Patricia, mi mejor amiga.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Lo recuerdo fielmente como si aquel verano del 97 hubiera sido hace un par de minutos.
En mi Monterrey querido, con su diversidad estremececedora, tenía yo apenas 19 años y Patricia acababa de cumplir los 18. Ella era la clásica hija menor de una familia numerosa y conservadora, eramos mejores amigos desde la infancia pero además vecinos y como cada verano, pasábamos la semana santa en el rancho de mis abuelos, a 30 minutos de la ciudad. Ese verano en especial traia consigo algunos cambios, en especial en Patricia, que esa semana vestía por primera vez un escote hermoso, en una calurosa tarde que se antojaba para muchas cosas. Yo ya había dejado atrás mi primer experiencia sexual con Lucía, la secretaria de mi papá, una señora de 40 años que me regaló el cielo y el infierno en el mismo lugar. Esa noche fue como la de todos los años, cena al aire libre, conversación de los adultos y el paseo por el enorme lugar. Patricia era una muchacha común, delgada, de mediana estatura, piel blanca, ojos negros y cabello negro liso hasta los hombros, dulce tierna pero con un agridulce carácter pero sobre todo una muchacha que jamás se detenía para conseguir su propósito, como aquella noche.
Nos fuimos, como siempre, apartándonos cuando la conversación y el alcohol de nuestros padres hacian el entorno aburrido, les amanecía mientras los niños, es decir nosotros, nos retirábamos a dormir. Como siempre, acompañé a Patricia hasta la puerta de su cuarto, justo en la parte de atrás del establo mayor, el recorrido era de algunos 15 minutos, atravesando el viejo estanque de los patos, el cobertizo y al final las cabañas donde se encontraban los dormitorios. Patricia se veía espectacular, su aroma a terciopelo frutal lo tengo tatuado en mi nariz, pero no podía permitir que la delgada línea de la amistad se rompiera, era algo prohibido para mi. Algo, esa noche, estaría por cambiar para siempre justo cuando cruzábamos el cobertizo. Patricia se detuvo, y me tomó de la mano, su calor húmedo y mis nervios formaron un cálido sudor de nerviosismo entre nuestras manos.
-hay algo quiero hacer, y quiero que sea contigo- dijo, desviando su mirada…
-somos amigos y yo haría lo que sea por tí… y espero que tú también, supongo-
Yo le respondí que si, mientras me apretaba mas fuerte y me llevaba hacia el cobertizo, nuestro lugar de juegos favorito… Al llegar a nuestro rincón, una especie de jaula bajo el almacén de paja para los caballos Patricia se sentó y sacó de su bolso un par de botellas de agua fresca, que puso al lado. yo me senté a su lado en silencio.
-estoy creciendo y quiero descubrir el sexo- me dijo, mirándome firmemente a los ojos en un tono serio, mientras comenzaba a aflojarse los botones de su camisa.
Nada había en el mundo que yo deseara más que ese momento, pero la amistad era un ingrediente con resultados desconocidos en el cóctel sexual de aquella noche. Patricia se acercó y me besó la mejilla, rozando la comisura izquierda de mi boca, el sabor de su aliento me recordaba un millón de fuegos pirotécnicos explotando en mi cabeza, en un cielo oscuro como en ese momento oscuros y ausentes se tornaron mis pensamientos.
Acariciando sus pálidas y delgadas piernas, el tono fue subiendo, mi pene a reventar deseaba salir de su encierro, mientras las caricias y nuestras lenguas mojadas recorrían los huecos inalcanzables de nuestros cuerpos. Bajo la tenue luz de las lámparas distantes filtradas entre los tablones del cobertizo, pude ver la sensualidad de Patricia, su cabello alborotado y su sonrisa maquiavélica de sus finos labios rosados, denudados por mis besos. Por instinto, mis manos rozaron su sostén que cayó rápidamente. Los pezones de Patricia eran un par de bombones de oscuro chocolate listos para devorar… mi playera voló por los aires y poco a poco fuimos desnudándonos, presos del deseo y del sudor nocturno de nuestros cuerpos. Su monte de venus recién depilado y lubricado anunciaba su presencia con su característico olor, mi pene lo rozaba en momentos mientras Patricia lo sostenía con sus delgados dedos dibujando ochos entre su ombligo y la entrada de su vagina. MIs dedos, empapados de ella, se hundían cada vez más profundo en su estrecha vagina, que cada vez estaba más lista para ser penetrada.
En un jadeo incontrolable, Patricia se posicionó al lado de mi miembro grueso y húmedo, un firme músculo de venas azules y moradas perdiéndose en su cálida boca. Por momentos su inexperiencia me causaba dolor cuando sus dientes me rozaban, eso no me importó.
Sin importarnos no contar con condones, Patricia se montó sobre mí rozando mi miembro, que se deslizaba suavemente en sus labios vaginales…
-¿listo?- me dijo patricia, su rostro se asomaba entre una maraña de cabellos desordenados
penetrarla fue un trabajo delicioso y de paciencia, su dolor placentero se reflejaba en su rostro mientras mi pene entraba poco a poco en su apretada vagina que parecían cuchillas. un discreto hilo de sangre escurrió por mi pene mientras por fin penetró…
poco a poco Patricia fue recobrándose y aumentando el movimiento, mientras mordía sus pezones erectos y sostenía con mis manos sus nalgas, blancas y pecosas.
el ritmo se alocaba cada vez mas, hasta que por fin llegó mi torrente y eyaculé en su vientre… Patricia lo tomó entre sus manos, algo desconocido para ella y lo saboreó, como un elíxir…
con mis manos busqué su clítoris y le pedí se relajara, patricia se recostó y poco a poco fué llegando su primer orgasmo, entre mis manos y mi lengua, sus contracciones y convulsiones no se hicieron esperar, inundándome de fluidos mi rostro y parte de mi espalda.
amanecimos en un cálido abrazo ya en su habitación, y repetimos el encuentro 5 veces más en auqellas últimas vacaciones inolvidables, ya que patricia partió al extranjero y no volví a saber de ella. solo me quedan el recuerdo y sus pantaletas, que guardo celosamente en una pequeña caja con cerrojo bajo mi cama.
te amo patricia!
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