Pudo mas el sobrenombre
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
"Caballo" es mi apodo. Lo llevo desde que tengo 13 años. Hace ya 15 que cargo con él.
Esto que les cuento sucedió justo el día de mi decimo tercer cumpleaños. Mi padre organizó una fiesta en el salón de bailes del club donde jugábamos al futbol. En pueblo chico no hay muchos lugares donde hacer encuentros de mucha gente.
Ya a los trece años, yo sabía que lo que yo tenía entre las piernas era bastante codiciado por las pendejas. Pero claro las pibas a los trece años ya tienen una calentura por probar pija que ni te cuento. Los varones somos un poco más pelotudos. Nos hacíamos la paja a más no poder. jajaja.
Yo invité a todos los compañeros del primer año del colegio secundario donde iba, seríamos unos 25, de los cuales 17 eran mujeres y solo ocho varones.
Les cuento que por ser alto para mi edad ya formaba parte del equipo de baloncesto del colegio. Claro si a los 13 años medía ya 1,80mts. Soy de físico al estilo germano, huesudo, de espaldas grandes, buenas piernas y un culo que muchas pibas miraban y comentaban entre ellas.
Como el salón era grande, mi viejo me dejó invitar a los pibes de básquet y las chicas de voley. En total éramos en el baile unos 50 jóvenes y unos 30 mayores.
Todo el mundo me llama siempre por el sobrenombre, "Caballo" para acá, "Caballo" para allá.
Esto llamó la atención de una de las pibas del equipo de vóley que hacía poco había llegado el pueblo. Su papá era Veterinario.
Irene que así se llamaba era una pendeja de 14 años, alta, como de 1,75 de altura. Tenía dos buenas tetas que el corpiño intentaba retener dentro de esa camisa roja con la que había asistido. Es de piernas largas y tiene un hermoso culo, ni grande ni chico. Pero firme dado todo el deporte que realiza.
Yo tenía fama de buen bailarín, en esa época se bailaba en el pueblo, tango, milonga, pasodoble, o sea siempre juntos, bien agarraditos, y eso daba corte para apoyar la mercadería que uno tenía para ofrecer.
El asunto es que a Irene la envalaron diciéndole que yo era el mejor bailarín y que conmigo lo iba a disfrutar en grande. Tiene esa carita llena de pecas con dos ojazos grises que de solo verlos, te hace parar la tripa.
Y allá vina la pecosa, se fue arrimando de a poco y cuando estuvo cerca ´me pidió si la sacaba a bailar, ya que ella al ser tan alta ningún chico quería salir con ella por vergüenza.
Me causó pena y arranqué para el medio de la pista y tomándola entre los brazos, comenzamos a bailar un pasodoble. Aquellos que no lo conocen es una música que trajeron los Gallegos de España, que se dá muchas vueltas y hay que tener a la compañera bien ajustada a uno por la cintura para que no se escape.
Irene se dejaba llevar, bailaba bien, y yo empecé a entrar en calor. la tenía bien apretadita y se me empezó a parar la verga. Al principio tuve un poco de incomodidad por que como estaba usando unos calzoncillos sueltos, empezó a hacer bulto para adelante, y se le metió en el medio de las piernas a la pecosa, al principio medio quiso corcovear pero después se corrió un poquito al costado y se calzó a caballito de mi pija y siguió bailando como si nada, pero se sentía que se estaba calentando, ya cada vez respiraba entrecortado, y dijo que tenía calor. Ni lerdo ni perezoso la invito a la cantina a tomar una gaseosa, los muchachos habían hecho preparar un cocktel con vino, cerveza, gaseosas, y varias bebidas fuertes. Ya estaban todos bastante bebidos. Y le invitaron a Irene un vaso de ese mejunje, quien con el calor y para no quedar descolgada, se lo tomo todo de un trago. Todo el mundo lo festejaba. Y le dieron otro y uno de los muchachos en joda mientras se reía le dice, tomátelo todo ahora para que no sufras después. La Pecosa no entendió nada de lo que le dijeron, o no lo asoció a mi sobrenombre de "Caballo".
Cuando quisimos ir de nuevo a la pista de baile, Irene no se sintió bién, se había medio emborrachado con las bebidas, y le ofrecí llevarla afuera a tomar aire, cosa que hicimos.
Al salir a la vereda, el club tiene unos jardines amplios con bastantes árboles y arbustos en matorral. Estábamos caminando y ella se descompuso queriendo vomitar, no quise que pasara vergüenza con los otros chicos y chicas y la metí entre las plantas del jardín para que expulsara todo lo que había tomado. Vomitó todo y se compuso, yo queriendo consolarla la abracé, y ella se pego a mi como una sanguijuela. Hecho su cuerpo adelante empujando con su pelvis, enviando su conchita por delante al encuentro de mi tronco que nuevamente comenzaba a dar señales de vida.
Y comencé a besarla, y se apretaba a mi con fuerza, y mi pija crecía y crecía a más no poder, hasta que en un momento Irene sacando una mano de mis hombros la baja hasta mi entrepierna y agarrándome el pedazo por arriba del pantalón me mira a los ojos y me pide que se la muestre, que nunca había estado con ningún pibe que tuviera una pija tan grande. Que había tenido un par de novios de esos de franeleo, besos y tocarse, pero nada más. Y que quería verme la verga.
No dudé y abriendo mi bragueta y no sin poco trabajo, saqué mi humilde bastón de 28 cms de longitud por 8 cms de lomo, con la cabeza hinchada como una gran ciruela.
La piba no lo podía creer, la miraba de lejos, se asustó ante tamaña verga. Pero pasada la primer impresión, se animó a estirar la mano y tocarla.
Luego de un minuto sin que yo le dijera nada comenzó a pajearme suavemente, lo hacía con mucha clase, llegaba al los huevos y giraba la mano para llevarla hasta la cabezota que no le pasaba entre la mano. Y se empezó a calentar, yo ya estaba a mil pero no me animaba a encararla para cojerla, y tampoco tenía tanta cancha, solo tenía una muy buen poronga.
Le puse las dos manos en las tetas y la comencé a franelear, se retorcía de ganas, tenía los pezones erectos y duros.
Mi poronga ya estaba en todo su esplendor, negra, cabezona y con las venas del lomo todas anudadas, creo que en ese momento estaba más gruesa y larga que nunca antes.
Tirando de sus pezones hacia abajo, le fui indicando que se arrodillara frente a mi pija, sin soltarla me miró a los ojos, y en el medio de la noche, entre las plantas, abrió la boca y se metió la cabeza de mi pija hasta la garganta. Claro le quedaban todavía unos quince centímetros afuera. La agarró con las dos manos y mientras me pajeaba, me la iba chupando, yo estaba en el cielo, la piba lo hacia bastante bien. Otras veces las pibas que me la habian chupado, me raspaban el frenillo con los dientes.
Irene era suave, de gran recorrido, se la metía hasta el fondo de la garganta y luego lentamente la sacaba hasta darle un lenguetazo en la punta. Ya no aguanté mucho más y avisándole de ante mano que me corría, le llené la boca, la cara, el pecho y el pelo de una espesa lechada. La piba aguantó a pié firme, se tragó lo que pudo, pero la verdad es que fue mucha leche. Y lo que es cierto es que ella estaba recaliente, entonces, me tiré en el pasto, bajándome los pantalones y el calzoncillo para que ella pudiera cabalgarme, no sabía que hacer, era virgen. Pero la calentura pudo más y yo que todavía tenía la verga como un árbol, la apunté hacia el cielo y le dije, vení, bajate el pantalón, la bombacha que te voy ha hacer sentir una buena pija como nunca en tu vida tendrás.
La Pecosa, se bajó el jean, corrió su bombacha a un lado y sentándose sobre mis piernas, presentó su conchita toda mojada de sus jugos vaginales, a la bestia de un solo ojo que obra entre mis piernas. Haciendo que se abriera los labios de la vagina con ambas manos, inque en su raja la cabeza de mi poronga, y sin que se lo indicara, ella misma se empezó a penetrar. Entró unos cinco centímetros y la cabeza se atoró, ella no hacía la suficiente fuerza, y entre lo grueso del tronco y su himen, la poronga no entraba. Se quejaba pero no había caso.
Entonces tomándola de la cintura, la senté con fuerza sobre la pija que entró de una hasta la mitad. Se le escapó un gritito y comenzó a llorar, decía que le dolía. Se la quise sacar pero se quejó más todavía. Así es que me quedé quieto un rato hasta que su conchita se estiró y aceptó mi pija. Y ella solita comenzó a cabalgar despacito, primero de abajo hacia arriba, se la sacaba casi toda y se volvía a clavar todo lo que le entraba del pedazo. Luego comenzó a rotar la cintura y parecía una licuadora, de pronto comenzó un orgasmo de la pobre mina que comenzó a aullar, se reía, gritaba, se quejaba pero no dejaba de pechar para que mi pija le fuera más adentro. Y de golpe medio se desmayó sobre mi pecho todavía con la pija adentro hasta el fondo de su matriz. Lentamente le saqué la tripa y aprovechando que estaba entregada, se la comencé a frotar en el agujerito del culo. Intenté meterle la puntita pero no quiso. Dijo que en otro momento y en otro lugar me dejaría que la posea por el culo.
Lamentablemente se nos acabó el baile, por que la Pecosa tenía leche desde la cabeza hasta a puerta del culo y la tuve que llevar a su casa a cambiarse.
A partir de esa noche, las chicas del equipo de vóley, saben el por qué de mi sobre nombre "Caballo". En próximos trabajos les iré contando más anécdotas, de como le rompí el culo a Irene y a su amiga Joaquina en una misma noche, o de cuando mi sobrina se metió la cabeza de mi pija y quedó abotonada, en fín. Hasta la que viene.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!