Paula. la Universitaria Cuica Parte I
Paula no quiere perder la virginidad….
Como siempre en mis relatos, esta historia es real, pero los nombres son todos falsos para proteger la identidad de la protagonista.
Extrañamente, esta vez la cosa fue bastante sentimental y no puramente sexual. Pa’ que vean que este negro no es ni tan malvado después de todo.
Aunque no necesariamente…
Bueno, menos preámbulos y aquí va lo que pasó con la preciosa y aristocrática Paula, mi última “víctima” antes de egresar de la universidad.
La familia de esta preciosura, por lado materno y paterno, descendía de las raíces más aristocráticas que existen en nuestro país. Tataranieta de presidentes y senadores, descendientes a su vez de condes y duquesas de Castilla y Aragón, sus ancestros estaban emparentados con cuanta nobleza Europea existe. La linda Paulita, dulce e inocente, era una auténtica princesita de sangre azul. ¡Igual que la Princesa Rusa…!
La aventura comenzó cuando pasé a quinto año de ingeniería.
Justo antes de entrar a clases, de repente a pito de nada me llama la Paula y me cuenta que entró a ingeniería en la misma facultad en que yo estaba.
A esta pendex cuica yo le había hecho clases particulares cuando ella estaba en el colegio. La Paula era trigueña y menudita, muy linda y coqueta, pero a diferencia de otras alumnas con las que pasó de todo, con la Paula no pasó nada, puras clases de física y matemáticas nomás. Ella estaba en un colegio católico onda ultra conservador, súper estricto y cartucho, y los papás también eran súper católicos y estrictos. La Paula era matea pero igual me coqueteaba y nos reíamos harto, pero como yo nunca había estado ni ahí con las minas ultra cuicas y ultra católicas, le hacía las clases y después ssshao nomás. Más encima, aunque no lo crean, teníamos algunos parientes en común y la mamá me recibía con cara de haber encontrado un posible candidato para casar a su hija. ¡Menos me interesaba!
Cuando me llamó, me acordé al toque de ella, pero de una no caché pa qué me llamaba. Igual la felicité y le ofrecí ayudarla con cualquier cosa que necesitara. Lo califa no quita lo caballero. Y ahí me preguntó si la podía ayudar con la elección de ramos y la weá. Por supuesto, le dije, y quedamos de juntarnos para ver el tema. Me dió su dirección para juntarnos en su casa al otro día, y era distinta que cuando era colegiala y yo le hacía clases. Harto distinta en realidad, era una dirección de un departamento en Ñuñoa, y años antes vivían en una mansa casa en un barrio súper elegante más arriba de la cota mil. Me llamó la atención pero no hice ningún comentario.
Cuando llegué al otro día, era un departamento súper piola pero ná que ver con la tremenda mansión de antes. Ella abrió la puerta, y cuando me vió, me dió un abrazo y un beso en la mejilla. Chucha que estaba rica la Paulita, con su pelito castaño claro, largo y liso, sus preciosos ojos entre verdes y café claro, y unos jeans blancos bien apretados, rico potito, como me gusta a mí… Mmmm… Peeeeligrosoooo…
Cuento corto, partimos a la U, vimos todo el tema de los ramos y después nos fuimos a tomar una cerveza. Bueno, yo me tomé una cerveza y ella se tomó una coca light. La Paula ya tenía diecisiete añitos, pero como estaba recién salida de ese colegio ultra cartucho, era todavía súper cabra chica. Estuvimos conversando harto rato, y ahí me contó que la empresa de su papá había quebrado, habían perdido absolutamente todo, hasta los muebles, sus papás se habían separado y ahora su mamá estaba trabajando por su cuenta, vivían solas en este departamento arrendado (sus hermanas grandes estaban todas casadas) y su situación económica era totalmente distinta que antes. La quiebra de la empresa de su papá había dejado la mansa cagada, los papás habían terminado tirándose hasta los zapatos por la cabeza, perdieron todo, casas, autos, el fundo en el sur, la casa en la playa, absolutamente todo, el papá las había abandonado, y pa’ más cagarla ahora andaba con una mina apenas dos años mayor que la Paula (¡menor que las hermanas casadas…!) y la mamá había mandado todo a la mierda y ya no estaba ni ahí con los curas ni con la Iglesia Católica ni con nada.
Chucha la catástrofe pa’ grande, la cagó. Como pueden ver, la sangre azul no necesariamente garantiza de una vida de lujos.
La pobre se puso a llorar mientras me contaba todo. Puta la weá, yo nunca he sido muy bueno pa’ consolar a nadie, pero me dió pena y la abracé, y estuvimos abrazados un buen rato. Y de repente, de la nada, nos empezamos a besar. Y no paramos más. La pendex se pegó a mí y no se soltó más. Estuvimos así, bien abrazados, dándonos besitos, no sé cuánto rato. Con lo califa que soy, no faltaron los pensamientos oscuros en mi cabeza (¡en las dos cabezas!), pero por otro lado era como aprovecharse de una refugiada de la guerra. Nunca tan canalla, así que vámonos con calma mejor, pensé. Estuvimos conversando un buen rato, de la manito, bien abrazados y a besitos los dos pájaros, ella ya más calmada y por fin sonriendo. Partimos de vuelta a su casa, más besitos y quedamos de vernos al otro día.
Y así empezó la cosa. Nunca me había pasado en este orden, lo primero siempre había sido sexo anal súper depravado, que algunas veces derivaba en pololeo (como con la gringuita Maureen), y no al revés. Pero bueno, no me quejo.
Nos pusimos a pololear y lo empezamos a pasar chancho con la Paulita. Como ella era matea y yo fanático de la física y matemáticas, nos entendíamos perfecto. En las tardes nos íbamos a su departamento y siempre estaba sola, porque la mamá llegaba tarde de la pega y tenían una nana que iba en las puras mañanas y no todos los días. Yo le ayudaba y le hacía clases y también estudiaba mis ramos. Y después del estudio, siempre nos dedicábamos un rato al “amol”… Pero al principio eran puros besitos y amuñuñus nomás.
Pero como lo califa no se quita nunca, encuentro tras encuentro la cosa se iba calentando más y más. Los besitos en la boca y en el cuello iban acompañados cada vez más de cariñitos en las tetitas y toqueteos y roces suaves en su precioso potito. Ella me decía “Nooo… Nooo…” y trataba de detenerme, pero yo la sujetaba con fuerza, le daba un suave beso con lengua y le acariciaba el popín súper tiernamente, y ella suspiraba y se apretaba a mí, finalmente rindiéndose al placer de mis caricias en su precioso y sensual “derriére”.
Poco a poco, con cada encuentro, ella iba entregándose más y más, y mis caricias llegaban más atrevidamente a todas sus zonas erógenas, aunque siempre por encima de la ropa.
Como se podrán imaginar, siendo un negro depravado y fanático del sexo anal, ponía especial énfasis en acariciarle el popó, de un modo suave y eróticamente insinuante…
Yo notaba que cuando le acariciaba el potito y la hendidura entre las nalgas, como que se ponía especialmente nerviosa… incluso bastante más que cuando la acariciaba “por delante”… “Buena señal” pensaba yo, sin sospechar la verdadera razón por la que mis caricias en el popó la ponían tan saltona…
Y por supuesto, siempre tenía en mi bolsillo un pote nuevo de crema Nivea, de esos chicos de color azul, listo para entrar en acción apenas la Paulita estuviera dispuesta a agacharse y parar el popín…
Hasta que una vez, cuando ya llevábamos un buen rato besándonos en uno de los sillones del living y ella estaba toda roja de excitación con mis caricias, le dije: “Me voy a lavar las manos”.
“¿Porqué?” me preguntó.
“Porque te voy a tocar de verdad…” le susurré al oído.
Ella suspiró y me dió un fuerte beso en la boca… “Vuelve rápido” me dijo…
Al volver, la abracé en el sillón, la besé y con una mano le desabroché los jeans y le bajé un poco el cierre. La giré un poco y le metí la mano por detrás… dentro del calzón… Ella como que trató de oponer algo de resistencia, pero la sujeté y le empecé a acariciar la hendidura entre los cachetes del potito… igual como lo hacía por encima de los jeans, pero esta vez mis dedos estaban dentro de su calzón, en contacto directo con la suave y tersa piel de sus nalgas…
Se puso roja como tomate, pero no dijo nada y nos seguimos besando.
Suavemente, le introduje un dedo en la hendidura… y se lo metí lentamente entre los cachetes… hasta rozarle el hoyuelo del popín… Y como que se quejó, me mordió el labio y me apretó con sus manitos… ¡Pero no se opuso!
¡Ya miéchica, le gustó!
Con mucha suavidad, le puse la punta del dedo bien centrada en el orificio del popó, y empecé a hacerle cosquillitas en el hoyuelo, mientras nos seguíamos besando apasionadamente… ella gemía despacio pero se dejaba… noté que comenzó a pulsar suavemente el ano, apretándolo un poco y relajándolo ligeramente… y con mucho cuidado, aprovechando un momento en que sentí que lo relajaba, comencé a meterle el dedo en el pompi…
El dedo entró milímetro a milímetro, pero tuve cuidado de abrirle sólo el primer esfínter, para asegurarme que fuera súper erótico y sensual, pero a la vez súper tierno y suave. Ella cerró los ojos e hizo un puchero como guagüita, yo la apreté bien fuerte y le seguí dando un beso con lengua, y ella me besó de vuelta como con furia y se apretó a mí con todas sus fuerzas, gimiendo y quejándose como con voz de niñita chica, mientras yo le metía el dedo lentamente en su tierno popó…
Aquí vamos a hacer un breve paréntesis técnico.
Lo más importante con una primeriza anal, es cachar qué tan laxa es, metiéndole un dedo muy lentamente en el pompi. Si el potito se le abre pero el dedo entra bastante apretado, la minita no es laxa y el macho va a tener que hacer un súper buen trabajo para que ella aprenda a relajar el popó. En cambio si el potito se le abre súper fácil y el dedo le entra sin mayor esfuerzo, la minita es laxa y se puede avanzar bastante más rápido.
Con las minitas que no son laxas, toma un tiempo hasta que aprenden a relajarse completamente, pero lo bueno es que con puro pasar el primer esfínter, sienten tremendo placer, gozan más que la cresta, y como entra súper apretado, sienten como si les estuvieran metiendo la del burro, así que no es problema que se demoren en aprender a relajarse, uno las puede hacer gozar y disfrutar ene desde la primera vez. El problema es autocontrolarse, porque con la minita gozando como loquita cuando uno le abre el puro primer esfínter, la tentación de mandárselo guardar entero es gigantesca. ¡Pero hay que controlarse cabros! Hasta que no se le relaje bien el popó, NO HAY QUE PASAR MÁS ALLÁ DEL SEGUNDO ESFÍNTER. ¡Ese es el secreto!
Con las minitas que son hiper laxas, en cambio, uno puede penetrarlas mucho más profundo desde el principio y estimular y pasar el segundo esfínter con la cabeza del pirulón desde la primera vez. Típicamente una minita hiper laxa va a gozar mucho más si uno pasa el primer esfínter y presiona y estimula el segundo esfínter hasta abrirlo, y sigue penetrándola hasta el fondo, porque con las hiper laxas, abrirles los dos esfínteres es tan fácil, que si no se lo meten entero pueden quedar con gusto a poco. ¡No es broma! Pero igual la primera vez hay que tener mucho cuidado, y presionar el segundo esfínter en forma súper suave, sólo lo suficiente para que se le vaya relajando de a poco, en ningún caso forzar la apertura, para que la mezcla de placer y dolor sea siempre súper erótica, sensual y excitante para ella, y la disfrute a concho. Y aunque la minita sea hiper laxa, igual nunca hay que forzar demasiado el segundo esfínter, sino dejar que ella solita se relaje, hasta que el pirulón le entre entero sin esfuerzo.
Como pueden ver, la técnica para penetrar a una minita por el popó es muy especial, y totalmente distinta de la penetración por el “chochi”.
Perfeccionar esta técnica no es fácil, es un verdadero arte, pero una vez dominada, no hay minita que no termine disfrutando y gozando como loca cuando su macho le pone el tremendo supositorio en el popó, con harta cremita, lento y suave…
Pero volvamos a lo que les estaba contando. Cuando empecé a meterle el dedo en el poto, caché al tiro que la Paulita era hiper laxa: El hoyuelo se le abrió sin ningún esfuerzo y el dedo le entró súper fácil. Como les contaba, ella hizo un puchero, me apretó y me rasguñó, pero no trató de soltarse, sino que se apretó más a mí y nos besamos apasionadamente. Me pareció curioso que se dejara y no me parara en seco… En vez de rechazarme, parecía incluso deseosa de sentir mi dedo más y más profundo en su tierno popó de niñita…
¿Cómo una minita tan cuica y tan católica dejaba que este negro cochino le metiera el dedo en el poto, y no sólo se dejaba, sino que incluso lo disfrutaba intensamente?
Pronto sabría porqué…
A esta altura, como se podrán imaginar, yo andaba con el Kino más acumulado que la cresta… ¡Obvio, si nunca me había pasado que con tanto cariñito no hubiera ni maní pal “niño” en varias semanas!
Le saqué suavemente el dedo del popín, y sujetándola firme se lo volví a meter súper despacio, abriéndole el primer esfínter y punzando sensualmente el segundo esfínter, mientras le daba un apasionado beso con lengua. De nuevo hizo un puchero y gimió como niñita chica, me besó como con furia, pero de repente separó sus labios de los míos y me susurró despacito en el oído:
“Ayyyyyyy… Pucha ooohhh…”
“¿Pucha qué?” le pregunté. Le saqué suavemente el dedo del poto, pero lo mantuve metido entre sus nalgas, haciéndole unas ricas cosquillitas en el hoyuelo.
“Es que… Pucha ooooh… No te rías… Pero es que no quiero perder la virginidad antes del matrimonio… Ni mucho menos quedarme esperando guagua…” (Ella me había contado que era virgen, y sabiendo de qué colegio venía, no era ninguna sorpresa).
“No te preocupes… No te voy a pedir que pierdas la virginidad”
“¿No te enojas…?”
“No, cero cuática, no te preocupes. Pero igual… Podríamos hacerlo sin que pierdas la virginidad… Y sin peligro de embarazo”
“Eeeeee… ¿Yiiiaaaaaaaa? ¿Hacerlo sin perder la virginidad? ¿¿Y sin peligro de embarazo?? ¿¿Cómo es eso…?? ”
“¿Quieres que te enseñe?”
Me miraba entre incrédula y curiosa, pero se mordió el labio inferior y se estremeció un poco… como si ya sospechara a qué me refería… Yo sonreí, le dí un beso en el cuello y le acaricié ligeramente el hoyuelo de su popín con la punta de mi dedo… Ella dió un pequeño respingo… Y sin esperar su respuesta ni dejar de hacerle cosquillitas en el ano, le susurré al oído:
“A ver amor… ¿Te gusta sentir mi dedo en tu popó?”
“Ayyyyy… Oyeee… Me estás poniendo nerviosa…”
“Pero te gusta, ¿o no?”
“Sí oooohhh… Tú ya sabes que sí…”
“¿Y te atreverías a hacerlo por aquí…?”
La bella Paulita se separó un poco de mí, me miró con los ojos bien grandes, y entre asustada y risueña, me dijo
“¡¡OOOOOHHHH!! ¡¡¡Que eres cochino!!! ¡¡¡Yo sabía que me ibas a preguntar eso!!!”
“A veeeeeeer… ¿Cómo que sabías que te iba a preguntar eso? ¿Qué sabes tú de hacerlo por el popó, cabra chica… y cuica…?”
“Oye… Yo sé mucho más de lo que tú crees…” me respondió, con una sonrisa entre misteriosa y picarona.
Le iba a preguntar qué onda, cómo podía saber de sexo anal viniendo de ese colegio tan cuico y tan cartucho, pero antes que pudiera preguntarle, de repente me miró con los ojos bien abiertos de curiosidad, me pegó un combo en un brazo, y me dijo:
“Oye… ¿¿¿No me digas que se lo hacías a tus ex por ahí???”
“Sí… A todas”
“Aaaahhh… ¿¿¿En serio…??? ¿¿¿A todas???”
“Sí. A todas.”
“Oooooohhh… Oye pero… Eeeeee… ¿Duele mucho…? ¿Qué te decían tus ex…? ¿¿¿Les gustó…???”
“No te voy a mentir, amor: Es una penetración lenta y difícil… Es como súper cruel y sádica… Pero extrañamente, a todas mis ex les gustaba justamente por eso. Incluso hay mujeres que gozan y disfrutan mucho más por detrás que por delante.”
“Aaaah… ¿¿En seeerio…??”
“La dura. Una de mis ex me decía que yo la hacía sufrir pero que era súper raro, porque lo disfrutaba a concho. “Me duele pero me gusta, porque me hace sentir sometida”, me decía. Según ella, le gustaba porque la hacía sentirse como niñita inocente jugando a algo muy malo y prohibido, o como la niñita traviesa que se portó mal y la van a castigar en el popó, a poto pelado, y eso la excitaba al máximo. Otra ex me decía que la hacía sentirse como cuando era chica y el doctor le iba a poner un supositorio en el poto, y le encantaba sentir de nuevo esa mezcla de susto, excitación y vergüenza, onda castigo y placer prohibido”
“Ooooooohhh… ¿En serio… a ellas les gustaba sentir todo eso…?”
“Les gustaba tanto que se volvían loquitas… Y lo mejor es que todas siguieron siendo vírgenes y nunca hubo guagua ni nada. Es bacán, todo lo que hay que hacer es lubricarle bien el popó a la niña con harta cremita, y uno tiene que lubricarse bien el pirulón para que a ella le entre lento y suave. Y después de hacerlo es como si la mujer nunca hubiera hecho nada, el popó se les cierra y no queda ninguna huella de nada. No es como por delante, que una vez que la mujer pierde la virginidad, su vagina nunca más vuelve a ser como era. En cambio tu popín va a quedar exactamente igual, como si nunca hubiera pasado absolutamente nada. A lo más te podría quedar un poco irritado, pero a mis ex se les pasaba súper rápido”
“Mmmmm… Interesante…”
La Paulita se quedó pensativa un instante, como recordando algo… Y de repente como que reaccionó con un ataque de celos…
“¿¿¿Oye pero a cuántas minas se lo hiciste por ahí??? ¡¡Supongo que no me estái poniendo el gorro con ninguna…!! ¡¡¡Te mato!!!”
Le dí un beso apasionado en la boca y le dije mirándola directo a los ojos:
“Tú eres mi polola amor, y desde que nos pusimos a pololear para mí no existe NADIE más. Además no he visto a ninguna de mis ex desde el año pasado, y obviamente no pienso encontrarme con ninguna tampoco”. Y esto era absolutamente cierto.
Ahí como que se quedó tranquila, pero de repente le volvió la curiosidad, y me dice:
Oye pero… ¿¿Y tú cómo cachaste que se podía hacer… por detrás…?? ¿¿¿Cómo aprendiste, negro cochino??? Ya poh, cuéntame…”
Y ahí le conté todo lo que había pasado con el famoso libro de las colegialas Rusas y el verano de iniciación con la gringuita Maureen cuando tenía doce años. Me miraba y escuchaba atentamente, abría bien grandes sus lindos ojos y se mordía los labios y decía “Ooooohhh…” mientras yo le contaba con lujo de detalles las historias y le describía las fotos del libro de las colegialas Rusas, y después cómo se lo metí por el poto a la gringuita… con harta crema Nivea… hasta el fondo…
Cuando terminé de contarle, la pobre Paulita estaba temblando entera, le traspiraban las manitos y le tiritaba la boquita de puro nervio y excitación. La noté que se había puesto especialmente nerviosa y tiritona cuando le conté la parte del gigante negro y las fotos de las caritas sudorosas de las colegialas, mientras el negro les metía su pene gigante por el popó, una por una… Le dí un beso largo con lengua, y acariciándole el popó le susurré al oído:
“¿Bueno y…? ¿Te gustaría probar a hacerlo por aquí?”
Se mordió el labio inferior y parecía que se iba a hacer pipí de puro nerviosa.
“Ayyyy… es que… es como tan… ay, no sé… como tan sádico… como tan malvado… Me dá tanto nervio…”
“Amor, no te voy a mentir: Efectivamente es una penetración súper sádica, malvada, lenta y cruel… Pero éso es justamente lo que la hace tan erótica, sensual y excitante para la mujer…”
“Sí, sí sé…” La Paulita no había terminado de decir ésto, y como que se arrepintió inmediatamente de haberlo dicho, colorada como tomate…
“¿A veeeer? ¿Cómo que sí sabes…?”
“Noooo, nada, nada…”
“Ya, no te hagas la tonta, si ya lo dijiste… ¿cómo es eso de que “sí sabes”? A ver, cuéntame, ¿Cómo y cuándo cachaste que se podía hacer por el popín? Ya poh, ya te conté cómo aprendí yo…”
“En el colegio… Ay qué nervio… No sé si contarte… Me dá cosa…”
“Ya poh, cuéntame… Yo te conté todo lo del libro y la gringuita…”
“Ay pucha oh… Es que fue tan brígido… Bueno ya, filo… Te cuento, pero… ¡¡Prométeme que no se lo vas a contar nunca a nadie!!”
“OK, te prometo que no se le voy a contar nunca a nadie… Ya poh cuéntame, qué pasó en tu colegio…”
“Una vez… Escuché sin querer todo lo que pasó entre un sacerdote y una alumna de octavo básico que era prenumeraria y candidata a novicia…”
“Yaaaaaa… ¿Y…?”
“Estaban hablando de esto mismo…”
Me quedé atónito por unos segundos.
“A ver, a ver… Espera un poco, espera un poco… Me estái molestando… ¿¿¿UN CURA ESTABA HABLANDO DE SEXO ANAL CON UNA ALUMNA DE OCTAVO BASICO…??? ¿¿¿EN TU COLEGIO…???”
“Sí…”
“Chuuuuuuu… ¿Oye pero cómo escuchaste esa conversación? ¡No creo que hayan estado hablando de ésto en el patio durante el recreo!”
“No poooh… Estaban en un privado dentro de la casa confesional…”
“¿Dóoonde? ¿En un quéee…?”
“Jajajaja no cachái ná… La casa confesional, es una casa aparte, está dentro del colegio, pero separada, ahí entran las puras monjas y las numerarias con sus guías confesores. Bueno, y también las alumnas candidatas a numerarias con sus guías confesores”
“Yaaaa… Pero igual supongo que debe ser onda súper cerrado y privado pal tema del secreto de confesión y toda esa onda… ¿Cómo escuchaste?”
“Sí poh… se supone que es totalmente cerrado y hermético, se supone nadie debe saber ni escuchar jamás lo que pasa ahí adentro… pero en la parte de atrás de la casa había un pedazo del techo semi abierto, parece que estaban haciendo unos arreglos y obviamente nadie había cachado que en el jardín de atrás se podía escuchar todo lo que conversaban en el privado… Y yo recién había visto al sacerdote y a la pendex entrando a la casa confesional, así que caché al toque que eran ellos cuando los escuché. Yo estaba estudiando, me gustaba quedarme en el colegio después de clases pa’ estudiar sola, estaba leyendo y paseando por ese jardín que es súper lindo… hay un sendero que pasa justo por detrás de la casa confesional… Así que escuché TODO… Fué súper brígido… súper heavy…”
“Oye pero… ¿¿¿Qué onda??? ¿El cura le estaba haciendo clases particulares de sexo anal a la pendex?”
“Eeeeee… No exactamente… Bueno, en realidad como que sí… Ayy, no sé cómo explicarlo…”
“¿Ya poh, qué le estaba diciendo el cura…? ¿¿Porqué estaban hablando de sexo anal??”
“Ay… Qué vergüenza… Ya filo… él le estaba diciendo que a ella le tocaba someterse a una “Penitencia Especial”
“Yaaaaaa… ¿¿¿yyyy…???”
“Al principio no entendí de qué estaban hablando, pero cuando el sacerdote le explicó en detalle de qué se trataba la penitencia, me quedó súper claro, o sea era demasiado obvio… onda que el cura le dijo que la penitencia consistía en que él la iba a “someter” poniéndole un “supositorio en el popó”, pero no de los supositorios típicos para bajar la fiebre, sino que un “supositorio especial”, onda “mucho más grande”, porque tenía que ser un verdadero sacrificio, onda una verdadera penitencia que la hiciera sufrir, onda purificación de su cuerpo y alma… Tú cachai poh… La típica onda religiosa del “crecimiento espiritual mediante el sufrimiento y el sacrificio”, toda esa onda… Pero además le dijo que era una prueba obligatoria de obediencia y sometimiento total a su guía y confesor… Y le dijo que el supositorio… Ayyy qué vergüenza…”
“Ya poh… sigue… el supositorio ¿qué?”
“Bueno ya filo… El cura le dijo que el supositorio tenía que ser “la mismísima carne viril de su guía confesor…” O sea… era demasiado obvio lo que le iba a hacer”
“Wow… súper obvio el “supositorio” que el cura quería meterle en el popín a la pendex… Pero es como increíble… O sea, cuento corto, este cura, en el fondo, le estaba diciendo a esta pendex de octavo que la iba a penetrar por el popó… ¿Onda penitencia y sacrificio y sumisión y etcétera etcétera…?”
“¡Sí…! ¡La dura…! ¡¡¡No te estoy mintiendo…!!! Pucha… No me crees…”
“Ya oh, te creo, te creo… Pero sigue contándome… ¿La pendex se había portado mal y por eso el cura la iba a “castigar”? Aunque suena más como una especie de rito, más que un castigo”
“Sí, era más onda rito que castigo, porque el sacerdote le dijo a la pendex que todas las prenumerarias y candidatas a novicias tenían que someterse a esta “Penitencia Especial” cuando pasaban a octavo básico, y que era absolutamente obligatoria y súper importante en su preparación y camino de sumisión y obediencia y sacrificio y esa onda… Y que a partir de octavo todas tenían que someterse a esta penitencia una vez al mes…”
“Yaaaaa…Wow… ¿¿¿Y qué dijo la pendex cuando el cura le dijo lo que le iba a hacer???”
“Se cachaba por la voz que la pobre estaba como nerviosa… pero igual le preguntó si no era pecado, y si no era lo mismo que tener relaciones sexuales y perder la virginidad…”
“Mmmm… la pendex no era na’ de tonta pa’ ser tan chica. ¿Y qué le respondió el cura? Apuesto que el compadre tenía cualquier labia pa’ convencer a la mojona…”
“La dura… él le dijo que no era pecado, porque se hacía como sacrificio y penitencia, y no sólo por placer ni mucho menos para procrear… porque como el “supositorio” le iba a entrar por el popó y no por delante, no iba a perder la virginidad ni nada, así es que no era pecado sino que era la mejor forma de penitencia y sacrificio para que expiara sus pecados, para purificar su cuerpo y su alma y blablabla, y para que le demostrara su total obediencia y sometimiento, onda como su maestro, guía y confesor… toda esa onda…”
“Wow… Seco pa convencer a la pendex… La ondita… Ya pero sígueme contando poh… ¿Preguntó algo más la mojona?”
“Eeeee… Ah, sí, ella le preguntó si le iba a doler mucho, y él le dijo que para que realmente valiera como penitencia, él tenía la obligación de hacerla sufrir, pero que el sufrimiento y el dolor que iba a sentir iba a ser maravilloso, onda un “dolor sublime”, y que iba a gozar sufriendo… El cura le decía onda “Vas a sufrir como jamás sufriste, pero gozarás sufriendo, como jamás gozaste”, esa onda, como súper dominante y sádico… Demasiado brígido… Ahí se produjo un silencio… Yo estaba como paralizada… No me atrevía ni a respirar… la pobre debe haber estado tiritando de miedo… ¡Y yo también estaba tiritando!”
“Era que no… ¿Bueno y…? ¿Qué pasó después?”
“Adivina…”
“¡La alumna se sometió y el cura confesor le puso el manso “supositorio” en el popín ahí mismo!”
“¡¡Síiii…!! ¡¡Y yo escuché TODO…!! ¡Los gemidos, los quejidos… TODO!”
“Ya pero cuéntame los detalles poh”
“Ya oooh… Todavía se me paran los pelos de puro acordarme… A la pobre le temblaba la voz… El sacerdote confesor era como demasiado sádico… Le dijo que se agachara, me imagino que le debe haber subido la falda del uniforme y le debe haber bajado los calzones, porque escuché varias palmadas, y unos gritos como ahogados… era obvio que le estaba pegando palmadas a poto pelado… la pobre chillaba con cada palmada, era como que trataba de no quejarse pero se le salían los chillidos igual…”
“La ondita… Harto sádico el compadre… Se parece a mí… Ya pero sigue contándome…”
“Después hubo un silencio, y se escuchaba como que ella suspiraba, como súper asustada… Y se escuchaban unos susurros del cura y unos ruidos raros… Y de repente, el cura empezó a decir unas frases en latín y ella empezó a gemir como loca, con unos gemidos terribles, como desesperada… Ahí caché que el cura se lo estaba metiendo de verdad… Yo pensaba pobrecita… ¡se lo está metiendo de verdad por el poto…! Fue súper largo… No sé cuánto rato, pero fue demasiado largo… No terminaba nunca… Las frases en latín sonaban como terribles… Y la pobre gemía y lloraba y se ahogaba y hasta le daba hipo… La dura… ¡Oye, no te rías, malo…! Yo estaba como entre fascinada y horrorizada y paralizada… Pero no podía dejar de escuchar… Ay, no sé, escuchar esos gemidos y saber perfectamente lo que el guía confesor le estaba haciendo a esa pendex en el poto… Y lo más raro es que ella repetía las frases en latín… ¡Llorando y gimiendo, con la voz súper ahogada y entrecortada, pero las repetía igual…!”
La Paula se retorcía los deditos de puro nervio mientras me contaba todo esto, y yo no podía dejar de pensar en la extraña similitud entre lo que me estaba contando y los relatos del famoso libro de las colegialas Rusas. O sea que en nuestro país, en la actualidad y sin tener nada que ver con la Rusia Imperial ni mucho menos, hay colegialas que son sometidas al voluptuoso Acto Prohibido como parte de un rito de penitencia, obediencia y sumisión total, igual que las colegialas Rusas… ¡Y en un colegio ultra católico y ultra conservador del barrio alto!
De repente me entró la duda… ¿Sería verdad lo que me estaba contando la bella Paulita, o era puro invento? Pero la Paula era súper seria y súper sincera, no mentía jamás… ¿Y pa’ qué iba a inventar un cuento tan hot, y con tanto detalle más encima? O sea que tenía que ser verdad… Ahora entendí porqué me dejó que le metiera el dedo en el poto, y lo disfrutó intensamente… Obviamente después de haber haber sido testigo de toda esa tremenda sesión de sexo anal en vivo, tiene que haber quedado súper nerviosa y tiritona, y seguro que con una perturbadora e inconfesable excitación y curiosidad por sentir lo mismo en su popó….
“Increíble… O sea, en resumen, el cura confesor le clavó su pirulón en el popín a esa pendex de octavo… ¿¿Y es un rito obligatorio que es parte de la preparación de todas las prenumerarias y las futuras novicias??”
“Sí poh… Yo tampoco podía creerlo, ¡Pero escuché todo!”
“Te creo, te creo… Oye, ¿y cómo terminó la cosa?”
“Me dá vergüenza contarte…”
“Ya pooooh… Cuéntame…”
“Pucha qué vergüenza… Bueno ya, filo… Al final parece que el cura confesor tuvo… un orgasmo… yo creo que dentro de ella… porque le decía cosas como ¡Recíbelo dentro! ¡Siéntelo dentro! Y cuando por fin se acabaron los gemidos y los jadeos, se produjo un silencio… y después se pusieron a conversar en susurros… se sentía como si hubieran estado abrazados harto rato… Y después empecé a escuchar un ruido como de agua corriendo…”
“Ella se debe haber estado lavando el potito con agüita fría… Jajaja…”
“Jajaja… Supongo… Y él se habrá estado lavando el pirulo, ay, no sé… Y después él la felicitó y le dió una bendición y le dijo “bienvenida a esta “nueva etapa”… ¡Y ella le dió las gracias! ¡Y se pusieron a rezar juntos! Era todo como súper ritual, como que ella había superado una prueba súper importante… Después escuché como que iban a salir, ahí rajé de vuelta al patio central porque me daba pánico que alguien me viera y me pillaran que había escuchado todo… Por suerte todavía había gente en el patio, así que cuando volví pasé piola. Me fui al otro lado del patio, directo frente a la entrada de la casa confesional, y me senté en un banco a esperar. Quería puro ver qué onda cuando salieran. Y los ví salir después de un rato… El con su típica sotana negra, bien peinado, impecable, y ella con el uniforme del colegio, la faldita plisada, blusita blanca, corbatín, chaleco, bien peinadita y arreglada, nada chascona ni nada… ¡Y sonriendo! ¡Todo tan normal y perfecto! ¡Como si no hubiera pasado nada!”
“Harto curiosa la weá, qué querís que te diga… ¿Tú conocías a esa pendex?”
“Sí, era una de las pendex de octavo básico, no de las más bonitas pero tampoco fea, súper nerd… Con típicos anteojos de matea… Quién se hubiera imaginado… Era mucho más chica que yo, pero la ubicaba perfecto, nerd total…”
“Ya, ¿y…? ¿Qué pasó cuando salieron de la casa?”
“Nada, el cura la acompañó hasta la escalera, y lo típico, ella se puso frente a él y bajó la cabeza, él la bendijo y le dijo algo, ella le dió un beso en la mejilla, y bajó las escaleras a saltitos y él la quedó mirando, pero no mucho rato… Adivina lo que le miraba fijo… Hasta que se dió vuelta y entró. Yo quería puro verle la cara a ella, a ver qué onda, así que me acerqué haciéndome la loca y nos cruzamos… Me dijo “¡Hola!” súper sonriente, iba roja como tomate pero con cara de felicidad total… Con tantos quejidos y lloriqueos, yo pensé que la iba a ver con lágrimas en los ojos y con cara de “me violaron por el poto”, pero nada, al revés, iba toda feliz y con LA sonrisa… Quedé confundida total, era tan perturbador, sobre todo verla con esa cara de felicidad… Tan chica y lo que le habían hecho recién… Y parece que lo había pasado bomba…”
“¿Y el cura confesor? ¿También lo conocías? ¿¿Te trató de confesar a tí también??”
“Nooo, por suerte no… ¡Ay qué susto! Lo conocíamos, iba siempre al colegio, era viejo, no sé, debe haber sido onda cincuentón, canoso, pero con súper buena pinta pa’ la edad, siempre impecable… No, a mí nunca me tocó con él porque era del grupo de curas que se dedicaban sólo a las prenumerarias y a las candidatas al noviciado. Los curas de ese grupo eran exclusivamente guías confesores de las prenumerarias y de las candidatas y de las monjas. Y tenían todos la misma pinta, onda viejones pero súper pintosos. No faltaban las que los encontraban súper minos y puro querían que les tocara alguno de confesor… ¡No sabían la que les habría pasado…!”
“¿Tú tenías otro confesor?”
“Sí, las otras alumnas teníamos otro sacerdote confesor, un viejujo como de mil años, y a mí por lo menos nunca me pasó nada raro… El viejujo era súper serio, nooo, nunca nada de nada”
“¿Y escuchaste alguna otra confesión?”
“No, nunca más pude escuchar nada porque al otro día ya habían cerrado el techo. Nunca más, nada de nada. Fui ene veces de puro curiosa, pero nada. Y no era porque no pasaran más cosas adentro, seguro… Obvio que tenía súper buena aislación para que no se escuchara nada… Para que las “víctimas” puedan gemir y chillar todo lo que quieran… con toda tranquilidad… jajaja”
“Jajaja… ¿Eran muchas las candidatas a novicias?”
“No, eran súper pocas… El año pasado eran tres en total en el colegio, ninguna de mi nivel. Las elegían con pinzas desde que hacían la primera comunión, eran siempre las más mateas y las más sumisas y obedientes. Siempre el mismo perfil, sobre todo mateas, sumisas y obedientes. Ahora cacho porqué. Todo el colegio sabía quiénes eran las candidatas a novicias y por eso cachaba bien a esa pendex. Después de ese día, cada vez que veía a alguna, me acordaba de lo que les hacían los curas confesores y me daba ataque de nervios de puro mirarlas… Y cuando veía a una entrando con su guía confesor a la casa confesional… Qué brígido… La que te espera, pensaba… ¡Pero andaban todas felices y contentas…! Súper extraño todo…”
“O sea que les tiene que haber gustado que las sometieran y las penetraran por el popó”
“¡¡¡O sea obvio…!!! Ay, no sé… Supongo…”
“¿Le contaste a alguien?”
“¡¡¡Tái loco…!!! Nooo, qué miedo, qué vergüenza… No me atreví a contarle ni siquiera a la Coni, que era mi mejor amiga… Es súper buena amiga pero nika le contaba ésto… Me daba susto que se le saliera y se supiera que yo había escuchado todo y quedara la requete cagá… No tengo idea si alguien más sabía… Bueno, obvio que todas las monjas tenían que saber, si a ellas también les tiene que haber tocado… Las profes, no sé… Bueno, a las que eran numerarias también les tiene que haber tocado, obvio… Pero era todo como tan ultra secreto, con eso del claustro y el secreto de confesión… Y mis amigas y las otras alumnas… No sé si cachaban algo… Corrían rumores… Pero nunca nada tan… Ay, no sé… Tan depravado… ”
“¿Piensas que es muy depravado lo que estos curas le hacen en el popín a las novicias?”
“Ay… Pucha… No sé… Si los guías confesores se lo hacen a todas las prenumerarias y futuras novicias y es obligatorio como parte de su preparación… Entonces no puede ser tan depravado… Supongo… Pero me da tanto nervio… Ay, pucha oooh… no séeee…”
Todo este rato seguíamos abrazados, y yo seguía con mi mano metida en sus calzoncitos, haciéndole cariñitos y cosquillitas en el popín… Y la Paulita se dejaba…
“Ahora entiendo porqué me dijiste que sabías mucho más de sexo anal que lo que yo creía…”
“¿Viste? No te estaba mintiendo… Claro que comparada contigo… Por todo lo que me contaste, yo estoy como en kinder y tú ya te doctoraste… Jajaja… Parece que eres igual de experto y sádico que los curas confesores…”
La Paula se reía, pero estaba toda nerviosa y tiritona y roja como tomate… De tanto hablar de sexo anal, la pobre estaba excitada y caliente como olla hirviendo…
Le dí un beso suave en los labios y me respondió y se apretó contra mí…
Lentamente, le metí de nuevo un dedo entre las redondeces, y acariciándole suavemente el hoyuelo del pompi, le susurré al oído:
“Ya mi niña preciosa… Ahora vamos a jugar al guía confesor sádico y cruel que somete a su alumna pre-novicia por el popó…”
Y antes que pudiera responderme, con la otra mano saqué de mi bolsillo el pote azul de crema Nivea, se lo mostré y lo dejé sobre el sillón.
“OOOOHHHH…” dijo la Paulita al ver la crema, se mordió los labios y le temblaron las manitos…
Giró hacia mí y me miró a los ojos con una mezcla de miedo, pasión y excitación… Y antes que pudiera decir nada, la abracé con fuerza, le dí un beso con lengua y simultáneamente le metí el dedo en el poto muy suavemente, más y más adentro, esta vez hasta pasar ligeramente el segundo esfínter.
Gimió y me apretó con sus manitos… “¡Mmmmm… Mmmmmm…!” protestó con vocecita como de niñita chica… Sin dejar de besarla, moví mi dedo suavemente dentro de su popó para que lo sintiera bien, estimulándole ambos esfínteres… Y con la otra mano comencé a acariciarle el chochi por encima del calzón… Gimió y se apretó a mí como con desesperación… Temblaba enterita… Me abrazó con todas sus fuerzas y nos besamos largamente…
El momento había llegado. Era obvio que mi linda Paulita estaba excitada al máximo y lista para sufrir y gozar con mi “supositorio” en su bello y sensual popó de niñita… Así que me separé suavemente de ella, me paré del sillón, tomé la crema Nivea, la tomé de la mano, la ayudé a ponerse de pie y le dije “Vamos”, sin darle opción a que se opusiera. Y partí con ella a su pieza…
No necesité decir nada más, ella sabía muy bien lo que íbamos a hacer… Ahora ella sería la alumna candidata a novicia, y yo su cruel y sádico guía confesor…
La pobre iba haciendo pucheros como niñita chica, susurrando “Pucha ooohhh… pucha ooohhh…”, retorciéndose entre el deseo y el susto… pero dejándose llevar, sin oponer resistencia…
Continuará…
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