Poda 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por renegadomonti.
En la primera parte de este relato, cometí el error de omitir la edad de la nenita, protagonista de esta historia, y yo pienso que es algo fundamental para comprender mejor lo sucedido. Lara es el nombre de la niñita en cuestión, y su edad, tan solo 10 añitos. Bien, ahora continuemos con esta narración de algo que tuve la suerte de vivir realmente. Y si les ha gustado o no, espero comentarios.
Al quedarme a solas con la niña, la cual estaba desnudita y con sus piernitas separadas dejándome ver su conejito del cual aún manaban algunas gotas del semen depositado por su padre en su interior, me acerqué y le acaricié un poco su cuerpito, hermoso cuerpito que parecía que pedía a gritos que alguien le rindiera los honores que se merecía por su infantil belleza. Luego de acariciarla un ratito le dije que se fuera a bañar nuevamente y que se limpiara bien el conejito para que le saliera toda la leche que le había echado el padre.
Ella obedientemente se dirigió al baño y cerró la puerta, entonces le dije que no la cerrara porque ya iba yo también a bañarme con ella y a ayudarla a limpiarse bien su conchita. Así lo hice, y me metí en la bañera con ella. Hice que se pusiera de pie y comencé a enjabonarle todo su cuerpito. En un primer momento se puso tensa y ocultaba su carita y no me quería mirar a los ojos, entonces le dije que ella también hiciera lo mismo conmigo y que me lavara bien por todos lados. Con cierto temor comenzó a enjabonar mis brazos, muy lentamente. Le dije que lo hiciera sin temor, como se lo hacía yo, que también lavara mi pecho y todo mi cuerpo. Por cierto que lo hacía con un poco de miedo y con bastante vergüenza. Tomé su mano y le eché un poco de jabón líquido, luego esa manito la puse sobre mi verga. En un primer momento cuando le solté la manito, la retiró bruscamente, le dije que no tuviera miedo y nuevamente posé su manito sobre mi pija, que demás está decir que se encontraba totalmente enhiesta, dura.
Tomó mi verga entre sus manitos y la miraba con curiosidad, con mucho detenimiento. Le pregunté que era lo que veía de raro en mi pija, y me dijo que solamente le llamaba la atención porque era mucho más grande que la de su papá, y que seguramente si yo se la quería meter, no le iba a entrar en su conchita. Le dije que no se hiciera problemas por eso, que por ahora nos ocupáramos de bañarnos bien. La senté en la punta de la bañera e hice que colocara sus piecitos en ambos lados de la misma, quedando de esta manera su conchita bien a la vista y bien abierta. Se veían sus labios vaginales enrojecidos y apenas separados. Lentamente le fui metiendo un dedo en su grutita, ella se sobresaltó, le dije que no se asustara, que lo hacía para lavarle bien su hermoso conejito, para poder sacarle toda la leche que le había echado su padre. Metí un segundo dedo y comencé lentamente un mete y saca diciéndole que de esta manera no le iba a quedar leche dentro. No respondió nada y miraba con curiosidad lo que le hacía. Le pregunté si le molestaba lo que le hacía y me dijo que no. Entonces te gusta, le pregunté y solo me respondió con un encogimiento de hombros.
Eso me dio la pauta que no le desagradaba y que si continuaba otro poquito, de seguro le iba a gustar. Así fue, de pronto vi que cerraba sus ojitos y se mordía los labios. Continué con mi caricia y comenzó a levantar el culito como buscando que mis dedos entraran más profundamente dentro de su conchita, y de pronto me dijo que sentía algo raro, que le parecía que se iba a orinar y sin otro comentario su cuerpito se tensó de golpe y emitió un suspiro y un gemido que delataban que había tenido un orgasmo. Una vez que hubo concluido su gozo, se aflojaron sus bracitos con los cuales se sostenía en el borde de la bañera y sus piernitas cayeron dentro de la misma y su cuerpito se fue deslizando totalmente sin fuerzas. La tomé antes que terminara de caer para que no se sumergiera bajo el agua y se asustara y se borrara todo lo anterior. Con una mano le pasé agua por la carita, le lavé bien la boquita y le di un beso. Primero suave, como acariciando sus labios de niñita y progresivamente fui presionando con mi lengua hasta meterla en su boquita. Ella solo se dejaba hacer no respondiendo al beso, entonces le dije que me diera su lengüita, al hacerlo la tomé con mis labios y chupé esa deliciosa lengua de niña sorbiéndole toda su saliva. Le dije ahora vos, cuando yo te meta la lengua en tú boquita, haces lo mismo que te hice yo. Y así fue. Me chupó la lengua con la suavidad propia de su género y su edad. Nuevamente dirigí mi mano a su conchita y la acaricié, tomé su mano y la posé sobre mi verga. De inmediato cerró sus deditos en torno a mi pija, por supuesto no la podía abarcar en su totalidad, pero la apretaba y la soltaba, una y otra vez. Nos volvimos a besar, ahora de una manera más completa, ella también me besaba y chupaba mi lengua y mi saliva. La alcé entre mis brazos, la envolví con un tohallón y me dirigí con ella en brazos al dormitorio. En el camino no dejamos de besarnos.
La posé sobre la cama y con mi lengua fui secando su cuerpito. Ella se retorcía de gusto a la vez que emitía un largo gemido de placer. Llegué a su conchita en donde sumergí mi lengua todo lo que puede. Con mis dedos separé sus labios vaginales y mi lengua se transformó en un látigo que le propinaba un dulce castigo, al que ella respondía retorciéndose y gimiendo. Apretaba con sus manitos mi cabeza contra su conchita a la vez que elevaba sus caderas yendo al encuentro de mi cara, de mi lengua, de mi boca que la hicieron llegar por segunda vez a un orgasmo tremendo. Quedó laxa. Lentamente me fui retirando de su entrepierna y me recosté al lado de ella con mi verga dura, durísima, apuntando hacia el techo, hacia el infinito. Con suavidad fui besando su cuellito, su carita, su boquita. Le pregunté si le había gustado lo que le había hecho, y suspirando, en un susurro me dijo que sí, ¿de verdad te ha gustado?, si, fue algo hermoso, que nunca había sentido eso. Le pregunté si su padre nunca la había acariciado de esa manera, y me respondió que le daba mucha vergüenza hablar de eso, —No tienes porque sentir vergüenza por eso, es algo que ya lo has hecho, y no es nada malo, solo que no tienes que andar divulgándolo por todos lados, no, me dijo, él solo le hacía abrir las piernitas y se la metía, ¿pero a vos no te gustaba eso, no te gustaba que tú papi te culiara?, —-¡Ay, me da mucha vergüenza seguir hablando de eso, —-Te repito que no debes sentir vergüenza de contarme a mí si te gustaba o no como te culiaba tú papá, tener sexo es algo normal, natural, para eso fueron creados el hombre y la mujer, y tampoco se debe tener vergüenza de decirle, de contarle a la persona con la que estás culeando, lo que te gusta hacer o que te hagan, porque eso le da la oportunidad al hombre que está cogiendo con vos, el saber que es lo que te gusta, y de esta manera ambos obtienen más placer, mas gusto.
A nosotros los hombres nos gusta saber que lo que le hacemos a la mujer cuando culeamos, a esta le gusta y lo disfruta. También nos gusta que la mujer nos diga que es lo que quiere que le hagamos y como, y que cuando estamos culeando la mujer nos cuente lo que está sintiendo, y si quiere que sigamos o no. Por eso te digo que en el momento de tener sexo, no hay que tener ningún tipo de vergüenza. ¿Me entendiste?, —-Si, pero lo mismo ahora me da vergüenza. —-Bueno, veamos si podés seguir contándome si tu padre te hacía lo que te he hecho yo. —-No, él no me hacía nada de eso, nunca me dio un beso en la boca como lo hizo usted, ni tampoco me tocaba mi, mi…, mi conchita, ni tampoco nunca hizo que se la agarrara con mi mano, él solo me hacía abrir las piernas, se subía encima mio y me la metía, culiaba un poquito, acababa y la sacaba. Le pregunté si quería que yo se la metiera. Se enderezó un poquito y miró mi verga que estaba bien dura y parada, con su glande enormemente desarrollado y me dijo que era muy grande, que le iba a hacer doler. Querés que probemos, le pregunté, y si te duele mucho no lo hacemos le dije.
Obviamente que esto era una mentira, porque una vez que le metiera la cabeza de mi pija, no iba a parar hasta no metérsela a toda. Tengo miedo, me dijo, es muy gruesa, y con su manito tomó nuevamente mi pija y la observaba con curiosidad, algo de miedo y muchas ganas de probarla. Dale un besito le dije. Me miró y apretando mi pija un poco y moviéndola me preguntó, ¿aquí? Si le dije yo, así como yo besé tu conejito ahora vos haz lo mismo con mi pija. Se acomodó y le dio un beso a mi verga. La miró, y nuevamente le dio otro beso. Entonces yo impaciente por recibir las caricias de esta nenita le dije que la besara mucho y que luego se la metiera en la boquita y la chupara. Abrió bien grande su boquita de nena y metió en ella el glande de mi verga, que al estar tan hinchada, tan dura, solo era eso lo que le cabía en su cavidad bucal. —Con tu lengüita, sin sacarla de tu boca acariciamela. Al principio casi no podía ni mover su lengua, pero con el correr de los minutos y habiéndose desatado en ella los deseos por acariciar y chupar esa estaca de carne que tenía en su boca, fue logrando deslizar su lengua por todo el contorno de la cabeza de mi pija.
A todo esto yo no permanecía ocioso y habiéndome ubicado en una posición adecuada, acariciaba su conejito, al principio sus labios vaginales, su clítoris, pequeño y apenas visible clítoris, oculto dentro de su capuchón, pero lentamente fue irguiéndose y apareciendo. de un color rosa subido, parecía cubierto de una película gelatinosa transparente y muy brillosa. Introduje un dedo en su rajita y lo movía en círculos y entrando y saliendo. Ella se retorcía de gusto. Luego metí otro dedo, y con los dos dedos comencé un trabajo de mete y saca al par que con el pulgar continuaba acariciando su clítoris que ya había abandonado definitivamente su refugio y se mostraba orgulloso a la mirada de quién le estaba prodigando una caricia tan caliente y lujuriosa. A todo esto ella había logrado encontrar la forma de meterse un pedazo más de pija en su boca, pedazo al que chupaba casi con desesperación. Al considerar que ya estaba lista para intentar la penetración, le pregunté si quería que probáramos a ver si le entraba mi pija en su conchita. De inmediato sacó mi verga de su boca y me dijo que sí, que probáramos, y sola, sin necesidad de que yo se lo indicara, se tendió en la cama boca arriba y separó bien sus piernitas invitándome a la acción.
Tomé sus piernitas y las levanté colocándolas contra mi pecho. De esta manera su conejito quedó bien expuesto no solo a mi vista, sino también a la espera de que le metieran la verga. Coloqué la punta de mi pija en la entrada entreabierta de tan hermosa como deseada hendidura, notando la pronunciada diferencia de tamaños, pero pensando que la niña no era virgen, arremetí contra la fortaleza a vencer y sentí que la cabeza de mi miembro había logrado introducirse por completo, arrancando un fuerte quejido por parte de esta criaturita. Me detuve un momento y le pregunté si estaba bien, a lo que me respondió que le dolía bastante, que le parecía que la había lastimado. No, le dije yo, no te he lastimado, es solo una sensación, ya vas a ver que nos quedamos quietos un momento y se pasa ese pequeño dolorcillo del principio. Mientras le hablaba, muy lentamente, casi imperceptiblemente movía mi pija de adentro a afuera. Era un movimiento muy suave. Esto sirvió para que ella fuera perdiendo el temor a que le doliera más y aceptara este movimiento, que al cabo de un momento acompañó moviendo también suavemente su pelvis yendo al encuentro de mi pija. De a poco le fui metiendo cada vez un poquito más. Ella lo sentía, y a cada empujón emitía un suave lamento. Cuando le metí un poco más de la mitad de mi verga, me pidió que me detuviera un poquito por que le estaba doliendo mucho. Accedía a su pedido y me detuve, con sus piernitas apoyadas en mi pecho, casi sobre mis hombros y sosteniéndome con mis brazos para no aplastarla.
Entonces le dije que así me gustaba que me dijera lo que sentía, y que también me dijera lo que quería que le hiciera, que no tuviera vergüenza, y que si le gustaba lo que le hacía , que me lo dijera. Ella asintió con un movimiento de cabeza. La sensación era increíble, no solo por ver a esta niñita bajo mío, sino también por sentir los latidos de su argollita sobre mi pija. No pude aguantar mucho. Sentía que en cualquier momento me derramaba dentro de ese túnel tan prieto y tan cálido. Reanudé mis movimientos y ella también reinició sus lamentos, cada vez más fuertes, ya que mis empujones para introducirme totalmente dentro suyo eran a su vez cada vez más violentos. A medida que avanzaba dentro de su grutita, me daba cuenta que hasta ahí no había llegado su padre, y que este era terreno totalmente virgen y que yo estaba conquistando. Brotaban lágrimas de sus ojos y me pedía por favor que me detuviera porque la estaba abriendo demasiado y le dolía muy mucho. Por supuesto que hice oídos sordos a estas súplicas y continué con mi tarea demoledora tratando de alcanzar el fondo de ese infantil útero, el fondo de ese cuerpito de nena de…., deeee…, bueno, recién ahí me di cuenta que no sabía que edad tenía, ni me importaba en esos momentos. Sabía y percibía que era tan solo una niñita, una nenita que solo había probado la verga de su padre, y que esa verga era casi la mitad de la mía, prueba acabada de ello era que me costaba mucho, a mí en esfuerzos y a ella en dolor, alcanzar el fondo de su cuevita. Por fin sentí que había llegado al fondo, que ya mi pija por más esfuerzos que hacía no podía avanzar más. Era el tope, el fondo, el final. Me enderecé un poco y pude apreciar que mi pija no había logrado introducirse del todo. Quedaban afuera algunos pocos centímetros, y yo quería meterla a toda, hasta el tronco, hasta que chocaran los pelos de mi pelvis con su lampiño monte de venus. No fue posible, No entraba más. Entonces comencé a meter y sacar mi verga de tan delicado como delicioso estuche. Al principio solo un poquito, luego otro poquito más, y así sucesivamente hasta que la sacaba casi a toda, hasta que se veía toda mi verga brillante, mojada por los jugos íntimos de esta criaturita, la que ya estaba disfrutando de todo esto.
Ella también se levantaba un poco para poder ver lo que le estaba haciendo. Lo que estábamos haciendo. Sus bracitos se estiraban en un afán de abrazarme y estrecharme contra ella, cosa que no lograba ya que eran muy cortos, acorde con la edad, y entre su pecho y el mío estaban sus piernitas. Pero lo que si lograba, lo que si conseguía, era tragarse toda, o casi toda mi pija con su conejito. Nos movíamos ambos desesperadamente. Ella gemía de placer y creo que también de dolor. Yo gruñía en mi afán de culiarme a esta deliciosa chiquilla. Sentía ese placer inmenso, indescriptible que se experimenta al poseer a una niñita. No hay nada parecido a ello. Es único. Yo luchaba por no acabar. Quería prolongar más este fantástico momento. Pero todo tiene un límite, y este límite fue al ver que ella tenía un orgasmo durante el cual emitió un prolongado gemido y pegó su pelvis contra la mía y se convulsionaba bajo mio.
Entonces aflojé las compuertas de mi dique seminal y derramé en sus entrañas lo que a mi me parecían litros de leche, de semen caliente, espeso, cremoso. Ella me dijo, —-¡¡¡Ay, ay, ay!!! ¡Que lindo! ¡Qué me está echando adentro! ¡Qué caliente es eso que me echa! ¿Es su lechita eso? —¡Si mi amor! Es mi leche que te estoy dando! ¡Me has hecho gozar tanto que por eso te doy toda mi leche! ¡Tomá, tomá, es toda para vos! ¿Te gusta como te lleno de leche tú conchita?—-¡¡¡Si, si, démela a toda, a toda!!! ¡Deme más! ¡Deme más! ¡Huy, que caliente que está! Y mientras decíamos todo esto, nuestros cuerpos habían quedados pegados, soldados, unidos uno a otro sin despegarse ni un solo milímetro en el placer de una eyaculación total.
Finalmente todo acabó, y muy a mi pesar fui extrayendo del cuerpito de tan divina compañerita mi verga que aún no había perdido casi nada de su rigidez. Ella bajó sus piernitas y me dijo que le dolían, al igual que su conejito y hasta su cintura. Miró mi pija, y asombrada me dijo, —-¿Todo eso me metió en mi conchita? —-Si mi amor, mejor dicho "casi" todo, porque faltó que entrara un pedazo. —-¡Ah! ¿Mucho faltó para que entrara toda? —-No, no mucho, pero si faltó un poquito para que te la comieras a toda. Mientras conversábamos, mi pija se fue ablandando y encogiéndose. —-¿Te parece mucho o poco lo que te entró? —–¡Noooo, que va a ser poco! ¡Es un montonaso lo que me metió! —-Pero…, ¿Te gustó o no? —-Si, si me gustó, a pesar que al principio me hizo doler. ¿Se la puedo tocar? —-¡Claro! le respondí. Es toda tuya. Tócala, bésala, haz lo que quieras con ella. Y tímidamente con sus manitos de nena tomó mi verga que en esos momentos se había ablandado y encogido, aunque no del todo, se encontraba "morcillona". —-¡Qué gorda que es! Y acá en la punta, ¿porqué es tan gruesa? —-Bueno, le dije, por empezar esa "punta", como le dices vos, se llama glande, pero entre nosotros le llamaremos "cabeza", y es así de gorda porque ahí en esa "cabeza", se acumulan muchas…, eh…, muchas "venitas", que son las que hacen que uno sienta mucho placer cuando entra en una conchita tan hermosa y estrecha como la tuya, al igual que en tu conejito, ese "pupito" que tienes ahí arriba, casi donde termina el tajito de tú conchita, que se llama clítoris, tiene muchas "venitas" para que cuando te lo acaricien, ya sea con los dedos, o con la boca, o la lengua o la pija, cuando entra y sale, te produzca mucho placer y haga que acabes, que es esa sensación que sientes y que te parece que todo estalla a tu alrededor y vez lucecitas de colores y te parece que te orinaras.
Eso se llama orgasmo. También eso se llama, que es como lo llamaremos entre nosotros, echarse un polvo. Recién, cuando estábamos culeando, ¿te echaste un polvo? —-¡¡¡Siiii, siiii !!! ¡Más de uno, no se cuantos, pero más de uno! —-¿Y te gustó? —-¡¡¡Siiii !!! —-¿Cuánto, mucho o poco? —-¡¡¡Mucho, mucho!!! —¿Te gustaría hacerlo de nuevo? —-¡¡¡ Siii!!! ¡Huy, mire, se le está poniendo dura de nuevo! ¡Cómo se agranda! Mire la…, la…, la cabeza como se está poniendo, y le está saliendo una agüita! ¿Me la quiere meter de nuevo? —-¿Vos querés que te la meta otra vez? —¡Si! Claro que quiero. —¿Te gusta más culear conmigo o con tú papá? —-¡Con usted! —-¿Por qué te gusta más conmigo? —-Porque usted me hace sentir cosas lindas. —-¿Tú papá no te hace sentir esas cosas? —-Nooo, porque el apenas me la mete, se mueve un poquito y me echa la leche. —-¡Ah! ¿Y nada más que por eso te gusta más culear conmigo? —-Y también porque usted la tiene más grande y me llega más adentro, y se demora mucho, y también porque cuando me echa la leche, me echa un montón. —-¡Ah! ¿Y que más? —-Y también porque usted me toca por todos lados y…., ¡huy! mire como se le ha puesto de dura y grande la pija otra vez! —-¿Te gusta así de dura y grande? —-¡¡¡Siiii!!! —-¿Querés chuparla un poquito antes de que te la meta?, si es que quieres que te la meta. —-¡Si, si! Se la voy a chupar y después me la mete. ¡Qué grandota se ha puesto! —-¿Querés que yo también te chupe tú conchita? —-Bueno, pero…, ¿primero se la chupo o usted me chupa a mi primero? —-No, no, nos vamos a chupar los dos juntos. —-¿Como los dos juntos? —-Claro. Mira, vos te pones así arriba mío para chuparme la pija y pones tú conchita en mi boca, así, date vuelta.
Esto se llama el "69", nos chupamos los dos al mismo tiempo. —-¡Qué gorda se le ha puesto la cabeza, casi no me entra en la boca! Pero ella insistió y se dio maña para meterse la cabeza de mi pija en su boca y comenzar a chuparla y acariciarla con su lengüita infantil. Yo también comencé con mi "tarea", y separando los labios de su conejito con mis dedos, acariciaba los mismos suavemente, de arriba a abajo, cada vez trataba de meter más profundamente mi lengua en su cuevita, la que se encontraba húmeda y enrojecida, y cada vez se abría más a la caricia que estaba recibiendo, demostrando el placer que sentía al intensificar la succión que ejercía sobre mi verga. Deslicé mi lengua hacia su clítoris, y con mucha suavidad lo acaricié. Parecía que le había aplicado un golpe de electricidad a su cuerpo, pues cuando toqué su botoncito del placer con mi lengua, su cuerpo sufrió una fuerte sacudida proyectándose hacia mi boca, como pidiendo más lengua, más caricias, más placer. Obedeciendo a esa necesidad manifestada de esa manera por tan complaciente y caliente mocosa, con mis labios tomé su clítoris y lo succioné suavemente, incrementando la fuerza de esa succión a medida que notaba la necesidad de la niña de que intensificara mi caricia. De pronto soltó ella mi verga y exhaló un largo, prolongado gemido mientras su cuerpito se sacudía con fuertes espasmos provenientes de un orgasmo tremendo que estaba experimentando esta nena. Mi boca recibió con placer los jugos, no muchos, pero si sabrosos, que brotaban de su conejito, el que yo sentía que parecía que quería aprisionar mi lengua, esa lengua que le estaba proporcionando tanto y tan hermoso placer. —-¡¡¡Ah, ah, ah!!! ¡Qué lindo es esto! ¿Qué me ha hecho que he sentido esto tan divino? ¿Qué es lo que me ha pasado señor? —-Primero que nada no me digas señor sino Boni, o papi, o tío, luego esto que has tenido es un orgasmo, también se dice que has acabado, o que te has echado un buen polvo. ¿Te ha gustado? —-Claro. ¡Es hermoso señor…, perdón, Boni¡ ¡Me ha gustado mucho, mucho! —-¿Querés echarte otro polvo, querés acabar de nuevo? —-¡ Si, si, si quiero acabar de nuevo! —-Bueno, pero yo también quiero echarme un polvo, y te lo quiero echar en tú boquita, como vos me echaste el tuyo en mi boca, por eso estoy deseando que me sigas chupando la pija. —-Bueno Boni, pero después que se eche su polvo en mi boca, ¿me va a seguir chupando mi conchita? —-Si mi amor, no solo te voy a seguir chupando tu conejito, sino que también vamos a volver a culear, y además te voy a enseñar algunas otras cositas. —-¿Qué cositas? —–Como ser culear en diferentes posiciones, y también culear por tú culito. —–¿Queeee, por el culito? —–Si, por el culito. —-Pero eso me va a doler mucho porque su pija está muy grande y dura.
Mire, mire como se le ha puesto la cabezota esa que tiene en la punta. Eso no va a entrar en mi culito. —-Vos no te preocupes por eso, por ahora chúpame la pija y haceme acabar en tú boquita y trágate toda mi leche, que después veremos como hacemos lo demás. Rápidamente se prendió de mi pija esta pendejita que estaba descubriendo los auténticos placeres del sexo y succionaba con fuerza y ahínco mi dura verga. Con su lengüita también acariciaba mi pija y reanudaba su mamada con gusto, ya que a medida que continuaba con su chupada de pija, emitía pequeños gemidos mientras con sus manitos acariciaba mis huevos y la parte de la pija que no le entraba en la boca. Nadie le había enseñado esto, pero su instinto de mujer le decía que así debía ser. Mientras tanto yo le acariciaba su conejito, y lentamente comencé también a acariciarle el ojito arrugadito y cerrado de su culito. Cuando se lo toqué por primera vez, se detuvo de golpe,interrumpió por un momento la mamada de mi pija. Pero parece que le gustó porque luego de un momento continuó con la chupada a mi verga. Mojé mi dedo del medio con mi saliva y con él continué acariciando la entrada de su culito. Al principio lo fruncía cada vez que apretaba mi dedo en la entrada de su anito, pero a medida que insistía con mi caricia, poco a poco dejó de apretar su esfínter. Pero todo este accionar, tanto de mi parte en su virginal culito, como así también la hermosa mamada que me estaba dando esta niñita, hicieron que mi leche brotara a borbotones en su boquita, llenándola y ahogándola un poquito, pero fiel a mi pedido, comenzó a tragar cada uno de los chorros de leche que eyaculé en su precioso estuche bucal. Succionaba y tragaba, succionaba y tragaba. Hasta que el manantial lácteo se agotó. Entonces al ver que no salía más leche de su improvisado biberón, lo soltó y me dijo, —-¡Huy, cuanta leche me dio! ¡Me la tragué a toda! Estaba bien calentita.
A todo esto yo había quedado semi destruido, pero no sacaba mi dedo de la puerta de su culito, que en el fragor de la acabada por semejante mamada, había introducido la punta de mi dedo, y hasta la primera falange. Boni, por favor sáqueme el dedo de mi culito por que me hace arder un poquito. Recién ahí caí en la cuenta que había logrado vencer la resistencia de su apretado y virgen esfinter, y aunque solamente un poquito, conseguí meter algo de mi dedo. Había comenzado la conquista de una nueva y difícil fortaleza. La noche era larga, y no solamente la noche. Tenía tiempo hasta el mediodía siguiente. Por ahora a descansar un poquito y recuperar fuerzas para las próximas batallas
Me gustaría recibir comentarios, ya sean a favor o en contra, porque de todos se rescata algo positivo. A quienes les haya agradado mi historia, los invito a leer la tercera parte que muy pronto la subiré a la página. Hasta la próxima.
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