¡Quise seducir a un hombre pero no pude competir con su hija!
Los polvos entre un hombre y su hija de 13 años son insuperables, al parecer. Relato por Ivette..
Incesto padre-hija | 13 años | Testimonio
🆂eré lo más breve posible para contarles esto, casi que me iré directo a las cachondeces, que es lo que os interesa. Pero permítanme poneros al menos un poco en contexto. Soy Ivette, tengo 32 años y me precio, o me preciaba, de poder tener el hombre que quisiera, y es que no estoy nada mal, y perdónenme que lo diga. Pero, aún así, no pude competir con la traga de un hombre por su hija, que, al principio pensé que no podía ser un obstáculo tan grande, pero ella ya le estaba dando todo con lo que él (y cualquier hombre) podría soñar.
Esteban era viudo, hacía como diez años, y era apuesto y muy adinerado. Nos conocíamos porque yo promovía medicamentos directamente a los doctores. Un día, el laboratorio para el que trabajo produjo un gel cicatrizante y me tocó visitar cirujanos para que ellos lo conocieran y recomendaran a sus pacientes. Algún día les contaré mis hazañas, mis conquistas. Nunca había escrito nada ¿Para qué? ¿Para que me traten de trepadora? Pero ahora que una mocosa de 13 años me corrió la butaca, ahora sí quiero echar el cuento. Yo, desde que era casi un niña me aficioné por el deporte y el fitness, y nunca lo dejé porque vi el potencial que había en ello—cómo los hombres prefieren un cuerpo bien cuidado y bonito, etc. Ya tenía varias cosas cosechadas de conquistar hombres, como un buen carro y una cuenta bancaria decente, pero todavía me ilusionaba no tener que trabajar más y vivir como una reina. Pero no iba meterme con un político o un narco, ni de riesgos. Ya hasta se me había olvidado el pensar en eso, cuando llegué a la clínica privada donde Esteban trabajaba y su secretaria me dijo que él no estaba, pero que podía ir a su casa al día siguiente si quería. Me dije «¡Yo y mis encantos!» y recibí las indicaciones para ir. Al ver su casa, me obsesioné y averigüé si era casado o qué. Es que… para no hacer largo el cuento, yo nací y crecí en las favelas ¿si? Lo poco o mucho que haya logrado lo debo a mi propio esfuerzo, en parte, y el resto a ser bonita. Imagínense la casa de un cirujano plástico vista con mis ojos. Entonces, al averiguar que él era viudo, me obsesioné con conquistarlo.
Su hija Eveline, de 13 años, no me pareció un problema al principio. Ella sabía que yo iba por cosa de negocios y creía que su padre nunca le echaría el ojo a una asalariada. Un día vi como ella se puso como una cacatúa porque su padre le dijo «tan bonitas tus amigas». Yo no sospechaba todavía que la cosa fuera tan lejos. Yo no diría que Eveline fuera muy bonita, pero por justicia con ustedes, lectores; no les diré mi impresión sino la de un amigo. Le mostré una par de videos de Eveline a mi mejor amigo y le pregunté «¿Le parece bonita?», y a él le bastó con un segundo para decir ¡Já!, pasarse las manos por la cara y… no decir nada, excepto resoplar. Aquí el video. «Uhy, pero si quiere le copio el video para que pase un rato a solas». Le reclamé, muy ofendida y le rapé el teléfono. ¡Con que Eveline era toda una sensación! Prrr. Fue cuando ella empezó a caerme mal. Creo que, yo intuía que a ojos de Esteban, nadie la superaba a ella.
Mis esfuerzos para conquistar a Esteban daban frutos muy pequeños y muy lento. Éramos casi amigos. Nunca me había costado tanto hacer que un hombre se interesara en mí. Y que yo supiera, no había nadie importante rondando a Esteban. Y si la había, la más cercana era yo, excepto, claro: Eveline. Ella vivía colgada de su cuello. «Perrita infeliz» pensaba yo. Aunque, si no fuera por ella, yo habría creído que Esteban era mar*ca. ¿Cómo podía él resistirse a mis insinuaciones? Si yo usaba faldas muy cortas o largas pero con abertura frontal hasta el nacimiento de las piernas, escotes (y les repito, no estoy nada mal ¡por Dios, hago fitness desde los 15!). Pero terminé por comprobar que Esteban no era gay, sino que: cuando un hombre come niña, ya no le gusta nada más. De pronto yo le parecía vieja y acabada. Y ni se diga que esa niña que se come un hombre sea su hija pre-adolescente o justo en medio de la pre-adolescencia y la adolescencia, como estaba Eveline. «Si la mujer es físicamente la perfección, las pre-adolescentes son el epítome de la perfección» me habría de comentar después mi amigo. Mucho pedófilo. Y maldita zorra esa Eveline. Además, según he oído, el incesto es demasiado delicioso para la mayoría. Me imaginé a los 13 años con mi papá y… nada qué ver.
Todo finalmente se desveló un día que asistimos a un evento de la compañía para la que trabajo. Invité a Esteban y él obvio llevó a su hija. Se trataba de una fiesta en una hacienda. Como de telenovela: Eveline me abordó tan pronto me separé de un grupo de doctores.
—¿Vas al baño? ¿Puedo ir contigo? —me preguntó.
—¡Claro!
Después de usar el sanitario, lavándonos las manos, me soltó, la muy piruja:
—Ivette ¿A ti te gusta mi papá, cierto?
Me congelé, no por sentirme sorprendida en mis intenciones sino por el asombro que me causó el atrevimiento de Eveline. Me dio mucha rabia, pero por obvias razones me controlé y traté de ser lo más madura posible.
—Esos son asuntos de gente grande —le espeté.
—O sea que “sí” —escupió ella.
Empecé a sacudirme el agua de las manos y ella estiró el brazo para sacar una toalla de papel del dispensador y me la alcanzó. Se la recibí con displicencia. Ella habló:
—Te pregunto si te gusta mi papá y, si no te gustara, habrías dicho “no” y ya, pero dices que son asuntos de gente grande. Es la forma evasiva de decir “sí”.
Traté de conservar la calma y no dejarme llevar por las ganas de estrangularla. Quería tomarla por el cuello y hundirle los pulgares en la garganta hasta sofocarla y dejarla ahí tendida en el baño, morada como rábano congelado, y salir a un mundo libre de la tal Eveline. Pero respiré, la miré a los ojos y le dije:
—Estás siendo muy insolente, niñita.
—¿Niñita?
—Sí, niñita —me puse la mano en la cintura y la observé con condescendencia.
—Bueno, yo no voy a negar —dijo ella— que eres muy bonita, y muy atractiva. Seguro te cuidas mucho y muy bien. Y hasta tienes buen gusto y te vistes bien, para ser una vendedora…
O ¿Qué tal si en ves de estrangularla yo misma contrataba un matón? Pero tendría que ser una matona, porque los hombres son tan idiotas que voy y contrato uno para la mate pero el pendejo va y se enamora de ella. Apreté los puños y tuve qué terminar de oírla:
—Pero con mi papá no vas a poder. Él me ama. Me ama más de lo que nunca podrás imaginar.
Nunca antes en la vida contemplé el portar un arma de fuego. No crees, por tu estilo de vida, que el momento de necesitar una, llegue. Pero sí llega. A mí me llegó justo ahí.
—No vas a lograr nada con tus provocaciones. Ve a jugar a las muñecas —le dije.
—¿Jugar a las muñecas? ¿Niñita? Déjame preguntarte algo. ¿Qué es lo más que has logrado con mi papá?
—Ay, no voy a escucharte —dije, en soberbio tono de aburrimiento, y empecé a andar hacia la puerta.
Pero ella prosiguió:
—Lo máximo que habrás logrado será que te bese una mejilla, y aceptar tu invitación aquí. En cambio, esta a la que llamas “niñita” y que le dices que vaya a jugar a las muñecas…
Paré como con frenos de volqueta.
—No puedes ni imaginar lo rico que mi papi hace el amor…
Tuve una tormenta en mi cerebro. En medio segundo tuve qué decidir si salir corriendo de allí (y ¿darle ese gusto?), darme vuelta y voltearle la cara de una cachetada (también sería darle ese gusto) o escucharla (el mayor placer para ella). Por el poco tiempo, quizá no tomé la mejor decisión, y la escuché:
—Casi siempre es muy tierno, me trata como a una reina y dice que soy su diosa y su dueña…
Me di la vuelta, con los ojos como platos.
—¿Crees que podría llegar a decirte algo así a… ti? —me miró como se mira un insecto ya aplastado—. Yo, si quiero algo de mi papá, lo único que tengo qué hacer es ponerme una falda alta. Nada más —Al decir ese “nada más” pareció escupirme—. Mi papi suele hacerme el amor de rodillas, nunca jamás se pone de pie ni se acuesta. Siempre está de rodillas. Me besa la piel de todo el cuerpo y me desnuda sin usar las manos, solo la boca —rió— claro que a veces tengo que echarle una mano. Me pongo arrozuda al punto que mi piel parece la de una gallina, y los vellitos del cuerpo se me erizan. Me pasa corriente por todo el cuerpo cuando él empieza a hacer sus cosas. ¿Has sentido que tus pezones se paran tanto que duelen y parece que se fueran a salir y a caerse? ¿O te estremeces como si estuvieras entumiéndote? Supongo que sí, pero nunca con mi papá. Yo sí…
«Esta mocosa ve demasiado porno o está diciendo la verdad» razoné. Y no, a mí nadie me había puesto así. Y según analizaría después, con la cabeza fría, tanta impresión y electricidad solo la hay en relaciones prohibidas. Entre más prohibidas, más rico. Y, dicho sea de paso, entre más permitido y bendecido, más aburrido es el sexo.
Ella siguió:
—Yo solo tiemblo, él hace todo lo demás —hizo un puchero—. Solo que, últimamente, me ha agarrado duro. Pero ¿Sabes qué? Me gusta más, y creo que a él también. Me dobla en una mesa y me sube la falda y ni si quiera me quita los panties. Me los corre y ya —alzó un hombro—. Se restriega todo mi cabello en la cara, me besa la nuca y las mejillas y bombea sin parar. Me pellizca los senos y para de apretármelos solo cuando grito. A veces me hace orinar.
«No son orines, es como nos venimos nosotras las mujeres, tonta e ignorante imbécil» pensé.
Mi papá acaba, se ríe y llora al mismo tiempo. A veces me dice que me ama como a nada en el mundo, a veces solo se duerme encima mío. Otra veces acaba y me carga, sin salirse de mi, hasta la cama y se duerme abrazándome. Tú nunca sabrás lo que es dormir en sus brazos.
La abofeteé. Fue un manotón tan fuerte que le volteó la cara y el cabello sufrió la inercia y le cubrió la mejilla golpeada. Pero ella solo resintió el dolor por un segundo. Volvió a levantar la cara y me miró, triunfante. Ahora sí podía sacarme de sus vidas.
—Lo estás inventando, maldita pervertida —la acusé.
—Si, claro, todo es inventado. Por eso mi papá no te da ni la hora.
Y ese fue el contraataque a mi cachetada. Fue como un puño de Bruce Lee, de esos que hacían que quien lo recibía cayera en una silla, pero esta tampoco aguantaba y se volteaba y caía de espaldas. Eveline solo necesitó ser sincera para apalearme.
—No obstante —agregó la rapaza—, mi papá hace el amor más y más rico desde que tú vas a la casa. Por eso no sé si quiero que te vayas o no —me largó y se sobó la mejilla—. Podría arrepentirme.
Y así es como se pierde a un hombre apuesto, joven y rico, y a parte, excelente polvo: Abofeteando a su hija. Si no lo hubiera hecho.. no sé, no quiero imaginarme cosas tan extremas. ¿Un hombre que se coge a su hijita sexy y tiene una novia también sexy que sabe que el tipo se come a su hijita mejor que a ella? Demasiado enfermo para mi gusto. Para esa gracia, para salir de pobre, mejor me meto con un político o un narco. Lástima, porque Esteban me gustaba. Todo por esa zorrita… y bien zorrita. Claro que me dejó la espina para toda la vida con eso de «Por eso no sé si quiero que te vayas o no». Pero quién la mandó a humillarme con los polvos que le echaba el papá. Si hubiera sido ella más astuta y cauta en hablarme, habría sido diferente. O también, si yo hubiera sido más astuta y cauta en escucharla, pues estaba hablando con una mocosa de trece años. ¿Será que hubiésemos terminado cogiendo los tres? ¿Inclusive yo cogiéndome a Eveline? ¡No, demasiado extremo, lo repito! ¡Toco madera! Nunca he tenido un pensamiento lésbico en la vida, ahora mucho menos uno pedo-lésbico o un trío incesto-pedo-lésbico. A muchos de ustedes puede que les mole, y no los juzgo, pero no me juzguen a mí que no fui capaz. La más importante conclusión después de analizarlo todo, fue que Esteban sí llegó a querer conmigo pero el amor por su hija —y la consecuente necesidad de serle fiel— era tanto, que nunca me prestó la debida atención.
Bueno, esa era la historia, versión relato erótico relámpago. Ojalá la hayan pasado bien leyéndolo. La historia no tan cortada ni resumida da como para una novela. ¿Quién se imagina que un alto cirujano tenga vida sexual con su hijita bonita y que ella lo disfrute tanto? Para que vean que eso también pasa en las altas esferas.
Bueno, los dejo. Perdonen si el relato no era lo que esperaban.
Bye.
Ivette.
Fin
Stregoika ©2025
___________
Comentario (repetido) del autor: Ustedes dirán que me la paso viendo videos de minitas en yutúb, imaginándome que soy el papá y matándome a pajas. ¡Pero claro que no! Bola de degenerados.
Ekhem.


Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!