Poda 10
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por renegadomonti.
No obstante estar convencido de que era el momento adecuado para iniciar a Pao, para desvirgarla, para por fin apoderarme de ese himen y agregarlo a mi "sala de trofeos sexuales", continué chupando su conchita.
Es que tiene una rajita tan hermosa, tan prieta, como solo puede serlo una conchita de una pendejita de solo 8 añitos.
Ella continuaba experimentando esa especie de shocks eléctricos producto del accionar de mi lengua, mis labios y dedos, ya que con ellos no solo acariciaba su conchita, sino que siempre uno o dos de mis dedos acariciaban su culito.
Con mi lengua en su conchita y mi dedo medio pugnando por introducirse en su culito, continué por un rato más brindándole, y dándome placer, a esta niñita que pronto iba a conocer los dolores y delicias del sexo.
Llegó un momento en que pareció que se había desmayado, ya que su cuerpito se relajó totalmente y se "desparramó" sobre la cama.
Ahí, en ese momento, me puse sobre ella que mantenía sus piernitas bien separadas.
Mi verga babeaba de solo pensar en donde se iba a introducir.
Su conchita estaba totalmente mojada no solo por mi saliva, sino también por sus jugos internos que fluían hacia el exterior.
No voy a decir que era una catarata de esos jugos, pero sí digo que eran los suficientes para preparar el camino hacia el interior de ese cuerpito de nena, que al verla tan chiquita, tan menudita, me daba, además de una tremenda calentura, un poco de miedo, algo de temor a lastimarla.
Pero ya estaba decidido que en ese lugar y momento, Pao iba a dejar de ser virgen y que iba a dejar su himen en la punta de mi verga.
Coloqué la punta de mi falo sobre sus labios vaginales, los cuales como dije antes estaban totalmente húmedos.
La sensación era deliciosa.
Mi glande se deslizaba con suavidad sobre toda su rajita.
Una y otra vez hice ese recorrido logrando con esto que no solo yo me sobreexcitara, sino que Pao también sintió el incremento de su deseo de ser poseída, de sentir ese duro y grueso pedazo de carne dentro de sus entrañas.
No sabía con precisión como se sentiría eso, pero lo deseaba.
Quizás se debía a que vio a su hermana que gozaba cuando le metían ese grueso y duro poste en su conchita.
No lo sabía pero lo deseaba.
Continuaba con sus ojitos cerrados, pero con sus manitos apretaba la sábana demostrando la intensidad de su deseo.
Traté de afianzar mi pija en la entrada de su conchita, pero una y otra vez esta se deslizaba hacia arriba o hacia abajo.
Es que la entrada a ese cuerpito estaba muy cerrada.
Ante los repetidos fracasos por lograr mi cometido, comencé a pensar que no iba a poder culiar a esta niñita.
Y eso me desesperaba.
Me ponía loco.
Entonces se sumó a ese accionar Lara, que ya había retornado a la realidad, y me dijo que si yo quería ella me iba a ayudar a consumar el desvirgamiento de Pao.
Por supuesto que acepté esa ayuda inesperada pero bienvenida.
Con una de sus manos separó los bordes, los labios de la conchita de Pao, y con la otra asió mi miembro y lo colocó en el lugar adecuado sosteniéndolo firmente con su manito.
Pao parecía no participar del hecho a pesar de que su respiración se notaba acelerada.
Su rostro se había tornado rojizo.
Su piel se tornó más caliente.
Solo se dejaba hacer.
Una vez bien afianzada mi daga en la entrada de su vagina, y sostenida con firmeza por la mano de Lara, comencé a empujar.
Primero suavemente.
Una, dos, tres, cuatro veces.
Nada.
Empujé con un poco más de fuerza.
Nada.
Afianzaba mis pies contra el colchón y presionaba tratando de vencer esa resistencia obstinada que me presentaban esos labios gordezuelos y calientes.
Nada.
Transpiraba.
Empujaba.
Luchaba por entrar pero no lo conseguía.
Era algo desesperante.
Mi calentura subía a cada instante, a cada tentativa frustrada.
Ya se había tornado en una lucha.
Por un lado, esa cerrada entrada al cuerpo de la niña.
Por el otro, mi furiosa y dura verga.
Cada uno desempeñaba el papel asignado en tan desigual combate, Lara empuñando y manteniendo firmemente ubicada en el lugar preciso a la dura estaca de carne, separando a su vez los bordes de tan deliciosa y difícil entrada.
Pao tendida sobre la cama con sus piernitas bien separadas a la espera de conseguir lo que deseaba.
Que la dura pija se incrustara en su cuerpo.
Yo, furioso, enloquecido, desesperado de deseo por clavar mi verga en tan prieto como delicioso estuche.
Pero era obvio que con tres voluntades aunadas para un mismo fin el resultado no podía ser otro que el éxito.
De pronto la resistencia se vio debilitada y esta debilidad fue aprovechada por mí ya que sentí que mi verga lograba introducirse un poco entre esos prietos labios.
Pao acusó el impacto.
La distensión de su entrada vaginal le produjo un poco de dolor.
Sus carnes se abrían tratando de contener a su enhiesto visitante.
Pero la diferencia de tamaños era demasiada como para no sufrirla.
Abrió sus ojos y exhaló un leve quejido.
Me quedé quieto unos instantes tratando de recuperar energías, ya que el desgaste había sido, y era importante, pero el resultado conseguido valía la pena.
A todo esto Lara no soltaba mi verga y la mantenía firmemente ubicada en el sitio conseguido, y me informaba que ya le había metido la cabeza de mi pija a su hermanita.
Eso era un logro importante si tomamos en cuenta las dimensiones del glande de mi verga.
Esto yo ya lo sabía, lo sentía, lo percibía, y Pao también no solo lo sentía, sino que también lo sufría.
La ajustada entrada había cedido un poco, solo faltaba avanzar hacia el interior de ese cuerpito hasta donde diera lugar.
Una vez recuperadas mis energías, volví al ataque.
Empujé con fuerza y sentí como sus carnes cedían.
Una vez más Pao emitió un quejido.
Y no solo eso, sino que también abrió sus ojos y se enderezó un poco.
A todo esto Lara no cejaba en su empeño de mantener firme y en el lugar correspondiente a mi enfurecida verga.
Nuevo impulso.
Más adentro.
No mucho, pero algo.
Otro quejido de Pao.
El desvirgamiento de Pao se había transformado en una encarnizada lucha entre su pequeña conchita y mi muy desarrollada pija.
Otro empujón, y sentí que había llegado hasta su himen, ya que ahí Pao emitió un fuerte quejido y me pidió que parara porque le dolía mucho.
Por supuesto que me detuve un momento, pero no era por el pedido de Pao, sino que yo necesitaba tomar un respiro para acumular fuerzas para la acometida final.
Le pregunté a Pao si le dolía mucho y si quería que se la sacara.
No me respondió con palabras, lo hizo con un gesto negativo de su cabeza.
—¿No te duele o no querés que te la saque?, volví a preguntarle.
No me respondió pero vi que por su mejilla se deslizaba hacia su cuello una lágrima.
Me apresté a continuar con mi demoledora tarea, entonces con voz temblorosa Pao me dijo: —-¡Ay Boni, por favor, por favor, me duele mucho! Este pedido y por la forma en que me lo formuló, casi me hace desistir de mi intención de clavarla hasta lo más hondo.
Pero mi calentura era muy grande como para que pensara en dejar mi deseo insatisfecho.
Le pedí a Lara que retirara su mano, me acomodé mejor, más afirmados mis pies en el colchón, bien firmes mis manos a los costados del cuerpito de Pao.
Aspiré profundamente y me apresté a dar el impulso final que terminara con la virginidad de esta nena que tan tenazmente se oponía a mis intenciones.
Ella percibió, adivinó el empuje final y sus consecuencias.
Cerró fuertemente sus ojos, abrió su boquita para aspirar una gran bocanada de aire, se asió fuertemente a mis brazos y se entregó al embate que le iba a propinar este hombre inmenso que se encontraba sobre ella, entre sus cortas y delgadas piernitas, con un pedazo de su gran verga incrustada en su pequeña y virginal conchita.
Empujé con fuerza el émbolo hacia adelante, tratando de vencer toda resistencia que se opusiera a mi intención de desvirgar a Pao.
Pao, una nena de tan solo 8 añitos se encontraba debajo de mí.
Una nena de cuerpo pequeño acorde con la edad.
Delgadita.
Frágil.
Indefensa.
Presa de la furia sexual de un hombre de casi dos metros de altura, con una verga de 20 cms de largo y 6 de ancho, con un glande inmenso, gordo, de cuya “boquita” brotaba constantemente un jugo que le empapaba su pequeño y prieto conejito.
Ella era la víctima propicia para el sacrificio, y se ofrecía gustosa aunque temerosa porque también estaba prisionera de sensaciones jamás experimentadas.
Quería que esa pija dura y gorda entrara en su cuerpo.
Quería saber que se sentiría al tenerla en su estuche de amor y percibir su calor y grosor.
Temía al dolor, al sufrimiento que seguramente la acometería, pero su curiosidad y deseo era superior a cualquier otro sentimiento.
Acometí con fuerza y de una manera continua.
Sentí la resistencia que oponía su himen.
Pero este era una débil barrera incapaz de detener el avance del fuerte ariete, y como no podía ser de otra manera, declinó en su actitud de resistencia y se entregó mansamente, desgarrándose para ceder el paso a tan vigoroso atacante.
Sentí con júbilo que el paso quedaba libre.
Yo celebraba, y Pao sufría.
Una vez liberada la entrada, continué ingresando en ese cuerpito sintiendo la suave y forzada caricia de las paredes de su útero sobre mi dura pija.
Era como un guante de seda húmedo y caliente que me daba la bienvenida al templo del placer.
Pao clavó sus pequeñas uñas en mis brazos a la vez que exhalaba un fuerte grito y estallaba en un llanto profuso y convulso.
Me pedía por favor que parara, que me detuviera, que se la sacara, que le dolía muy mucho.
Le suplicaba a su hermana, que se encontraba a nuestro lado mirando extasiada como era sometida sexualmente y por primera vez su pequeña hermana, que me dijera a mí que se la sacara, que no le siguiera metiendo “eso” en su conchita porque se la iba a destrozar, porque sentía que le dolía su pancita y le parecía que se estaba partiendo en dos su cuerpito.
Pero Lara también estaba envuelta en una nube de lujuria ante el espectáculo que le estábamos brindando y no respondió a su pedido.
Yo, ciego y sordo a todo lo que no fuera completar mi placer, seguía empujando tratando de llegar a lo más profundo de esa niña.
Yo empujaba y ella lloraba.
Yo gozaba y ella sufría.
Por fin sentí que mi verga había llegado al fondo del cuerpito de Pao.
No podía avanzar más a pesar de mis intenciones y deseos.
Empujé una y otra vez, pero no había lugar para más.
Yo sabía que había quedado un pedazo de mi tronco afuera, y eso no era de mi agrado ya que lo quería alojar a todo en ese cálido nido de placer.
Pao continuaba llorando y suplicando que parara, que no me moviera porque le dolía, le ardía mucho.
Al comprender que había llegado al final del túnel, me calmé un poco y detuve mis embates.
Mi respiración era sumamente agitada.
La de Pao también, solamente que acompañada con un llanto persistente y que delataba que la niña sufría.
Quedé un rato sobre ella sostenido por mis brazos sin moverme, esperando que ella se calmara y se acostumbrara y asimilara que había dejado de ser virgen y que tenía alojada en su cuerpo la pija de un hombre.
Que había conseguido satisfacer su curiosidad de saber que se sentiría tener esa pija en su interior.
De a poco sus sollozos fueron disminuyendo, como así también mi respiración recuperaba poco a poco su normalidad.
Disfrutaba enormemente la suave presión que ejercían las paredes del útero de Pao sobre mi verga.
También sentía que su canal vaginal latía al compás de su respiración, y que cada latido era un leve apretón que le propinaba a mi poronga.
Comencé a moverme suave y lentamente iniciando la eterna danza del sexo.
Retiré un poquito mi mástil y lo volví a incrustar hasta que nuevamente hizo tope.
Así, de a poco, el movimiento se fue intensificando.
En un principio sentí el envaramiento de Pao y el aumento de la presión de sus manitos sobre mis brazos, pero la continuidad del movimiento de avance y retroceso suave que yo le imprimía a mi verga, al ir cediendo poco a poco el dolor de su conchita, hizo que ella se fuera relajando y permitiendo que mi pija se deslizara con más facilidad por sus entrañas.
Abrió sus ojitos aún llenos de lágrimas y me dijo: —-¡Por favor Boni! Despacio que aún me duele mucho.
Sentí una inmensa ternura ante este pedido, y flexionando mis brazos posé mis labios sobre los suyos y la besé con suavidad.
Ella respondió a esa caricia y también me besó.
Repetí el beso y ella contribuyó de la misma manera.
Separé con mi lengua sus pequeños labios y con ella acaricié a estos.
Introduje mi lengua en su boquita y saboreé sus babitas mezcladas con sus lágrimas.
Algo delicioso.
Respondió Pao a esta caricia moviendo su lengua en mi boca buscando mi lengua a la que una vez que la encontró la acarició.
Nuestras salivas eran pesadas, viscosas, producto de la calentura que teníamos ambos.
El beso cobró más intensidad y pasión.
Esto hizo que mis movimientos copulatorios se hicieran más veloces y más profundos.
También hizo que ella aceptara ya con menos dolor la entrada y salida de mi columna en su conchita, la que me apretaba de una manera alucinante.
El calor de este accionar fue incrementando la lujuria de ambos, y Pao ya superado el primer trance doloroso de su desvirgue, se entregaba con placer y totalmente a ser bárbaramente ensartada por mi verga.
Sus movimientos se hicieron más intensos.
Se sacudía y revolvía descontroladamente bajo mío devorando toda la pija que le permitía su cuerpo de niña, pero disfrutaba como toda una mujer.
Gemía y se aferraba a mis brazos con desesperación elevando su pelvis para ir al encuentro de la mía en cada movimiento coital.
—-¡Ay Boni, me duele pero me gusta! ¡Siento tú pija en la pancita! ¡Boni, Boni, me parece que me va a salir por la boca! ¡Ahhh! ¡Ahhhh! —-¡¡¡Tomá, tomá pendejita!!! ¡Tomá mi pija! ¡Tomá, tenela adentro a toda entera! —-¡¡¡Siiii, siiiii!!! ¡¡¡Ay Boni, cuando empujás y me la metés a toda, choca al fondo con algo y me hace doler!!! ¡¡¡Pero me gusta Boni!!! ¡¡¡Me gusta ese dolor!!! ¡¡¡Siiii, siiiii, dale Boni, dale!!! ¡¡¡Ay Boni, como me la metes a toda!!! ¡¡¡Ayyy, siii!!! ¡¡¡Me duele pero quiero más!!! —-¿¡Querés más entonces!? ¡¡¡Tomá, tomá, te la meto a toda!!! ¡¡¡Hasta el tronco!!! ¡¡¡Qué hermoso!!! ¡¡¡Cómo me aprieta tú conchita!!! ¡¡¡Tomá, te la voy a romper a toda y te la voy a llenar de leche!!! —-¡¡¡Boni, Boni, me sale algo Boni!!! ¡¡¡Ay Boni, que gorda siento tú pija!!! ¡¡¡Ay Boni, ¿Por qué me parece que me voy a hacer pis?!!! ¡¡¡Me hago Boni, me hago!!! ¡¡¡Ahhhhhhhh, que hermoso, que hermoso!!! ¡¡¡Me estoy haciendo Boni, me estoy haciendo!!! ¡¡¡Boni, Boni, qué lindo, me sigo haciendo, me sigo haciendo!!! ¡¡¡Ay Boni, ay, ay, ¿Qué es eso caliente que me estás echando dentro de mí?!!! ¡¡¡¿Es tú lechita Boni?!!! ¡¡¡Ay qué caliente que está!!! ¡¡¡Y cuanta me estás echando!!! ¡¡¡¿Es igual a la que le echás a Lara la lechita que me echás a mí?!!! —-¡¡¡¡Siiiiiii, siiiii, mocosita divina, siiiii, es mi leche la que te estoy echando!!!! ¡¡¡Te voy a llenar la conchita con mi leche!!! ¡¡¡Tomá, tomá, ahí te va otro chorro de leche!!! ¡¡¡Tomá, tomá, te echo mi leche bien adentro de tu conchita, te la estoy llenando!!! —¡¡¡Siiii, siii Boni, siento tu leche bien caliente en mi conchita!!! ¡¡¡Boni, Boni, me has llenado, se está volcando por mis piernitas!!! ¡¡¡Ay, ay Boni, yo también me sigo haciendo pis!!! —-¡¡¡Qué divina que sos guachita!!! ¡¡¡Como te gusta culiar!!! ¡¡¡¿Te gusta mi leche?!!! ¡¡¡Bueno entonces tomá, tomá, ahí te doy más!!! ¡¡¡¿Querés más, ahí te doy otro chorro!!! ¡¡¡Tomá, tomá, ahhhhh, ahhhhh, ahhhhh!!! —-¡¡¡Ay Boni, ay Boni, que lindo, ahhhh!!! ¡¡¡Boni, Boni, ahhhhh, ahhhhhh, ahhhhhh!!! —-¡¡¡Te rompi la conchita y te la llené de leche mi amor!!! —-Si, si, ya sé Boni, y me gustó mucho aunque me dolió.
Ahora bajate de arriba mío Boni porque quiero respirar y vos me tapás todo el aire.
—-También te tapé la conchita pero ahí no dijiste nada.
—-Noooo, me gustó mucho eso.
Lentamente me fui aflojando y relajando.
Saqué mi verga de la cuevita de Pao y vimos como salía leche con un poco de sangre de su interior.
—-Huy Boni, mirá como le sale leche de la conchita de Pao.
Le echaste un montón.
Esto lo decía Lara que no había perdido detalle de toda la acción desplegada en esa cama.
—-Boni, me dijo Lara, no me explico cómo le entró todo esto a mi hermanita, y empuñaba mi verga mirándola con detenimiento como si no la conociera y no la hubiera probado por todos sus agujeros ella misma.
Y con sus dedos tocó la conchita de su hermanita, de la cual seguía manando mi semen con abundancia, llevó esa mano impregnada de mi leche a su boca, y saboreándola con gusto dijo: ¡Hummmm, qué rica, yo también quiero que me llenés con tú leche.
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