PECHOS DE MIEL (PARTE 1 y 2 DE 3)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por dulces.placeres.
Soy docente, mi nombre es Juan Federico Da Silva, aunque todos me llaman directamente Fede, estoy llegando a mis cincuenta años, delgado, espigado, alto y tez trigueña, cabellos encanecidos y crespos, labios delgados y peligrosos ojos verdes
Actualmente divorciado, me casé pasados los veinte, me separé pasados los treinta, era una buena mujer, quería ser madre, pero yo no nací para enredarme con niños, se cansó de esperar a que cambiara mi postura y decidió seguir su camino, no traté de impedirlo.
En adelante se cruzarían en mi vida varias mujeres más, pero todos fueron encuentros sin compromisos, no quiero atarme a mis sentimientos, así que vivo feliz en mi soledad.
Me gano la vida como docente de facultad, soy psicólogo, pero me encanta enseñar, así unas veinte generaciones de alumnos pasaron ya por los pupitres de mis salones.
Alejandra, o Ale, como yo siempre la llamé, no sería una más de mis alumnas, ella fue especial para mi desde el primer momento.
Me parece revivir ese primer día, ella llegó un poco tarde e interrumpió mi clase, cosa que me enfurece, no dijo ni siquiera buenas tardes, apenas un tímido ‘perdón’ apenas audible, pasó mirando al piso y se sentó en uno de los pocos bancos que quedaban libres, me quedé observándola en el silencio sepulcral de la clase, con una tiza en mi mano, apoyado contra el escritorio.
Ella se acomodó con un notable rubor en el rostro, sacó unos lentes de gruesos marcos negros y se los acomodó en silencio.
Soy honesto, en esos cortos segundos no pude evitar mirar algo que era imposible obviar, Alejandra ostentaba unos impresionantes pechos, gigantes, algo que cualquiera podía notar al observarla.
Esa primera mala impresión cambiaría rápidamente, Ale se transformó en una de los mejores alumnos que yo recordara, siempre se sentaba al frente y siempre participaba con atino, día a día me sorprendía, con su tez morena y su rostro adolescente, con sus enrulados cabellos renegridos que caían hasta su cintura, y nuevamente siendo honesto, por imaginar la desnudez de los senos más grandes y perfectos de todas las alumnas que hubieran pasado en tantos años.
Ella podría haber sido mi hija, solo tenía veinte años, pero lo cierto es que no lo era, y había algo en ella que me incomodaba, su forma de mirarme, embobada, perdida, podía estar toda la clase con sus ojitos de perro faldero y decidí sacarme la espina.
Una tarde al terminar la clase le pedí que esperara un poco, necesitaba hablar con ella.
Cuando los demás alumnos se habían retirado y quedamos frente a frente, me propuse dialogar, fue cómico, sentí que los ojos me pasaban y no podía mantenerle la vista, como a un tonto adolescente la mirada bajaba al nacimiento de sus tetas que escapaban por el escote de su remera, incluso notando los pezones que se marcaban bajo el sostén, noté incomodarla, esbozó una sonrisa nerviosa y se puso colorada de repente, comprendí mi error y fui directo al grano
Alejandra, Ale, eres excelente alumna, pero hay algo en ti que me incomoda, me pone nervioso y no sé qué es, puedes confiar en mí, puedo ayudarte en algo?
No… no es nada… – dijo ella aumentando su nerviosismo – bueno, se lo digo… al fin y al cabo, solo estamos nosotros… es que… sabe… sus ojos, estoy rendida ante ellos, no puedo evitar unos ojos bonitos…
Sus palabras me sorprendieron, no esperaba una respuesta tan directa, tan franca, tal vez la diferencia de edades hacían las cosas diferentes, soy de la generación donde los hombres damos el primer caso, ella interrumpió mi silencio
Y? se quedó mudo? No tiene nada por decirme?
Reí, y contesté
Primero puedes tutearme, dime Federico, o Fede, como gustes, segundo, gracias por el halago, y tercero y para ser franco, y no lo tomes como una falta de respeto, yo también veo algo en ti, algo que no pasa desapercibido…
Ella volvió a ponerse colorada como un tomate y respondió
Lo sé pero… perdón, no te preocupes, estoy acostumbrada a que todos vean los mismo, pero bueno, la naturaleza fue buena conmigo…
Los días pasaron luego de ese primer encuentro y empezamos a ser confidentes, me encantó su juventud, su impronta, sus locuras su ingenuidad y hasta su inocencia, ella por su parte se apoyó en mi experiencia, en mis años, en cosas que yo ya había vivido, me tomó como una especie de consejero.
De meros temas estudiantiles pasamos a hablar cosas de familia, de novios, de amistades, de angustias, de alegrías, de fechas, de sueños, de fracasos y por qué no, de sexo.
Yo tenía la edad suficiente como para que ella me confiara lo que no podía contarle a su padre, pero también podía darle mi punto de vista como hombre y poco a poco nos fuimos enredando sin quererlo.
Intercambiamos correos, celulares, whatsapp, y la relación dentro de clase se trasladó a relación fuera de clase, era una locura, ella se apoyaba mucho en lo que yo decía, era loco, yo trataba de arreglar su vida y en casi cincuenta años no había podido arreglar la mía.
Solía preguntarle que veía en mí, lo lógico era que estuviera con chicos de su edad, jóvenes, musculosos, viriles, pero ella me decía siempre lo mismo, que la edad no era importante, que los chicos de su edad eran superficiales, que solo querían una noche de sexo y ya, para fanfarronear con sus amigotes, pero yo era diferente, conmigo podía hablar de sexo, como de una noche estrellada, como del soplar del viento, conmigo era loco, conmigo no había fronteras, ni barreras, y que conmigo ella era libre, porque yo jamás la presionaba, ni la juzgaba, y solo era ella, se mostraba como era…
Y todo fue más profundo de lo que buscaba que fuera, nos conectamos por el móvil después de la cena, ya estaba recostado, hablamos, inconscientemente nos fuimos para el lado sexual y las palabras se tornaron calientes, entonces ella me dijo que me mandaría algo que había realizado para mí.
Segundos después entraron una cinco fotos, ella me dejaba conoces la sensualidad de sus pechos desnudos, envidiablemente naturales y perfectos, con unas enormes aureolas amarronadas donde resaltaban sus dulces pezones.
Me tomó por sorpresa y no pude más que agradecerle y adularla, eran… perfectos!
Seguimos hablando… me masturbé con sus fotos, ella al otro lado, con mis palabras…
Y diferenciamos la relación profesor alumna de la de locos compinches, una cosa no invalidaba la otra, y esas fotos fueron solo el principio, percibí que Ale se animaría a hacer conmigo todas las locuras que jamás haría con nadie, como ella misma lo dijo, seré solo tu puta, de nadie más, para todos seré un ángel, pero tú me llevarás al infierno, me excita que lo hagas…
Solo le dije que yo manejaría la velocidad, sin prisas, quería degustarla, poco a poco, quería tratarla como dama para que se sintiera mujer, quería complacerla como reina para que se portara como puta, quería enloquecerla, que se arrojara al vacío.
Fue ella quien me acosó dulcemente en un rapto de intimidad de la clase, quería mostrarme sus pechos, y que se los tocara, pero le dije que no, aun no era el momento, eran tiempos de jugar…
Solo le pedí que volviera a sorprenderme, con nuevas fotos, y no se hizo esperar, un par de noches más y recibiría tomas en la ducha, eróticas, no eran porno, no me interesa el porno, sus enormes pechos minados por perlas de agua, con sus pezones disimulados por su renegrida cabellera, no dejaban ver, invitaban imaginar, y luego otra tanda, audaz, con una remera blanca mojada, sin sostén, dibujando a trasluz las perfectas aureolas, sonreí, sin dudas hubiera ganado por robo una competencia de remeras mojadas, tenía mi puta personal, como solía escribirle, no sé cómo me la había ganado, ni porque, solo que el destino la había puesto en mi camino.
Decidí devolverle el favor, las erecciones que me producían sus fotos y los deseos de masturbarme me llevaban a la locura, tomé fotos de mi pija erguida y se las mandé a su móvil.
Las tardes de facultad ya no eran lo mismo, la picardía entre nuestras miradas sobrevolaban las clases y viví más pendientes de sus mensajes que del resto de lo que pasaba en el mundo, y yo sabía que estaba mal, pero, como evitarlo?
Le empujé a Ale a un nuevo desafío, solo por escritos de whatsapp, le escribí
Tengo un nuevo juego
A ver? Dime y veré que puedo hacer…
Tienes dulces, o algo por el estilo en tu casa?
Si… creo que tengo miel, ya te confirmo…
Pasaron unos minutos que se me hicieron eternos, con el celular en una mano y el vaso de aperitivo en la otra, al fin volvió a responder
Si, tengo miel, cual es el juego?
Bueno, antes de bañarte te desnudas y te untas los pechos con miel, luego quiero que los estires hasta tu boca y lo saborees, pasa la lengua por tus pechos, por tus pezones y luego me cuentas, si?
Estás loco… mira las cosas que me haces hacer… bien, lo haré, sabes que lo haré…
Era tarde, me fui a cenar, me di un baño y me metí en la cama, pero me sorprendió antes de dormir, y que sorpresa, Ale se había filmado y me regalaba el video lamiéndose los pechos, la escena se me hizo tan excitante que tuve que masturbarme, y al tiempo que lo hacía ella hacía lo propio por su lado, Alejandra me decía que la llevaba a la locura y que por mi culpa se masturbaba una, dos y hasta tres veces al día, que sacaba lo puta de esa chica inocente.
Para mí, ese video marcó un antes y un después, un secreto entre ambos, a partir de ese día ella fue mi PECHOS DE MIEL, y así empecé a llamarla, y cada vez que se lo susurraba se estremecía, le volvía el rojo tomate al rostro y su piel se erizaba como si sintiera un frío escozor recorrer su cuerpo.
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Seguimos con los juegos por mucho tiempo, locuras, pero también hablábamos de la vida, no era solo juegos, los juegos eran parte de un todo, por eso nos llevábamos tan bien, a pesar de la edad.
Ale comenzó a bombardearme con fotos de sus pechos, se le hizo una adictiva costumbre hacerlo, y para mí, una adictiva costumbre recibirlas, y empezaba a extrañarla cuando no lo hacía, mi pechos de miel…
Y empecé a atacar por ‘abajo’, primero por su ropa interior, Ale era de usar unos culotes cómodos para ella, pero poco sugerentes para mí, así que decidí regalarle una pequeña colaless negra, bien de puta, para que se sintiera puta, le dije que quería que la usara en la facultad, en mis clases, ella solo esbozó una sonrisa.
Y ella lo tomó para bien, es cierto que en un primer momento me dijo que sus culotes eran lo máximo, y que la tanga sería incómoda, pero con el correr de los días me aseguró que se había acostumbrado, y me agradeció porque de alguna manera se sentía sexi, puta, y estaba contenta con ella misma, y solo veía su hermoso culo entangado por las fotos que me enviaba, pero el brillo de sus ojos en las clases, me dejaban saber cuándo la tenía puesta.
Y la seguí pervirtiendo, con juegos, con ropas, con situaciones, cada vez más, cada vez peor, mi pechos de miel ahora se depilaba la vagina, para complacerme, porque a mí me gustaba y así se lo había pedido, hasta ese momento jamás me había dejado ver su sexo desnudo, ni siquiera por fotos, pero no me hacía falta, yo sabía cuan obediente se había vuelto, y a todo esto, sabía que en algún momento íbamos a pasar la raya de los juegos.
Fue sobre fin de año, había mesas de exámenes, y ella rendiría como tantas chicas y chicos, una práctica habitual, la noche anterior jugué un poco, le dije que se asegurara de estar bien depilada, que usara una falda corta y por supuesto, la tanga negra.
Cerca de las nueve da la mañana pude verla entre tantos, así que le mandé un mensaje, le pedí que se sacara la tanga dejando su sexo desnudo, y que cuando la hiciera pasar me la diera con discreción.
Minutos más tarde era su turno, al pasar me tendió la mano como gesto de alumna a profesor y me dio el pequeño trapito, el que noté de inmediato embebido en jugos.
Se sentó al frente, sabía que su concha estaba expuesta y que seguro sus flujos corrían por sus piernas, tenía una loca y terrible erección bajo el escritorio, ambos adivinábamos nuestra situación, pero en ese instante, yo era el profesor y ella mi alumna.
Y fui estricto en mi función, nada de contemplaciones, pero Alejandra estaba en la luna, confundiendo las cosas, asumiendo que una cosa llevaría a la otra, error, no solo la reprobé, además le puse un uno.
Ella se retiró incrédula, su cara se había transformado, evité mirarla.
Di paso al siguiente alumno, seguimos con mis colegas, uno a uno, hasta pasado el mediodía, hicimos una pausa para un rápido almuerzo, las jornadas de exámenes solían ser maratónicas.
Al salir del salón Ale estaba parada, recostada contra la pared, me miró con furia, con despecho, volví a ignorarla.
Regresamos una hora después, ella seguía ahí esperando para hablar conmigo, pero volví a hacer de cuenta que no estaba, y me divertía con ello, más recordando la tanga embebida que guardaba en el bolsillo de mi saco.
El último alumno terminó cerca de las cinco de la tarde, estaba exhausto, al salir, ciertamente me sorprendió que Alejandra aun estuviera de pie, con el enojo ácido típico de mujer despechada, fui por ella y me disparó con munición gruesa
Federico, sos un bastardo, hice todo lo que me pediste, seguí tus juegos y me pusiste un uno? Encima me ignoras, hace horas que estoy acá parada como una estúpida, en estos taco altos, porque a vos te gusta! te parece justo? No pruebo bocado, apenas si fui al baño!
Mi pechos de miel estaba por hacer eclosión, la había llevado donde quería que estuviera, con la furia de una tempestad y si la hubiera dejado seguro tendría más insultos para mi persona, solo le susurré
Seguime…
Ya tenía meditado que hacer y cómo hacerlo, sabía que mi pechos de miel tenía esa loca fantasía del profesor y la alumna, el tipo mayor y la chica inexperta, en un salón, apartado, con la posibilidad de ser descubiertos
Busqué uno de estos salones, y como ella seguía reprochando la tomé de los brazos y la zamarreé para que se callara, sus libros cayeron al piso entonces le dije
Yo no tengo la culpa que confundas las cosas, quiero que seas puta ahí abajo pero también inteligente acá arriba – marcando su concha y su cerebro respectivamente – quiero de ti una mujer íntegra! Lo que pasa es que eres una malcriada!
Ella no dijo nada, entonces me senté en una silla y la hice recostar sobre mí, boca abajo en la típica posición para dar nalgadas, sobre el piso, entre sus cosas desparramadas había una regla plástica de treinta centímetros, la tomé y levanté su pollera, sus nalgas denudas quedaron por primera vez ante mis ojos, perfectas, sublimes, entonces le pegue con la regla haciendo un chasquido sordo en el lugar, ella respondió con un ‘ssssss’ inspirando aire entre sus labios entrecerrados, y una segunda y una tercera, rápidamente su nalga derecha empezó a enrojecerse, había llegado el momento.
La tenía entregada culito para arriba, junté mis dedos índice y mayor y se los metí hasta el fondo de la concha, estaba empapada, a punto caramelo, la levanté en el aire entre mis brazos y la llevé sobre otro escritorio, contra la pared, la senté sobre él y yo al medio en una silla, abrí sus piernas, las levanté y la arrinconé, mi pechos de miel tenía los ojos cerrados y se mordía su labio inferior, típico en ella, sus tetas se movían por la forma en que inconscientemente ella llenaba sus pulmones con aire, su concha abierta y toda depilada quedó a mi alcance, pasé la lengua apenas recorriéndola, ella se encorvó como respuesta, la enterré en su agujero tan profundo como pude, me deleité con su sabor a mar, y sus primeros quejidos llegaron a mi oído, bebí todo lo que pude, recorrí sus suaves labios, su pubis depilado, jugué con su botoncito entre mis labios, volví a su agujero una y otra vez porque ella parecía derretirse en mi boca.
Estaba perdida fuera de control, soltó los botones de la camisa, liberó sus pechos para apretar los pezones entre sus dedos.
Su clítoris estaba enorme, se vino en mi boca y los gemidos que dio me hicieron temer que alguien estuviera cerca, reí, subí un poco y besé sus pechos de miel, al fin podía hacerlo, subí más y nos besamos profundamente, me imploró
Cogeme Fede, cógeme… te quiero dentro…
Saqué entonces mi verga dura, refregué el glande una y otra vez contra la puerta, contra el clítoris, pero la sorprendí y lo guardé nuevamente en mis pantalones, no iba a cogerla, no todavía.
Ella pareció enloquecerse
No Fede! cogeme! Estoy caliente! no me dejes así! por favor, te lo suplico…
Solo le di un beso en la frente, sonreí, le devolví la tanga y la dejé semidesnuda en esa sombría aula, disfrutando el momento.
Nos conectamos al tiempo, me dijo que me odiaba, pero me odiaba con amor, por las cosas que le hacía vivir, que jamás imaginó que pasaría por lo que estaría pasando y que jamás imaginó desnudar su alma de esa manera
Los juegos siguieron, otro y otro, pregunté sobre el sexo anal, me dijo
Ni loca, tengo un trauma, de pequeña tenía fiebre, mi madre me dio un pequeño supositorio, fue tan desagradable, ella empujaba para adentro y yo hacía fuerza para fuera… nunca más, te lo juro que nunca más…
Eso es porque no te han dado placer, hagamos una cosa, miras mis fotos, recuerda mis palabras, relájate, date tiempo, disfruta, solo acaríciate mientras te masturbas, tu eres mi pechos de miel…
Noooo! No me digas pechos de miel, sabes que me derrito cuando lo haces, sabes que no puedo negarme…
Yo reía al otro lado, hablamos un poco más, le di algunas indicaciones de que hacer y no mucho más.
Días después yo sería el sorprendido, había dejado como tareas realizar unos trabajos prácticos, así que al empezar las clases solicité que los dejaran sobre mi escritorio, los chicos fueron pasando y me percaté que Ale había sido la última, de manera que el suyo quedara por sobre el resto, empecé con la clase, pero a medida que pasaban los minutos la mirada de puta de la joven me quemaba, me decía ‘ve y fíjate lo que te dejé’, así que improvisé unos ejercicios para que se mantuvieran ocupados y así poder tener unos minutos.
Su ‘trabajo’ decía
Mi súper hombre – ella solía llamarme así, y me gustaba sentirlo de sus labios – ya aprendí que no se mezclan las cosas, pero no pude evitar la tentación, y si debo pagar las consecuencias como la otra vez en ese salón, bien, estoy dispuesta a recibir tu castigo… Pero necesito que sepas que una vez más tuviste razón, mientras me masturbaba pensando en tus hermosos ojos recordé tus palabras, y empecé a acariciar mi esfínter, como si tú lo hubieras hecho, créeme que fue delicioso y sin darme cuenta había colado una falange en mi huequito… ay! Dios! cuando acabé fregando mi clítoris sentí unas contracciones tan ricas en mi dedito que me llenaron de placer!!!
Firma: tu pechos de miel…
Me quedé sentado sin decir palabra, que loca sorpresa, perdido en mi mundo, abstraído de la clase, hasta que las palabras de Ale me trajeron de regreso
Profesor, profesor! Terminé el trabajo, quiere revisarlo?
Yo sabía que en ese momento ella jugaba conmigo, adivinando que tenía bajo el escritorio la pija dura como piedra y que no podría pararme delante de la clase que estaba expectante, así que le solicité que por favor me lo alcanzara al escritorio
Cuando nuevamente terminó la clase, Ale se quedó haciendo tiempo simulando acomodar sus cosas hasta que nuevamente quedamos solos, entonces se acercó y me susurró
Sabes, si me saco este pullover, notaras en mi blanca camisa que no tengo sostén, creo que merezco un castigo ejemplar, me sigues?
CONTINUARA
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