¿Qué puede pasar en un intercambio? (1)
Una cosa es que dos matrimonios convivan una noche, intercambiando parejas, o dándole amor a uno de ellos, mirando cómo se pone caliente el consorte en los brazos de otro, etc., pero cambiar parejas, unos por un lado y otros por otro….
Ya les he platicado cómo logramos convencer a la esposa de mi amante a que tuviésemos una noche de sexo todos juntos, mi marido, mi amante y yo.
Al parecer, Laura, la esposa de mi amante, y mi marido quedaron con ganas de más acción entre ellos. A la semana, mientras Mario, mi amante, y yo fuimos al hotel cuando salimos del trabajo, mi marido visitó a Laura pues ella lo había invitado a comer. Según los “reportes” (comentarios) de mis marido, y luego corroborados con los que Laura le hizo a su esposo, les relato cómo ocurrió.
En la mañana, cuando le dije a mi marido que llegaría más noche pues Mario me había invitado a comer esa tarde, él me respondió “¡Bien, yo invitaré a Laura!”, y a mí se me prendieron las alertas de los celos pues Miguel, al ver la molestia en mi rostro, sonriendo me dijo “Pobre Laura, no es justo que coma sola” y me dio un beso, pellizcándome un pezón con cada mano para añadir “Mario tomará estas tetas gustoso; Laura deberá tener algo a cambio…”.
Yo tenía el rostro serio pues yo sabía que me iba gustosa a coger con otro, pero me molestaba que mi marido lo viese como una oportunidad para hacer algo similar, en lugar de sentirse mal porque su mujer se entregaría con el amante. Bajé mi mano hacia su miembro y noté cómo empezó a endurecerse, pero no podría asegurar qué causa lo motivaba más: acariciarme las tetas que le gustan mucho; saber que su mujer regresaría a casa bien follada y me chuparía la panocha con deleite; imaginar lo que haría con Laura. Así que forcé una sonrisa, al tiempo que le apretaba la verga con mi mano y me despedía dándole un beso. Miguel me abrazó con una mano y metió su lengua en mi boca, ampliando el beso de despedida; al apretarme una chiche con la otra mano sentí su amor y sus ganas. “Adiós, mi esposa puta y chichona, que se diviertan”, dijo al soltarme. Eso confirmaba las dos primeras causas, pero yo estaba segura, por mis celos, que en su mente Miguel veía un par de hermosas nalgas restregándose en su pubis.
Cuando Miguel llegó a su trabajo, llamó a Laura y después de los saludos, él le dijo “Creo que no nos gustaría comer solos, te invito al salir de mi trabajo”. “Sí, Mario me dijo que llegará más tarde, ahora ya sé por qué”, contestó ella. “Bueno, él se va a comer un rico plato de ubre. ¿Aceptas mi invitación?”, preguntó Miguel. “¡Claro que sí!, pero yo haré la comida, te espero en mi casa”. Obviamente, mi esposo aceptó la invitación al banquete.
Cuando Mario y yo salimos del trabajo, fuimos al restaurante y le expuse lo que me dijo Miguel.
–Miguel me dijo que invitaría a Laura a comer –le dije observando su reacción.
–Sí, me lo comentó Laura en un mensaje –dijo mostrándome el teléfono: “Miguel y yo comeremos juntos, no se preocupen por nosotros”.
–¡Bueno, que les aproveché…! –dije, y ataqué a los platillos con los cubiertos.
–Pero no estás enojada, ¿verdad? – me dijo sonriente Mario.
–¿A ti no te molesta? A mí tampoco –insistí y seguimos comiendo.
Nuestra plática versó más sobre el trabajo que sobre nosotros y el retozo que tendríamos al rato. No obstante, estuvo salpicado con “¿Dónde estarán comiendo ellos?” o cosas similares. También al desnudarnos en el hotel hubo algún “¿Dónde cogerán?”.
–¡Para que te chupen muy rico, tanto como yo lo hice al empezar! –gritó Mario al venirse en mí, refiriéndose a que Miguel me había regado profusamente en la mañana.
–Seguramente volverás a probar la misma leche en el atole de tu mujer, cuando llegues a tu casa –le respondí molesta.
Por su parte, Laura le había preguntado a Miguel qué le gustaría comer. “Aguayón”, fue su respuesta.
–¡Bienvenido!, ya está listo el aguayón y lo demás… –precisó a mi marido la esposa de mi amante, al recibirlo en neglillé y pantuflas, sin nada más– Ponte cómodo.
Miguel le dio un beso de lenguas peleoneras, al tiempo que le acariciaba las nalgas, restregándole la erección en su sexo. Al término del saludo, ella prácticamente lo aventó al sofá para que él se sentara y le quitó los zapatos y calcetines para ponerle unas pantuflas cómodas.
–Gracias por tus atenciones –dijo Miguel con cierta timidez.
–Sí te quedaron bien, es mi regalo de Reyes –explicó Laura–, espero que tú estés dispuesto a darme el mío con esto –dijo ella friccionando el crecidísimo bulto sobre el pantalón–. Pero, primero vamos a la mesa, te voy a servir.
Comieron y bebieron felices acariciándose las manos. Después, encuerados, en la sala tomaron el brandy y el café, bailaron dándose caricias con sus sexos. Pronto pasaron a besarse todo el cuerpo y Laura se lo llevó a la cama. Allí cogieron en múltiples posiciones, todas propuestas por Laura, aprovechando lo bien templado del miembro de Miguel, quien es un maestro en mantenerse sin eyacular durante mucho tiempo, sin Viagra de por medio.
Miguel dejó acostada a Laura, se vistió y salió del edificio, donde se encontró con Mario.
–Espero que mi mujer haya quedado satisfecha y bien regada –le dijo mi marido.
–Yo espero lo mismo –contestó Mario, dándole un abrazo como despedida.
Al entrar a su casa, Mario vio los trastos usados aún sobre la mesa, el neglillé sobre el sillón y las copas en la mesa de centro y conforme se acercaba a la recámara percibió que crecía el aroma a sexo. Su esposa, aún con el cuerpo brillante de sudor, dormitaba. Él acercó el rostro hacia el vello de la pepa de Laura e inspiró suficientemente fuerte, que ella despertó y preguntó “¿Cómo te fue? ¿Mamaste rico?” “Me fue bien. Sí, mamé rico, pero ahora se me antoja mamarte aquí”, fue lo que contestó Mario, antes de meter la lengua en la raja muy irritada de su mujer por el uso.
“¡Me dio una cogida como nunca había tenido! Quedé agotada y le pedí que ya se fuera, pero antes se viniera en mí, para sentir su calor en mi vagina…”, le contó Laura a su esposo, mientras ella, de piernas abiertas y acariciándole el pelo a Mario, gozaba de las chupadas que el marido le daba, enardecido por los detalles con los que ella le contaba la sesión.
Cuando llegué a mi casa, me desnudé y sólo me puse la pijama de dos piezas, sin ropa interior. Al poco tiempo llegó mi esposo a casa, se veía muy feliz.
–Por lo que veo, te trataron muy bien –le dije a mi marido y le serví una vaso de anís, yo también me serví y nos sentamos en la sala a platicar.
–Sí, me fue muy bien, y yo espero que Mario te haya dejado satisfecha y bien regada – dijo chocando su vaso con el mío.
–Pues ya sabes cómo es “esto” –dije al quitarme el saco y dejar mis tetas al aire–, ustedes se prenden y, sin soltarse de ellas, se vacían con ardor.
–¡Estas chiches son hermosas! –dijo antes de abrir la boca para ponerse a mamar.
Le ayudé a desvestirse. Terminamos el anís y, sin quitar su boca de mi pecho, me cargó para llevarme a la cama. Me acostó y se puso a chuparme la panocha. Pronto estuvo con el miembro crecido y se subió en mí…
Al día siguiente, Laura, extrañada, me llamó por teléfono y me pidió que le aclarara por qué yo no había ordeñado a su marido lo suficiente, ya que se vino en ella tres veces esa noche. Así se puso Mario de caliente por lo que su esposa le contó. Con algo de enojo, le respondí “Pues parece que tú no ordeñaste lo suficiente a mi marido, a mí también me tocó dos veces sin despegar su boca de mi pecho, como casi siempre me lo hace tu esposo; además, tuve un biberón riquísimo en la mañana”. Y era verdad, pues yo también estaba asombrada.
“Oye, tengo ganas de saber cómo es Miguel en la noche. ¿A ti no te gustaría tener a Mario una noche?” me preguntó. “¡Claro que sí!”, contesté, pero me arrepentí de inmediato. “Propongámoselo a ellos”, dijo y se despidió.
Entiendo tus dudas, Vaquita. A mí me dan muchos celos cada vez que Saúl va a coger con alguna de sus amigotas, esas de su edad, viejas setentonas, pero con relaciones desde hace cuarenta años.
No dudes que al pasar el tiempo ellos (Laura y Miguel) seguirán cogiendo felices, pero seguramente ustedes también. Así es la vida y las improntas que dejan las relaciones fuertes.
Sí, todo eso lo sabía, en la teoría y en las experiencias ajenas que he visto y leído. Pero nadie experimenta en cabeza ajena.
Yo me puse alegremente a coger con otro, pero sin imaginar o pensar que a mi marido podría pasarle algo así, ¡además propiciado por mí!
Pues ya habló la experiencia (Tita), así que haz de tripas corazón, pues ya sabes lo que vendrá y ocurrirá durante décadas.
Sí, me queda claro. Pero, por la misma experta, sé que es muy rico andar con otros.
Las mujeres los usan, ellos también las usan. Así debe ser, no te pongas celosa. Ambas tuvieron más que si sólo hubiese sido el marido. Pobres ellos, exprimidos después de haber vaciado las bolas… ¿De dónde sacaron más leche?
Seguramente la fabrican a marchas forzadas mientras se les para…
¡Ups! Después de leer lo que puso Tita, yo me lo pensaría. Lo que veo es que sí, lo de las improntas es cierto. Mi amante sigue cogiendo con su ex, y yo llevo 15 años (o más, ya no sé) cogiendo con él. Además, ambos estamos casados.
Bueno, la verdad, mejor me callo porque nunca he pasado una noche fuera de casa, ni tenido a otro una noche en mi cama. ¡Ha de ser bonito…!
¡Sí!, Ya lo leerás…
Vaquita, no seas mal pensada, sólo quieren coger…
¡Yo también! ¿Cuándo?
Espera tu turno, no te impacientes. Te va una foto para que hagas cerebro, mientras ejercitas la mano…