Por fin me cogi a mi alumna
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Trabajo en una secundaria y soy un hombre maduro que durante mis primeros años y hasta hace muy poco, nunca sentí necesidad de meterme con jovencitas, primero por fidelidad a mi esposa y además soy consciente del riesgo que implica, incluso la posibilidad de perder el trabajo por iniciar a muchachitas, por más ricas que estén.
De hecho he tenido compañeros que se han vuelto unos viciosos en cogerse alumnas incluso de doce años y me he mantenido lejos de eso pero es que Dayana; ustedes la vieran: es una morenita tan deliciosa; sobresalen su cabello negro azabache muy lacio y bien cuidado, una carita linda y juguetona que invita a besarla y a hacerle un buen bukkake, piel canela y un culo grande, redondo y delicioso que no pasa desapercibido, ya que afortunadamente en mi colegio las chicas tienen preferencia a usar pantalones, en su mayoría todos ajustaditos que dejan bien claro cómo está la cosa y Dayanita es de lo más deliciosa de hecho ya me puse duro con sólo describirla.
Siempre me sonríe y saluda, tanto a la entrada como a la salida de la clase. Las dos primeras veces, no le di importancia que se quedara de última precisamente la lección del lunes, que es la última del día pero la tercera vez la escuché que murmuraba con su amiga quien le preguntó si pasó algo y pude escuchar que dijo algo así como: “Nada; quizás sea gay”. Así que las siguientes lecciones me dediqué más a atender sus consultas en clase o indicarle yo mismo cómo realizar alguna actividad o ejercicio.
Tomé confianza y llegamos poco a poco a hablarnos con cierta propiedad, no digamos que compinches porque en verdad soy muy viejo pero sí con cierta afinidad que afortunadamente no resultó tan descarada ni sospechosa para el resto del grupo. Un día, sin duda deliberadamente, dejó el maletín de educación física y además entreabierto, de modo que pudieran notarse unas braguitas turquesa muy delicaditas y sensuales. Guardé el bulto en un mueble bajo llave pero me llevé las braguitas para pajearme oliéndolas en casa. Hace más de un año me divorcié; supongo que esa es otra causa por la cual me animé a acercármele a Dayana, mi deliciosa alumna de lunes y viernes. Esa noche busqué fotos suyas en la red social y me acosté con el ordenador para darme una gran pajeada como nunca en años; fue realmente delicioso.
-Profe. ¿Ayer dejé mi bolso de educación física aquí?
-Sí. Espera; voy a traerlo.
La niña no esperó; se vino detrás como si vigilara que todo estuviera bien.
-Yo lo cerré. Lo habías dejado abierto y pude ver algo que había dentro.
-¿Ah, sí? ¿Y qué cosa era?
-Mmmmmm… algo muy bonito; no voy a decir más.
-Anda, no seas malo. Dime qué era.
-Algo color turquesa.
Se sonrió con picadía y pude notar cierto rubor en sus suaves mejillas.
-Y… ¿de verdad te pareció bonito?
-Por supuesto.
-¿Te gustó?
-Claro, bebé.
Acaricié su cabello mientras bajaba su mirada y yo empezaba a ponerme duro. Hubo un silencio prolongado, hasta que empezaron a llegar los alumnos de la primera clase.
-Bueno. Que tengas lindo día y sé más cuidadosa la próxima vez.
-Tú también, ten un lindo día.
Y por primera vez, me besó en la mejilla, cosa que hoy hacemos con toda naturalidad.
El siguiente viernes no paró de mirarme, incluso cuando estaban trabajando en grupos y de hecho en un par de ocasiones se fijó en mi entrepierna. Era obvio que mi alumna me deseaba tanto como yo a ella. Mi dulce Dayana. El lunes se despidió de su amiga y le dijo que iba a hacerme una consulta de un tema que le costaba. Como si nada, dejé que preguntara aunque mi corazón palpitaba con fuerza: “Bésala. Cógetela. Pártele en dos ese culo”. Le expliqué incluso usando el pizarrón, hasta asegurarme de que de veras había entendido el tema. Durante casi medio minuto, se quedó mirando en silencio sus apuntes.
-Espera.
Me asomé a ver si había alguien cerca y nada.
-¿Alguna otra cosa?
-Es que… no sé, profe…
-¿Será lo que yo pienso?
-¿Y qué cosa es eso?
Acaricié su cabello. Luego su mejilla y pasé suavemente mis dedos por su boca.
-Eres una niña muy guapa, bebé.
Ella tiene dieciséis.
-Gracias, profe. Usted también es muy guapo.
No me pude contener y la besé, cosa que fue correspondida sin chistar. Besa increíble esta bebé. La tomé por la cintura y acaricié su espalda y ella la mía. Así estuvimos durante varios minutos, como si fuéramos novios de la secundaria. En un momento dado acaricié su trasero duro y redondito y Dayana no se incomodó para nada. No quise despertar sospechas, así que intercambiamos números y esa noche pasamos más de dos horas por whatsapp. Quedamos en que no volveríamos a quedarnos al final de la clase ni hacer nada que provocara la mínima sospecha. Un día fuimos al cine y la cosa se puso tan caliente que ambos salimos todos mojados; supongo que ella también llegó a su casa a masturbarse. En algunas ocasiones, me pasó fotos suyas en ropa interior y fue así que por fin la invité a irse conmigo para la playa aprovechando que el pasado fin de semana hubo día festivo. En todo momento la idea era pasarla por hija mía en un hotel cuatro estrellas ubicado en una excelente playa.
Su shortcito dejaba ver sus deliciosa piernas, así que en el camino hicimos varias paradas para besarnos y manosearnos, se las chupé de arriba abajo pero nunca cogimos: yo quería iniciarla (era virgen) en el hotel. Cuando llegamos, lo primero que hizo fue cambiarse enfrente mío y se puso un bañador que se le veía espectacular. Esta niña, mi Dayana, mi más deliciosa alumna, de verdad quería lo mismo que yo: que nos diéramos una buena cogida. Para no generar dudas en el personal, quedamos en que tendríamos un día normal de padre e hija y que en la noche nos convertiríamos en amantes. Ella quiso adelantar algo y en la piscina se me pegó y me abrazó varias veces haciéndome endurecer.
-Gracias, papi. Este paseo es mi mejor regalo de cumpleaños.
Mentira. El mejor regalo era el que le tenía preparado para esas dos noches pero sólo voy a contar la primera, que de hecho fue la mejor. Se puso una lencería rosada exquisita y encima, una batita blanca casi transparente que me permitió ver su espectacular figura de piel morena. La hice sentarse junto a mí en la cama y la besé ahora más apasionadamente y pronto nuestras lenguas jugaron el juego sucio del calentamiento. No voy a mentir; ahora estoy convencido que pocas cosas son tan ricas en el sexo como cogerse a una alumna, en especial una tan sabrosa como mi Dayana. Le quité la tanguita rosada y metí mi cabeza entre sus piernas, primero besándolas, luego chupándolas y finalmente haciendo eso y más con su vaginita húmeda. La chupé como si fuera el helado más cremoso del mundo y de hecho lo era. Ella empezó a gemir, abrió sus piernitas y se echó hacia atrás dejándome prepararla para la cogida. Poco a poco me le fui trepando hasta llegar a hacer contacto genital. Saqué un condón y le enseñé a ponérmelo pero primero le metí mi verga en su boquita y la puse a chupar un rato; nunca se resistió, si bien temblaba de miedo.
-Vas a ver, mamita. Sabrás lo que es bueno, bebé.
-Trátame bien, ¿sí?
Su mirada angelical evidenciaba que ya sabía que venía la hora de la cogida, algo que evidentemente no había experimentado antes.
-Claro, mi amor. Hazte hacia atrás.
Le pasé el pene ya con el condón entre su conchita sabrosa y se puso a respirar profundamente, con evidente placer mi niña hermosa. La besé y poco a poco le fui metiendo la verga a esta delicia que le tenía tantas ganas desde que hurté sus pantaletas turquesa.
-Aaaaaaaaaaah…
-¿Te gusta?
-Si…
La gran puta abrió las piernas para dejarme penetrarla más y más adentro cada vez. Estaba tan rica mi alumnita preferida. Me fui poniendo como un toro y la tomé de los tobillos para abrirla toda y le di con todas mis fuerzas. De verdad: ¡Qué delicia! Le mordisqueaba el cuello, las orejas, las tetas duritas de adolescente y poco a poco empezó a gemir de placer, al punto que tuve que taparle la boca para que no se oyera afuera. La hice venirse y la volteé para ponerla de cuatro patas a mi deliciosa alumna, mi rica Dayanita.
-¿Qué vas a hacer? – preguntó con cierto temor.
-Te voy a hacer sentir lo más delicioso que hay, mi amor.
-Pero… ¿por dónde?
No quise abusar esa noche.
-Igual: por la vagina bebé.
-¿En serio, profe?
-Sí, mi amor. Mañana probamos otra cosa pero hoy sólo vamos a hacer eso.
Igual le pasé la punta de mi verga en medio de su rico anito que la hizo dar un saltito pero pronto restregué su rica vaginita, la tomé por las caderas y se la metí de una. Exclamó con placer y me puse a darle primero despacito y luego cada vez más duro. Sentí mucha ansiedad imaginando que penetraba su culito.
-¡Toma! ¡Toma! ¡Toma! ¡Siente lo que es bueno!
-¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! Ah! ¡Ah! ¡Ah!…
La agarré del cabello y lo jalé con firmeza haciéndola levantar su cabeza mientras me la cogía con toda gana; así la tuve hasta que sentí que estaba cerca de venirme, entonces la saqué y le dije que se recostara boca arriba; lo cual mi Dayanita obedeció mansamente; así que me quité el condón y me masturbé encima de ella hasta venírmele en su boquita que tenía abierta tal como se lo pedí. Le dejé ir toda mi leche en su bella carita y luego me acosté junto a ella, la acaricié y la besé con toda mi ternura; de hecho he llegado a encariñarme con esta niña.
-¿Te gustó, mi amor?
-Sí, profe. Gracias; de verdad.
-¿Y por qué, bebé?
-Por haberme enseñado más de lo que merezco.
-Mereces más, mi amor. Mañana vas a ver.
Ese culo. El mejor culo del colegio, del día siguiente no pasaría. Pero esa es otra historia.
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