¿Parcial o sexo?
Una estudiante no quiere presentar su examen de inglés y prefiere culiar conmigo para pasarlo..
La tarde caía y uno a uno iban entrando los estudiantes como vacas al matadero. Teníamos parcial y la verdad no estaba nada fácil. Quizás aquellos que durante el semestre habían estudiado juiciosos lo aprobarían. El resto difícilmente podría hacerlo.
Serían 15 y yo quien los estaría vigilando celosamente. La mayoría de las que estudian lenguas extranjeras en la universidad son chicas, pocas son atractivas para mí. Había una que definitivamente me llamaba la atención y le tenía muchas ganas desde que iniciamos nuestro curso de inglés básico. Era ella de estatura mediana (como la mayoría de las colombianas), de cabello rubio natural (como pocas colombianas) y bien esbelta. Sus pechos eran puntiagudos, como un par de toboganes que se curvean al final. Lo había notado, no porque la hubiese visto desnuda antes, sino porque a mis clases había asistido un par de veces sin sostén. Y el deslizadero de las tetas terminaba en la piscina de sus pezones que se le dibujaban vistosos, firmes al horizonte.
Extrañamente ella no había llegado aún. Efectivamente, fue la última en hacerlo. Me alegró verla, no sólo porque me atraía demasiado sino porque ese día vestía muy provocativamente. Pensé y noté que para los parciales por lo general lo hacía. La ciudad donde vivo en Colombia es bastante calurosa y esto permite que las chicas sean generosas al mostrar su piel. Pues bien, mi estudiante vestía una cortísima minifalda en jean, una blusa de tiras que exaltaba la línea divisoria de sus senos, y unas sandalias con pequeñas flores. Su cabello dorado estaba muy bien planchado aquel día y su maquillaje aunque era algo extravagante, la hacía lucir atractiva.
Debido a su tardanza en llegar, y teniendo en cuenta que los alumnos siempre se ubican en la parte de atrás para presentar un examen o simplemente atender a la clase, ella se vio forzada a ubicarse en primera fila, justo frente al escritorio desde donde los cuidaría y al mismo tiempo calificaría otras evaluaciones. Di las recomendaciones de rutina y les entregué las hojas. Me senté e hice lo que debía hacer. La concentración en estas actividades duró poco, pues al primer vistazo que di al grupo, todo parecía normal excepto algo: esta chica estaba mal sentada en su puesto mientras presentaba la evaluación. Quise levantarme e ir a decirle a su oído que lo hiciera bien, pero su mirada pícara me contuvo de hacerlo. Comprendí que lo que ella menos quería era que le corrigiera su postura inadecuada en el salón.
Seguidamente, y aprovechando el tamaño de mi mesa, el cual me cubría del abdomen hacia abajo, deslicé mi mano izquierda hacia mi pene, (dominado por la excitación) mientras con la derecha aparentaba estar calificando. Pero, ¿con qué concentración iba a hacer mis tareas académicas ante semejante estímulo? Ella siguió con su juego y sin parar de mirarme procedió abrir un poco sus piernas, mas no tanto para así evitar que sus compañeros la notaran. Yo tocaba mi pantalón y sabía que debajo de él mi pene palpitaba con la contemplación tan deliciosa que tenía en ese momento. No se había puesto ropa interior y sus ojos brillaban de lujuria. Sus 14 compañeros estaban concentrados en sus evaluaciones, con sus cabezas inclinadas en las hojas, como pescando en el mar. Sólo ella y yo nos mirábamos frente a frente.
Bajé mi vista y pude notar que mi pantalón se había humedecido, producto de la estimulación que le estaba dando a mi miembro. Tenía miedo que alguien necesitara de mi ayuda y tuviera que levantarme, pues percibirían la prueba de mi excitación (o pensarían que era ya un tipo incontinente). Afortunadamente, durante todo el examen nadie lo hizo. Ella seguía ahí, insinuándose y brindándome mucho placer con su minifalda, sus piernas abiertas y su vulva retadora, como mirándome a los ojos.
Descaradamente, y sin importarle que la vieran, procedió delicadamente a bajar su mano derecha y a tocarse. Yo seguía masajeando mi pene bajo la mesa porque esto ya se había calentado bastante. Debo confesar que sentí temor de que otros pupilos me vieran.
El tiempo para el parcial terminó, los estudiantes entregaron y poco a poco fueron saliendo. Ella terminó de última, (ya se imaginarán por qué…no había contestado nada por andar de calientahuevos) y una vez estando solos se acercó con su examen y me dijo:
– Mire profesor acá está mi hoja, pero le quiero decir algo.
– ¿Qué será?
– Yo creo que esa evaluación la voy a perder, y si eso sucede, mi asignatura de inglés básico la tendré que repetir.
– Debemos esperar a que lo califique para saber qué podemos hacer.
– Profesor, yo sé que lo pierdo, mejor miremos ya qué vamos a hacer.
– No sabría qué decirle señorita, necesito conocer primero su nota.
En ese instante, se le voltearon un poco los ojos hacia arriba, como denotando impaciencia, y con tono arrogante exclamó:
– ¡Ay profesor! No sea tan mojigato, yo sé qué es lo que usted quiere… ¿o me va a decir qué no le gustó lo que acabé de hacer?
Descubierto y embriagado de la emoción sexual derivada de su presencia, no tuve más opción que aceptar lo mucho que me había agradado.
– Entonces – me preguntó – ¿quiere que le pague ese examen “en especie”?
– Pues… respondí algo dubitativo, como relleno de aparente dignidad – eso suena bien…sí, me parece.
Procedí a levantarme, y al ver la mancha de líquido pre-seminal sobre mi pantalón, se rio coquetamente y con sorpresa me expresó:
– ¡Ve que sí la estaba pasando bien profe!
La tomé de la cintura y le subí su minifalda, quedando expuesto el vecino culo de sus dorados cabellos, pues hasta allá llegaban, y su vulva. No la tenía totalmente depilada sino con un corte en forma de rectángulo, asemejándose al bigote de Adolph Hitler. Le amasé las nalgas mientras la besaba (lo cual sabía hacer muy bien) introduciéndole mi lengua en su cavidad bucal para que me la chupara. Me encanta que hagan eso con mi lengua, que me la chupen con los labios e incluso que me la muerdan un poco.
Era tiempo de decirle adiós a esa blusa sexy de tiras que vestía, dejando su busto, mis dos toboganes al aire, por los cuales me deslizaría mientras la penetrara vertiginosamente. Mi lengua fue exploradora de todo su cuerpo: frente, mejillas, lóbulos, hombros, espalda, piernas, nalgas y pies, en ese orden. Dejé para el final su busto y su clítoris. Al llegar a ellas, me sumergí en la piscina de sus pezones, que erectos permanecían, como hábiles vigilantes. En ese momento, caí en cuenta que no había asegurado el aula para que nadie entrara y hábilmente lo hice, pasando el seguro.
Bajé al mar de su vagina, húmeda, fresca y profunda. Tenía un olor exquisito, no de pescado como muchos piensan, sino de fino perfume, como si se la hubiese humedecido con agua de jazmín. Mientras mi lengua se entretenía en su clítoris, cumplí mi deseo inicial de descender por el rodadero de sus senos, terminando en sus pezones que apretaba con mis dedos índice y pulgar de cada mano. Cuando la fui a penetrar me comentó solapadamente:
– Profe, mire yo nunca he hecho esto, pero no puedo perder este nivel de inglés.
Yo en tono burlesco le contesté:
– Pues aquí la voy a calificar con este marcador.
Y la penetré copiosamente. También hice uso de un pequeño marcador de acrílico y se lo introduje gentilmente por su ano, para que el placer de la doble penetración incrementara su excitación. Me confesó que le gustaría mucho subirse en mi escritorio, ponerse en cuatro mientras la penetrara. Así lo hicimos por un rato. Seguidamente se estrelló contra el acrílico y me propuso que dibujara su silueta en el tablero, tal como cuando un infante plasma su mano en una hoja de papel.
– ¡Pa’ qué hijueputas eso! – pensé.
La demarqué y luego me pidió que cada vez que mirara ese acrílico en el futuro se acordara de ella y de lo rico que la habíamos pasado, en función de salvar su materia de inglés. Le propuse que se parara de cabeza, ubicando su agenda como almohada y que sus piernas quedaran arriba para yo penetrarla hacia abajo. Me vio con cara de «qué tipo tan loco, este morboso se ha comido a más de una» y lanzándome su mirada traviesa lo hizo. La penetración en esta pose fue deliciosa para mí, pero ella parecía no disfrutarlo mucho, pues le estaba empezando a doler el cuello.
El coito duró como unos 40 minutos y ya me había dado una loca ansia de venirme. Además, porque tenía clase en media hora. Me imagino que ella ya habría acabado varias veces y me dio mucho morbo hacerlo en sus pechos. Cuando la avalancha de semen se deslizó cuesta abajo en sus montañas, ésta quedó en suspensión en la punta de sus pezones. Parecían un par de hermosas cascadas de aquel blanquecino líquido que se desprendía de ellos.
– Yo creo que sí va a pasar el parcial – le dije.
Ella, contestando a mi sarcástica frase, siguió mi juego:
– Creo que sí, ¿en cuánto califica esta performance?
– Qué le dijo yo… ¿un 3,5? No mentiras, te quedará en 4,5 la nota.
Y luego de mirarme con aceptación por lo que habíamos dicho, se adhirió al cuerpo su minifalda en jean, blusa de tiras, zapatillas floreadas y esperó a que yo también me vistiera. Salió del salón satisfecha no sólo por el sabroso sexo de aquella noche ya, sino porque su curso de inglés estaba a salvo. Por mi parte, me preparé para la próxima clase, en la cual tenía otra evaluación y otra chica que me encantaba, pero ya estaba rendido y esa será otra historia.
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