Paula la Universitaria Cuica – Parte II
La bella, virgen y aristocrática Paula aprende a disfrutar sufriendo… ¡Por el popó!.
Como les contaba en la primera parte, el momento había llegado. Era obvio que mi linda Paulita estaba excitada al máximo y lista para sufrir y gozar con mi “supositorio” en su bello y sensual popó de niñita… Así que me separé suavemente de ella, me puse de pié, tomé la crema Nivea, la tomé de la mano, la ayudé a ponerse de pie y le dije “Vamos”, sin darle opción a que se opusiera. Y partí con ella a su pieza…
No necesité decir nada más, ella sabía muy bien lo que íbamos a hacer… Ahora ella sería la alumna candidata a novicia, y yo su cruel y sádico guía confesor…
La pobre iba haciendo pucheros como niñita chica, susurrando “Pucha ooohhh… pucha ooohhh…”, retorciéndose entre el deseo y el susto… pero dejándose llevar, sin oponer resistencia…
Camino a su pieza, pasé por el baño y tomé una toalla limpia. La empapé con agua caliente y la estrujé para que quedara humedecida. Ella miraba y se mordía las uñas nerviosamente. “Oye… ¿Para qué es la toalla…?” me preguntó con un hilo de voz, muerta de susto. Me acerqué y le dije al oído “Para tu popó… cuando terminemos”. Hizo un puchero como guagüita y se mordió el labio inferior.
La llevé de la mano hasta su pieza. Dejé la crema Nivea y la toalla sobre la cama y miré la hora en el reloj de su velador. Faltaban más de tres horas para que llegara su mamá del trabajo, así es que teníamos tiempo de sobra para una buena sesión de iniciación en el voluptuoso arte de la subyugación anal…
Nos besamos apasionadamente, de pie a un costado de su cama, ella con sus brazos en mis hombros y yo tomándola de la cintura y acariciándole el pompi. Ya le había desabrochado los jeans y le había abierto algo el cierre cuando estábamos en el sillón del living, así es que me separé ligeramente de ella y lentamente terminé de abrírselo. Seguía gimiendo como niñita chica mientras nos besábamos. Tenía los ojitos cerrados y los brazos como sin fuerza, y como que le temblaban y se le doblaban las rodillas… Mi preciosa Paulita trataba de oponerse, pero en el fondo ya estaba rendida…
La dí vuelta para que quedara de frente a la cama, conmigo abrazándola por detrás.
Entre gemidos y pucheros, y con los ojitos entrecerrados, seguía susurrando “Pucha ooohhh…”
Entonces, sin hacer caso de sus gemidos y protestas, le tomé los jeans por los lados, metiendo mis pulgares entre los calzones y sus caderas, y lentamente comencé a bajarle los jeans y los calzones juntos… Ella me tomó las manos, y parecía que se retorcía entre el impulso de tratar de detenerme, y el deseo de ayudarme a bajárselos… Se los bajé un poco, exasperantemente lento, desplazando mis manos de adelante hacia atrás, sólo hasta que comenzó a aparecer la hendidura entre aquellas blancas y perfectas redondeces…
Me detuve un momento, la abracé y ella giró la cabeza, y manteniéndome pegado detrás de ella, nos dimos un tierno beso con lengua… Ella suspiró profundamente con los ojos cerrados y me mordió ligeramente el labio inferior…
Me separé un poco hacia atrás, le tomé la nuca con la mano izquierda y le bajé la cabeza hacia adelante, y simultáneamente le metí la mano derecha por detrás y le hice cosquillitas con mis dedos en la hendidura del popó, pero sin llegar al rosado orificio, que estaba todavía protegido por los jeans y los calzoncitos, los que aún cubrían la mayor parte de su sensual popín… Ella se quejó, pero como que ya no podía resistirse a la excitación y el deseo… Seguía con los ojitos cerrados, respirando entrecortado…
Le tomé de nuevo los jeans y los calzones por los lados de las caderas y seguí bajándoselos lentamente, esta vez sin detenerme, hasta que todo su precioso popín quedó al aire, expuesto y vulnerable… Y ella ya no opuso ninguna resistencia…
La volví a abrazar tiernamente por detrás, ella se apretó a mí y me tomó los brazos… Solita giró la cabeza y me besó en la boca… Yo la besé en el cuello y le acaricié las tetitas… ella pegó su popín desnudo al bulto en mis pantalones… y lo movió de lado a lado, como buscando sentir el bulto en su hendidura… Como tratando de sentir el duro y caliente “supositorio” que le iba a clavar en su popó…
Mientras ella frotaba su popó contra mi bulto, le desabroché uno a uno los botones de la blusita. Ella sola se sacó la blusa y la dejó en la cama. Le desabroché el sostén en la espalda y ella se lo sacó y lo dejó sobre la blusa. Yo me desabroché la camisa y me la saqué. La abracé y le acaricié suavemente los pezones… y ella me acarició el bulto con una de sus manitos…
Entonces, poniendo mis labios en su oído, susurré en voz baja pero con firmeza:
“Ahora yo voy a ser tu Guía, tu Amo y tu Maestro… Y tú vas a ser mi Alumna, sumisa y obediente… ¡Agáchate y prepárate para ser sometida…!”
La pobre Paula tembló enterita con mi orden, e hizo un pequeño puchero… Me separé un poco de ella, le tomé suavemente la nuca por detrás con mi mano izquierda y la cadera con mi mano derecha, y comencé a bajarle la cabeza hacia adelante, obligándola a agacharse sobre la cama… Y ella, ya totalmente rendida, se inclinó hacia adelante hasta apoyar las manos en la cama, dejando bien paradito su popó desnudo.
¡Qué potito más precioso…! Era aún más bello y sensual que lo que se podía adivinar por encima de sus jeans apretados.
A la Paula le gustaban los peluches, y yo ya le había regalado varios que ella había puesto en la cabecera de su cama. Tomé uno de sus peluches y dos almohadas y se los pasé para que los abrazara. Ella abrazó su peluche y hundió la cara en las almohadas, apoyando los codos sobre la cama. ¡La preciosa Paulita estaba lista para sufrir y gozar con el más erótico, depravado y voluptuoso acto sexual!
Viendo a la Paula en esa posición, agachada sobre la cama, abrazando las almohadas y su peluche, parando el potito, temblando de excitación y lista para que este negro sádico la penetrara por el popó … Yo ya no podía más de caliente… ¡¡El bulto me dolía dentro del pantalón de tan duro que tenía el “supositorio”…!!
Pero tenía que controlarme… Sí, porque esta preciosura no sólo era primeriza… Esto era algo demasiado especial… Esta ricura, recién egresada de uno de los colegios más católicos, más cartuchos y cuicos de Santiago, como ya les conté, pertenecía a una de las familias más aristocráticas del país, formada en un ambiente ultra conservador, y por supuesto totalmente virgen… En circunstancias normales, siquiera pensar en la posibilidad de meterle mi pirulón por el popó a una pendex recién egresada de ese colegio tan cuico y cartucho habría sido ridículo, absurdo, una fantasía sexual totalmente imposible…
Y sin embargo, aquí está ella, con los jeans y los calzones abajo, a poto pelado, agachada en el borde de su cama, parando bien el potito y abrazando tiernamente a su peluche, tiritando de excitación y de sustito, lista para que yo le ensarte mi grueso y duro “supositorio” en su tierno popó de niñita…
Y por extraño que parezca, todo gracias a que no quería perder la virginidad, y a que en su colegio escuchó una sesión de penitencia que jamás debería haber escuchado, en la que un cura le puso el mismo “supositorio” en el popó a una alumna candidata a novicia…
Esta era la primera vez que le iba a poner mi “supositorio” en el popó a una pendex así de aristocrática… Me acordaba de la Princesa Rusa y del primo que le dio duro por el popín hasta que ella se desmayó de placer… ¡Pero no! Por muy caliente, excitada y ansiosa que estuviera mi Paulita… Iba a tener que aplicar toda mi experiencia y todo lo aprendido… Para asegurarme que gozara y disfrutara cada segundo, con una mezcla perfecta de placer y dolor… Para demostrarle a mi preciosa Paulita el verdadero secreto del arte del sexo anal: Que el máximo placer sexual de una niña, independiente de su estatus social, lo alcanza cuando su macho caliente y dominante, la somete y la penetra lentamente por el popó… Y ella aprende a someterse completamente, en cuerpo y alma… y a gozar y disfrutar intensamente con el sufrimiento de la más erótica y voluptuosa sumisión sexual…
Obviamente esos curas confesores conocían bien este arte, y sabía hacerlo súper bien, por algo la pendex quedó feliz después de la penitencia… Y obviamente, la Paula ya sabía que las pendex lo pasaban bomba cuando los curas las penetraban por el popó… O sea, el desafío era grande: Yo iba a tener que hacerla sufrir y gozar por el popó hasta volverla loquita, igual que los curas con las alumnas… Sí, iba a tener que sacarle lágrimas y sollozos poniéndole mi supositorio en su popó… Pero de forma tal, que al final mi Paulita quede toda feliz y regalona, igual que esa pendex futura novicia… ¡Esos curas no podían ganarme…!
Tomándola de las caderas, me acerqué lentamente y me agaché sobre ella hasta que mi boca quedó en su oído. Ella sintió el bulto de mi pantalón presionando su desnudo popó, y como que se abrazó con más fuerza a su peluche, con la carita hundida en las almohadas. La pobre Paulita estaba tiritando entera…
Suavemente, le susurré en el oído:
“Eres una niña absolutamente preciosa, amor… Tienes un cuerpo y un popó bellísimos…Sí, mi alumna es la niñita más linda, la más tierna y dulce de todas…”
“… G-gracias…” me respondió, con la voz entrecortada y ahogada en las almohadas.
Le acaricié el pelo y le dí un beso en la mejilla. Me incorporé y me separé levemente de ella. Tomé el pote de crema Nivea, lo abrí y lo puse sobre la cama. Ella giró la cabeza para ver lo que yo estaba haciendo, y se mordió el labio inferior. Metí dos dedos de mi mano derecha en el pote y los saqué con harta crema. Se los mostré, y con un movimiento exageradamente lento, los acerqué a su popó, diciéndole muy serio y con voz grave:
“Ahora yo, tu guía, amo y maestro, voy a preparar a esta dulce, preciosa e inocente alumna para la terrible penitencia a la que la voy a someter… ¡Sin piedad!”
Al escuchar esta sentencia, la pobre Paulita hizo como un falso lloriqueo y me miró mordiéndose los labios…
La tomé de la cadera con la mano izquierda. Suavemente le introduje los dedos con crema en la hendidura entre las nalgas. Ella me seguía mirando, y dio un saltito al sentir la crema fría. Lentamente, comencé a subir y bajar por la hendidura moviendo los dedos hacia los lados, esparciendo la crema, siempre tomándola firmemente de la cadera con mi mano izquierda. A propósito, me demoré una eternidad en que mis dedos llegaran a rozar ligeramente su rosado ano. Y cuando por fin le rocé el orificio, dio un pequeño respingo, soltó un gemido y se aferró a su peluche.
Le acaricié ligera y suavemente los rosados labios del pequeño hoyuelo, y ella suspiró profundo varias veces y crispó las manitos en las almohadas.
Subí con mis dedos muy lentamente por la hendidura, hasta salir totalmente. Unté mis dedos con más crema, y con un movimiento ultra lento, volví a metérselos por el centro de la hendidura. Y otra vez subí y bajé entre los cachetes muy lentamente, milímetro a milímetro, hasta que le rocé el ano. De nuevo dio un respingo y soltó un ligero gemido. Pero esta vez le mantuve los dedos en el pequeño orificio, acariciándolo suavemente con la crema, con movimientos circulares ultra lentos y suaves, combinando estas suaves caricias con unas ricas cosquillitas directamente en el rosado hoyuelo. Simultáneamente, con la otra mano, le acaricié el pelito y la nuca y bajé muy suavemente, acariciándole toda la espalda, con mucho cariño y ternura.
Ella hundió la cara en las almohadas y se puso a hacer pucheros como niñita chica. Sentía que apretaba y relajaba el ano, como deseando que mis dedos entraran pronto por esa puerta prohibida. Pero yo seguía acariciándole suavemente los labios del rosado orificio, con lentos movimientos arriba-abajo y hacia los lados, separándole ligeramente las nalgas, y esparciendo bien la crema en el orificio y todo alrededor del mismo, y con la otra mano acariciándole toda la espalda, los hombros, el cuello y la nuca, maximizando su sensación de ternura, cariño y bienestar, para que se relajara totalmente.
La bella y aristocrática Paulita, abandonando todas sus inhibiciones de niñita cuica, se retorcía de excitación y placer, gimiendo y haciendo pucheros con la cara hundida en las almohadas.
Y una vez más le saqué lentamente los dedos de la hendidura, los volví a untar con crema en el pote, y volví a repetir todas las caricias y cosquillitas, bajando y subiendo poco a poco por la hendidura entre los cachetes, hasta rozarle ligeramente el ano. Y ahí me mantuve un largo rato, jugando con mis dedos en su popó, haciéndole cosquillitas en el delicado orificio, acariciándole y lubricándole suavemente el hoyuelo con la crema, mientras sentía cómo aumentaba la excitación y ansiedad de la pobre Paulita, que hundía la cara en las almohadas y gemía y apretaba su peluche entre quejidos y pucheros.
Lentamente, le saqué los dedos de la hendidura y le acaricié las perfectas redondeces, esparciendo los restos de crema sobre la tersa y blanca piel de aquel precioso popín.
Y sin previo aviso, le dí una buena palmada en uno de los cachetes.
“¡¡AYYYYYYYY…!!” se quejó ella, girando la cabeza y mirándome de reojo, con una mirada de sorpresa y haciendo un puchero como de niñita castigada…
De nuevo le introduje los dedos lentamente entre las nalgas, le acaricié el ano y le hice cosquillitas con la punta de un dedo. Ella hizo otro puchero y hundió de nuevo la cara en las almohadas.
Y otra vez, le retiré mi mano y le dí una fuerte palmada en el otro cachete.
“¡¡AYYYYYYYYY…!!” volvió a quejarse la Paula, pero no me miró, sino que se quedó quieta, bien abrazada a la almohada, como expectante, temblando enterita.
Le metí los dedos entre las redondeces y le acaricié suave y voluptuosamente el ano. Pero esta vez ella no hizo ningún puchero, sino que suspiró profundo y dijo “Mmmmmmm….”, abrazándose fuertemente a su peluche y a las almohadas.
Le saqué los dedos de la hendidura y le acaricié las nalgas. Y le dí dos fuertes palmadas, una en cada cachete. “¡MMMMMMM…! ¡MMMMMMMM!” se quejó ella con la cara hundida en las almohadas. Y de nuevo se quedó quieta, ansiosa y expectante, temblando de pies a cabeza.
Una vez más unté mis dedos con crema y le acaricié suavemente el hoyuelo del popó. Ahora sentía en mis dedos que lo relajaba y lo abría y cerraba mucho más que al principio. Sintiendo mis caricias y cosquillitas, ella balbuceaba unos gemidos ininteligibles, ahogados en la almohada.
Le saqué los dedos del popó y le acaricié cariñosamente el pompi. Tenía los cachetes rojos con las palmadas. Ella temblaba casi descontroladamente. Repetí varias veces el ritual de cosquillitas con crema en el popó, alternadas con fuertes palmadas en sus nalgas. Y entre caricias y palmadas, subía mis manos acariciando toda su espalda, abrazándola tiernamente, besándole la espalda, acariciándole los pechitos y pellizcándole muy suavemente los pezones.
Después de varias repeticiones de este ritual de “tan tan en el poto”, besos en la espalda, suaves pellizcos en sus pezones y cosquillitas en su ano, me acerqué y le dije al oído:
“Ahora mírame…”
Ella giró la cabeza y me miró, con los ojitos entrecerrados.
Con movimientos deliberadamente lentos, me abrí el cierre, me bajé los jeans y mis briefs, tomé mi duro y enhiesto pirulo y se lo mostré, blandiéndolo frente a ella como una lanza amenazante…
Al ver el verdadero “supositorio” que le iba a poner en su popó, la pobre Paulita hizo un puchero y un lloriqueo como de niñita chica, aunque fué como un lloriqueo falso, de puro nervio… Y no se movió, simplemente se abrazó más fuerte a las almohadas y a su peluche, y me quedó mirando entre fascinada y aterrorizada, temblando y estremeciéndose al escuchar lo que yo le decía:
“Este es el instrumento de tu castigo y penitencia, amor… Este es el supositorio que YO, tu Guía, Amo y Maestro te voy a poner en el popó a TI, mi bella e inocente alumna… Míralo bien, amor… Mira bien todo su largo y grosor… Y prepárate… Porque con este supositorio, vas a ser castigada, subyugada y sometida por el popó… ¡Hasta el fondo!”
Tomé el pote y con movimientos exageradamente lentos, me eché crema en toda la cabeza y en todo el tronco del pirulón-supositorio, hasta la base… Con ésto, le estaba dando a entender claramente que no le iba a meter la pura puntita en su popó… sino que le iba a poner el supositorio entero… Hasta la base…
Y ella entendía perfectamente bien la insinuación, porque me miraba el pirulón y se mordía el labio inferior, y hacía como hipidos y pucheros, y se le entrecortaba la respiración, como con ahogos de excitación y susto…
La tomé de la cadera con mi mano izquierda, blandiendo el “pirulón-supositorio” con mi mano derecha. Ella seguía mirando hacia atrás con carita de terror. Le apreté la cadera con firmeza, y comencé a acercarle la cabeza del “pirulón-supositorio” al popó.
Siempre con la mano izquierda en su cadera, apoyé suavemente la cabeza del pirulón-supositorio contra la parte central de la hendidura entre las blancas y tersas nalgas. Ella dio un saltito al sentir el contacto. Y ya totalmente entregada y dispuesta al sacrificio, murmuró en un susurro apenas audible:
“Ooohhh… Dios mío… te ofrezco… esta penitencia… en pago… p-p-por mis pecados…”
Y acto seguido, abrazó su peluche con fuerza, hundió la cabeza en la almohada, paró el potito y se puso a susurrar frases ininteligibles, temblando y tiritando de pies a cabeza…
Mmmmm… Esta pendex realmente se tomó en serio la tesis de los curas y las prenumerarias de su colegio, pensé. Pero, hey, si la hace feliz, ¿quién soy yo para discutirle? ¡Ahora con mayor razón tenía que satisfacerle hasta sus más profundos deseos anales!
Muy lentamente, comencé a meterle la cabeza en la hendidura entre las nalgas, separándolas hacia los lados y acercándome milímetro a milímetro al rosado ano de la bella Paulita.
Ella casi como que estaba aguantando la respiración, de pura ansiedad y nervios.
Y justo antes de llegar al ano, retrocedí un poco y seguí rozando y separando los cachetes hacia los lados, pero sin llegar a tocar el orificio prohibido.
La pobre Paula retorcía las manitos y apretaba su peluche, y susurraba cosas ininteligibles, con la cara totalmente hundida en las almohadas.
Subí por la hendidura, paseando juguetonamente la cabeza y separando las nalgas hacia los lados pero sin tocarle el ano, y repetí la operación de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba varias veces. La ansiedad de la pobre Paulita aumentaba más y más con cada pasada del pirulón-supositorio justo frente al ano, rozando y separando los cachetes, pero sin llegar a tocar el pulsante y deseoso orificio.
Y en una de las bajadas del pirulón-supositorio por la hendidura, rozando y separando ligeramente los cachetes, cuando estaba justo frente al pequeño orificio, moví el pirulón suavemente hacia los lados, separando las nalgas, y comencé a avanzar, acercándome cada vez más al pequeño y rosado ano. La Paula se quedó quieta, tensa y expectante, esperando ansiosamente sentir por fin la punta del pirulón-supositorio en su virgen orificio trasero.
Y esta vez la complací. Avancé lentamente, hasta que la cabeza tocó el hoyuelo.
Mi bellla e inocente “alumna” dió un respingo, soltó un gritito y se estremeció entera, al sentir la caliente cabeza tocando el delicado hoyuelo de su popó. Se aferró a las almohadas, y me pareció que trataba de relajar y abrir el ano ella misma, como para facilitar la penetración.
Pero en vez de penetrarla, comencé a rozarle y acariciarle el ano con la cabeza del pirulón-supositorio, con suaves y lentos movimientos ligeramente circulares, arriba-abajo y hacia los lados.
Sentía cómo crecía la desesperación de mi preciosa Paulita. Sentía cómo trataba de relajar y abrir el pequeño orificio, y meneaba ligeramente el popó hacia atrás como para tratar de clavarse el supositorio ella misma. Pero yo no la dejaba, sujetándola firme de la cadera y acariciándole juguetonamente los labios del ano con la punta de mi pirulón-supositorio, pero sin penetrarla ni un milímetro.
Hasta que en uno de los movimientos, le puse la cabeza bien centrada en el orificio, y empujé un poco, pero sólo un poco. El ano se le abrió ligeramente, y ella gimió con desesperación, estremeciéndose de pies a cabeza. Pero antes que la cabeza alcanzara a entrar, retrocedí y volví a los suaves y eróticos roces.
Jugué así con ella un buen rato, repitiendo lo mismo una y otra vez, como gato jugando con su ratoncita… Y ella se desesperaba cada vez más… Mi preciosa Paulita ya no podía más de excitación, ansiedad y deseos.
Hasta que en un momento en que la cabeza del pirulón-supositorio quedó perfectamente centrada en el ano de mi linda Paulita, sujeté la lanza en esa posición y no me moví más…
Ella supo de inmediato que el momento había llegado… Ahora sí… ¡Por fin…! Le iba a clavar mi pirulón-supositorio en su tierno popó de niñita…
Se quedó súper quieta, temblando y aguantando la respiración…
La sujeté con fuerza de la cadera con mi mano izquierda, y tomando firmemente mi pirulón con la mano derecha, empecé a empujar hacia adelante…
Y lentamente…
Muy lentamente…
El popó se le empezó a abrir…
La pobre Paulita gimió y chilló desesperada… Y mordió y rasguñó la almohada, casi como tratando de rajarla, sintiendo cómo el popó se le abría con la lenta penetración de la cabeza…
El popó se le abrió más… Y más… Hasta que la cabeza de mi pirulón pasó entera el primer esfínter…Y ahí me detuve. Al sentir la cabeza entera dentro de su popó, ella emitió un bramido gutural, como un animalito salvaje…
Siempre sujetándola con fuerza la cadera, retrocedí suavemente hasta que la cabeza salió entera de su popó. De nuevo empujé hacia adelante, el ano se le abrió poco a poco y la cabeza volvió a entrar, hasta pasar otra vez el primer esfínter. Ella gimió y mordió y arañó las almohadas como con desesperación.
Volví a retroceder lentamente, y por tercera vez empujé y la penetré hasta que la cabeza pasó de nuevo el primer esfínter. Más gemidos, quejidos y rasguños desesperados.
Empecé a repetir esta penetración una y otra vez, siempre muy lenta y suavemente, y siempre pasando sólo el primer esfínter con la cabeza. La pobre Paulita gemía y se estremecía con cada penetración como si fuera a desmayarse. Yo sabía que si me mantenía sólo abriéndole el primer esfínter, no sentiría ningún dolor sino sólo placer. Incluso, como la Paula era súper laxa, aunque hubiera tratado de oponerse, la penetración hasta pasar el primer esfínter habría sido totalmente suave e indolora. Pero más encima, la linda e inocente Paulita estaba más caliente que una olla hirviendo y quería y deseaba ser penetrada por el popó hasta el fondo, y ella misma empujaba hacia atrás y abría el orificio sin ninguna inhibición.
Otro pequeño paréntesis técnico: El primer esfínter es controlado en forma consciente por las niñas; el segundo esfínter no es controlado conscientemente por ellas, pero si la niña está realmente excitada y deseosa, aunque sienta mucho sustito de ser penetrada por el popó, el segundo esfínter también se le relajará totalmente, con los estímulos apropiados del “supositorio”.
Por eso, y como mi linda Paulita era súper laxa, estoy seguro que podría haberla penetrado de una, y el pirulón-supositorio le habría entrado entero y hasta el fondo del popín, casi sin esfuerzo. Pero como era primeriza, tal vez podría haber sido demasiado, y yo quería que gozara y disfrutara, pero sin llegar demasiado rápido al máximo del sufrimiento y placer anal sadomasoquista… Así es que seguí metiéndole el pirulón-supositorio una y otra vez, pero sólo haciendo que la cabeza pasara el primer esfínter. Y con cada avance ella emitía una especie de sollozo ahogado, gutural, de puro placer, abrazada a su peluche y con la cabecita hundida en las almohadas.
Después de un buen rato pasando sólo el primer esfínter, decidí punzar un poco el segundo esfínter, a ver cómo respondía.
Retrocedí hasta salir de su popó. Con la mano derecha le puse la cabeza del pirulón-supositorio bien centrada en el ano, la sujeté con fuerza de la cadera y empujé lentamente hacia adelante. El primer esfínter se le abrió sin resistencia alguna, mi linda Paulita ya estaba completa y totalmente relajada. Ella ahora ni siquiera gemía, sino que hacía unos sonidos ahogados y extraños, como agónicos.
Seguí empujando, y el pirulón-supositorio siguió entrando lentamente, hasta que sentí el segundo esfínter. La pobre Paula se estremecía con estertores cada vez más descontrolados, a medida que mi pirulón-supositorio entraba más y más profundo en su popó. Y tal como sospechaba, con toda la excitación y el deseo de ser penetrada por el popín, mi linda Paulita había relajado también el segundo esfínter, y como era súper laxa, al estimularlo con la punta del pirulón-supositorio, se abrió fácilmente como una flor, apretando apenas suavemente la punta de mi viril lanza.
Seguí empujando, y sentí cómo la cabeza pasó lentamente, milímetro a milímetro, el segundo esfínter de la bella Paulita… La pobre emitió un gemido terrible, y se estremeció con una convulsión violenta… Se puso tensa un instante, sentí que pulsaba el popó con unas rápidas contracciones… Y se relajó en un océano de placer…
¡Primer orgasmo anal de mi linda Paulita!
Me detuve, y por un rato mantuve el pirulón-supositorio en esa posición, moviéndolo suavemente dentro de su popó, para maximizar sus sensaciones de sometimiento y sumisión total…
Y ella balbuceaba y gemía y se quejaba y parecía que sollozaba descontroladamente, retorciéndose de placer…
Retrocedí muy lentamente, hasta que la cabeza salió del segundo esfínter, y lentamente empujé de nuevo hasta que la cabeza abrió y pasó de nuevo este segundo anillo. Y otra vez la pobre Paula se puso tensa, gimió como un animal salvaje y se estremeció descontroladamente… Para la pobre Paulita, el estímulo de abrirle el segundo esfínter era como una explosión atómica del más intenso placer erótico que había sentido jamás…
Repetí el procedimiento varias veces, retrocediendo lentamente pero sin salir del primer esfínter, y volviendo a penetrarla hasta pasar el segundo. Y cada vez que la cabeza del pirulón-supositorio pasaba el segundo esfínter, ella gemía como loca y se estremecía entera… y en esa posición, le movía la lanza dentro del popó, con movimientos lentos y voluptuosos, y ella gemía y mordía y rasguñaba las almohadas hasta casi rasgarlas…
Estaba sufriendo y disfrutando como jamás en su vida…
Después de un largo rato con este lento y suave mete-saca, al final de un avance, mantuve mi pirulón-supositorio dentro de su popó, y con la cabeza entera pasado el segundo esfínter, me agaché sobre ella, le acaricié el pelito y le dí un beso en la mejilla. La bella Paulita giró la cabeza y le dí un beso en la boca. Estaba roja como tomate, con la carita mojada de transpiración y con lágrimas en los ojitos… ¡Pero onda súper relajada, toda regalona y feliz!
Le revolví suavemente el pirulón-supositorio en el pompi, y le pregunté al oído:
“¿Te gusta?”
“Ayyyy… Síiiiiiiiiiiii… Me duele, pero me gusta… Me gusta demasiado… Es un dolor riiiicooooooo…”
“¿Te gusta que te haga sufrir por el popó?”
“Síiiiiii… mucho…”
Wow… ésto me daba la oportunidad perfecta para seguir con la onda de la “Alumna” y su sádico “Guía y Maestro”, y prepararla para la penetración hasta el fondo…
“Pero eso significa que hasta ahora no has sufrido demasiado… Y mi deber como tu Guía, Amo y Maestro, es hacerte sufrir al máximo, tal como lo ofreciste en pago por tus pecados, como buena Alumna… Y debes cumplirlo…”
“…Ayyy… sí sé… sí sé…”
“Entonces… Ahora sí que vas a sufrir al máximo este castigo y penitencia, como te mereces… Porque te voy a penetrar hasta el fondo… Y voy a acabar dentro de tu popó”
“Oooohhhh…”
“¿Lo deseas…?” le susurré al oído.
“Tú sabes que sí…” me respondió, con un susurro apenas audible… Y me miró con pasión y se mordió el labio inferior… ¡Mi linda Paulita estaba lista para sufrir la penetración anal al máximo, hasta el fondo!
Le dí un suave beso en los labios y le susurré en el oído: “Prepárate…” Ella se abrazó muy regalona a las almohadas y su peluche, y hundió su carita.
Me incorporé, y comencé a retroceder lentamente… sentí cómo la cabeza salía del anillo del segundo esfínter… y seguí retrocediendo suavemente hasta que salí del primer esfínter. La Paula gimió y se quejó y meneó el potito, como protestando por haberla abandonado… Le miré el rosado ano, y ella lo abría y lo cerraba a voluntad… ¡La bella e inocente Paula había aprendido a abrir y relajar totalmente su tierno popó de niñita cuica…!
Le puse la punta de la cabeza bien centrada en el pompi. Sentí cómo ella trataba de abrir el ano al máximo, deseando el ataque de mi gruesa lanza.
La tomé con fuerza de las caderas, empujé y le metí lentamente el “supositorio” hasta que la cabeza pasó el primer esfínter. Ella gimió y se estremeció enterita con la penetración.
Me detuve un instante, y de nuevo empujé, con suavidad pero sin piedad, hasta que la cabeza del caliente “supositorio” topó el segundo esfínter. Sentí el anillo alrededor de la punta, y seguí empujando, lento y suave, pero sin detenerme. El segundo esfínter se le abrió sin presentar ninguna resistencia, y la cabeza pasó lentamente, hasta que el anillo quedó apretando blandamente el tronco detrás de la cabeza. Ella gimió y rasguñó las almohadas y lloriqueó como niñita chica. Repetí el lento y sádico mete-saca de la cabeza, pasando el segundo esfínter varias veces, y el pirulón le entraba con una facilidad increíble. La pobre temblaba y se estremecía con estertores y gemidos agónicos cada vez que la cabeza pasaba su segundo esfínter… Los laxos esfínteres de mi preciosa Paulita ya estaban totalmente relajados y abiertos… Sí… Ya estaba lista para ser penetrada hasta el fondo…
Con la cabeza de mi pene justo dentro de su ano, entre ambos esfínteres, la tomé con fuerza de ambas caderas… Ella adivinó que ahora sí la empalada sería sin piedad, hasta el fondo…. Se aferró desesperadamente a las almohadas, preparándose para la cruel embestida… Y comencé a empujar…
La cabeza abrió sin esfuerzo el segundo esfínter… La bella Paulita soltó un largo y agónico “¡¡¡MMMMMMMMMM…!!!”
Pero esta vez no me detuve… Tomándola con fuerza de ambas caderas, seguí atrayéndola hacia mí… Y mi pene siguió entrando lentamente en su bello popó… milímetro a milímetro…
Y entró…
Y entró…
Y entró…
Más y más profundo…
La pobre Paulita sollozaba descontroladamente, entre estertores y temblores que la estremecían de pies a cabeza, arañaba y mordía las almohadas y el peluche, balbuceaba quejidos, chillaba y hundía la cara en las almohadas y soltaba unos bramidos ahogados, agónicos… La nuca, los hombros, la espalda y los bracitos se le pusieron brillantes de transpiración… Gotitas de transpiración mojaban su frente y corrían por su carita, confundiéndose con las gruesas lágrimas de sus desconsolados y desesperados sollozos…
Pero yo, su cruel Guía Confesor, Amo y Maestro, decidido a cumplir mi promesa, no me detenía, y la seguía penetrando por el popó, cada vez más profundo…
Veía cómo el ano se le abría más y más, a medida que la penetraba… Sentía el anillo del primer esfínter deslizarse lentamente alrededor del tronco de mi pene, pasando un tercio… y la mitad… y dos tercios… acercándose lentamente a la base, a medida que entraba más y más profundamente en su popó…
Las redondas y tersas nalgas de la Paulita comenzaron a apretarse contra mi bajo vientre…
Ella seguía balbuceando gemidos inteligibles, entre sollozos, ahogos e hipidos…
Sádicamente, seguí apretándola contra mí, y empujando hacia adelante…
Sus cachetes ya estaban pegados a mi bajo vientre, pero mi pene todavía seguía entrando… Mantuve la presión, y sentí cómo lentamente, entraban hasta los últimos milímetros de la cruel estaca…
Y finalmente, tras esta lenta, cruel y sádica empalada, el popó de mi preciosa “Alumna” quedó totalmente pegado a mí…
Sus piernas temblaban, pegándose a las mías, y sentía cómo su ano, abierto al máximo, pulsaba y apretaba ligeramente mi pene en la mismísima base…
¡Mi pirulón-supositorio estaba entero dentro del popó de mi bella y aristocrática Paulita…!
La pobre Paula, entre sollozos, soltaba unos gemidos y quejidos como berridos desesperados, y se estremecía con unos estertores tan violentos, que pensé que se iba a desmayar…
La mantuve así un buen rato, con mi pirulo entero dentro de su popó, moviéndolo suavemente hacia los lados y en forma circular, y con unos suaves mete-saca que la hacían balbucear unos gemidos guturales, inteligibles, casi como maullidos de una verdadera gatita salvaje… La pobre temblaba descontroladamente, entre hipidos y sollozos ahogados… y rasguñaba y mordía las almohadas con tanta desesperación, que pensé que les iba a rajar la funda… Me concentré en el lento y suave punteo, hasta que en un último avance, sentí el calor de un súper potente orgasmo subiendo por mi cuerpo, y acabé y le mandé chorro tras chorro de semen en lo más profundo de su popó…
La linda Paulita sintió mis espasmos con cada chorro de líquido caliente que inyectaba en sus entrañas, y empujó el popó para atrás con toda su fuerza, clavándose mi pirulón-supositorio al máximo, y soltó un agónico “OOOOHHHHH…” Y también acabó con un último orgasmo, tan intenso, que cuando dejó caer la cabeza y hundió la cara en las almohadas, parecía que había quedado inconsciente.
Cuando acabé dentro de ella, yo sabía que se le iban a doblar las rodillas e iba a colapsar sobre la cama, así es que me agaché sobre ella, la abracé y lentamente colapsamos juntos. Así evité que el pirulón retrocediera de golpe y se le saliera del popó.
Le dí un besito en el cuello. Ella seguía colapsada, con la carita hundida en las almohadas. Giró la cabeza, tenía la cara brillante y roja como tomate, con la frente empapada de sudor… Y gruesas lágrimas le corrían por las mejillas. ¡Mi pobre Paulita había llorado de verdad!
Nos besamos largamente, ella con la cabecita girada hacia mí y todavía abrazada a su peluche y a las almohadas, yo sobre su espalda, abrazándola con ternura, y con mi pirulón-supositorio todavía clavado profundamente en su popó.
Después de un buen rato regaloneándola, me incorporé lentamente, manteniéndome pegado a ella, sin sacarle el pirulón del popín. Tomé la toalla con una mano y la tomé de una cadera con la otra, y comencé a retroceder muy lentamente. Poco a poco le fui sacando la lanza del pompi… La cabeza abandonó el segundo esfínter, que pareció contraerse ligeramente. Me sujeté el pirulón con la mano izquierda, y justo antes que terminara de salir, puse la toalla por debajo. Cuando terminó de salir entero, le pasé la toalla suavemente por el popó de abajo hacia arriba, para evitar que algo de semen pudiera gotear hacia la vagina. El ano se le cerró como si nada hubiera pasado, y en la toalla se notaba sólo algo de crema, y nada de semen.
El macho siempre debe acabar bien profundo en el popó de su niña, esto es súper importante para evitar que algo de semen pueda salir del popó. Como había acabado con mi pirulo clavado hasta el fondo del popó de la Paulita, lo de la toalla húmeda en realidad no era muy necesario, pero conociendo lo importante que era este tema para ella, era mejor tomar todas las precauciones posibles.
Me limpié el pirulón con la misma toalla y me puse los briefs y los jeans. Ella seguía colapsada sobre las almohadas en el borde de la cama, muy abrazada a su peluche y con el potito paradito en el aire.
“Ayyyy… No me puedo mover… Me dejaste agotada… Sin fuerzas…”
Me acerqué, le acaricié el pelo y le dí un beso en la boca.
“Ahora sé lo que sintió esa pendex… Con razón gemía y chillaba y lloriqueaba tanto… Tú también me hiciste llorar… ¡Hiciste que se me cayeran las lágrimas…! ¡Negro malo…!”
“Pero gozaste sufriendo, ¿O no, amor?”
“Siiiii… negro malo… Me hiciste gozar… Me dolió pero me gustó… ¡Eres un malvado! ¡¡¡Hiciste que me gustara sufrir por el popó, negro sádico…!!!”
Me acerqué y le susurré en el oído: “Te dije que te iba a hacer gozar sufriendo… y sufriste y gozaste hasta las lágrimas…”
“Ay… Síiiii oohhh… Se me cayeron las lágrimas por todo lo que me hiciste sentir… Es que me excitaste demasiado… Como que perdí el control… Esa sensación de que me estabas como castigando… Como sometiéndome con cariño pero por la fuerza… como que estabas siendo súper tierno pero al mismo tiempo súper sádico y malo conmigo… Es tan excitante… Tan sadomasoquista… Me gustó demasiado… Me hiciste sufrir y gozar como loca… ¡Malo…! Ahora no me puedo ni moveeeeeeer…”
“Jajaja… Está bien, porque si no me equivoco, ofreciste este “sacrificio” en pago por tus pecados… Así que pagaste igual que la pendex de tu colegio… ¡Y sigues siendo virgen!”
“Ay… Síiiiii… Tenías razón… Es bacán… ¡Oye, malvado, ahora me voy a hacer adicta al sexo anal…!”
“Bueno, tú ya sabías harto del tema… Te faltaba puro practicar con un negro depravado como yo…”
La Paula se incorporó lentamente, me abrazó y me dio varios besitos, mientras me decía:
“Sí… Me faltaba este negro caliente… Ahora mi popó es todo tuyo…”
El popó le quedó un poco irritado, como buena primera vez, pero al otro día ya se le había pasado, y puro quería jugar de nuevo al “Confesor cruel y sádico” y la “Alumna sumisa y obediente”, y que le volviera a poner el manso supositorio. Por si acaso, para asegurarme que se recuperara bien, le dije que mejor esperáramos un día más para la segunda sesión.
Y en esa segunda sesión, se sacó toda la ropa, y bien piluchita la puse en cuatro patitas arriba de su cama, se abrazó bien regalona a su almohada y a sus peluches y paró bien el popín, yo me puse detrás de ella y repetí el ritual de la cremita y las palmadas, y cuando ella ya no quería más de ansiosa y cachonda, la penetré lenta y suavemente por el popó hasta el fondo, y se volvió completamente loca…
Como la Paulita era hiper laxa, a pesar de ser apenas su segunda vez, los esfínteres anales se le abrieron y se le relajaron totalmente apenas sintió la punta de mi pirulón en su popó… así que casi sin esfuerzo, pero igual lentamente… suavemente… milímetro a milímetro… le metí el pirulón-supositorio entero… Hasta el fondo… Y ella gimió y se estremeció y sollozó y acabó varias veces con violentas convulsiones y estertores de sufrimiento y placer… Los dos perdimos la noción del tiempo… Y cuando finalmente acabé dentro de ella, fue uno de los orgasmos más potentes e increíbles que he tenido en toda mi vida…
Y así fue como la linda e inocente Paulita aprendió a gozar sufriendo… con el acto sexual más prohibido, cruel, voluptuoso y erótico que existe…
Pololeamos intensamente todo mi último año en la U, y le gustaba que le diera duro por el popín por lo menos una vez por semana, y a veces más seguido, a pedido de ella misma. La bella y aristocrática Paulita fue la más sumisa y obediente esclava anal que pudiera haber imaginado jamás. Y tal como le había prometido, nunca perdió la virginidad ni quedó embarazada.
Y no es mucho más lo que les puedo contar, especialmente a mis niñas lectoras… por protección de la identidad de mis ex.
Espero que mis niñas lectoras hayan disfrutado este relato, casi tanto como disfrutó la protagonista… Y ahora, niñas… Búsquense un negro caliente y depravado como yo… Que las haga sufrir y gozar…
¡Por el popó!
El momento había llegado. Era obvio que mi linda Paulita estaba excitada al máximo y lista para sufrir y gozar con mi “supositorio” en su bello y sensual popó de niñita… Así que me separé suavemente de ella, me paré del sillón, tomé la crema Nivea, la tomé de la mano, la ayudé a ponerse de pie y le dije “Vamos”, sin darle opción a que se opusiera. Y partí con ella a su pieza…
No necesité decir nada más, ella sabía muy bien lo que íbamos a hacer… Ahora ella sería la alumna candidata a novicia, y yo su cruel y sádico guía confesor…
La pobre iba haciendo pucheros como niñita chica, susurrando “Pucha ooohhh… pucha ooohhh…”, retorciéndose entre el deseo y el susto… pero dejándose llevar, sin oponer resistencia…
Camino a su pieza, pasé por el baño y tomé una toalla limpia. La empapé con agua caliente y la estrujé para que quedara humedecida. Ella miraba y se mordía las uñas nerviosamente. “Oye… ¿Para qué es la toalla…?” me preguntó con un hilo de voz, muerta de susto. Me acerqué y le dije al oído “Para tu popó… cuando terminemos”. Hizo un puchero como guagüita y se mordió el labio inferior.
La llevé de la mano hasta su pieza. Dejé la crema Nivea y la toalla sobre la cama y miré la hora en el reloj de su velador. Faltaban más de tres horas para que llegara su mamá del trabajo, así es que teníamos tiempo de sobra para una buena sesión de iniciación en el voluptuoso arte de la subyugación anal…
Nos besamos apasionadamente, de pie a un costado de su cama, ella con sus brazos en mis hombros y yo tomándola de la cintura y acariciándole el pompi. Ya le había desabrochado los jeans y le había abierto algo el cierre cuando estábamos en el sillón del living, así es que me separé ligeramente de ella y lentamente terminé de abrírselo. Seguía gimiendo como niñita chica mientras nos besábamos. Tenía los ojitos cerrados y los brazos como sin fuerza, y como que le temblaban y se le doblaban las rodillas… Mi preciosa Paulita trataba de oponerse, pero en el fondo ya estaba rendida…
La dí vuelta para que quedara de frente a la cama, conmigo abrazándola por detrás.
Entre gemidos y pucheros, y con los ojitos entrecerrados, seguía susurrando “Pucha ooohhh…”
Entonces, sin hacer caso de sus gemidos y protestas, le tomé los jeans por los lados, metiendo mis pulgares entre los calzones y sus caderas, y lentamente comencé a bajarle los jeans y los calzones juntos… Ella me tomó las manos, y parecía que se retorcía entre el impulso de tratar de detenerme, y el deseo de ayudarme a bajárselos… Se los bajé un poco, exasperantemente lento, desplazando mis manos de adelante hacia atrás, sólo hasta que comenzó a aparecer la hendidura entre aquellas blancas y perfectas redondeces…
Me detuve un momento, la abracé y ella giró la cabeza, y manteniéndome pegado detrás de ella, nos dimos un tierno beso con lengua… Ella suspiró profundamente con los ojos cerrados y me mordió ligeramente el labio inferior…
Me separé un poco hacia atrás, le tomé la nuca con la mano izquierda y le bajé la cabeza hacia adelante, y simultáneamente le metí la mano derecha por detrás y le hice cosquillitas con mis dedos en la hendidura del popó, pero sin llegar al rosado orificio, que estaba todavía protegido por los jeans y los calzoncitos, los que aún cubrían la mayor parte de su sensual popín… Ella se quejó, pero como que ya no podía resistirse a la excitación y el deseo… Seguía con los ojitos cerrados, respirando entrecortado…
Le tomé de nuevo los jeans y los calzones por los lados de las caderas y seguí bajándoselos lentamente, esta vez sin detenerme, hasta que todo su precioso popín quedó al aire, expuesto y vulnerable… Y ella ya no opuso ninguna resistencia…
La volví a abrazar tiernamente por detrás, ella se apretó a mí y me tomó los brazos… Solita giró la cabeza y me besó en la boca… Yo la besé en el cuello y le acaricié las tetitas… ella pegó su popín desnudo al bulto en mis pantalones… y lo movió de lado a lado, como buscando sentir el bulto en su hendidura… Como tratando de sentir el duro y caliente “supositorio” que le iba a clavar en su popó…
Mientras ella frotaba su popó contra mi bulto, le desabroché uno a uno los botones de la blusita. Ella sola se sacó la blusa y la dejó en la cama. Le desabroché el sostén en la espalda y ella se lo sacó y lo dejó sobre la blusa. Yo me desabroché la camisa y me la saqué. La abracé y le acaricié suavemente los pezones… y ella me acarició el bulto con una de sus manitos…
Entonces, poniendo mis labios en su oído, susurré en voz baja pero con firmeza:
“Ahora yo voy a ser tu Guía, tu Amo y tu Maestro… Y tú vas a ser mi Alumna, sumisa y obediente… ¡Agáchate y prepárate para ser sometida…!”
La pobre Paula tembló enterita con mi orden, e hizo un pequeño puchero… Me separé un poco de ella, le tomé suavemente la nuca por detrás con mi mano izquierda y la cadera con mi mano derecha, y comencé a bajarle la cabeza hacia adelante, obligándola a agacharse sobre la cama… Y ella, ya totalmente rendida, se inclinó hacia adelante hasta apoyar las manos en la cama, dejando bien paradito su popó desnudo.
¡Qué potito más precioso…! Era aún más bello y sensual que lo que se podía adivinar por encima de sus jeans apretados.
A la Paula le gustaban los peluches, y yo ya le había regalado varios que ella había puesto en la cabecera de su cama. Tomé uno de sus peluches y dos almohadas y se los pasé para que los abrazara. Ella abrazó su peluche y hundió la cara en las almohadas, apoyando los codos sobre la cama. ¡La preciosa Paulita estaba lista para sufrir y gozar con el más erótico, depravado y voluptuoso acto sexual!
Viendo a la Paula en esa posición, agachada sobre la cama, abrazando las almohadas y su peluche, parando el potito, temblando de excitación y lista para que este negro sádico la penetrara por el popó … Yo ya no podía más de caliente… ¡¡El bulto me dolía dentro del pantalón de tan duro que tenía el “supositorio”…!!
Pero tenía que controlarme… Sí, porque esta preciosura no sólo era primeriza… Esto era algo demasiado especial… Esta ricura, recién egresada de uno de los colegios más católicos, más cartuchos y cuicos de Santiago, como ya les conté, pertenecía a una de las familias más aristocráticas del país, formada en un ambiente ultra conservador, y por supuesto totalmente virgen… En circunstancias normales, siquiera pensar en la posibilidad de meterle mi pirulón por el popó a una pendex recién egresada de ese colegio tan cuico y cartucho habría sido ridículo, absurdo, una fantasía sexual totalmente imposible…
Y sin embargo, aquí está ella, con los jeans y los calzones abajo, a poto pelado, agachada en el borde de su cama, parando bien el potito y abrazando tiernamente a su peluche, tiritando de excitación y de sustito, lista para que yo le ensarte mi grueso y duro “supositorio” en su tierno popó de niñita…
Y por extraño que parezca, todo gracias a que no quería perder la virginidad, y a que en su colegio escuchó una sesión de penitencia que jamás debería haber escuchado, en la que un cura le puso el mismo “supositorio” en el popó a una alumna candidata a novicia…
Esta era la primera vez que le iba a poner mi “supositorio” en el popó a una pendex así de aristocrática… Me acordaba de la Princesa Rusa y del primo que le dio duro por el popín hasta que ella se desmayó de placer… ¡Pero no! Por muy caliente, excitada y ansiosa que estuviera mi Paulita… Iba a tener que aplicar toda mi experiencia y todo lo aprendido… Para asegurarme que gozara y disfrutara cada segundo, con una mezcla perfecta de placer y dolor… Para demostrarle a mi preciosa Paulita el verdadero secreto del arte del sexo anal: Que el máximo placer sexual de una niña, independiente de su estatus social, lo alcanza cuando su macho caliente y dominante, la somete y la penetra lentamente por el popó… Y ella aprende a someterse completamente, en cuerpo y alma… y a gozar y disfrutar intensamente con el sufrimiento de la más erótica y voluptuosa sumisión sexual…
Obviamente esos curas confesores conocían bien este arte, y sabía hacerlo súper bien, por algo la pendex quedó feliz después de la penitencia… Y obviamente, la Paula ya sabía que las pendex lo pasaban bomba cuando los curas las penetraban por el popó… O sea, el desafío era grande: Yo iba a tener que hacerla sufrir y gozar por el popó hasta volverla loquita, igual que los curas con las alumnas… Sí, iba a tener que sacarle lágrimas y sollozos poniéndole mi supositorio en su popó… Pero de forma tal, que al final mi Paulita quede toda feliz y regalona, igual que esa pendex futura novicia… ¡Esos curas no podían ganarme…!
Tomándola de las caderas, me acerqué lentamente y me agaché sobre ella hasta que mi boca quedó en su oído. Ella sintió el bulto de mi pantalón presionando su desnudo popó, y como que se abrazó con más fuerza a su peluche, con la carita hundida en las almohadas. La pobre Paulita estaba tiritando entera…
Suavemente, le susurré en el oído:
“Eres una niña absolutamente preciosa, amor… Tienes un cuerpo y un popó bellísimos…Sí, mi alumna es la niñita más linda, la más tierna y dulce de todas…”
“… G-gracias…” me respondió, con la voz entrecortada y ahogada en las almohadas.
Le acaricié el pelo y le dí un beso en la mejilla. Me incorporé y me separé levemente de ella. Tomé el pote de crema Nivea, lo abrí y lo puse sobre la cama. Ella giró la cabeza para ver lo que yo estaba haciendo, y se mordió el labio inferior. Metí dos dedos de mi mano derecha en el pote y los saqué con harta crema. Se los mostré, y con un movimiento exageradamente lento, los acerqué a su popó, diciéndole muy serio y con voz grave:
“Ahora yo, tu guía, amo y maestro, voy a preparar a esta dulce, preciosa e inocente alumna para la terrible penitencia a la que la voy a someter… ¡Sin piedad!”
Al escuchar esta sentencia, la pobre Paulita hizo como un falso lloriqueo y me miró mordiéndose los labios…
La tomé de la cadera con la mano izquierda. Suavemente le introduje los dedos con crema en la hendidura entre las nalgas. Ella me seguía mirando, y dio un saltito al sentir la crema fría. Lentamente, comencé a subir y bajar por la hendidura moviendo los dedos hacia los lados, esparciendo la crema, siempre tomándola firmemente de la cadera con mi mano izquierda. A propósito, me demoré una eternidad en que mis dedos llegaran a rozar ligeramente su rosado ano. Y cuando por fin le rocé el orificio, dio un pequeño respingo, soltó un gemido y se aferró a su peluche.
Le acaricié ligera y suavemente los rosados labios del pequeño hoyuelo, y ella suspiró profundo varias veces y crispó las manitos en las almohadas.
Subí con mis dedos muy lentamente por la hendidura, hasta salir totalmente. Unté mis dedos con más crema, y con un movimiento ultra lento, volví a metérselos por el centro de la hendidura. Y otra vez subí y bajé entre los cachetes muy lentamente, milímetro a milímetro, hasta que le rocé el ano. De nuevo dio un respingo y soltó un ligero gemido. Pero esta vez le mantuve los dedos en el pequeño orificio, acariciándolo suavemente con la crema, con movimientos circulares ultra lentos y suaves, combinando estas suaves caricias con unas ricas cosquillitas directamente en el rosado hoyuelo. Simultáneamente, con la otra mano, le acaricié el pelito y la nuca y bajé muy suavemente, acariciándole toda la espalda, con mucho cariño y ternura.
Ella hundió la cara en las almohadas y se puso a hacer pucheros como niñita chica. Sentía que apretaba y relajaba el ano, como deseando que mis dedos entraran pronto por esa puerta prohibida. Pero yo seguía acariciándole suavemente los labios del rosado orificio, con lentos movimientos arriba-abajo y hacia los lados, separándole ligeramente las nalgas, y esparciendo bien la crema en el orificio y todo alrededor del mismo, y con la otra mano acariciándole toda la espalda, los hombros, el cuello y la nuca, maximizando su sensación de ternura, cariño y bienestar, para que se relajara totalmente.
La bella y aristocrática Paulita, abandonando todas sus inhibiciones de niñita cuica, se retorcía de excitación y placer, gimiendo y haciendo pucheros con la cara hundida en las almohadas.
Y una vez más le saqué lentamente los dedos de la hendidura, los volví a untar con crema en el pote, y volví a repetir todas las caricias y cosquillitas, bajando y subiendo poco a poco por la hendidura entre los cachetes, hasta rozarle ligeramente el ano. Y ahí me mantuve un largo rato, jugando con mis dedos en su popó, haciéndole cosquillitas en el delicado orificio, acariciándole y lubricándole suavemente el hoyuelo con la crema, mientras sentía cómo aumentaba la excitación y ansiedad de la pobre Paulita, que hundía la cara en las almohadas y gemía y apretaba su peluche entre quejidos y pucheros.
Lentamente, le saqué los dedos de la hendidura y le acaricié las perfectas redondeces, esparciendo los restos de crema sobre la tersa y blanca piel de aquel precioso popín.
Y sin previo aviso, le dí una buena palmada en uno de los cachetes.
“¡¡AYYYYYYYY…!!” se quejó ella, girando la cabeza y mirándome de reojo, con una mirada de sorpresa y haciendo un puchero como de niñita castigada…
De nuevo le introduje los dedos lentamente entre las nalgas, le acaricié el ano y le hice cosquillitas con la punta de un dedo. Ella hizo otro puchero y hundió de nuevo la cara en las almohadas.
Y otra vez, le retiré mi mano y le dí una fuerte palmada en el otro cachete.
“¡¡AYYYYYYYYY…!!” volvió a quejarse la Paula, pero no me miró, sino que se quedó quieta, bien abrazada a la almohada, como expectante, temblando enterita.
Le metí los dedos entre las redondeces y le acaricié suave y voluptuosamente el ano. Pero esta vez ella no hizo ningún puchero, sino que suspiró profundo y dijo “Mmmmmmm….”, abrazándose fuertemente a su peluche y a las almohadas.
Le saqué los dedos de la hendidura y le acaricié las nalgas. Y le dí dos fuertes palmadas, una en cada cachete. “¡MMMMMMM…! ¡MMMMMMMM!” se quejó ella con la cara hundida en las almohadas. Y de nuevo se quedó quieta, ansiosa y expectante, temblando de pies a cabeza.
Una vez más unté mis dedos con crema y le acaricié suavemente el hoyuelo del popó. Ahora sentía en mis dedos que lo relajaba y lo abría y cerraba mucho más que al principio. Sintiendo mis caricias y cosquillitas, ella balbuceaba unos gemidos ininteligibles, ahogados en la almohada.
Le saqué los dedos del popó y le acaricié cariñosamente el pompi. Tenía los cachetes rojos con las palmadas. Ella temblaba casi descontroladamente. Repetí varias veces el ritual de cosquillitas con crema en el popó, alternadas con fuertes palmadas en sus nalgas. Y entre caricias y palmadas, subía mis manos acariciando toda su espalda, abrazándola tiernamente, besándole la espalda, acariciándole los pechitos y pellizcándole muy suavemente los pezones.
Después de varias repeticiones de este ritual de “tan tan en el poto”, besos en la espalda, suaves pellizcos en sus pezones y cosquillitas en su ano, me acerqué y le dije al oído:
“Ahora mírame…”
Ella giró la cabeza y me miró, con los ojitos entrecerrados.
Con movimientos deliberadamente lentos, me abrí el cierre, me bajé los jeans y mis briefs, tomé mi duro y enhiesto pirulo y se lo mostré, blandiéndolo frente a ella como una lanza amenazante…
Al ver el verdadero “supositorio” que le iba a poner en su popó, la pobre Paulita hizo un puchero y un lloriqueo como de niñita chica, aunque fué como un lloriqueo falso, de puro nervio… Y no se movió, simplemente se abrazó más fuerte a las almohadas y a su peluche, y me quedó mirando entre fascinada y aterrorizada, temblando y estremeciéndose al escuchar lo que yo le decía:
“Este es el instrumento de tu castigo y penitencia, amor… Este es el supositorio que YO, tu Guía, Amo y Maestro te voy a poner en el popó a TI, mi bella e inocente alumna… Míralo bien, amor… Mira bien todo su largo y grosor… Y prepárate… Porque con este supositorio, vas a ser castigada, subyugada y sometida por el popó… ¡Hasta el fondo!”
Tomé el pote y con movimientos exageradamente lentos, me eché crema en toda la cabeza y en todo el tronco del pirulón-supositorio, hasta la base… Con ésto, le estaba dando a entender claramente que no le iba a meter la pura puntita en su popó… sino que le iba a poner el supositorio entero… Hasta la base…
Y ella entendía perfectamente bien la insinuación, porque me miraba el pirulón y se mordía el labio inferior, y hacía como hipidos y pucheros, y se le entrecortaba la respiración, como con ahogos de excitación y susto…
La tomé de la cadera con mi mano izquierda, blandiendo el “pirulón-supositorio” con mi mano derecha. Ella seguía mirando hacia atrás con carita de terror. Le apreté la cadera con firmeza, y comencé a acercarle la cabeza del “pirulón-supositorio” al popó.
Siempre con la mano izquierda en su cadera, apoyé suavemente la cabeza del pirulón-supositorio contra la parte central de la hendidura entre las blancas y tersas nalgas. Ella dio un saltito al sentir el contacto. Y ya totalmente entregada y dispuesta al sacrificio, murmuró en un susurro apenas audible:
“Ooohhh… Dios mío… te ofrezco… esta penitencia… en pago… p-p-por mis pecados…”
Y acto seguido, abrazó su peluche con fuerza, hundió la cabeza en la almohada, paró el potito y se puso a susurrar frases ininteligibles, temblando y tiritando de pies a cabeza…
Mmmmm… Esta pendex realmente se tomó en serio la tesis de los curas y las prenumerarias de su colegio, pensé. Pero, hey, si la hace feliz, ¿quién soy yo para discutirle? ¡Ahora con mayor razón tenía que satisfacerle hasta sus más profundos deseos anales!
Muy lentamente, comencé a meterle la cabeza en la hendidura entre las nalgas, separándolas hacia los lados y acercándome milímetro a milímetro al rosado ano de la bella Paulita.
Ella casi como que estaba aguantando la respiración, de pura ansiedad y nervios.
Y justo antes de llegar al ano, retrocedí un poco y seguí rozando y separando los cachetes hacia los lados, pero sin llegar a tocar el orificio prohibido.
La pobre Paula retorcía las manitos y apretaba su peluche, y susurraba cosas ininteligibles, con la cara totalmente hundida en las almohadas.
Subí por la hendidura, paseando juguetonamente la cabeza y separando las nalgas hacia los lados pero sin tocarle el ano, y repetí la operación de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba varias veces. La ansiedad de la pobre Paulita aumentaba más y más con cada pasada del pirulón-supositorio justo frente al ano, rozando y separando los cachetes, pero sin llegar a tocar el pulsante y deseoso orificio.
Y en una de las bajadas del pirulón-supositorio por la hendidura, rozando y separando ligeramente los cachetes, cuando estaba justo frente al pequeño orificio, moví el pirulón suavemente hacia los lados, separando las nalgas, y comencé a avanzar, acercándome cada vez más al pequeño y rosado ano. La Paula se quedó quieta, tensa y expectante, esperando ansiosamente sentir por fin la punta del pirulón-supositorio en su virgen orificio trasero.
Y esta vez la complací. Avancé lentamente, hasta que la cabeza tocó el hoyuelo.
Mi bellla e inocente “alumna” dió un respingo, soltó un gritito y se estremeció entera, al sentir la caliente cabeza tocando el delicado hoyuelo de su popó. Se aferró a las almohadas, y me pareció que trataba de relajar y abrir el ano ella misma, como para facilitar la penetración.
Pero en vez de penetrarla, comencé a rozarle y acariciarle el ano con la cabeza del pirulón-supositorio, con suaves y lentos movimientos ligeramente circulares, arriba-abajo y hacia los lados.
Sentía cómo crecía la desesperación de mi preciosa Paulita. Sentía cómo trataba de relajar y abrir el pequeño orificio, y meneaba ligeramente el popó hacia atrás como para tratar de clavarse el supositorio ella misma. Pero yo no la dejaba, sujetándola firme de la cadera y acariciándole juguetonamente los labios del ano con la punta de mi pirulón-supositorio, pero sin penetrarla ni un milímetro.
Hasta que en uno de los movimientos, le puse la cabeza bien centrada en el orificio, y empujé un poco, pero sólo un poco. El ano se le abrió ligeramente, y ella gimió con desesperación, estremeciéndose de pies a cabeza. Pero antes que la cabeza alcanzara a entrar, retrocedí y volví a los suaves y eróticos roces.
Jugué así con ella un buen rato, repitiendo lo mismo una y otra vez, como gato jugando con su ratoncita… Y ella se desesperaba cada vez más… Mi preciosa Paulita ya no podía más de excitación, ansiedad y deseos.
Hasta que en un momento en que la cabeza del pirulón-supositorio quedó perfectamente centrada en el ano de mi linda Paulita, sujeté la lanza en esa posición y no me moví más…
Ella supo de inmediato que el momento había llegado… Ahora sí… ¡Por fin…! Le iba a clavar mi pirulón-supositorio en su tierno popó de niñita…
Se quedó súper quieta, temblando y aguantando la respiración…
La sujeté con fuerza de la cadera con mi mano izquierda, y tomando firmemente mi pirulón con la mano derecha, empecé a empujar hacia adelante…
Y lentamente…
Muy lentamente…
El popó se le empezó a abrir…
La pobre Paulita gimió y chilló desesperada… Y mordió y rasguñó la almohada, casi como tratando de rajarla, sintiendo cómo el popó se le abría con la lenta penetración de la cabeza…
El popó se le abrió más… Y más… Hasta que la cabeza de mi pirulón pasó entera el primer esfínter…Y ahí me detuve. Al sentir la cabeza entera dentro de su popó, ella emitió un bramido gutural, como un animalito salvaje…
Siempre sujetándola con fuerza la cadera, retrocedí suavemente hasta que la cabeza salió entera de su popó. De nuevo empujé hacia adelante, el ano se le abrió poco a poco y la cabeza volvió a entrar, hasta pasar otra vez el primer esfínter. Ella gimió y mordió y arañó las almohadas como con desesperación.
Volví a retroceder lentamente, y por tercera vez empujé y la penetré hasta que la cabeza pasó de nuevo el primer esfínter. Más gemidos, quejidos y rasguños desesperados.
Empecé a repetir esta penetración una y otra vez, siempre muy lenta y suavemente, y siempre pasando sólo el primer esfínter con la cabeza. La pobre Paulita gemía y se estremecía con cada penetración como si fuera a desmayarse. Yo sabía que si me mantenía sólo abriéndole el primer esfínter, no sentiría ningún dolor sino sólo placer. Incluso, como la Paula era súper laxa, aunque hubiera tratado de oponerse, la penetración hasta pasar el primer esfínter habría sido totalmente suave e indolora. Pero más encima, la linda e inocente Paulita estaba más caliente que una olla hirviendo y quería y deseaba ser penetrada por el popó hasta el fondo, y ella misma empujaba hacia atrás y abría el orificio sin ninguna inhibición.
Otro pequeño paréntesis técnico: El primer esfínter es controlado en forma consciente por las niñas; el segundo esfínter no es controlado conscientemente por ellas, pero si la niña está realmente excitada y deseosa, aunque sienta mucho sustito de ser penetrada por el popó, el segundo esfínter también se le relajará totalmente, con los estímulos apropiados del “supositorio”.
Por eso, y como mi linda Paulita era súper laxa, estoy seguro que podría haberla penetrado de una, y el pirulón-supositorio le habría entrado entero y hasta el fondo del popín, casi sin esfuerzo. Pero como era primeriza, tal vez podría haber sido demasiado, y yo quería que gozara y disfrutara, pero sin llegar demasiado rápido al máximo del sufrimiento y placer anal sadomasoquista… Así es que seguí metiéndole el pirulón-supositorio una y otra vez, pero sólo haciendo que la cabeza pasara el primer esfínter. Y con cada avance ella emitía una especie de sollozo ahogado, gutural, de puro placer, abrazada a su peluche y con la cabecita hundida en las almohadas.
Después de un buen rato pasando sólo el primer esfínter, decidí punzar un poco el segundo esfínter, a ver cómo respondía.
Retrocedí hasta salir de su popó. Con la mano derecha le puse la cabeza del pirulón-supositorio bien centrada en el ano, la sujeté con fuerza de la cadera y empujé lentamente hacia adelante. El primer esfínter se le abrió sin resistencia alguna, mi linda Paulita ya estaba completa y totalmente relajada. Ella ahora ni siquiera gemía, sino que hacía unos sonidos ahogados y extraños, como agónicos.
Seguí empujando, y el pirulón-supositorio siguió entrando lentamente, hasta que sentí el segundo esfínter. La pobre Paula se estremecía con estertores cada vez más descontrolados, a medida que mi pirulón-supositorio entraba más y más profundo en su popó. Y tal como sospechaba, con toda la excitación y el deseo de ser penetrada por el popín, mi linda Paulita había relajado también el segundo esfínter, y como era súper laxa, al estimularlo con la punta del pirulón-supositorio, se abrió fácilmente como una flor, apretando apenas suavemente la punta de mi viril lanza.
Seguí empujando, y sentí cómo la cabeza pasó lentamente, milímetro a milímetro, el segundo esfínter de la bella Paulita… La pobre emitió un gemido terrible, y se estremeció con una convulsión violenta… Se puso tensa un instante, sentí que pulsaba el popó con unas rápidas contracciones… Y se relajó en un océano de placer…
¡Primer orgasmo anal de mi linda Paulita!
Me detuve, y por un rato mantuve el pirulón-supositorio en esa posición, moviéndolo suavemente dentro de su popó, para maximizar sus sensaciones de sometimiento y sumisión total…
Y ella balbuceaba y gemía y se quejaba y parecía que sollozaba descontroladamente, retorciéndose de placer…
Retrocedí muy lentamente, hasta que la cabeza salió del segundo esfínter, y lentamente empujé de nuevo hasta que la cabeza abrió y pasó de nuevo este segundo anillo. Y otra vez la pobre Paula se puso tensa, gimió como un animal salvaje y se estremeció descontroladamente… Para la pobre Paulita, el estímulo de abrirle el segundo esfínter era como una explosión atómica del más intenso placer erótico que había sentido jamás…
Repetí el procedimiento varias veces, retrocediendo lentamente pero sin salir del primer esfínter, y volviendo a penetrarla hasta pasar el segundo. Y cada vez que la cabeza del pirulón-supositorio pasaba el segundo esfínter, ella gemía como loca y se estremecía entera… y en esa posición, le movía la lanza dentro del popó, con movimientos lentos y voluptuosos, y ella gemía y mordía y rasguñaba las almohadas hasta casi rasgarlas…
Estaba sufriendo y disfrutando como jamás en su vida…
Después de un largo rato con este lento y suave mete-saca, al final de un avance, mantuve mi pirulón-supositorio dentro de su popó, y con la cabeza entera pasado el segundo esfínter, me agaché sobre ella, le acaricié el pelito y le dí un beso en la mejilla. La bella Paulita giró la cabeza y le dí un beso en la boca. Estaba roja como tomate, con la carita mojada de transpiración y con lágrimas en los ojitos… ¡Pero onda súper relajada, toda regalona y feliz!
Le revolví suavemente el pirulón-supositorio en el pompi, y le pregunté al oído:
“¿Te gusta?”
“Ayyyy… Síiiiiiiiiiiii… Me duele, pero me gusta… Me gusta demasiado… Es un dolor riiiicooooooo…”
“¿Te gusta que te haga sufrir por el popó?”
“Síiiiiii… mucho…”
Wow… ésto me daba la oportunidad perfecta para seguir con la onda de la “Alumna” y su sádico “Guía y Maestro”, y prepararla para la penetración hasta el fondo…
“Pero eso significa que hasta ahora no has sufrido demasiado… Y mi deber como tu Guía, Amo y Maestro, es hacerte sufrir al máximo, tal como lo ofreciste en pago por tus pecados, como buena Alumna… Y debes cumplirlo…”
“…Ayyy… sí sé… sí sé…”
“Entonces… Ahora sí que vas a sufrir al máximo este castigo y penitencia, como te mereces… Porque te voy a penetrar hasta el fondo… Y voy a acabar dentro de tu popó”
“Oooohhhh…”
“¿Lo deseas…?” le susurré al oído.
“Tú sabes que sí…” me respondió, con un susurro apenas audible… Y me miró con pasión y se mordió el labio inferior… ¡Mi linda Paulita estaba lista para sufrir la penetración anal al máximo, hasta el fondo!
Le dí un suave beso en los labios y le susurré en el oído: “Prepárate…” Ella se abrazó muy regalona a las almohadas y su peluche, y hundió su carita.
Me incorporé, y comencé a retroceder lentamente… sentí cómo la cabeza salía del anillo del segundo esfínter… y seguí retrocediendo suavemente hasta que salí del primer esfínter. La Paula gimió y se quejó y meneó el potito, como protestando por haberla abandonado… Le miré el rosado ano, y ella lo abría y lo cerraba a voluntad… ¡La bella e inocente Paula había aprendido a abrir y relajar totalmente su tierno popó de niñita cuica…!
Le puse la punta de la cabeza bien centrada en el pompi. Sentí cómo ella trataba de abrir el ano al máximo, deseando el ataque de mi gruesa lanza.
La tomé con fuerza de las caderas, empujé y le metí lentamente el “supositorio” hasta que la cabeza pasó el primer esfínter. Ella gimió y se estremeció enterita con la penetración.
Me detuve un instante, y de nuevo empujé, con suavidad pero sin piedad, hasta que la cabeza del caliente “supositorio” topó el segundo esfínter. Sentí el anillo alrededor de la punta, y seguí empujando, lento y suave, pero sin detenerme. El segundo esfínter se le abrió sin presentar ninguna resistencia, y la cabeza pasó lentamente, hasta que el anillo quedó apretando blandamente el tronco detrás de la cabeza. Ella gimió y rasguñó las almohadas y lloriqueó como niñita chica. Repetí el lento y sádico mete-saca de la cabeza, pasando el segundo esfínter varias veces, y el pirulón le entraba con una facilidad increíble. La pobre temblaba y se estremecía con estertores y gemidos agónicos cada vez que la cabeza pasaba su segundo esfínter… Los laxos esfínteres de mi preciosa Paulita ya estaban totalmente relajados y abiertos… Sí… Ya estaba lista para ser penetrada hasta el fondo…
Con la cabeza de mi pene justo dentro de su ano, entre ambos esfínteres, la tomé con fuerza de ambas caderas… Ella adivinó que ahora sí la empalada sería sin piedad, hasta el fondo…. Se aferró desesperadamente a las almohadas, preparándose para la cruel embestida… Y comencé a empujar…
La cabeza abrió sin esfuerzo el segundo esfínter… La bella Paulita soltó un largo y agónico “¡¡¡MMMMMMMMMM…!!!”
Pero esta vez no me detuve… Tomándola con fuerza de ambas caderas, seguí atrayéndola hacia mí… Y mi pene siguió entrando lentamente en su bello popó… milímetro a milímetro…
Y entró…
Y entró…
Y entró…
Más y más profundo…
La pobre Paulita sollozaba descontroladamente, entre estertores y temblores que la estremecían de pies a cabeza, arañaba y mordía las almohadas y el peluche, balbuceaba quejidos, chillaba y hundía la cara en las almohadas y soltaba unos bramidos ahogados, agónicos… La nuca, los hombros, la espalda y los bracitos se le pusieron brillantes de transpiración… Gotitas de transpiración mojaban su frente y corrían por su carita, confundiéndose con las gruesas lágrimas de sus desconsolados y desesperados sollozos…
Pero yo, su cruel Guía Confesor, Amo y Maestro, decidido a cumplir mi promesa, no me detenía, y la seguía penetrando por el popó, cada vez más profundo…
Veía cómo el ano se le abría más y más, a medida que la penetraba… Sentía el anillo del primer esfínter deslizarse lentamente alrededor del tronco de mi pene, pasando un tercio… y la mitad… y dos tercios… acercándose lentamente a la base, a medida que entraba más y más profundamente en su popó…
Las redondas y tersas nalgas de la Paulita comenzaron a apretarse contra mi bajo vientre…
Ella seguía balbuceando gemidos inteligibles, entre sollozos, ahogos e hipidos…
Sádicamente, seguí apretándola contra mí, y empujando hacia adelante…
Sus cachetes ya estaban pegados a mi bajo vientre, pero mi pene todavía seguía entrando… Mantuve la presión, y sentí cómo lentamente, entraban hasta los últimos milímetros de la cruel estaca…
Y finalmente, tras esta lenta, cruel y sádica empalada, el popó de mi preciosa “Alumna” quedó totalmente pegado a mí…
Sus piernas temblaban, pegándose a las mías, y sentía cómo su ano, abierto al máximo, pulsaba y apretaba ligeramente mi pene en la mismísima base…
¡Mi pirulón-supositorio estaba entero dentro del popó de mi bella y aristocrática Paulita…!
La pobre Paula, entre sollozos, soltaba unos gemidos y quejidos como berridos desesperados, y se estremecía con unos estertores tan violentos, que pensé que se iba a desmayar…
La mantuve así un buen rato, con mi pirulo entero dentro de su popó, moviéndolo suavemente hacia los lados y en forma circular, y con unos suaves mete-saca que la hacían balbucear unos gemidos guturales, inteligibles, casi como maullidos de una verdadera gatita salvaje… La pobre temblaba descontroladamente, entre hipidos y sollozos ahogados… y rasguñaba y mordía las almohadas con tanta desesperación, que pensé que les iba a rajar la funda… Me concentré en el lento y suave punteo, hasta que en un último avance, sentí el calor de un súper potente orgasmo subiendo por mi cuerpo, y acabé y le mandé chorro tras chorro de semen en lo más profundo de su popó…
La linda Paulita sintió mis espasmos con cada chorro de líquido caliente que inyectaba en sus entrañas, y empujó el popó para atrás con toda su fuerza, clavándose mi pirulón-supositorio al máximo, y soltó un agónico “OOOOHHHHH…” Y también acabó con un último orgasmo, tan intenso, que cuando dejó caer la cabeza y hundió la cara en las almohadas, parecía que había quedado inconsciente.
Cuando acabé dentro de ella, yo sabía que se le iban a doblar las rodillas e iba a colapsar sobre la cama, así es que me agaché sobre ella, la abracé y lentamente colapsamos juntos. Así evité que el pirulón retrocediera de golpe y se le saliera del popó.
Le dí un besito en el cuello. Ella seguía colapsada, con la carita hundida en las almohadas. Giró la cabeza, tenía la cara brillante y roja como tomate, con la frente empapada de sudor… Y gruesas lágrimas le corrían por las mejillas. ¡Mi pobre Paulita había llorado de verdad!
Nos besamos largamente, ella con la cabecita girada hacia mí y todavía abrazada a su peluche y a las almohadas, yo sobre su espalda, abrazándola con ternura, y con mi pirulón-supositorio todavía clavado profundamente en su popó.
Después de un buen rato regaloneándola, me incorporé lentamente, manteniéndome pegado a ella, sin sacarle el pirulón del popín. Tomé la toalla con una mano y la tomé de una cadera con la otra, y comencé a retroceder muy lentamente. Poco a poco le fui sacando la lanza del pompi… La cabeza abandonó el segundo esfínter, que pareció contraerse ligeramente. Me sujeté el pirulón con la mano izquierda, y justo antes que terminara de salir, puse la toalla por debajo. Cuando terminó de salir entero, le pasé la toalla suavemente por el popó de abajo hacia arriba, para evitar que algo de semen pudiera gotear hacia la vagina. El ano se le cerró como si nada hubiera pasado, y en la toalla se notaba sólo algo de crema, y nada de semen.
El macho siempre debe acabar bien profundo en el popó de su niña, esto es súper importante para evitar que algo de semen pueda salir del popó. Como había acabado con mi pirulo clavado hasta el fondo del popó de la Paulita, lo de la toalla húmeda en realidad no era muy necesario, pero conociendo lo importante que era este tema para ella, era mejor tomar todas las precauciones posibles.
Me limpié el pirulón con la misma toalla y me puse los briefs y los jeans. Ella seguía colapsada sobre las almohadas en el borde de la cama, muy abrazada a su peluche y con el potito paradito en el aire.
“Ayyyy… No me puedo mover… Me dejaste agotada… Sin fuerzas…”
Me acerqué, le acaricié el pelo y le dí un beso en la boca.
“Ahora sé lo que sintió esa pendex… Con razón gemía y chillaba y lloriqueaba tanto… Tú también me hiciste llorar… ¡Hiciste que se me cayeran las lágrimas…! ¡Negro malo…!”
“Pero gozaste sufriendo, ¿O no, amor?”
“Siiiii… negro malo… Me hiciste gozar… Me dolió pero me gustó… ¡Eres un malvado! ¡¡¡Hiciste que me gustara sufrir por el popó, negro sádico…!!!”
Me acerqué y le susurré en el oído: “Te dije que te iba a hacer gozar sufriendo… y sufriste y gozaste hasta las lágrimas…”
“Ay… Síiiii oohhh… Se me cayeron las lágrimas por todo lo que me hiciste sentir… Es que me excitaste demasiado… Como que perdí el control… Esa sensación de que me estabas como castigando… Como sometiéndome con cariño pero por la fuerza… como que estabas siendo súper tierno pero al mismo tiempo súper sádico y malo conmigo… Es tan excitante… Tan sadomasoquista… Me gustó demasiado… Me hiciste sufrir y gozar como loca… ¡Malo…! Ahora no me puedo ni moveeeeeeer…”
“Jajaja… Está bien, porque si no me equivoco, ofreciste este “sacrificio” en pago por tus pecados… Así que pagaste igual que la pendex de tu colegio… ¡Y sigues siendo virgen!”
“Ay… Síiiiii… Tenías razón… Es bacán… ¡Oye, malvado, ahora me voy a hacer adicta al sexo anal…!”
“Bueno, tú ya sabías harto del tema… Te faltaba puro practicar con un negro depravado como yo…”
La Paula se incorporó lentamente, me abrazó y me dio varios besitos, mientras me decía:
“Sí… Me faltaba este negro caliente… Ahora mi popó es todo tuyo…”
El popó le quedó un poco irritado, como buena primera vez, pero al otro día ya se le había pasado, y puro quería jugar de nuevo al “Confesor cruel y sádico” y la “Alumna sumisa y obediente”, y que le volviera a poner el manso supositorio. Por si acaso, para asegurarme que se recuperara bien, le dije que mejor esperáramos un día más para la segunda sesión.
Y en esa segunda sesión, se sacó toda la ropa, y bien piluchita la puse en cuatro patitas arriba de su cama, se abrazó bien regalona a su almohada y a sus peluches y paró bien el popín, yo me puse detrás de ella y repetí el ritual de la cremita y las palmadas, y cuando ella ya no quería más de ansiosa y cachonda, la penetré lenta y suavemente por el popó hasta el fondo, y se volvió completamente loca…
Como la Paulita era hiper laxa, a pesar de ser apenas su segunda vez, los esfínteres se le abrieron y se le relajaron totalmente apenas sintió la punta de mi pirulón en su popó… así que casi sin esfuerzo, pero igual lentamente… suavemente… milímetro a milímetro… le metí el pirulón-supositorio entero… Hasta el fondo… Y ella gimió y se estremeció y sollozó y acabó varias veces con violentas convulsiones y estertores de sufrimiento y placer… Los dos perdimos la noción del tiempo… Y cuando finalmente acabé dentro de ella, fue uno de los orgasmos más potentes e increíbles que he tenido en toda mi vida…
Y así fue como la linda e inocente Paulita aprendió a gozar sufriendo… con el acto sexual más prohibido, cruel, voluptuoso y erótico que existe…
Pololeamos intensamente todo mi último año en la U, y le gustaba que le diera duro por el popín por lo menos una vez por semana, y a veces más seguido, a pedido de ella misma. La bella y aristocrática Paulita fue mi más sumisa y obediente esclava anal todo ese tiempo. Y tal como le había prometido, nunca perdió la virginidad ni quedó embarazada.
Y no es mucho más lo que les puedo contar, mis niñas lectoras… por protección de la identidad de mis ex.
Pololeamos intensamente todo mi último año en la U, y le gustaba que le diera duro por el popín por lo menos una vez por semana, y a veces más seguido, a pedido de ella misma. La bella y aristocrática Paulita fue mi más sumisa y obediente esclava anal todo ese tiempo. Y tal como le había prometido, nunca perdió la virginidad ni quedó embarazada.
Y no es mucho más lo que les puedo contar, mis niñas lectoras… por protección de la identidad de mis ex.
Me gustan tus relatos, pero que matapasiones es que uses la palabra popó xD es como q te baja todo lo q logras