Poda 12
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por renegadomonti.
—-¡Ay Boni, ¿qué me estás haciendo!?, y diciendo esto separó todo lo que pudo sus piernitas para así recibir en su totalidad mi caricia.
¡Qué sabor! ¡Qué aroma! ¡Qué visión! Realmente solo aquellos que hemos tenido la suerte de tener a una niña a nuestra entera disposición como tenía yo en este momento a Pao, sabemos del inmenso placer que nos brinda esta situación.
Disfruté un rato más de todo eso, y cuando no la seguí acariciando con mi lengua y mis dedos, Pao se enderezo y nos dijo, —¡Ah, qué vivos! Ustedes ya se bañaron.
Yo también me quiero bañar y que Boni me seque.
Y ahí comenzó a repetirse la misma historia, aunque con una diferente protagonista.
Ahora era Pao la que recibía mis atenciones.
Ahora era Pao la que con sus caricias manuales y orales hacía revivir mi pija.
Ahora era Pao la que era penetrada por mi tranca, pero la acción desplegada durante la noche, su desvirgamiento, había dejado secuelas en tan pequeño cuerpito, ya que ni bien le comencé a meter la verga, se quejó y me pidió por favor que no siguiera, que no se la metiera porque le dolía mucho todo el interior de su cuerpito.
—-¡Ay Boni, espera, espera un poco! —-¿Qué pasa, no quieres que cojamos? —-¡Si Boni, pero me duele mucho adentro! —-Bueno mi amor, no te hagas problemas, si no puedes ahora, será más tarde cuando puedas.
—-Pero vos Boni tenés ganas, mirá como tenés tu pija.
—-Si, ¡Claro que tengo ganas de culiarte! Pero si vos no podés, te cojo después.
—-¡Ay Boni, al ver cómo se te ha puesto la pija, a mí también me han dado ganas.
Pero es que la tenés tan grandota, tan gorda, que me da miedo! —-Pero anoche no tenías miedo.
—-¡Nooo!, anoche tenía muchas ganas de saber que se sentía tener toda esta pija tuya dentro de mi conchita.
—-¿Y ahora? ¿No tenés ganas ahora? —-Sí, claro que tengo ganas, pero estoy toda dolorida adentro, y…, y…, bueno, si me prometes que lo vas a hacer despacito y si yo te pido que te pares lo vas a hacer, tratemos de hacerlo.
Pero despacio Boni porque está muy grande tú pija.
Me parece que está más grande que anoche.
Este diálogo mantenido con Pao incrementó mi excitación, si esto era posible.
Sentía que ahora no me podría contener si ella se negaba a culiar.
Que si era necesario hacerlo por la fuerza, se lo haría.
Pero reflexioné y me dije que no, que debía respetar sus tiempos y su decisión.
Ahora ya no quería hacérselo en el baño, quería que lo hiciéramos en la cama.
Se lo dije, y estuvo de acuerdo conmigo, entonces la tomé en mis brazos, y besándonos apasionadamente en nuestras bocas, y con nuestras lenguas entregadas a una batalla total buscándose la una a la otra para acariciarse, allí donde sobre esa cama totalmente desnuda, yacía Lara sumida en un profundo sueño.
Pao separó por completo las piernas ofreciéndome su preciosa intimidad, sobre la cual me abalancé e incrusté mi lengua entre sus labios vulvares, los que se encontraban aún hinchados por la anterior actividad nocturna.
Separé los mismos con mis dedos y traté de llegar con mi lengua lo más adentro posible.
Pude ver con grata satisfacción que ya no existía su himen, y orgullosamente recordé que fui yo, mi verga, quién lo eliminó.
Pao exhaló un fuerte quejido porque mis dedos fueron algo bruscos al separar los labios de su conchita, cosa que hizo que Lara despertara.
No presté atención a eso, y continué con mí accionar lingüístico en tan hermoso como chiquito tajo.
Pao ya estaba encendida, y con mi lengua, mis labios y mis dedos logré que su calentura se incrementara.
Con sus manitos empuñaba las sábanas de la cama y las apretaba fuertemente acorde con sus sensaciones, que ya eran intensas.
Era algo increíble la predisposición de esta niñita para el sexo.
Hacía tan solo unas horas que había sido desvirgada por mí, y ya estaba dispuesta a ser culiada nuevamente.
No solo estaba dispuesta, sino que lo estaba deseando.
Un cuerpito tan pequeño con una capacidad erótica tan grande.
Su conchita había sido el receptáculo hacía pocas hora de mi verga y su consabida emisión de semen.
Elevaba su pelvis al encuentro de mi boca, gemía y se retorcía recibiendo la ardiente caricia.
Una de sus manos se posó sobre mi cabeza y la presionó contra su conchita.
Su respiración era agitada.
Sus dedos se enredaron en mis cortos cabellos y tiraban de ellos como temiendo que mi boca se despegara de su sexo.
Una niña de solo 8 años demostrando un gran temperamento sexual dispuesta y deseosa de recibir en su cuerpito la verga y la leche de un hombre adulto.
Yo ya había vuelto a excitarme.
Es que esta pequeña diosa destilaba erotismo por todos los poros de su piel.
La di vuelta sobre sí misma y dejé su pequeño y bien formado culito a mi disposición.
No era mi intención romperle el culo en ese momento, obviamente que ganas no me faltaban, pero comprendía que no iba a ser posible sino a costa de una gran sufrimiento de parte de ella, y hasta quizás algún daño importante en su esfínter teniendo en cuenta la diferencia de tamaños de ambos órganos.
No quería que sufriera ni dañarla.
Solo quería gozarla, gozar con ella y hacer que ella también goce y disfrute de ese momento.
Le chupé su culito por un rato alternando mis lengüetazos entre su culito y su conchita.
Lara callada observaba todo lo que estaba pasando en esos momentos y con una de sus manos se prodigaba caricias en su sexo.
A pesar de que las niñas no emiten un olor fuerte de sus sexos cuando están excitadas, la mezcla de nuestros jugos interiores hacía que la habitación estuviera impregnada del olor a sexo.
Los jugos de Pao y la leche que yo anteriormente había depositado en su útero comenzaron a fluir, al igual que los jugos y mi semen fluían desde el interior de Lara, haciendo que esto conformara un aroma muy sicalíptico.
Con mi dedo del medio pugnaba por ingresar en el culito de Pao, pero la estrechez del mismo no me permitía cumplir con mi cometido.
Pero bien es sabido que la gota de agua horada la piedra, así que en un momento determinado, su esfínter se rindió ante la insistencia de su pretendido invasor, y le permitió la entrada.
En un principio solo fue la punta, pero mi lengua hizo su bien su trabajo, y de a poco, lentamente, mi dedo logró alojarse por completo en tan estrecho estuche.
Me dijo Pao que le molestaba y le hacía arder un poco ese dedo travieso que exploraba su culito preparándolo para un visitante un poco más grueso y más largo.
Dejé mi dedo quieto por un momento mientras mi lengua continuaba con su cometido.
Esto hizo que ella se abandonara a mi caricia y que su esfínter se relajara, permitiendo de esa manera que mi dedo se encontrara un poco más libre.
Al percibir ese relajamiento, suave, lentamente comencé a mover mi dedo en su ajustado y estrecho esfínter.
Afuera, adentro; afuera, adentro; una y otra vez, así su culito se fue acostumbrando a tener algo dentro.
Pero yo sabía que no estaba preparada, ni emocionalmente, ni psíquicamente, como así tampoco físicamente para ser sodomizada, ni tampoco su culito para permitir la entrada de tan duro y grueso visitante en sus entrañas, por lo tanto continué con la caricia un momento más y le pedí a Lara que no perdía detalle de lo que hacíamos con su hermanita menor, que le colocara una almohada debajo de la pancita de Pao.
Ella, Pao, elevó un poco su pelvis para permitir que su hermana colocara la almohada.
Su culito se elevó un poco y sus piernitas se separaron algo más.
Le pedí a Lara que guiara mi verga hacia la conchita de su hermana para que se la pudiera meter.
Con su mano caliente tomó mi verga aún más caliente y la colocó en la entrada de la concha de su hermana, que a todo esto esperaba el pijazo que le hiciera satisfacer sus deseos.
Una vez ubicada mi pija en el lugar preciso, Lara comenzó a mover mi pija a lo largo del tajito de su hermana.
Lo hizo varias veces, consiguiendo de esa manera que tanto Pao como yo, le pidiéramos que ya la dejara quieta para poder por mi parte metérsela a Pao, y esta le pidió que me permitiera a mí que se la metiera.
Presioné mi glande en tan estrecha entrada tratando de ingresar a la cueva de las delicias, pero no lo conseguí.
Una y otra vez lo intenté y no podía vencer la resistencia de los labios vulvares de Pao que se resistían a ser separados por tan agresivo atacante.
Era lógico que esto sucediera.
Era muy notoria la diferencia de tamaños de los órganos sexuales.
Mi verga es bastante gruesa, mi glande no guarda proporción con el resto del cuerpo de mi pija, ya que es muy grueso y casi no tiene punta, es bastante chato, y el agujero en donde quería entrar, era muy estrecho, muy pequeño.
Claro que tiene que ser así, es de una niñita de tan solo 8 añitos, con un cuerpito menudo, casi sin formas de mujer.
Pero ambos estábamos decididos a obviar todas estas diferencias y queríamos que la unión se concretara.
Por mi parte empujaba sin pausas tratando de vencer las dificultades que se presentaban, y ella separaba lo más que podía sus piernitas y paraba su culito para permitir que yo metiera mi duro y grueso miembro.
De pronto mi glande se introdujo entre esos estrechos labios, haciendo que Pao emitiera un fuerte quejido, ya que esta introducción le produjo un intenso dolor.
Me pidió que me detuviera un momento porque le dolía mucho.
Accedí a su pedido y dirigí nuevamente mi dedo a su culito.
Este estaba totalmente cerrado, fruncido.
Mojé este dedo en los flujos de su conchita y nuevamente comencé con la caricia anal.
Pao parecía que no se daba cuenta de esto, ya que no decía nada.
En un momento determinado Pao se relajó un poco y aproveché para meter la punta de mi dedo en su culito.
Esto hizo que pegara un respingo como para eliminar al intruso que le invadió tan íntimo lugar.
Lo que posibilitó que mi verga se introdujera un poco más en su cuevita.
—-¡Ay no Boni, por favor, no la metás más que me duele mucho! Nuevamente detuve mi avance hacia el interior de ese cuerpito que me tenía atrapado, tanto mentalmente como así también físicamente, ya que su prieto túnel aprisionaba con fuerza mi dura verga que no cesaba de descargar sus fluidos, lubricando de esa manera el camino hacia el paraíso prometido.
Mientras mi dedo no cesaba en su trabajo, grato trabajo, de dilatación de ese virginal culito.
De a poco, esta niñita lujuriosa comenzó a moverse, indicándome de esa manera que yo también lo podía hacer.
Apenas movía hacia atrás y adelante mi pija, y cada vez que lo hacía hacia adelante presionaba un poquito más fuerte para ir ganando terreno buscando completar totalmente la introducción de mi herramienta de placer.
Mi verga se fue deslizando suavemente hacia las entrañas de esta pequeña y hermosa niña, pero la posición era un tanto incómoda para mí, dado que por la diferencia de estatura y estando hincado detrás de esta criatura, me dificultaba el movimiento que pretendía fuera repetitivo y constante, así que pasando un brazo bajo su cuerpito, la pegué bien contra mi cuerpo, y de esa manera la levanté y me di vuelta quedando yo de espaldas y ella sobre mi cuerpo, clavada en mi lanza.
—-¡Ay Boni, ¿Qué haces?, me preguntó, ya que era una posición desconocida por ella.
—–¡Te sigo culiando!, le dije yo, pero en otra posición, ahora siéntate sobre mi pija y trágatela entera.
Lo hizo, y sentí que cuando se sentó sobre mi verga, esta se introducía hasta hacer tope en su interior.
—–¡Ay Boni, es muy grande.
Me parece que la tengo en mi pancita y que me va a salir por la boca.
Así como estoy me hace doler un poco, pero me gusta mucho porque me parece que me ha entrado toda.
¿A ver, a ver hasta dónde me entró? Y con su manito trató de agarrar el tronco de mi pija, pero se adelantó Lara a ese movimiento, y fue ella la que agarró mi verga en su tronco.
—–¡No te ha entrado toda!, aún le falta un pedazo que ha quedado afuera.
—–¿Falta mucho para que entre toda?, le preguntó Pao a su hermana.
—–Un pedazo así, le dijo Lara señalando con sus dedos lo que faltaba por entrar, unos 5 centímetros calculo yo.
Esos 5 ctms.
, que junto al glande eran la parte más gruesa de mi pija.
—–¡Pero ya no entra más!, dijo Pao.
¡Nooo Boni, nooo, no empujes más porque me hace doler mucho adentro, en el fondo de mi conchita! Ya no entra más Boni.
Esas palabras y esos gemidos de esta niñita eran música para mis oídos, ya que mi pretensión era ponérsela hasta los huevos, no dejarle nada afuera.
Quería sentir los pelos de mi pubis pegados a sus nalguitas.
Pero por el momento esto parecía que no iba a poder ser, así que me conformé con lo que le había metido, y le dije que se moviera, que continuáramos culiando.
Ella aceptó mi propuesta y comenzó a moverse subiendo y bajando, haciendo entrar y salir mi verga de su estuche, tragando y devolviendo le dura lanza.
Gemía quedamente y suspiraba una y otra vez.
Los deditos de sus manos se aferraban a mis muslos y me clavaba las uñas en ellos.
Cada vez se movía más a prisa.
Sus gemidos y ayes continuaban en in crescendo, como así también su respiración era cada vez más agitada.
De pronto quedó totalmente inmóvil sobre mí con la pija clavada, incrustada en su cuerpo hasta donde este lo permitía, y comenzó a emitir un largo gemido.
Esta niñita estaba teniendo uno de sus orgasmos más fuerte experimentados hasta ese momento, según me lo comentó luego.
Yo sentí que mi leche pugnaba por salir y bañar sus entrañas, pero haciendo un supremo esfuerzo contuve ese deseo y solamente opté por tomarla de su cintura y presionarla fuertemente sobre mi duro palo.
Los dedos de mis manos casi se tocaban entre si al abarcar su cintura.
Es que es tan pequeña y yo tan grande que toda comparación en relación a nuestros cuerpos se magnificaba.
Ver esta criaturita tan menudita, tan chiquita, sobre el cuerpo de un hombre tan grande, no dejaba pensar que estuvieran entregados a un “juego” tan íntimo.
¿Cómo suponer que la pija de este hombre estuviera incrustada en las entrañas mismas de esta nena? ¿Y cómo imaginar que de ser así, esta niña estuviera disfrutando de esa perforación? Pero la realidad era esa.
Ella, Pao, disfrutaba de esta desigual unión.
Es más, la introducción de tan grande miembro viril, hacía que Pao delirara de placer por la bárbara distención a que era sometida su infantil vagina y órganos internos.
No puede permanecer demasiado tiempo quieto, así que me levanté con ella aún clavada en mi verga, se la saqué, la acomodé de espaldas sobre el lecho, ella sola, sin necesidad de que se lo pida, separó sus cortas piernitas todo lo más que pudo, y esperó el ataque de ese hombre que pretendía partirla al medio.
Pero no fue mi pija la que tomó contacto de inmediato con su abertura vaginal, fue mi lengua, mis dedos, mis labios.
Bebí de la misma fuente del placer los jugos que de ella brotaron.
No eran copiosos como dicen algunos, estos eran los suficientes como para demostrar que el placer por ella experimentado, había producido que fluyeran hacia el exterior de su cuerpo para deleite de quién como yo los bebía con fruición.
Mis dedos separaban esos labios vaginales hinchados y bañados por sus jugos internos debido a la acción previa.
Mi lengua se paseaba a todo lo largo y ancho de esa gruta, y se internaban en su interior tratando de llegar lo más profundo posible.
Mis labios acariciaban en una caricia succionadora todo el pequeño sexo.
Cuando consideré por el momento saciada mi sed de jugos de esta niña, coloque el glande de mi columna de carne en la puerta de tan deliciosa caverna, y lentamente fui ingresando hacia el fondo de este cuerpito que me tenía fascinado.
La estrechez del túnel, como así también su suavidad y calidez, sumado a los gemidos de la pequeña hembrita receptora de tan penetrante caricia, producían en mí una calentura extrema.
En un determinado momento sentí que no podía avanzar más, pero había metido solo la mitad de mi verga en su estrecha conchita, y yo sabía que podía entrar un poco más.
Cuando empujé con más fuerza para lograr mi cometido, Pao se quejó con fuerza y me pidió de una manera lastimera que me detuviera un momento porque le dolía mucho, ya que según ella decía, mi pija estaba más dura y grande que antes.
Yo sentía como latía mi verga impaciente por clavarse totalmente dentro de las entrañas de Pao.
También percibía como la cuevita de ella sufría espasmos que se transmitían directamente a mi nabo.
Entonces retiré un poco mi verga y volví a empujar hacia el interior.
Repetí el movimiento dos o tres veces sin hacer caso de los ayes de dolor que profería Pao ante estos movimientos.
De pronto, en uno de esos movimientos sentí que mi verga vencía la resistencia encontrada y avanzaba triunfante hacia el fondo de tan deliciosa hendidura.
Ella se quejó de una manera fuerte y comenzó a llorar recriminándome por haberle metido de golpe la pija hasta el fondo, pero no hasta el tronco.
En eso escucho unos fuertes gemidos y profundos suspiros, como así también un intenso movimiento al lado nuestro.
Era Lara, que al estar viendo lo que hacíamos con su hermanita, se masturbaba y había llegado a un intenso orgasmo, y esto hacía que se sacudiera y moviera descontroladamente sobre la cama con sus dedos sumergidos en su conchita.
Todo esto, una niña de 10 años totalmente desnuda masturbándose y gozando impúdicamente de un tremendo orgasmo, como la visión de un hombre adulto de un tamaño bastante grande galopando sobre una niña que con sus piernitas bien separadas, soportaba y gozaba del ataque sexual que le propinaba este hombre, y no solo eso, sino que además gozaba de ello, y sus gemidos y movimientos así lo demostraban, conformaban un espectáculo capaz de excitar hasta a un santo.
Miré hacia el gran espejo que adornaba una de las paredes de mi dormitorio, y al ver todo esto, redoblé mis esfuerzos para adentrarme hasta la raíz en el cuerpo de Pao.
Sentía la imperiosa necesidad de trepanarla, perforarla, pero el tamaño de su conducto vaginal no me permitía enterrar por completo mi dura y caliente daga.
El glande de mi verga topaba bien al fondo de su canal con una barrera imposible de franquear, y eso además de producirme un dulce dolor en la punta de mi pija, también a ella este choque la hacía experimentar un fuerte dolor, pero soportable, que a la vez que lo sufría, lo gozaba.
Y como no podía ser de otra manera, esta delicia de momento llegó a su culminación transformado en prolongados gemidos y grandes estremecimientos de sus extremidades por parte de Pao, a la vez que las paredes de su útero oprimían de una manera deliciosa mi enfurecida pija que comenzó a derramar fuertes, calientes y espesos chorros de semen en tan íntimo receptáculo, el que a su vez también obsequió a tan cálido y duro visitante, con sus jugos más calientes.
—–¡¡¡Boni, Boni, como me hacés doler al fondo de mi conchita!!! ¡Pero me gusta mucho Boni! —–¡¡¡Huy Boni, que caliente está tú leche!!! ¡Ay, ay, me duele la cintura Boni! ¡Está muy gorda tu pija Boni, me hace doler hasta mi culito! ¡¡¡Qué lindo Boni, qué lindo, dame más, dame, dame!!! ¡¡¡Ahhhh, ahhhhh, no me la saqués todavía Boni!!! ¡¡¡Ay, ay, ay, quiero más Boni, quiero más!!! ¡¡¡Aghhhh, agghhhh, hasta donde la metiste Boni!!! —-¡¡¡Tomá, tomá pendeja de mierda!!! ¡¡¡Tomá, tomá leche de hombre, tomá mucha leche que te da mi pija!!! ¡¡¡Ahhhhh, ahhhhhhh, ahhhhhhh!!! ¡¡¡Qué polvaso que te estoy echando pendeja culiadora ¡!! ¡¡¡Te estoy llenando la concha de leche, te la voy hacer salir por la boca!!! ¡¡¡Ahhhhhh, ahhhhh, qué apretada que tenés esa conchita que yo rompí!!! ¡¡¡Me estás secando mis huevos!!! Y así, chorro, tras chorro, empujón tras empujón, estrujamiento tras estrujamiento continuamos gozando, disfrutando de este maravilloso momento hasta que de a poco fue disminuyendo la excitación del momento, y cuando todo hubo cesado, quité suavemente mi aún endurecida pija del interior de Pao, la que se quejó y me pidió que se la sacara de a poco porque le parecía que a medida que se la sacaba, le sacaba también su conchita para afuera.
Me acosté al lado de ella respirando agitadamente tratando de recuperarme, y ella seguía gimiendo con las piernitas bien separadas, parecía que por el intenso trajín al que fue sometida, no podía aún juntar sus piernitas.
Se mantenía con sus ojos semi cerrados, con su boca entreabierta y un hilito de baba cayendo por la comisura de su boca.
Era la imagen perfecta de la mujer, de la niña en este caso, totalmente satisfecha.
Lara también formaba parte de esta escena, ya que ella también había quedado desmadejada sobre la misma cama.
Y así fueron continuando los días en compañía de estas dos niñitas culiadoras.
En ocasiones iban a sus casas, día por medio, ya que yo les obligaba a hacerlo, y llevaban vituallas cuando iban, que era una forma de dejar a sus padres tranquilos y conformes.
Toda esta vida lujuriosa y tranquila fue alterada por una desgracia que tuvieron estas niñitas.
Su padre, el que en una ocasión que fueron las niñas a sus casas, la obligó a Lara a culiar con él, y también trató de hacerlo con Pao, y al gritar la niña, la madre se dio cuenta de lo sucedido y tuvieron una fuerte pelea con el marido.
Este se retiró furioso y se fue a un bolichón a embriagarse junto a sus amigotes, en donde se trenzó en una discusión y luego en una pelea, donde fue asesinado a puñaladas.
Todo esto hizo que la situación variara y que entrara a formar parte de nuestros encuentros otro hombre.
Realmente esta variante dio lugar a situaciones de alto voltaje erótico.
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