Padre soltero
Enviudé cuando mi hija Lucía tenía cinco años, a partir de entonces tuve que hacer una serie de cambios en mi vida que me llevaron a conocer a Agustín y su hija Helena..
Enviudé cuando mi hija Lucía tenía cinco años, yo que siempre estaba en el trabajo entré en un dilema sobre que hacer con mi hija, a eso se le sumó la gran tristeza por la perdida del amor de mi vida. Sin embargo, mi familia y amigos salieron a mi rescate, y durante un año entero me ayudaron a cuidar y criar a mi hija, mientras que yo resolvía mis asuntos emocionales, y de itinerarios.
Lo primero que hice para mejorar mi vida de padre soltero, fue cambiarme de trabajo, lo cual llevó a también cambiarme de casa, en primer lugar, porque la casa en donde vivíamos era rentada y me quedaba lejos del trabajo y de la escuela de mi hija, mientras que mi nuevo hogar era un departamento que pude lograr gracias a un préstamo muy accesible, estaba cerca de mi nuevo empleo y de la escuela de mi hija. En cuanto a mi nuevo trabajo, este tenía una mayor flexibilidad de horarios, ya que el fundador de la compañía también era padre soltero, y el buscaba ayudar a toda la gente que pudiese.
En un principio a mi hija no le gustaron mucho estos cambios, sin embargo, se fue adaptando con el tiempo. Además, tuvo la gran fortuna de encontrar a su mejor amiga en el complejo de departamentos, una niña rubiecita llamada Helena, quien era de su misma edad, e iba a la misma escuela que ella.
Helena también vivía solamente con su padre, Agustín, ya que su madre los había abandonado cuando ella tenía tres años. A mí en lo personal Agustín no me caía muy bien, ya que tenía cara de muy pocos amigos, además, de que era bastante prepotente, en cambio Helena era un amor de niña; bien portada y educada, además, de que tenía una belleza única, que llamaba la atención de chicos y grandes.
Así fue como inició mi nueva vida con mi hija, ella como ya les mencioné se fue adaptando a su nueva escuela y a sus nuevos amigos, a la par que Helena y ella se volvían inseparables. Aunque jamás dejé que mi hija fuera al departamento de Agustín, ya que él no me agradaba. Yo por mí parte me adapté a mi nuevo trabajo con bastante facilidad, y comencé a hacer nuevas amistadas, en donde llegué incluso a mantener relaciones esporádicas con algunas compañeras del trabajo.
Para mí todo iba bien, hasta que una tarde cuando Lucía tenía ocho años, encontré a mi hija cabizbaja en la sala, cosa extraña ya que en ese momento debería estar jugando con Helena. Al preguntarle su todo estaba bien entre ellas, Lucía me dijo que sí, pero que cuando fue por Helena para jugar, ella salió con lagrimas en los ojos y con moretones en la cara, diciéndole que ese día no podría salir, ya que su papá se lo había prohibido. En ese momento decidí preguntarle a mi hija si esto ya había pasado, a lo cual me respondió afirmativamente, añadiendo que el abuso no se limitaba a golpearla, sino que también Helena le había contado que su papá se metía en la cama con ella en las noches, y le metía su pene en su parte en intima.
Esta última confesión me impactó, sabía que tenía que hacer algo al instante, rápidamente le pregunté a Lucía si esto lo sabía alguien más, a lo cual me dijo que el día anterior le habían contado a su profesor de matemáticas. Se que en ese momento debía haber llamado a la policía, pero quería primero hablar con el profesor, para ponernos de acuerdo y juntar evidencias para encarcelar a Agustín.
Por este motivo al día siguiente me tomé el día libre y fui a hablar con el profesor de matemáticas. Para mi sorpresa Agustín se me había adelantado, ya que a la hora que llegué a la escuela, este ya se encontraba hablando con el profesor en un aula vacía. Cuando me uní a la conversación, ambos me saludaron cordialmente, e incluso Agustín se levantó de su asiento para estrechar mi mano. Tras hacer algo de plática amistosa, Agustín fue directo al punto.
Agustín. – Ya me dijo Helena que les dijo sobre nuestras actividades. No les voy a negar nada.
Al momento de escuchar esto, tanto el profesor de matemáticas, como yo respondimos al unísono con groserías. – ¡Eres un maldito violador! ¿Cómo pudiste hacerlo eso a tu propia hija? ¡maldito hijo de puta!
Agustín. – Tranquilos caballeros, yo no vengo a ofenderlos, de hecho, quiero que me escuchen, ya que vengo a proponerles que ambos tengan sexo con mi hija, como muestra de buena fe, y para evitar que este asunto se haga más grande de lo necesario.
Yo. – ¿Qué acabas de decir? ¿Estas loco o que te pasa?
Profesor. – ¡Me das asco maldito pervertido, ten por seguro que te vas a pudrir en la cárcel! ¡Ahora lárgate de aquí antes de que saque a patadas!
Después de eso Agustín se levantó con una sonrisa en su boca y nos dijo. – Piénsenlo caballeros, y no hagan algo de lo que se puedan arrepentir.
En cuanto Agustín se fue, el profesor y yo discutimos durante un buen rato sobre nuestro plan a seguir. El cual se puede resumir en que esperaríamos un par de días, en los cuales vigilaríamos a Helena. Unos días después le pregunté a mi hija si había notado alguna diferencia en la actitud de Helena, para mi sorpresa, Lucía me dijo que su profesor había ido a visitar el departamento de Agustín varias veces, y que justo en ese momento el se encontraba en allí.
Yo salí casi corriendo de mi departamento rumbo al de Agustín, y justo cuando estaba llegando vi como salía el profesor de aquel hogar, con una gran sonrisa en la cara, mientras que se acomodaba los pantalones. En cuanto el profesor me vio, se le borró la sonrisa, mantuvo un poco el contacto visual, y después pasó a mi lado sin decir nada. Por su parte Agustín se encontraba en su puerta viendo toda la escena, cuando me le acerqué para preguntarle sobre porque había estado yendo el profesor, él me dijo:
Agustín. – Al final él decidió venir, supongo que estar rodeado de tanto niño y no poder tocarlo lo volvía loco, y al final cayo en la tentación – Momento en el que soltó una gran risa, para luego decirme con la mano. – Ven, entra, justo acaban de terminar, solo dame unos minutos para prepararla.
Yo. – No vine para eso.
Agustín. – ¿Entonces para que viniste?
Yo no contesté, solo me le quedé viendo incrédulo.
Agustín. – No te preocupes porque ella vaya a decir algo, la he entrenado bien para que mantenga callada su boca. Pero no creas que la sigo disciplinando, eso ya se acabó, ya que es malo para el negoció que este llena de moretes.
Antes de que pudiera decir nada, se puso detrás de mí, me tomó por los hombros y me dirigió al interior de su departamento, durante el camino me dijo que la primera vez sería gratis, pero que las siguientes sesiones tendrían el costo de 1500 pesos. Justo cuando terminó de decir esto, llegamos a una habitación, en donde estaba Helena cubierta por una simple camisa.
Agustín. – Helena, te tengo un nuevo cliente, trátalo bien -. Después se dirigió a mí y me dijo. – Disfruta.
En cuanto cerró la puerta, volteé a ver a Helena y mi primer impulso fue irme, por lo que le dije a la niña.
Yo. – Me voy.
Helena con ojos vidriosos me dijo. – ¡No por favor! Se va a enojar mucho si te vas. Prometo hacer lo que tu quieras, pero por favor no te vayas -. Acto seguido se levantó del piso y me abrazó.
En ese momento mi mente dejo de carburar, el sentir su calor abrazándome me volvió loco, y más considerando que ya llevaba un par de meses sin contacto femenino. Mi primer impulso fue abrazarla, la tomé por su cadera, momento en que su camisa se levantó, dejándome ver aquellas hermosas nalgas redondas y bien formadas, las cuales sin mayor dilación comencé a manosear, momento en que sentí que Helena se retorcía un poco.
Ya completamente comencé a separa sus nalgas, con el fin de ver su ano y su vagina, esta última seguía húmeda de su sesión con el profesor. Como un obseso comencé a frotar su clítoris, a la par que metía mi dedo índice en su vagina. Ella al sentir como mis dedos comenzó a retorcerse a la par que soltaba un hermoso gemido.
Yo. – Sigues húmeda por tu sesión con el profesor. Que rico gimes, como toda una adulta, a pesar de que solo tienes ocho años.
Helena no me contesto, siguió absorta tratando de no retorcerse tanto, mientras que yo ya empezaba a besarla en su boca y cuello, a la par que con mi mano disponible toqueteaba el insipiente pecho infantil debajo de la camisa, la cual despojaría no mucho después.
Después de un rato de toqueteos y besos, me quité mi pantalón y mi ropa interior, dejando libre mi verga. Antes de que Helena pudiera decir nada, la agarré con sumo cuidado, la acosté bocarriba, le abrí las piernas, y dirigí mis caderas hacía las suyas, empezando a frotar mi glande por su clítoris y entrada vaginal.
El sentir aquel calor emanando de su vagina, y lo húmeda que estaba no me pude resistir y metí mi pene de un solo golpe. Si bien Helena hizo una cara de dolor en un inicio, a los pocos segundos cambió a una cara de desconcierto. Yo que estaba super excitado comencé a bombearla sin realmente considerar si lo estaba disfrutando o no. Mientras la penetraba acariciaba sus pechos y pellizcaba sus pezones con mis manos, a la vez que buscaba hacer contacto con su boca, sin embargo, ella se resistió en esta ocasión a besarme. Al sentir que iba a eyacular aceleré mis embestidas, al grado que sus leves gemidos incrementaron de volumen, lo cual me llevó a una de las mejores corridas de mi vida, sintiendo que un orgasmo como jamás en la vida.
Tras eyacular, un gran cansancio se apoderó de mí, por lo que me tumbe junto a Helena, quien también tenía la respiración entrecortada. Ya más calmado, le comencé a hacer preguntas.
Yo. – ¿El profesor viene mucho?
Helena. – Si, ha venido desde el lunes.
Yo. – ¿Cómo lo convenciste?
Helena. – Le pedí que, si podía hablar a solas con él, y ya que estuvimos en un salón solos, me quité la falda, me le acerqué, le bajé los pantalones y comencé a chuparle la verga. Después de eso, me siguió a mi casa y me folló, y desde entonces lo ha hecho todos los días.
Yo. – ¿Desde cuándo has cogido? ¿Tú papá te quitó la virginidad?
Helena. – Mis padres se divorciaron cuando tenía tres, la misma noche en que mi mamá se fue, él entró a mi cuarto y me violo. Desde entonces duermo con él todas las noches.
Yo. – ¿Siempre eyacula dentro de ti?
Helena. – Si.
Mientras platicábamos mi pene se volvió a poner erecto, como cuando era adolescente. Helena al notar esto, se acercó a mi pene y comenzó a succionarlo, mostrándome su gran experiencia en dar mamadas tras tantos años de dormir con su padre. La verdad en este punto ya se me había olvidado de que ella era la mejor amiga de mi hija, para mi solo era importante satisfacer mi lujuria con ella.
Cuando al fin eyaculé y Helena se cercioró que no se me paraba otra vez, se paró, se puso unos calzones, y me pidió que yo también me vistiera. Ya que estaba vestido, ella tocó a su puerta, la cual abrió su padre con una gran sonrisa.
Agustín. – Espero que lo hayas disfrutado. Pero más que nada, que vuelvas pronto.
Me dio la mano, y me dirigió a la entrada de su departamento.
Una semana después, mientras regresaba con mi hija de hacer las compras, me encontré con Agustín. Mi hija al verlo se asustó y se puso detrás de mí, lo cual me pareció lo más normal del mundo. Cuando pensé que no tendría que hablar con él, Agustín volteó a ver a mi hija y le dijo.
Agustín. – Lucía, ¿Nos puedes dejar solos? debemos tener una plática solo adultos.
Ante esta petición, mi hija volteó a verme preguntándome con la mirada si debía hacerle o no caso a nuestro vecino. Ante mi respuesta afirmativa, Lucía se alejo unos cuantos metros en dirección a nuestro departamento.
Agustín. – Bueno, ahora que estamos solos, ¿Por qué no has ido a visitar a Helena? Se ha sentido muy solita sin ti, aunque el profesor ha seguido viniendo a diario.
Yo. – No tengo dinero para eso en este momento.
Agustín. – Si es el dinero lo que te preocupa, nos podemos arreglar de otra forma. Como, por ejemplo, darme a tu hija. Haz de cuenta que haríamos un intercambio de hijas.
Yo. – ¿Acaso estas loco? Jamás te daría a mi hija.
Agustín. – Osea que no te importa coger con niñas, mientras que no sea tu hija, que hipócrita de tu parte.
Yo. – Además, ¿Qué pasaría si el profesor se entera?
Agustín. – No te preocupes por ese pendejo, lo tengo agarrado por las bolas con las fotos que le tomé a escondidas mientras cogía con Helena. Si dice algo, simplemente voy con la policía y lo denuncio. Por cierto, tu no te preocupes acerca de nada, jamás te delataría, y menos al saber que el bombón de tu hija se puede alejar de mí.
Después de eso, Agustín se despidió con la mano, y caminó en mi dirección. Cuando estuvo lo bastante cerca de mí, me susurró. – Piénsalo, ¿Cuántas personas te ofrecen coger gratis con sus hijas?
Esto último de gratuito se quedó en mi mente durante el resto del día. Incluso comencé a imaginar todo lo que le haría a Helena de poder tenerla en mis brazos. Sin embargo, estos pensamientos se esfumaron en cuanto mi hija me habló.
Lucía. – Hoy hablé con Helena, me dijo que su papá le había dado permiso de quedarse con nosotros un tiempo.
Yo. – ¿Cómo?
Lucía. – Que no me estas escuchando papi, te dije que Helena va a venir a quedarse con nosotros, sirve que así la protegemos de su padre.
A la mañana siguiente lo primero que hice fue ir a ver a Agustín para preguntarle acerca de este asunto. Tras un rato tacando a su departamento, este salió solamente en calzoncillos y con una mirada de somnolencia. Una vez que asimiló quien era, por fin habló.
Agustín. – ¿Qué quieres tan temprano? ¿Acaso quieres un mañanero con Helena? Que pícaro, pensé que te ibas a esperar a que estuviera en tu casa.
Yo. – Justo de eso vengo a hablar, ¿Por qué chingados le dijiste a Helena que fuera a quedarse con nosotros?
Agustín. – Pues para que te la cojas a placer. Además, creo que le vendrían bien alejarse un poco de aquí.
Yo. – ¿Pero que pasa si Helena dice algo?
Agustín. – No te preocupes, la muy zorra ya sabe que le pasa si habla de más. Tú tranquilo y disfruta. Luego hablaremos del pago. Ahora, ¿Quieres pasar por tu mañanero, o te esperas un rato a que te la mande a tu departamento?
Yo decidí irme ya que la figura de Agustín me desagradaba, y por primera vez desde que cogí con Helena, mi brújula moral volvió a apuntar hacía la rectitud, ya que pensé que esta estancia de Helena en mi casa serviría para redimirme, ya que durante este tiempo yo la protegería de los abusos, además de que la mimaría y trataría como lo que es: una niña de ocho años.
Unas horas después, Helena Tocó a mi puerta, iniciando así una estadía de poco más de 2 semanas. Los primeros dos días cumplí mi cometido de mimarla y protegerla. Lucía por su parte estaba encantada, ya que todos los días hacían todo juntas. Pero todo esto cambió al tercer día.
El tercer día mientras estaba limpiando la casa, entré al baño para buscar unos productos de limpieza que almaceno allí, pero cual fue mi sorpresa que al entrar lo primero que vi fue a Helena haciendo del baño. En vez de disculparme y salir lo más rápido de esa situación, mis ojos se centraron en su sexo, y fue entonces que una gran erección se formó en mis pantalones.
Poseído por una gran lujuria me bajé los pantalones y con mi verga erecta me acerqué a Helena, quien solo me veía con terror. Al quedar enfrente de ella, la tomé de la barbilla y le ordené que abriera su boquita, y para mi gran placer, ella obedeció sin decir mayor cosa. Primero yo tuve que hacer los movimientos para disfrutar la felación, pero luego ella tomó la iniciativa y me lo empezó a mamar de una manera fenomenal.
Cuando al fin eyacule, ella se tomó todo mi semen, luego me volteó a ver y me dijo. – Señor no podemos hacer esto mientras Lucía este en casa.
Yo. – Osea que no te opones si ella no esta presente.
Helena se quedó callada.
Yo. – Bueno, límpiate si ya terminaste, sino Lucía va a sospechar.
Salí del baño y seguí con mis quehaceres, mientras que Helena se fue a jugar con Lucía. En la noche fui al cuarto de mi hija, y al cerciorarme que ella estuviera durmiendo profundamente, me dirigí a la colchoneta en donde estaba durmiendo Helena, la cual se despertó al sentir mi presencia. Para mi suerte no hizo ruido, solo se limitó a verme, para después parase y seguirme a mi cuarto.
Allí me lo cogí en todas las posiciones que conocía, y cada vez que sentía que iba a eyacular me salía de su interior, momento que utilizaba para besarla por todo su cuerpo. Ella solo se dejaba hacer. En cada embestida que le daba, ella tapaba su boca con alguna de mis almohadas, aunque algunas veces sus gemidos lograban escaparse. Por suerte Lucía tenía el sueño sumamente pesado. Cuando por fin eyaculé lo hice dentro de ella, ya que me había dicho que estaba bien.
A partir de ese punto me la cogía en cada momento que podía, aunque de día me limitaba mucho el hecho de que mi hija estuviera merodeando, pero las noches eran solo para los dos. No sé de cuantas maneras me lo cogí, pero cada vez que eyaculaba sentía que estaba en el cielo. Cuando menos me lo espere terminó su estancia con nosotros, yo le rogué que se quedara un poco más, pero ella dijo que su papá había sido muy claro que no podía. Yo me agüite mucho, pero no podía hacer nada.
Durante mi trabajo no me pude concentrar mucho debido a que sabía que no vería a Helena durante un buen rato. Sin embargo, cuando volví a casa a la primera persona fue a Helena, quien se encontraba llorando en la entrada del edificio en donde vivíamos, yo me preocupé al pensar que el pendejo de Agustín la hubiese golpeado, sin embargo, ella me dijo que estaba bien, pero que Lucía no. Yo no la entendí, por lo que ella me tomó de la mano y aún llorando me llevó a su departamento, el cual al abrirle me mostro la escena más horrida de mi vida.
En la sala, encima del sillón se encontraba Agustín completamente desnudo cogiéndose de perrito a mi hija quien estaba sollozando mientras era sometida por aquel cabrón. Una mezcla de sentimientos cruzó por mi cabeza al verlo, sentí ira, pero también lujuria. Mientras me debatía si golpearlo o no, Agustín volteó a verme.
Agustín. – Que bueno que ya llegaste, te estábamos esperando. – Momento en que levantó su mano y le dio una nalgada a mi hija. – Vamos perrita voltea, ya llegó tu papá.
Lucía. – ¿Papá, eres tú? ayúdame, papá. ¿Por qué no dices nada?
Yo no dije nada, solo volteé a ver a Helena, quien se mantenía llorando junto a mí, y con una rabia incontrolable la agarre, la desnudé a la fuerza y comencé a cogérmela como nunca. Ella solo lloraba y me preguntaba que porqué hacía eso. Agustín al ver esto se comenzó a reír y dijo unas palabras que jamás olvidaré. – Al final de cuentas somos lo mismo.
En ese momento mi lujuria nubló mi pensamiento, dejándome hacer una sola cosa; cogerme a Helena mientras veía como mi hija era violada frente a mí.
Muy buen relato! Espero la 2a parte pero con sexo trasero intenso. Saludos!
Ufffff
Tendrá segunda parte?
Wow hace mucho no leía un relato tan rico… ojalá que sigas escribiendo y no caiga la calidad de la historia!
Me gustaria que cuentes en detalles el momento en el que Agustín desvirga a Lucía.
Además, espero que su papi la disfrute y también el profe de matemáticas.
Pd: Helena me aburre ya que actua como una mujer adulta pero Lucía con su inocencia llama más la atención.
Chale, está fuerte pero excitante
Pero qué rico, el.padre definitivamente necesitaba ayuda para desvirgar a su hija o la nena hubiese quedado sin poder probar vergas, ahora solo espero que Agustín ponga a trabajar bien duro a esas 2 perritas
Uff. Sigue con mas relatos asi.
Wow sigue escribiendo, continúa
Excelente relato, espero con ansias los próximos relatos.
Buena historia original … cualquier parecido con el hentai «Single Father» de Hatch es pura casualidad….
aquí lo comparto en ingles
https://nhentai.net/g/457217/
increible, buenisimo, hay continuacion?
Muy buen relato, excitante al 100