¿Qué puede pasar en un intercambio? (2 y última)
Lo que inició con el deseo que nuestros maridos nos vieran ensartados por otro, y lo logramos. Ahora, la esposa de mi amante me propuso que las damas durmiéramos en nuestra propia cama, pero acompañadas del consorte de la otra y ellos lo aceptaron entusiasmados..
Después que Laura, la esposa de mi amante, y ahora ella amante de mi marido, me planteó telefónicamente que les propusiéramos a nuestros esposos que pasáramos una noche, cada una en nuestra casa, amando al marido de la otra, se los expusimos cuando llegaron a casa. En ambos casos hubo entusiasmo y lo aceptaron. “Alguien, que no eres tú, va a dormir con mis tetas en su boca, son tan predecibles…”, le dije a mi marido. “No hay problema, sin estas tetas no puedo dormir, pero a ver en qué ocupo mi lengua”, contestó Miguel y yo puse la cara agria al imaginarlo lamiéndole las nalgas a Laura. ¡No puedo controlar mis celos!
Acordamos cenar juntos el sábado y bailar un poco para retirarnos a lo que seguía… Efectivamente, llegamos a un lugar elegante, con música en vivo y solicitamos la carta. Bebimos y brindamos con el aperitivo que nos recomendó el sumiller antes de pasar a la pista para probar los labios de la pareja deseada para esa noche; balancearse en sus brazos y, en cada giro, medir con el roce de piernas qué tanto crece su deseo. Bailamos casi en silencio, a veces salían palabras agradables, pero las sonrisas eran constantes, más cuando se lograba robar un beso sabiendo que la pareja estaba al lado. Sin embargo, el diálogo surgía cuando bailábamos con el cónyuge.
–¡Qué rico te la está parando Laura! –le decía sobándole con la rodilla el pene a mi marido.
–Se me paró más ahorita, al sentir tus chichotas en mis brazos y ver el canalito que muestra tu escote y la sinuosidad blanda de tu pecho –explicaba Miguel con galantería.
–¿Será así? –le preguntaba antes de besar sus labios y bajar la mano para apretarle la erección, lo cual respondió con una lamida en la parte superior de mis tetas.
Una reacción similar, de “celos suaves” ocurría entre Mario y Laura.
–Acomódate la verga, mi amor, que Gloria ya te puso al rojo vivo y aún falta que cenemos para que estés en su lecho– dijo Laura, al deslizar su mano por la montaña que resaltaba en el pantalón de Mario.
–¿Se nota mucho? –preguntó Mario acomodándose el pene discretamente.
–A los dos, mira a Miguel como está… –le dice Laura a su marido, y ella voltea a vernos en el momento en que mi esposo pasa la lengua por la parte descubierta de mi pecho–. Mira cómo Miguel te calienta la mamila con la que te dormirás después de que Gloria te exprima –y Mario voltea a vernos, quedándose con la boca abierta.
Durante la cena la plática se pone candente con los comentarios de ellos “Las dos tienen cualidades muy deseables, pero lo mejor es que ambas aman riquísimo”, dice Mario. “Ambas tienen cara de ángel y boca que sabe besar y mamar” señala Miguel. “A Laura ya le gusta hacerlo con frecuencia, quizá le faltaba un gran estímulo”, precisa Mario. “Los dos son muy mamables”, aclaro y bajo ostensiblemente mi mano para darle un apretón a mi marido en la parte a la que me refiero. “Nosotras también lo somos, pero tú más…” dice Laura sonriente.
Pasamos a los chistes colorados, donde abundan los de cornudos y todos reímos felices imaginándonos con una cornamenta y dejando claro que nos agrada la que portamos. Al terminar la comida pedimos el café, el cual concluimos y pasamos de nuevo a la pista de baile, cada uno con su consorte para calentarle la cena al amante. Al regresar a la mesa, están servidas cuatro copas de Brandy, las cuales tomamos mientras esperamos saldar la cuenta del restaurante. Mi marido se apropia de ella para pagar, Mario replica, pero Miguel le dice “Yo pago, tú pagarás por mí esta noche”. “¿Qué te pasa? ¡No soy objeto de cambio!”, responde Laura molesta. “No lo dice por ti, mi amor, Miguel me está exigiendo que esté a su altura con Gloria y yo sabré corresponderle”, explica Mario y le da un beso en la frente. “¡Cuidado, no te vayas a enterrar un cuerno!” responde Laura con una sonrisa. Nos levantamos. Miguel le ofrece mi mano a Mario y éste le da la de Laura a mi marido. Afuera nos dan los autos y partimos a nuestros respectivos hogares tomados del brazo del amante.
Yo voy feliz porque le daré a Mario una noche de desvelo y cansancio, pero sé que Laura tendrá una cogida como las que mi esposo sabe dar y procuro no pensar en ello porque yo también tendré un macho enjundioso entre mis piernas…
Al llegar a mi casa, después de cerrar la puerta, nos damos un largo beso donde las manos recorren los puntos del otro con los que habíamos jugado en el auto hasta mojarnos las ropas. Seguimos muy húmedos en nuestros sexos y se impone desnudarnos uno al otro. Al quedar sin ropas, enciendo el aparato de música y bailamos muy pegados.
El presemen en el glande de Mario me recorre bajo el ombligo al ritmo con el que le muevo sus huevos, su mano derecha me revuelve los vellos hasta que uno de los dedos entra en el charco que tiene mi vagina. Abrazados con nuestra mano izquierda recorremos la nuca y el pelo para juntar nuestros rostros en un beso, lamiendo labios y lengua ajenos. Tomo el tronco de Mario y lo meto suavemente, moviendo las piernas al ritmo del baile y me penetra deslizándose entre mis labios inferiores.
–¡Ah…! –Expela mi boca en un suspiro cuando me cuelgo del cuello y lo atenazo de la cintura con mis piernas.
–¡Qué rica está mi chichona! –exclama Mario al tomarme de las nalgas e iniciar el sube y baja de mi cuerpo.
Siento un orgasmo que se manifiesta en un escurrimiento de mis jugos, araño la espalda de mi amante mientras mis orgasmos siguen, acompañados de mis gritos. Estoico, Mario sigue subiendo y bajando mi cuerpo cada vez más rápido, sin quejarse de mis araños, sin eyacular para mantener el temple de la turgencia que me recorre a lo largo en el interior, acariciando mi punto “G” en cada embate hasta que me desparramo entre sus brazos porque ya no aguanto tanto placer.
Así, ensartada, me lleva hacia la alcoba, el río de mis flujos le baña los huevos y se le escurre por las piernas. Me coloca con suavidad de espaldas en la cama y mis piernas cuelgan en la orilla. Me besa las chiches, entre abro los ojos y miro su pene, enorme como se le pone al amarme con pasión, y baja la boca para beber, literalmente, todo el amor que me ha extraído su ardiente trato.
La lengua me provoca más orgasmos y pierdo el conocimiento. Cuando lo recobro, Mario aún sigue lamiendo mi pucha y la entrepierna. vuelvo a cerrar los ojos y le pido que me llene de semen la vagina “Quiero tu miel en mis entrañas, mi amor”, le susurro. Mario simplemente me levanta las piernas para colocarlas sobre los hombros y me deja ir toda la estocada, la cual siento hasta el útero. Pone sus manos en mi espalda y me arrastra hasta la almohada. Bajo las piernas hacia la cama y, ya acomodados, se prende de mi pecho para iniciar los golpes de pubis que culminan en una descarga que siento como lava ardiente en el interior de mi panocha.
Mario aún está con su verga dentro de mí y jadeando, reponiéndose del gran esfuerzo (recordar que antes de cogerme, sostuvo 60 kilogramos cargados y moviéndolos como pesas durante varios minutos en la sala) y yo tomo el teléfono para grabar un video, enfocándolo primero en el exhausto rostro y paneando hasta nuestra unión de pubis (bueno, sólo se ven las caderas de ambos muy juntas). Se lo envío a Laura con el texto “Exprímelo así…” y lo envío, pero me pongo a pensar que quizá se lo planteo como un reto causado por mis celos.
Al poco tiempo recibo un video, con el rostro de Laura en primer plano y atrás se mira la cara de Miguel, entre las nalgas, muy afanado sosteniendo a Laura por la cadera; luego se pierde la cara hacia arriba y se mira la panza de mi marido golpeando el culo. El texto decía “Ya estamos en la segunda entrada, ahora por detrás. Sí quedará seco antes de dormir.”
Mario se levanta para tomar agua. “Tengo la boca seca de tanto esfuerzo”, dice, con el sudor escurriendo de similar manera en la que me escurre su semen entre mis piernas. Al levantarme para que nos metamos bajo las cobijas, veo el charco de semen y flujos que quedaron en la colcha y mojaron mis nalgas. Tomo otra foto como recuerdo de este semental, que aún babea del glande.
Nos acostamos y le ofrezco mi pecho a Mario para que descanse. Se queda dormido con su pacha en la boca. Otra foto.
Más tarde, como dos horas después, soy yo quien se despierta y se me antoja mamarle la verga a Mario, quien sólo acaricia mi cabeza, pero tarda mucho tiempo en que comience a salirse de mi boca al entrar la sangre a sus masas esponjosa y cavernosa, pero sigue sin suficiente dureza. Paso a ocuparme de los testículos con masajes y lamidas, en tanto que la mano sube y baja el pellejo del tronco. Volvemos a dormir…
En la mañana, cuando el canto de los pájaros anuncia el alba, despierto con una gran tranca entre mis piernas y unos labios sedientos que se quien saciar en mis tetas. Entra el falo y viene el movimiento, yo, sin abrir los ojos, pero sí las piernas, abrazo el cuerpo que me cubre y mis manos acarician su espalda “¡Es Mario!”, me digo al sentir las costras de los rasguños que le hice y tomo conciencia abriendo los ojos para corroborarlo. Siento el calor en mi vagina cuando recién empezaba a sentir un orgasmo. Él se ha detenido, ya satisfecho y sin separarme le doy la vuelta para quedar sobre Mario, me sigo moviendo, pero es inútil pues su pene flácido se me sale. Raras son las veces que me he quedado así, pero es parte del ejercicio coital casi diario. Me bajo al colchón y volvemos a dormir.
Al abrir los ojos, veo los ojos de Mario, quien me mira enamorado. Le sonrío. “Buenos días”, me dice tomándome de las tetas y jalándome los pezones. Se pone a mamar y yo lo acaricio como si acunara a un bebé. Al poco rato quita las cobijas para verme de cuerpo entero y me besa todo el frente. Se detiene un buen tiempo lamiéndome la panza y el ombligo; la besa y encaja su nariz en el centro de mi panza. Pienso que eso es extraño, porque su esposa tiene un vientre muy plano. “¿Te gustan las gordas?”, le pregunto. “Me gustan las chichonas como tú. Imaginaba que te había preñado y ya estábamos en camino de ser padres”, contesta volviendo a besar mis lonjas.
Más tarde, después de otra cogida, esta vez de perrito, nos metemos a la regadera.
–Hace rato me hiciste venir rico –le dije–, pero tú no te viniste. Hazlo ahora en mi culo, le indiqué agachándome y poniéndome su glande en mi ano.
–Con mucho gusto putita chichona –contestó después de pasarme el jabón entre mis nalgas.
Yo disfruté el calor en mi intestino y cuando terminó me aseé viendo cómo fluía en agua hacia la coladera delatando el color del excremento y la lefa de mi amante.
Nos secamos y antes de comenzar a vestirnos, me llegó una foto con el texto “Tu marido se despierta muy complaciente. Perdóname mi reacción”. La imagen mostraba unos rasguños aún con el rojo de la sangre en la espalda de Miguel. “No te preocupes, anoche pasó lo mismo por acá, estamos a mano”, contesté sacándole foto a la espalda de Mario. “¿Vamos a comer juntos a las tres?”, pregunté. Minutos después recibí una llamada para ponernos de acuerdo donde comer y hacer la devolución de los cuerpos prestados, aunque con algunos rasguños…
Me da gusto que sigan, tu marido y tú, con esa práctica de ser felices. A mí también me dan celos, pero, unos cuernos por otros…
¡Qué rico que Mario te dé lengua y maciza hasta hacerte sentir la muerte chiquita! Es delicioso desmadejarse en los brazos del amor quien esté contigo.
Sigue así, hay muchos años por delante. Aunque después, a veces, será necesario el Viagra.
Aunque me inicié en esta actividad de poner cuernos a los 45, espero continuar hasta que ya no se pueda más. Al menos unos 30 años más.
¡Tener a Gloria una noche! ¡Qué felicidad!
Supongo que te refieres a la Gloria de tus sueños, tu compañera de trabajo. Anímate, lo peor es que te quedes sin ella, como estás ahora.
¡Síii! Voy a intentar tirarme a alguno de mis amantes todo una noche. No hay muchas oportunidades, pero hay veces que mi marido sale fuera de esta ciudad. A ver qué maromas tendré que hacer…
Es diferente a tenerlo unas cuantas horas, es muy estimulante. Ojalá que puedas pronto.
Me da gusto que continúes teniendo nuevas experiencias. Sólo hacía falta que te lanzaras para escribir realidades en lugar de tus fantasías (aunque éstas estaban calientes y muy interesantes).
La diferencia es que en mis fantasías, yo no sentía celos, y ahora sí.
Te sugiero que les pongas el cuerno a tus dos amores, estoy para servirte
¡Gracias, ya estás anotado en mi carnet…