pleniluvio
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por oli.77.
Xóchitl huía apresuradamente del vehículo estacionado en el mirador ubicado en la carretera; la luna llena favorecía su escape alumbrando el sendero por el que corría con la ropa en desorden y el cabello enmarañado.
Unos segundos después un hombre salió del asiento del conductor, en su diestra un cuchillo emitía destellos plateados, y solo le bastó un momento para iniciar la persecución de la chica.
Las ramas de los árboles desgarraron la blusa de la mujer dejando surcos rojos en sus mejillas, había tropezado un par de veces lo cual ocasionó que extraviara un zapato y se escoriara la rodilla izquierda.
Sus ojos avistaron un tronco caído, bajo el cual pudo encontrar un refugio temporal; a la par que se agazapaba y contenía la necesidad de gritar con toda la potencia de sus pulmones, su mente evocó los eventos ocurridos con anterioridad.
Jorge era un hombre con el que tropezó (literalmente) un par de semanas atrás, su porte varonil (rondaba los cuarenta años, de complexión atlética y proporcionada para sus 1.
80 metros de estatura, ojos cafés, cabello castaño y dentadura perfecta) la impactó profundamente, sobre todo visto desde el lugar de la acera donde había caído sentada.
El hombre, entre apenado y divertido, le ayudó a levantarse; una vez hechas las presentaciones de rigor y el correspondiente intercambio de números de teléfono comieron juntos (evento que se repitió varias veces durante dos semanas).
Una cosa llevo a la otra, finalmente Jorge invitó a cenar a Xóchitl en un exclusivo restaurante ubicado fuera de la Ciudad; hecho que a Ella le encantó pero a Norma Nuño (una morena escultural, amiga y compañera de trabajo) le pareció sospechoso.
– Xóchitl, ¿qué te pasa por la cabeza?, ¿no has pensado que ese tal Jorge puede alguien peligroso? – comentaba preocupada Norma.
– Calma mujer – refutó Xóchitl – por lo que hemos conversado Él es de origen europeo, solvente económicamente y está en la Ciudad buscando a una mujer especial.
– Y seguramente tu quieres ocupar ese lugar.
– le respondió torciendo el gesto.
– Claro, es más: esta noche voy a cenar algo más que cocina exótica, tú sabes que con la luna llena me pongo muy cachonda.
–
– Cierto, pareces loba; aunque por tu comentario lo adecuado es zorra.
–
Ambas estallaron en sonoras carcajadas, y se dirigieron al departamento que compartían, Norma para descansar y Xóchitl para arreglarse.
Horas después, Jorge pagó la cuenta y ayudó a su acompañante a ponerse el abrigo.
– Gracias por aceptar esta invitación.
–
– De nada.
– respondió Xóchitl coquetamente, a la par que jugaba con el generoso escote de su blusa – la agradecida soy yo; nunca antes había probado platillos de este tipo.
– Es lo menos que mereces, he llegado a la conclusión que tú eres la mujer especial que busco, ¿podemos irnos? –
Salieron del restaurante y abordaron el vehículo que el valet parking colocó a la puerta del establecimiento.
Una vez adentro Jorge puso en marcha el motor, mientras Ella se retocaba el labial.
– Vamos a un mirador cercano donde, seguramente, la luna se verá tan preciosa como tu.
–
Después de un trayecto de diez minutos a una velocidad considerable, aparcaron.
Xóchitl, no bien se detuvo el vehículo, soltó su cinturón de seguridad y le plantó un beso en los labios a Jorge mientras su diestra avanzaba por su muslo hasta posarse en su entrepierna; allí acarició con lentitud (sobre el pantalón) la firme erección del conductor, recorriendo el tronco que percibía grueso e imaginaba surcado por venas que lo harían verse más apetitoso.
Él, aunque inicialmente pensó resistirse, terminó aceptando la caricia y correspondió con entusiasmo abriéndole la blusa para acariciar sus senos, cuyos pezones se endurecieron evidenciando lo agradable que le resultaba ese contacto.
Ella (que ya le había desabotonado la camisa) bajó la cremallera del pantalón y extrajo el miembro erguido y firme, con gesto gatuno lamió la palma de su mano y procedió a rodear con sus dedos a esa lanza de cálida y palpitante carne, iniciando un movimiento sensual y estimulante que agradó al varón.
Jorge le dijo al oído:
– Tengo una sorpresa para ti – con la mano izquierda buscó bajo el asiento mientras su diestra masajeaba (por encima de la ya húmeda y breve ropa interior) el depilado monte de venus de Xóchitl.
– Yo también quiero darte una sorpresa – respondió Ella con la voz enronquecida por el deseo – y será la más grande de tu vida.
Al aproximar sus labios al lóbulo izquierdo de Javier, el brillo metálico de una daga parpadeo en la semipenumbra del auto, Xóchitl lo empujó y a tientas abrió la puerta del copiloto para salir corriendo mientras intentaba cerrarse la blusa.
Tras un breve momento, Jorge se lanzó en su búsqueda a través del prado arbolado que cercaba al mirador.
Ella, en su improvisado escondite, escuchó pasos sobre la hojarasca; contuvo la respiración, deseando que su perseguidor se alejara, sin embargo un tirón en su tobillo descalzo la obligó a salir bajo del tronco.
Giró, intentando escapar de Javier; sin embargo su intentó fue contraproducente ya que Él aprovechó para sentarse a horcajadas sobre su espalda.
– ¿Por qué? – grito Xóchitl, con lágrimas en los ojos –
Por toda respuesta Javier levanto su daga de plata, para atravesar el corazón de Xóchitl cuando repentinamente sintió un fuerte golpe en el pecho, acompañado por la sensación de humedad y el obscurecimiento de la vista.
Nunca se percató que una figura, cubierta con una pelambre obscura, se había acercado sigilosamente a él por la espalda y de un certero golpe con su garra derecha logró arrancarle el corazón palpitante aún.
Su cuerpo inanimado, con los ojos desorbitados y la boca en un grito mudo, cayó sobre Xóchitl; quien; en cuanto pudo librarse y girar encaró a su salvador:
– ¿Por qué tardaste tanto? Otro poco y no lo cuento.
–
– Calma, recuerda que me gustan los fínales dramáticos – le contestó una voz grave y cavernosa, que se asemejaba remotamente a la de un ser humano – además me excita verte acostada y con la blusa abierta.
El busto desnudo de Xóchitl surgía desafiante, mientras permanecía acostada aún en el suelo, ella sin intentar cubrirlo sonrió mientras se incorporaba un poco a fin de quedar sentada.
– Gracias, ahora permíteme darte una recompensa por tu oportuna intervención.
– dijo mientras acercaba sus labios al hocico canino que estaba frente a ella y sus manos acariciaban los pechos peludos que se le ofrecían como frutos maduros.
Minutos después la lengua de la bestia se encontraba disfrutando de la vagina de la mujer, la cual solamente arqueaba la espalda por el placer que sentía mientras sus dedos pellizcaban sus pezones y acariciaban sus pechos que poco a poco se estaban cubriendo de vellos color gris obscuro.
Al día siguiente la pantalla de plasma, del departamento de Xóchitl y Norma, se encendió a las 7 de la mañana (como todos los días).
El sol entraba por la ventana mientras el locutor del canal de noticias informaba que un vehículo se había despeñado por el mirador incendiándose, su ocupante había quedado carbonizado en su interior y resultaba completamente irreconocible.
Norma se desperezaba lentamente y dirigió una mirada el lugar vacío junto a ella; mientras Xóchitl salía desnuda del baño, sonriéndole y admirando ese atractivo cuerpo moreno estirándose.
– Que bueno que estás levantada.
– le dijo mientras se acercaba a la cama – pero es sábado y no hay necesidad de salir a trabajar.
–
– Tienes razón, ¿cuántos trofeos llevamos? –
– Tres, con la daga.
–
– Este último me parecía un tipo delicioso.
–
– De hecho lo era.
– rieron ambas – y lo supe de esta manera.
– continuó Xóchitl subiendo nuevamente al lecho mutuo y cerrando los labios de Norma con un beso, pleno de lujuria, en donde su tibia lengua jugueteaba con los dientes de su compañera mientras sus manos separaban lentamente sus muslos, para dejar al descubierto el sexo depilado de Norma, en lo que prometía ser una larga mañana de placer carnal.
Unos dedos traviesos se abrieron paso al interior de la cálida e inundada cueva íntima de la morena, la cual disfrutaba la forma en la cual los dientes de su acompañante daban pequeñas y suaves mordidas a sus pezones erectos y duros.
Repentinamente sonó el teléfono; Xóchitl, por instinto, comenzó a separarse para tomar la llamada sin embargo con un cariñoso empujón fue derribada boca arriba en el lecho.
– No vas a contestar, así que deja ese teléfono por la paz.
– le advirtió Norma.
– ¿o prefieres una llamada a esto?.
– dijo mientras su lengua se dedicaba a jugar con el erecto clítoris de Xóchitl, la cual solamente comenzó a acariciar el cabello obscuro de quien la estaba llevando a las orillas del orgasmo.
La contestadora automática inició su grabación:
– “Estas llamando al departamento de las hermanas Velasco Nuño: Norma y Xóchitl; seguramente nos encontramos muy ocupadas, pero en cuanto tengamos un momento de reposo te regresaremos la llamada.
Siempre y cuando dejes tu nombre y número.
Besos".
–
Pero fue ignorada por las dos mujeres que se acomodaban en el lecho para iniciar un incestuoso 69.
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