¡¡¡ Qué tiempos aquellos !!!
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por renegadomonti.
¡¡¡QUÉ TIEMPOS AQUELLOS!!!
Hoy, por una de esas casualidades de la vida, al ir caminando distraídamente por una de las calles de mi ciudad, y al cruzarme con una señora que iba acompañada de dos adolescentes, uno de ellos la llevaba tomada del brazo, y el otro a su lado también pero suelto, ella me miró de una manera insistente, pero no le di importancia y continué mi camino.
De repente siento que me tocan en la espalda, y al darme vuelta, me encuentro con esta señora que, mirándome a los ojos, me dijo:
—-Perdón, pero, ¿usted es Boni?
—-Si, le respondí sorprendido, ¿con quién tengo el gusto?
—- ¿No te acuerdas de mí?
—-Nnnno, no.
La verdad que no te recuerdo.
Discúlpame
—-Soy Norma.
—- ¿Norma, la esposa de Eduardo?
—-Claro.
Ingrato, que pronto te olvidas de tus amigos.
—-Pero es que hace ya más de 17 años que te veía.
Y estás tan
cambiada.
—- ¿Para mejor o para peor el cambio? Me preguntó.
—-Eso ni se pregunta.
Para mejor.
Aunque prefiero aquella niña
que conocí en otros tiempo.
Bueno, así continuamos con nuestra charla, rememorando viejos tiempos, y actualizándonos de nuestros respectivos presentes.
Me presentó a sus hijos diciéndoles que yo era un viejo amigo, tanto de su padre como así también de ella.
Ella, Norma, fue una de las niñas que conocí en un prostíbulo para nenas que en su tiempo, y por desgracia muy poco tiempo, fue clausurado por la policía, producto de la impericia de la pareja que lo manejaba.
Esta pareja habían tenido la suerte de encontrar en el barrio donde vivían a algunas niñas sumamente pobres y necesitadas de comida y otras cosas imprescindibles para vivir, y tuvieron la idea de prostituirlas, y la gran suerte de que ellas aceptaran y no les contaran a sus familiares.
Pero, como decía, esta pareja eran bastante ignorantes, además de alcohólicos y drogadictos.
Por ello no supieron negociar con la policía, y esta terminó por cerrarles el “negocio” y meterlos presos a ellos.
Esto fue algo real, y se puede comprobar ingresando en los archivos de aquellos tiempos de los medios de comunicación, ya que como es costumbre, los medios de comunicación hicieron de ese caso una verdadera fiesta de información amarillista, y estuvieron por semanas hablando de ese caso.
Yo lo descubrí gracias a una prostituta que trabajaba en una wiskería de mi ciudad, a la cual concurría con frecuencia, por lo tanto me conocían tanto el dueño, los empleados y por supuesto las prostitutas del lugar.
Una noche de esas perdidas, una de las prostitutas muy pasada de copas se acercó a la barra donde me encontraba bebiendo un wiscacho, y me pidió que le pagara una copa.
Le dije que no, que ya había bebido demasiado, ella insistió, y al continuar con mi negativa, me dijo que ella sabía que a mí me gustaban las chiquillas, y que si le pagaba una copa me iba a decir dónde encontrar un par de ellas dispuestas a coger.
Obviamente que eso me interesó, pero no me quise regalar, y le dije que no me mintiera a mí, que los dos nos conocíamos bastante.
Insistió con la oferta de que a cambio de una copa y un par de pesos, me llevaba a un lugar donde iba a poder coger con niñas.
Al cabo de un rato, y luego que ella bebiera su copa, salimos y nos dirigimos al lugar en el que ella decía que había niñas para coger.
Al mencionarme el barrio, le dije que ese era un barrio muy peligroso y ella me respondió que no me preocupara, porque al ir con ella no pasaba nada.
Llegamos al lugar, una casita humilde, ella bajó del auto y procedió a golpear la puerta.
Al abrirle ingresó a la casa, y como se demoraba, ya estaba por retirarme del lugar pensando que me había engañado, pero de pronto salió y me llamó, diciéndome que entrara el auto al patio de la casa.
No muy convencido, pero pensando en la posibilidad de cogerme alguna niña, cosa que me produce un placer inmenso, ingresé y por supuesto preparé mi revolver calibre 38 largo por cualquier eventualidad.
Descendí del auto y me hicieron ingresar a la casa.
Allí estaba la prostituta y el dueño de casa y su mujer.
Me dijeron que ahora me traían a las niñas para que eligiera, y me trajo a dos niñas.
No lo podía creer.
Aparentemente una tendría unos 8 o 9 años, y la otra unos 10, nada más.
Elegí la que parecía más grandecita y tras pagar el precio acordado, muy bajo tratándose de que eran unas nenas, ingresé con la niña a otra habitación donde había una cama, una silla, un ropero y una palangana con agua sobre la silla.
Luego de observar que la ventana de la habitación estaba bien cerrada, me dediqué a observar a la niña.
Le hice señas de que se acercara, me senté en la cama, ella vacilando se acercó, la tomé de una de sus manos y la acerqué más hacia mí.
Le dije que no tuviera miedo, que si no quería hacer nada estaba todo bien, que yo no la iba a obligar a nada.
Ella permanecía con su vista baja mirando al suelo.
Vestía un vestido muy viejito y tan gastado, que en varias partes ya se había roto.
No era muy linda, ya que el estigma de la pobreza y su origen se reflejaban en sus rasgos.
Hice que se sentara sobre mis rodillas y le acaricié su rostro, luego su cuello.
Le pregunté si sabía besar, y solo se encogió de hombros.
Comencé a besarla.
Primero lenta y suavemente, luego a medida que sentía el sabor de su boca, de su saliva de nena, iba presionando más fuerte mis labios sobre los de ella.
Con mi lengua entreabrí sus labios e ingresé con mi lengua a su cavidad bucal.
Mi lengua comenzó a acariciar la suya y a recorrer el interior de su boca.
Dejé de besarla y le dije que ella hiciera lo mismo conmigo, que con su lengua acaricie mi boca, mis labios y mi lengua.
Que hiciera lo mismo que le hacía yo.
Al principio fue torpe, pero copiaba lo que yo le hacía.
Esto me fue encendiendo y comencé a acariciar su menudo y escuálido cuerpecito.
Soy un hombre que mide casi 2 mts. , 1.98, para ser exactos, y cada una de mis manos está acorde con el tamaño de mi cuerpo.
Cuando intenté meter mi mano entres sus muslos cerró fuertemente sus flacas piernas y no me permitía el acceso.
Claro que si yo hubiera querido hacerlo por la fuerza ella no tenía ni la más mínima posibilidad de oponerse.
Pero esa no es mi manera de actuar con una niña, ni con una mujer adulta tampoco.
Besándole el cuellito le pregunté su edad, y me dijo que tenía 12 años y que los había cumplido la semana anterior.
Nuevamente quise meter mi mano entre sus muslos, y otra vez su oposición.
Entonces le dije que si no quería hacer nada conmigo y no me permitía acariciarla, que no me hiciera perder el tiempo y que saliéramos de la habitación así yo me iba.
Entonces ella se aferró con todas sus fuerzas a mi cuello y me dijo que no hiciera eso, porque si salía y le decía a los patrones, así los llamaba ella, que no había hecho nada con ella, la iban a castigar, y mucho, y se puso a llorar desconsoladamente.
Esto me sacó de situación y le dije que no se afligiera, que si no quería hacer nada no la iba a obligar ni tampoco le iba a decir nada a sus patrones, que nos quedáramos un rato más en la habitación y que luego saliéramos como si todo estuviera bien, como si hubiéramos cogido.
Entonces ella me dijo que no hiciera eso porque cuando yo me fuera, la iban a tocar y meter los dedos para ver si lo había hecho o no.
Entonces que hacemos, le pregunté, y ella me respondió que lo hiciéramos pero que no se la metiera a toda porque le dolía mucho.
Le pregunté cuántas veces lo hiciste, y me dijo que ahí solamente una, pero que su hermano la había cogido varias veces.
Le pregunté si el hermano la tenía muy grande que le había hecho doler, y me dijo que no, que el que le había hecho doler fue dos días atrás un hombre que igual que yo pagó para estar con ella, y que estaba borracho y la trató mal y le pegó, y que se la metió de golpe haciéndole doler mucho.
Que la estuvo cogiendo un rato porque no podía acabar, hasta que se durmió sobre ella.
Que entró el patrón y lo sacó de la casa, y que le dijo a ella que no se moviera de esa cama, que luego vino y le metió los dedos en su conchita para ver si era cierto que había cogido, y por cierto que la encontró toda mojada y que le salía un poquito de sangre, ya que el cliente al metérsela de golpe, la había lastimado, que se la estaba por coger el patrón pero entró la mujer y se pusieron a pelear.
Que le dieron $ 5 y se fue a su casa, pero le pidieron que volviera al día siguiente, cosa que ella no hizo, pero que al otro día la fueron a buscar y entonces vino, y que por eso estaba conmigo ahora.
Luego de toda esta charla, ella me dijo que si le prometía hacérselo despacio que lo hiciéramos.
Bueno, le dije, quítate toda la ropita.
Al ver ese pequeño e infantil cuerpecito totalmente desnudo y a mi disposición, mi verga se desplegó en toda su magnitud.
Esto no pasó desapercibido para ella, que al notar el bulto que se formó en mi pantalón, me dijo se te ha parado mucho.
Si, le dije, ¿quieres tocarla?
—-Bueno, me respondió, pero solo un poquito
—-Ven, le dije, ven y bájame la ropa así la puedes agarrar.
—- ¡Huy!, dijo cuándo vio mi verga totalmente dura y parada, ¡qué grandota que la tiene! Noooo, no me meta eso porque me va a hacer doler muy mucho y me va a lastimar.
—-No temas, le dije, lo haré con mucho cuidado y bien suave, y si te duele y no quieres, pues, no lo hacemos.
Ella siguió tocando, inspeccionando mi verga que parecía que cada vez se erguía más y su dureza aumentaba.
De una manera inconsciente prosiguió con sus tocamientos en mi verga, y a pesar que en apariencia la había asustado el tamaño, no la soltaba.
No es que yo tenga una verga descomunal, pero sí sus 19×6 se hacen notar, y más aún sentir cuando entra.
Además está coronada por un glande que yo digo es desproporcionado al resto del cuerpo de la pija, ya que es demasiado ancho.
Asemeja a un hongo.
Y esto siempre dificulta el ingreso a cualquier vagina, y más si se trata de una niña.
Le dije que se recostara en la cama, y al hacerlo comencé a besarla por todo su pequeño cuerpecito.
Se notaba que estaba recién bañadita porque emanaba un suave olorcito a jabón barato, pero también a limpieza, y eso me agradó mucho y contribuyó a que aumentara mi deseo de cogerla.
Besé y succioné suavemente sus incipientes pechitos, tomando entre mis dientes y mi lengua sus casi inexistentes pezones, que al recibir la desconocida caricia, comenzaron a erguirse y a endurecerse.
Su respiración se hizo algo más agitada.
Lentamente me fui deslizando por su vientre en dirección a su vagina, su monte de venus solo tenía una suave y rala pelusilla.
Mi lengua seguía lentamente su camino.
Al llegar a su conchita y pasar mi lengua sobre ella, sufrió un sobresalto y me dijo que le hacía cosquillas.
Continué con mi caricia lingual, mientras mis manos no dejaban de acariciarla por todo su cuerpito.
Pellizcaba suavemente sus pezones, con la otra mano acariciaba su culito y metía entre sus nalgas mis dedos llegando hasta la entrada de su culito.
Con uno de mis dedos punteaba la entrada a su ano, que estaba cerrado totalmente, y a cada punteada que le daba ella respondía con un saltito y un quejido.
Mi lengua seguía con su trabajo en forma incansable, ya que para mí chupar esa conchita era un inmenso placer.
La punta de mi dedo que jugaba con la entrada de su culito logró introducirse.
Solo la puntita.
Ella se quejó y trató de quitarse de su agujero anal al intruso que transpuso la puerta de entrada.
Claro, no lo consiguió porque yo había afirmado fuertemente mi mano y pujaba firmemente no permitiendo que lograra su cometido.
Mi otra mano abandonó sus pechitos y con los dedos de ella fui separando los labios de su conchita para poder introducir más adentro mi lengua.
Metí el dedo medio en ese agujero que pretendía perforar con mi dura verga, y ella emitió un largo quejido.
Comenzó la caricia de mi lengua y el vaivén de mi dedo dentro de su argollita.
No resistiendo más las ganas de culearme a esta chiquilla, me puse de rodillas entres sus piernitas y coloqué mi verga entre sus labios vulvares.
—-¡Ay, ay, despacio por favor señor, porque su pija es muy grande.
—-Tranquila, le dije, no temas, te la iré metiendo despacito hasta donde la aguantes.
—-Pero es que la tiene muy grande y tengo miedo a que me lastime.
A todo esto yo presionaba con mi glande tratando de vencer la resistencia que estaba oponiendo tan linda como estrecha entrada.
Por fin el glande se abrió paso.
Me quedé quieto con la punta de mi verga clavada en esa conchita que yo quería perforar hasta su más recóndito rincón.
Ella se había aferrado a mis brazos como buscando con esa acción la fuerza y el valor suficiente para que su conchita recibiera en su interior la verga que la estaba clavando.
De sus ojitos brotaron un par de lágrimas, producto, pienso yo, más del temor a sufrir dolor, que al mismo dolor que podía sentir en ese momento.
Cuando lo consideré oportuno, comencé a empujar para introducir más adentro mi verga.
A cada empujón que yo daba, ella se quejaba y clavaba sus uñas en mis brazos.
Lentamente me fui introduciendo en su cuerpito.
Su pequeña cueva se iba abriendo a impulsos de mis empujones, que sin ser violentos, eran fuertes y continuados.
Mi verga seguía entrando, hasta que llegó a un punto que no podía avanzar más.
Había llegado al final de su túnel.
Las paredes del mismo me apretaban dulcemente.
Estaba caliente y húmedo.
Comencé con el mete y saca, y ella a cada movimiento mío lo acompañaba con un quejido.
Vi que comenzaba a abrir su boquita como si le faltara el aire.
Yo no la aplastaba porque me sostenía con mis dos brazos apoyados en el colchón.
Eso sí, su cuerpito había desaparecido debajo del mío.
Pero ella también hizo su parte, ya que hizo desaparecer casi toda mi pija dentro de su rajita.
Esta ya había logrado adaptarse al tamaño de mi verga, pero se notaba que estaba dilatada al máximo, ya que oprimía todo el largo de la pija que tenía clavada en su interior.
Continué culiando a esta criatura, y cada vez con mayor fuerza y rapidez.
Vi que ella también estaba disfrutando el momento.
Mi verga se deslizaba por esa caverna dilatada y lubricada con rapidez, disfrutando de cada movimiento, tanto de ella, que ya se había sumado participando activamente, como de los mío.
Me doblé para poder besarla, y ella recibió gustosa ese beso pleno de lujuria.
Nuestras lenguas se buscaban y se encontraban.
La saliva de ambos se entremezclaba y la bebíamos gustosos.
La saliva de una nena es deliciosa.
Ella elevó sus cortas y delgadas piernitas al aire y las posó sobre mis flancos mientras con desesperación iba al encuentro de los empujones de mi cuerpo buscando que la penetración sea más completa.
Eso me demostró que estaba teniendo un orgasmo.
Quizás el primero de su corta vida, cosa que luego me confirmó.
—- ¡Ay señor, ay señor, ay señor, siento algo, algo raro, ay, ay, no puedo respirar, ay, ay, qué es esto señor, qué es, ay, ay, ay!
—- ¡Estás acabando mi amor, te estás echando un polvo, asi como el que te voy a echar yo!
—– ¡Ay si, si, siiiiii! ¡Ahhhh, porque, porque, ay, ay, yaaaaaa!
—– ¡Toma, toma mi leche mi amor! ¡Toma, te la doy a toda! ¡Ahhhhh, ahhhhh! ¡Qué polvazo te estoy echando! ¡Te estoy llenando tu conchita de leche! ¡Ahhhh, ahhhhh, tomá, ahí la tenés, es toda para vos, ahhhhhhhh!
Luego de tan intenso momento vivido por ambos, quedamos los dos tendidos en la cama, uno al lado del otro, reponiéndonos de tanto placer experimentado.
Ella se bajó de la cama diciéndome que le estaba saliendo toda la leche que yo le había echado, y que si manchaba las sábanas, la iban a castigar.
Se sentó en la palangana y procedió a lavarse su conejito.
Una vez lavada, se vino a la cama nuevamente.
En eso el dueño de la casa golpeó la puerta avisándome que ya había terminado el tiempo.
Le pregunté a ella si quería quedarse un rato más conmigo y me respondió entusiasmada que sí.
Entonces me levanté y le dije al hombre que le pagaba otro turno con la nena, y él me dijo que está bien, que si quería a la otra niña también, por unos pesitos más me la dejaba un rato.
Acepté la oferta e hizo entrar a la habitación a la otra nena.
Yo estaba desnudo.
La nena al enfrentarse conmigo, lo primero que hizo fue mirar mi verga que estaba morcillona.
Esta chiquilla tenía 9 añitos.
Bueno, la hago corta.
Hice de todo con ellas, menos sexo anal, y luego me fui.
De más está decir que me convertí en un cliente habitual al lugar, y hubo hasta días en que fui dos veces cuando me prometían que iban a traer una chiquilla nueva.
Cuando la policía allanó y clausuró el lugar, yo había salido de ahí un par de horas antes, así que me salvé de milagro.
Allí la conocí a Norma cuando tenía 9 añitos, y me gustó tanto y la pasé tan bien con ella, que la llevé a mi casa y convivió conmigo más de 4 años.
Culiábamos a toda hora, en cualquier lugar de la casa.
Dentro de la casa estábamos casi todo el día desnudos.
A Norma le encantaba chuparme la pija y tragarse mi leche.
También le gustaba muchísimo que le chupara la conchita hasta que quedaba semi desmayada de tanto acabar.
La inicié en el sexo anal, al que también se hizo adicta.
En una ocasión por cuestiones de negocios tuve que viajar a Panamá y la llevé conmigo.
En ese país un taxista me consiguió una chiquilla de 9 años a cambio de unos cuantos dólares.
Y como yo había alquilado un depto. , no hubo problema en que pasáramos tres hermosos días de sexo y total desenfreno con las dos chiquillas.
La panameñita ingresó al depto virgencita, y salió con todos sus hoyos rotos y llenos de leche.
A Norma le encantaba ver cómo me culiaba a la panameñita, sobre todo cuando le hacía el orto, ya que se quejaba mucho.
El día que teníamos que regresar, me brindaron algo que les había pedido varias veces, pero se negaban.
Quería ver como se hacían el amor entre ellas.
Lo hicieron dos veces ese día.
Cómo dije anteriormente, por desgracia este lugar duró muy poco.
Pero yo ya tenía a Norma en mi casa, y a veces iba a buscar alguna de las niñitas que había conocido en aquel lugar y de las cuales conocía sus domicilios y las llevaba a mi casa donde pasábamos hermosos y depravados momentos juntos con Norma, la que se había desarrollado entre otros vicios sexuales, el gusto por mirar.
Todo esto recordamos con Norma que había venido al país para visitar a sus familiares, y de pronto se encontró conmigo, su antiguo mentor sexual.
De más está decir que durante la semana que permaneció en Córdoba, estuvo más en mi casa que en el hotel donde se había alojado junto a sus dos hijos.
Hermosos recuerdos me trajo a la memoria Normita.
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