Priscila 13
Se vino fin de año con todo lo que eso significa. .
Llegó diciembre, con mucho trabajo, no había vuelto a ver a Priscila, sólo un par de veces un ! Hola ! Y un beso en la mejilla cuando llegaba casa y estaba con mi hija. Su mirada me reprochaba el abandono.
Unos días antes de navidad salimos con mi hija a comprar los regalos.
– Cómo está Priscila? – le pregunté desinteresadamente.
– Bien, muy bien –
– Y cómo te va con ella? –
– Bien, somos super amigas –
– Amigas íntimas ? –
– Qué quieres decir papá? – dijo volviendo la cara y mirándome a los ojos.
– Nada, era sólo una pregunta – dije.
– Papá, me conoces y te conozco. Me molesta esa actitud. Si quieres saber si tenemos sexo, pregúntame directamente. No me vengas con evasivas – en éso salió a su madre, siempre fue frontal.
– Está bien, perdona – dije acariciando su muslo – estábamos conversando en el auto, estacionado en el segundo subterráneo del mall.
– Estás haciendo el amor con ella? Lo pregunto porque como duermen juntas aveces –
– No, no es que yo no quiera, ella no quiere y no voy a obligarla –
– Pero tu te excitas al verla desnuda? –
– Si, obvio. Ella me permite las caricias y los besos. Ella sabe que la deseo, se lo he dicho. Al final tenemos sexo sin penetración –
– Cómo es éso? –
– Ay papá, tu lo sabes, cuantas veces no hicimos lo mismo nosotros dos? –
– Si, perdona, sólo quería saber –
– Ella me hace tener un orgasmo y después hago lo mismo con ella. Luego nos dormimos tranquilamente –
– Se la chupas? – tenia la garganta apretada y una erección imaginando la escena.
– Sí, y me trago toda su leche, es rica, como la tuya – dijo acariciando mi erección.
– Hija, lo que me importa es que seas feliz –
– A mi también me importa que seas feliz, quieres que te la chupe ahora papi? –
– Ahora? – dije mirando para todos lados.
– Si no anda nadie, papi. Aquí agachada nadie me va a ver – bajando el cierre del pantalón.
Efectivamente no había nadie, uno que otro auto más lejos. La mayoría se estacionan en el -1, abajo en el -2 sólo algunos empleados. Eché mi asiento hacia atrás y recliné el respaldo. Sentí sus labios húmedos, su boca caliente que succionaba mientras su cabeza subía y bajaba. Así como estaba nadie podía verla. Me recordaba a Priscila, ella lo hacía igual, además de que se parecían. Después de que mi hija se tomó toda mi leche, volvimos a la postura normal, bajando del auto.
– Te gustó papi? –
– Si hija, estuvo muy rico –
– Que bueno – dijo tomándome de la mano.
Hicimos las compras y nos fuimos a casa.
– Te debo una – le dije de regreso a casa.
– Qué cosa, papi? –
– Me toca a mi tomarme tu leche – le dije sonriendo.
Ella se sonrió apretando los labios.
– Cuando quieras, tu sabes que soy tuya cuando quieras – dijo acariciando mi bulto bajo el pantalón.
Me encanta tu historia, espero con ansias la próxima.