Priscila 3
Una adicción que me obsesiona..
No era tarde cuando llegué a mi casa. No para ser viernes, pero si para llegar del trabajo. Tenía que pensar en una buena excusa.
– Hola, a dónde fuiste? – pregunto mi esposa que ya estaba acostada.
– A ningún lado, dónde iba a ir?
– No me vas a decir que vienes de la oficina –
– Pues si, vengo de la oficina, tuve que hacer un informe a última hora, y mi secretaria se había ido, tuve que hacer todo yo sólo. Ahora me voy a dar una ducha – la idea era que no se diera cuenta de que venía duchado.
Después de la ducha me cepillé los dientes para eliminar el olor y el gusto a Priscila en la boca.
Una vez seco me puse una toalla en la cintura y fui a buscar un trago a la cocina. Me serví un whisky y encendí un cigarrillo para ordenar mis ideas. Todavía tenía la sensación que me deja el miembro de priscila en el ano, es una sensación agradable. Hasta me sonrió de pensar en éso. Después del trago me serví otro.
– Hola papi!
– Hola hija – respondí el saludo y el beso en los labios. Por suerte me cepillé bien, pensé.
Mi hija traía una camisa de dormir cortita, muy suave y casi transparente. Se la había comprado yo mismo, pero no imaginé como se vería. En cierto modo se parecía a Priscila, el mismo tamaño y forma de sus pechos, su areola y sus pezones duros empujando la tela. Un trasero redondo y levantado, grande par su cuerpo delgado y frágil y sin ropa interior.
No era la primera vez que la veía desnuda o casi desnuda. Se agachó a sacar una bebida del refrigerador dejándome ver la mitad de sus nalgas, siempre me gustaba verla desnuda, no por eso tenía una erección. La erección que ahora tenía, erección que me produce el pensar en Priscila.
– Papi? Y esto qué significa?
Dijo acercándose a mi, corriendo la toalla y dejando al descubierto mi erección. No supe que responder, ella me ha visto desnudo muchas veces.
– Es por mí? Yo te pongo así? – dijo tocándome, mi miembro dio un salto al contacto. No podía decirle que era por Priscila, aunque no estaba seguro.
– Es que te ves tan hermosa que no lo puedo evitar –
– A mi también me exita verte desnudo y con mayor razón así – dijo bajando y subiendo su mano por mi erección.
Esto no puede pasar, me dije, entonces me levanté para irme, pero se me cayó la toalla y quedé desnudo parado delante de ella con mi erección al 120 %.
Ella me abrazó y tomando mi miembro lo puso entre sus piernas, sentí el calor y la humedad de su vulva. Puso su cara en mi pecho y se apretó contra mí. Con una reacción espontánea la abracé y con una mano en su nalga la apreté contra mí. Sentí como me introducía suavemente entre sus piernas o su vagina.
– Hija, no podemos hacer esto – le susurré, pero no podía soltarla.
– Quédate así un ratito –
Ella palpitaba, yo palpitaba, era un momento de fuerte atracción, como dos imanes pegados. La respiración se puso agitada y la sentía vibrar en mis brazos. No puedo dejarla así, pensé. Hice mi pelvis hacia atrás con un movimiento de caderas, ella trató de seguirme, pero yo volví lento pero con fuerza. Sentí sus manos apretando mi espalda y un quejido suave y profundo escapó de su boca. Repetí la maniobra de sacar mi miembro, ella levantó la cara y me miró con angustia, volví a penetrarla, pero está vez puse mi boca sobre su boca para apagar el quejido. Resultó pero se transformó en un beso apasionado. Continúe el movimiento una y otra vez sin despegar mis labios de los suyos. Todos sus quejidos, incluso su orgasmo quedó dentro de mí boca.
– Hija, vaya al baño, se lava y se va a acostar.
– Si papá – dijo pero no lo hizo. Yo no había terminado y seguía con mi erección dentro de ella.
– Vaya ahora, otro día lo hacemos de nuevo, si ?
– Si – dijo, pero tuve que sujetarla de las caderas mientras lo sacaba con un gemido de ella. Se dió vuelta y se fue. Yo me lavé con agua helada en el lavaplatos, me sequé con un paño de cocina y me serví otro trago. Me había cogido a mi hija, pero lo hice por el bien de ella, era la excusa perfecta. Terminé el trago y con la toalla en la mano me fui al dormitorio, dejé la toalla a los pies de la cama y me acosté.
– Que larga la ducha – dijo mi esposa volviéndose hacia mi que estaba de espaldas.
– Es que fui a la cocina y me tomé un par de tragos –
– Y también fumaste – me dijo después de besarnos.
– Estas helado- dijo tomando mi miembro flácido.
Tiró la ropa de cama hacia los pies y metió mi miembro al 50 % a su boca, el que rápidamente alcanzó el 100 %. Lo chupaba con tantas ganas que cuando lo chupaba y lo sacaba de su boca, sonaba como descorchar una botella. A ella le gustaba hacer éso. Después se sentó encima y me cabalgó por varios minutos hasta que tuvo su orgasmo, luego se acostó en mi pecho y yo acomodé mis piernas para que no quedara ni un centímetros afuera.
– Que estuvo rico, debemos hacerlo más seguido – dijo ella.
– Si, éso depende de ti –
– Lo sé, es que he tenido tanto trabajo que me tiene estresada –
– Lo entiendo, a mi me pasa lo mismo, lo peor es que descuidamos a nuestra hija –
– Si, bueno, tú encárgate de ella, a mi no me alcanza el tiempo ni la fuerza.
– Si, lo sé, yo me voy a preparar de ella.
– No has terminado? – preguntó moviendo las caderas en círculo.
– No todavía –
– Que bueno, porque quiero más – dijo comenzando a cabalgar lentamente y después al trote.
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