Poda 11
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por renegadomonti.
Poda 11
Claro que al ser una espectadora de todo lo que habíamos hecho con su hermanita menor, ver la forma en que había desvirgado a Pao, como esa conchita chiquita se había comido casi toda mi verga, y como esta nena había gozado de contener dentro de su cuerpo semejante pedazo de carne, había hecho que ella se calentara y quisiera sentir las mismas delicias que había gozado su hermanita.
Todo en esa habitación hablaba de sexo.
El olor a dos hembritas calientes, el aroma de los jugos de los sexos femeninos y masculinos, porque lo que emana de los cuerpos de las niñitas no es olor, es aroma, es un perfume delicioso y embriagante que invita a seguir gozando de sus cuerpos hasta que pierdas totalmente tus fuerzas.
Los cuerpos desnudos mostrando sin ningún tipo de impedimento todas sus partes íntimas.
Ver ella esa verga ya morcillona que aún tenía en sus manos y que acababa de salir del interior del cuerpo de su hermana, percibir el calor de la misma y la semi dureza que aún mantenía, contribuyó a que su libido aumentara considerablemente.
Ella estaba ya lista para un nuevo acoplamiento.
Lo deseaba con intensidad.
Y lo pedía susurrándole palabras de cariño a mi verga, diciéndole como si esta pudiera escucharle y contestarle que la deseaba, que quería tenerla dentro de su concha, o su culo, o donde ella quisiera entrar.
Todo esto incrementaba el clima erótico que reinaba dentro de esa habitación, sobre esa cama.
Pero había un problema.
Un gran problema.
Yo ya no daba más, y necesitaba desesperadamente, de una manera urgente, un descanso, porque había sufrido un desgaste muy importante.
Desvirgar a Pao me requirió un esfuerzo considerable, y si tenemos en cuenta que anteriormente había tenido que “atender” a Lara, y que ya venía de una intensa actividad sexual con ambas nenas, este descanso no se podía postergar, dado que mi organismo ya no respondía a los impulsos sexuales que recibía y enviaba mi cerebro hacia mi órgano masculino.
Le pedí a Lara que me permitiera un descanso, pero ella estaba realmente encendida y quería en ese momento que la culiara.
Quería chuparme la pija, cosa que hizo, ya que se metió mi alicaído poste en su boca y comenzó a acariciarlo con sus labios y lengua, y luego a chuparlo con fuerzas, con ganas, tratando de hacerlo revivir.
Pero realmente estaba extenuado.
Me hacía doler la verga con sus intensas chupadas.
Se lo dije y traté de hacerle entender que en ese momento y hasta luego de un descanso, no iba a conseguir revivir a mi pija.
Por suerte comprendió la situación, y muy a su pesar soltó mi pija, le dio un suave beso en el “lomo” y le dijo mimosamente, —-Descansá mi amor, descansá que después te voy a agarrar yo y te voy a sacar hasta la última gota de leche.
Todo esto no dejaba de tener un trasfondo divertido, hilarante, ya que ver a esta nena hablándole a mi verga como si esta le entendiera y/o pudiera responderle, causaba gracia.
Pero ella no lo entendía así, ya que de verdad quería que esa verga a la cual ella le hablaba, se introdujera en su cuerpo y le diera la satisfacción que estaba necesitando en ese momento.
Pao ya se había dormido agotada totalmente luego de haber experimentado por primera vez en su corta vida, tan solo 8 añitos, los fuegos y ardores del sexo producidos por la verga de un adulto incrustada en su cuerpito.
Lara por fin comprendió que yo necesitaba descansar, y se tendió a mi lado, también totalmente desnuda, pero mi condición física no me permitía en esos momentos reparar en estos detalles que en otra oportunidad hubieran sido relevantes y condicionantes para desatar otro tipo de actividad que en la que en ese momento había comenzado a producirse.
Me sumergí totalmente en busca del sueño reparador y solo recuerdo que cuando regresé a este mundo, estaba en la cama, en medio de dos niñas, que al igual que yo, carecían de ropas.
Mi cerebro se fue acomodando y recordando todo lo que había pasado, y fui reviviendo los momentos anteriores.
Miré a Lara que al igual que su hermanita permanecían completamente dormidas y desnudas.
Lara se encontraba en posición fetal con una de sus piernas sobre mi cuerpo y su brazo derecho cruzado encima de mi pecho.
Pao, bueno Pao se encontraba de espaldas sobre el lecho, con sus piernitas y brazos abiertos en cruz.
De su boca manaba un tenue hilo de baba.
Su cabello alborotado.
Me apoyé en mis brazos y contemplé a Pao, y me parecía mentira, imposible que ese pequeño cuerpito, delgadito, menudo, hubiera podido soportar que yo le introdujera mi pija.
Que para una niña de la envergadura física y la edad de Pao, era bastante grande.
Sus piernitas separadas dejaban ver los labios de su conchita nuevamente pegados uno a otro, como si por allí no hubiera pasado nada.
Pero estaba totalmente impregnada por mi leche y sus jugos propios, señal inequívoca que ese santuario había recibido la visita de alguien, de algo, y que este algo o alguien, habían dejado su huella, una huella por demás abundante ya que aún goteaba, lentamente por supuesto, hacia su culito, hacia la sábana, que había sido un mudo testigo de lo que allí sucedió.
Extendí mi mano y toqué su panocha.
Estaba pegajosa.
Separé los labios de su vagina suavemente, y vi que su interior aún conservaba el rojo intenso que denotaba que había sido sometida a un apasionado y duro trajín.
Vi algunos restos de sangre.
Estos formaban grumos mezclados con mi semen.
Seguía sin comprender como había soportado que yo le metiera casi toda mi verga, porque no fue toda, ya que un pedazo quedó fuera al no tener lugar en esa cavidad para alojarse en su totalidad.
Con mis dedos seguí separando sus carnes, estas no oponían casi resistencia.
Quería ver hasta dónde podía llegar con mi “inspección ocular”.
En eso siento que Lara se despierta y me pregunta que estoy haciendo.
Me da un poco de vergüenza decirle que estaba curioseando el agujero al que horas antes le había roto su “sello” y lo había estirado, y que quería ver cómo había quedado.
—-Estoy limpiándola un poquito, le respondí.
¿Quieres desayunar? —-Bueno, me dijo Lara, pero deja, yo lo voy a preparar.
—- No te apures, le dije, me doy una ducha y voy a comprar algunas medias lunas.
Me levanté y me dirigí al baño.
El agua fría reanimó mi cuerpo, mis músculos, en eso entró Lara diciéndome que ella también se quería bañar.
Comenzó a jabonarme, a lavar mi cuerpo, y cuando llegó a mi pija, la tomó entre sus manitos con cariño, como si se tratar de algo muy frágil que se pudiera romper o dañar si no la trataba con suavidad.
Esta niña era realmente sorprendente.
Tenía un alto caudal de erotismo y ternura.
Se pegó a mi cuerpo y me besaba por todos lados.
Su carita llegaba hasta un poco más arriba de mi ombligo, o sea que mi verga al comenzar a reaccionar por sus caricias, pegaba un poco más arriba de su pancita, casi en su pecho.
No le costó mucho bajar su cabecita, abrir su boca, y meterse en ella mi pija que se endurecía rápidamente ante este tratamiento que estaba recibiendo.
Consiguió que se irguiera en su totalidad y me daba largas y fuertes chupadas.
La retiraba de su boca y con su lengüita de nena la lamía a todo lo largo, por arriba y por abajo.
Luego nuevamente se la metía en la boca y continuaba con su deliciosa succión.
Se notaba que lo hacía con amor, con ganas, que deseaba hacerlo.
Pronto mi pija estaba endurecida al máximo.
La separé y le quité la pija de su boca.
La levanté tomándola por debajo de sus bracitos, y puse su conchita en mi boca.
Mi lengua hizo estragos en ella, ya que sentí que Lara llegó al orgasmo de inmediato doblándose sobre mi cabeza y tomando entre sus dedos mis cortos cabellos.
Su orgasmo fue intenso.
La fui bajando lentamente resbalando por mi cuerpo hasta que llegó a tomar contacto su vagina con mi pija.
Con una de mis manos le separé una piernita y coloqué la punta de mi verga en la entrada de su conchita.
Esta estaba húmeda, bañada por sus jugos internos que servían al igual que mi líquido pre eyaculatorio de lubricante.
Lentamente le fui hundiendo mi daga en su argollita, que a pesar del uso intensivo que le habíamos dado desde que se quedó en mi casa, era estrecha como correspondía a una nena de su edad, y apretaba mi verga delicadamente.
Ella se quejaba y me decía que se la metiera a toda, que desde anoche quería que la culiara.
Me decía que no le importaba que le doliera porque ella la quería tener a toda adentro, enterrada hasta la mismísima raíz.
Coincidentemente, era el mismo deseo que tenía yo.
Clavarla hasta el infinito.
No dejarle ni un milímetro de mi ariete fuera, y si hubiera sido posible, meterle los huevos también.
Claro que esto es imposible, pero bueno, es un deseo que nace y se piensa a impulsos de la calentura que uno experimenta en esos momentos.
Percibí que Lara estaba sufriendo dolores por la introducción de mi mástil ya endurecido al máximo, pero que no decía nada por el deseo de tenerme todo dentro de ella, a pesar de que los gestos de su carita eran inequívocos.
Pensé que tal vez sería por la forzada posición de ella, ya que estaba con una de sus piernitas elevada y siendo sostenida por mi mano y la otra en el aire a causa de la diferencia de estaturas, y que mi verga estaba siendo el segundo sostén del peso de su cuerpito, lo que hacía que su argollita se estirara y sufriera una presión adicional.
Pero ella además parecía feliz por sentirse culiada.
Estaba logrando lo que toda la noche había estado deseando, según sus propias expresiones.
Pero a mí me gusta gozar y hacer gozar.
No me agrada que mi ocasional compañera de cama sufra.
El único sufrimiento que tolero y disfruto, es el que sienten cuando son desvirgadas.
Así que le retiré mi pija de su conejito y solté su pierna dejándola apoyada en sus propios pies sobre el piso de la bañera.
—-¡¡¡Nooooo!!!, me dijo, más que decir me gritó, ¡¡¡No me la saques, métela de nuevo!!!, —-Espera, le respondí, y me senté sobre la tapa del inodoro y la atraje a ella sentándola sobre mi roja, caliente, dura y vaporosa pija de frente hacia mí.
Fue bajando lentamente sobre la dura estaca.
Le dolía, pero le gustaba.
—-¡Ay Boni, como me entra! ¡Me hace doler, pero es tan lindo que no importa! ¡Ay, que grande que la tenés! Me parece que me estuviera partiendo al medio.
¿A ver Boni cuanto falta?, falta un pedazo Boni, dale, métela a toda, yo también te ayudo para que entre toda, toda.
¡Hummm, me está llegando a mi pancita, y creo que todavía falta un poco.
¿A ver, a ver si falta mucho? ¡¡¡Ahhhh, ya está Boni, ya está.
Por fin la tengo a toda adentro.
Ahora nos movamos Boni.
Asi, así, así!!! ¡¡¡Ahhhh, qué lindo Boni, qué lindo, dame más, dale, dame más!!! ¡¡¡Ahhhhh!!! ¡¡¡Ahhhhh!!! ¡Qué dura que está tu pija Boni, me hace doler de tan dura que está, pero me gusta mucho! ¡¡¡Ay Boni!!! ¡¡¡Ay Boni, ay, ay!!! ¡¡¡Acabo Boni!!! ¡¡¡Acabo Boni!!! ¡¡¡Acabo!!! ¡¡¡Ahhhh!!! ¡¡¡Ahhhh!!! Y experimentó un orgasmo desbastador haciendo que las paredes de su canal vaginal presionara fuertemente sobre mi verga, transmitiéndole todos y cada uno de sus espasmos, haciendo que tuviera que redoblar mis esfuerzos para contener mi eyaculación, ya que el caudal de leche que contenían mis huevos era bastante.
Le saqué mi verga de su conchita, haciendo que nuevamente protestara por esto.
La di vuelta e hice que apoyara sus bracitos sobre el inodoro, dejándome su culito a mi disposición.
Besé, lamí y chupé ese culito tratando de meter mi lengua en ese pequeño orificio, él que se fue dilatando hasta alcanzar un diámetro aceptable para iniciar su enculamiento.
Ella gozaba con todo este manipuleo y me pedía que continuara.
Cuando sintió la cabeza de mi pija apoyada en su entrada posterior, me pidió que se la metiera despacito para que no le doliera mucho.
Jugué un momento deslizando mi verga desde su culito hasta su vagina, paseándosela por todo el largo de su pequeño tajito.
En una de esas sentí que su conchita también se había dilatado a raíz de las caricias recibidas, y que mi pija se había encajado en su entrada.
Presioné, y mi glande se deslizó hacia su interior.
Lara recibió este ingreso con un quejido y un reiterado pedido que se lo hiciera despacio.
Percibí sobre la cabeza de mi pija la presión ejercida por las paredes de su vagina.
Empujé otro poco, y otro poco entró mi falo en ese agujerito.
Otro quejido de Lara.
Nuevamente presioné y avancé hacia su interior.
La presión de sus paredes vaginales sobre mi lanza era muy marcada.
Insistí con mi presión incrustando otro pedazo de pija dentro de ella.
Lara me dijo que le dolía mucho, que parecía que mi pija había crecido más de lo habitual, que no la aguantaba.
Me quedé quieto un momento, y luego lentamente comencé a moverme de adentro a afuera, una y otra vez, muy suave.
Sacando y metiendo mi miembro.
Me di cuenta que Lara se relajaba un poco y recomencé la introducción.
Ya mi falo se había incrustado hasta la mitad.
Nuevamente me detuve un momento, y al mirar hacia abajo, vi ese cuerpito chiquito, doblado, inclinado, apoyando sus manitos en la tapa del inodoro, y tomé conciencia de lo que estaba haciendo y con quién lo estaba haciendo.
Lo hacía con una nena de 10 añitos, y era la primera vez que la clavaba en esa posición.
Esta novedad aumentó mi excitación y presioné con más fuerzas mi pija para entrar completamente en ese cuerpito.
Los quejidos y ayes de Lara se intensificaron, pero yo ya no prestaba atención más que a la presión enloquecedora que estaba recibiendo por parte de las paredes del canal vaginal de Lara sobre mi verga.
—-¡¡¡Ayyy Boni, despacio, no la metas tan adentro que me duele mucho!!! ¡¡¡Por favor Boni, despacio!!! ¡¡¡¡Nooooo, no la metás más, por favor!!!! Mis piernas chocaban contra los muslos de la niña.
Extendí mis brazos y tomándola de los hombros la impulsé contra mi cuerpo, de esa manera mi verga se enterró hasta el tronco.
Lara emitió un largo gemido, y sollozando me dijo: —-¿¡¡¡Hasta donde me la metiste Boni!!!? La siento en la boca.
La tengo metida en mi pancita.
Me quedé quieto un momento tan solo para recuperar fuerzas.
Luego comencé a culiar a Lara con ganas.
Le metía y sacaba mi pija de sus entrañas con fuerzas.
Ella comenzó a disfrutar también de este momento.
—-¡Ah Boni, que adentro me la has metido, me parece que me va a salir por la boca!.
¡Ah, ah, ah! También yo disfrutaba de todo esto como se pueden suponer.
La posición en que tenía clavada a Lara permitía que me introdujera hasta el mismísimo tronco.
No quedaba nada afuera.
Mi verga estaba enfundada en su totalidad dentro de Lara.
Tanto ella como yo estábamos sumidos en un mar de lujuria, de calentura.
De pronto Lara explota en un orgasmo intenso.
¡¡¡Ahhhh, ahhhh, Boni, acabo Boni!!! ¡¡¡Aggghhh, Boni, Boni, métela toda!!! No me pude sustraer a estas expresiones de Lara, como así tampoco a las contracciones de las paredes de su vagina sobre mi pija, y me dejé vencer eyaculando chorros de leche dentro de esta criatura.
Ella al sentir fluir mi leche dentro de su conchita también sintió incrementado su orgasmo.
¡¡¡Boni, Boni, me estás echando tu leche, y que caliente que está!!! ¡¡¡Ahhhh, cuanta leche me echás dentro de mi conchita, la estás llenando!!! ¡¡¡Qué lindo, ufff, ahhhh, ahhhh! Una vez completado nuestro placer, saqué mi pija lentamente de su conchita y ella se levantó, me miró a la cara y miró mi pija que aún conservaba algo de su rigidez, la tomó entre sus manos y me dijo, —-¡Con razón me llegó hasta la boca, si es enorme!, y diciendo esto se la metió en la boca y la acariciaba con su lengua y sus labios, chupando y sacándole los últimos vestigio de semen que aún permanecían en mi canal uretral.
Realmente era increíble esta nena.
Parecía que nunca estaba satisfecha, que siempre quería más.
La alcé en mis brazos y la situé con su carita pegada a la mía y la besé con pasión, ella respondió de la misma manera, y así, besándonos, llegamos nuevamente a la ducha en donde procedimos a bañarnos y quitarnos todos nuestros fluidos de nuestras respectivas pieles.
La envolví en una toalla y la llevé al dormitorio, en donde aún permanecía durmiendo Pao con sus piernitas totalmente separadas dejando expuesta su conchita recientemente desvirgada y bautizada por mi semen.
En esos momentos esta vista que en otra oportunidad me hubiera excitado sobremanera, ahora solo despertó en mí curiosidad por ver cómo le había quedado su conchita.
Era innegable que el espectáculo de la conchita de una nena de solo 8 años es algo que atrapa y atrae, por lo tanto me acerqué y deposité un beso sobre ese tajito bañado por mi semen y sus propios jugos internos.
El aroma, el sabor y la visión de la que estaba gozando, hizo que se fuera despertando en mí el deseo de clavar nuevamente a esa niña.
Ella, Pao, también se fue despertando, y al tomar conciencia de lo que le estaba haciendo me dijo: —-¡Ay Boni, ¿qué me estás haciendo!?, y diciendo esto separó todo lo que pudo sus piernitas para así recibir en su totalidad mi caricia.
¡Qué sabor! ¡Qué aroma! ¡Qué visión! Realmente solo aquellos que hemos tenido la suerte de tener a una niña a nuestra entera disposición como tenía yo en este momento a Pao, sabemos del inmenso placer que nos brinda esta situación.
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