quien andaba (él de 27), me pidió que sólo me pusiera una camiseta (ombliguera) y me llevó al estadio «Para que vean lo que son unas ricas tetas, mejores que las de la «Chiquiti-bum». Sí, ese día fui la sensación…
Yo tenía 12, pero como todo era futbol en esa ocasión, ese comercial de «Carta Blanca» pasaba en cada corte en la tele.
Cuando José y yo fuimos a un congreso, apenas empezábamos con las mamadas, no quise que durmiésemos en el mismo cuarto, a pesar de sus promesas de salirse a tiempo para no venirse en mí, «¿Crees que te voy a dejar salir?», le contesté. Lo que sí hacíamos durante los descansos, era trabajar en un mismo cuarto para afinar nuestra ponencia.
Lo que me trajo de recuerdo fue que él, con sus caricias y chupadas, hacía que mis quejidos, sollozos y exclamaciones sonaran como música. «Eres el instrumento musical más hermoso». Cuando yo estaba revisando las notas escritas, él me tomó una foto donde me veo muy intelectual y años después puse en mi FaceBook, donde él escribió «Quién la viera tan seriecita» y luego colocó un poema que me escribió aquella noche donde mencionaba, a través de los sonidos musicales repetitivos, las notas en el cuerpo de una diosa. ¡Ah! qué linda música…
¡Qué bonito! Yo sólo he tenido pocos poemas. Bernabé escribe muy bonito. Pero los dos me hacen cantar…