Quisiera ver cómo te hace el amor otro (2)
Petición de mi amante a su mujer, para tratar de convencerla que hicieran intercambio con una pareja de amigos (nosotros: mi marido y yo) en lugar de acudir a un club swinger..
Ese lunes en la noche, Laura, la esposa de mi amante Mario, fue quien abordó el tema que dejaron pendiente en la mañana cuando Mario, aún con el pene dentro de su satisfecha mujer le dijo “Quisiera ver cómo te hace el amor otro” y ella, inmersa en amor que por él sentía, cuando reposaban sugirió que buscaran un club swinger para concederle ese deseo.
–Hoy busqué en Internet dónde había clubes swinger en la ciudad y me entró duda, porque me parece que no hay un control que pueda garantizarnos seguridad, tanto en higiene como en secrecía. Entonces me puse a pensar cuáles de nuestros amigos o vecinos pudieran cumplir con nuestra expectativa y ¿qué crees? –preguntó a Mario.
–¿En quiénes pensaste? –inquirió mi amante, suponiendo que ella ya tenía alguna pareja como prospecto.
–No encontré a ninguna pareja… –dijo Laura con un tono de desánimo–. En los casos donde confío en ellas, no me agradan ellos para algo así, porque creo que yo también debo disfrutarlo… –señaló algo obvio.
–Quizá no los conoces bien y debes darles una oportunidad… –intentó Mario que ella lo viera con tolerancia.
–¡No!, sí los conozco muy bien por lo que ellas me han contado y no me gustaría ser su juguete sexual de tipos tan indeseables –concluyó tajante.
–¿Alguna pareja que sí te llame la atención alguno de los hombres? –preguntó él con recelo.
–Sí, hay dos, pero de ellas no confío nada en su discreción, son muy chismosas y, de entrada no aceptarían, pensarían que les quiero quitar el marido y rápidamente lo divulgarían, inventando que te pongo los cuernos con varios y otras mentiras –explicó Laura como razón.
–Bueno, si en un club swinger no, ni en alguna pareja conocida es posible, entonces sólo continuemos como estamos, mi amor –aceptó Mario para no mover más el asunto por el momento.
Sin embargo, a la hora de la comida, en que me contó el desarrollo, me dijo que inventaría ante Laura una relación de amistad con mi marido y que lo citaría al día siguiente en su casa para irse a jugar bolos. Me platicó que obtuvo la idea de uno de mis relatos ficticios: el trío de mi marido con su amigo Roberto. La explicación sería simple: Jugaron de jóvenes en el mismo equipo de bolos (a ambos les gusta ese deporte) y se reconocieron la semana anterior cuando mi marido fue a recogerme porque mi auto estaba en el taller. Estarían un rato allí en la casa, platicando con Laura antes de irse y Mario le comentaría a su esposa que hasta ese día en que se reconocieron él era esposo de una compañera del trabajo.
Enteré a mi marido del plan, le di los datos del teléfono y dirección para que mi esposo fuera a verlo al día siguiente. Mario, por su parte, le dijo a Laura que ya se le había olvidado que iría a jugar boliche como había quedado con Miguel y lo recordó hasta ese día en que mi marido le habló para acordar dónde verse. Justo en ese momento tomó el teléfono y le envió a mi marido la ubicación del domicilio y el texto “Aquí te espero”. Recibió como respuesta el mensaje “Como en media hora llego”. Todo frente a Laura.
–¿Listo para irnos? –preguntó mi marido cuando Mario le abrió la puerta y lo abrazó efusivamente.
–Espera un poco, pasa, me faltan algunos detalles –dijo Mario–. Te presento a mi esposa.
–Mucho gusto, señora –dijo Miguel con amabilidad y ella le extendió la mano, la cual tomó mi marido y la besó con delicadeza y rapidez.
Laura se quedó impresionada por ese detalle y tardó en retirar la mano. El gesto fue interpretado por Miguel como una buena señal, pero él se disculpó de inmediato.
–Perdóneme, creo que sólo debí estrecharle la mano.
–¡Ja, ja, ja..! No se disculpe, simplemente me sorprendió su amabilidad, ja, ja, ja, y me agradó…–dijo esto último en voz baja que sólo escuchó mi marido.
–¿Gustas tomar algo? –preguntó solícito Mario.
–Sí, lo que ustedes quieran ofrecerme –contestó Miguel, forzando con el plural a que Laura no se retirara.
Platicaron poco menos de media hora y en esa plática dejaron claro a Laura que ellos ya se habían conocido años atrás, pero que fue hasta que yo los presenté cuando ellos se reconocieron, y quedaron en recordar los tiempos de los bolos, lo que harían esa noche. Laura, por su parte, le dio a conocer a Miguel que ella se dedicaba a la contabilidad, atendiendo principalmente a pequeños y medianos contribuyentes, y que su trabajo profesional lo hacía en casa. Ellos se despidieron de Laura, Mario fue muy afectivo, hasta le paso una mano por la nalga a su esposa y ella se mantuvo tranquila, pero volteó a ver con temor a Miguel, quien cerró los ojos e hizo mutis.
Efectivamente, jugaron unas líneas de bolos y luego se fueron a un bar para mejorar el plan de convencimiento. Al regreso, Mario fingió estar algo alcoholizado.
–¿Quién ganó? –preguntó ella.
–A los bolos ganó Miguel, pero por poco –y le mostró la hoja de anotaciones a Laura–, aunque a los tragos, le gané yo, lo tuve que llevar a su casa porque se emborrachó con muy poco y me dijo muchas sandeces.
–¿Te insultó o te humilló por haber perdido? –preguntó preocupada.
–No, más bien, yo lo provoqué. Le dije “No sé qué te pareció mal de la manera en que me despedí de mi esposa, te saliste cuando le agarré las nalgas” –explicó ante la mirada atónita de Laura–. ¿Y sabes con qué explicación salió?
–No tengo idea, pero una grosería no fue, estoy segura que no quiso importunar ante tu comportamiento porque se ve muy amable –defendió ella a mi marido.
–Me contestó “No, no me molestó. Al contrario, y no te molestes por lo que voy a decir: me dio envidia. Tu mujer es muy bella”, dijo sin más, y añadió “Sé que la mía también, pero yo no le agarraría las chiches a ella frente a ti para resaltar su belleza” –Laura quedó con la boca abierta
–¡Son cosas de borrachos, no lo tomes como un agravio! –contestó ella sin saber lo que decía, pero Mario le echó un último comentario, sólo para dejarla pensando en esa posibilidad.
–Pues los borrachos dicen la verdad. Si te agarré las nalgas porque me calenté, pero no quise causarle envidia y, por la manera en que me contestó, me hizo ver que Gloria, su esposa y compañera mía de trabajo, ha de haberle contado alguna vez que a muchos nos atrae por su pecho, ¿la recuerdas? Creo que debo disculparme, el grosero fui yo –dijo Mario tomando su teléfono.
–Vamos a dormir, mañana te disculpas con tu amigo, él ya ha de estar dormido. ¿Tú la miraste lúbricamente al pecho? –preguntó ella.
–Sí es bonita y atractiva. Quizá, hace años, cuando estaba embarazada la miré como dices, pero… no, me cuido de no ser así –mintió.
Ya estando en la cama, ella le preguntó a Mario “¿Gloria es discreta?”. “Sí, nunca anda en chismes y la respetamos por su seriedad”, contestó él. Minutos más tarde, cuando empezaba a dormir, Mario escuchó “¿Crees que ellos estarían de acuerdo en compartir la cama?”, pero ya no contestó, haciéndose el dormido y dejando a Laura con la tarea de asimilar la posibilidad.
Por nuestra parte, Miguel me contó el plan y dijo, además, que Mario nos enviaría otra foto de Laura. Al día siguiente recibimos un par de fotos en la mañana: La primera con Laura en cuatro, con un acercamiento al culo y a la vagina, esperando la estocada de mi amante. Obviamente, antes de salir de la cama, en ese momento, me tocó ponerme de perrito y acceder que mi puto marido me cogiera así, viendo la foto en la pantalla y escucharlo decir “¡Qué rica estás, Laurita!”, como en la foto anterior. Si se da el intercambio, a Laura le va a gustar ese trato, a mí me hizo venir mucho… En eso estábamos, cuando llegó la segunda foto, similar a la anterior, pero se notaba abierta la panocha y un hilo de plata, seguramente semen, desde sus vellos, hacia alguna parte fuera del plano, obviamente, Mario le acababa de sacar la verga a Laura.
A la hora de la comida Mario y yo platicamos lo que ya escribí e intercambiamos puntos de vista al respecto, pero, así como yo lo actualicé con nuestra recepción de las fotos, él me contó lo que pasó antes de salir de su casa.
–Lo primero que hizo Laura, antes de levantarnos, fue decirme “No te olvides de disculparte con tu amigo” –asentí con la cabeza y tomé mi teléfono–, “pero no por teléfono, sino personalmente” –precisó deteniéndome la mano–. “¿Te gustaría el intercambio con ellos?”, preguntó de inmediato. “No sé si quieran… ¿Tú crees que sí…?”, le pregunté, y como respuesta se quitó el camisón y se puso de perrito. “Cógeme como si fueras Miguel, a ver si me convenzo…” y… ¡tomé las fotos: una antes, y otra después! ¡Qué bien que les gustaron!
–¡Claro que sí nos gustaron!, además ¡ambas fuimos cogidas al mismo tiempo y en la misma posición!: yo en el papel de Laura, y tú en el papel de Miguel.
–¡Increíble, más con lo que ella me dijo al venirnos!: “Quiero que me limpies la lefa que me dejó Miguel, mi amor” y se abrió de piernas para que le chupara la pepa. Me puse en 69 y le dije: “Sí, mientras límpiame lo que me hizo Gloria” ¡Y me mamó como viciosa!, a pesar de que pocas veces me chupa.
Estábamos muy calientes y, antes de pasar al hotel, nos metimos a una sala de bolos donde, teniendo como fondo el ruido de las chuzas, Mario le habló a su esposa. “Voy a llegar un poco más tarde, estoy con Miguel”, le dijo; ella le sugirió “Aprovecha para sondearlo sobre el intercambio”.
En el hotel cogimos muy rico, nos contamos lo que más les gusta a nuestros cónyuges. Mario retomó lo del incesto.
–Lo que escribiste de tu hermano con su hermana, ¿es cierto? –preguntó.
–Es cierto que me contó que espiaba a su hermana y se masturbaba viéndola, lo restante es pura invención mía. No creo que se la haya cogido, pero sí creo que no le disgustaría cogérsela, porque a veces, cuando lo masturbo, juego con sus recuerdos diciéndole “Imagina que tienes enfrente a una muchacha bonita y joven, como cuando veías a tu hermana” y la pinga se le endurece, él cierra los ojos y pone su mano sobre la mía, la aprieta acompañándome en el movimiento –le contesté y Mario se comenzó a jalar la verga.
Acordamos que el mejor pretexto para echar a andar un acercamiento de nuestras parejas era la celebración del Año Nuevo, y si todo iba bien, tendríamos una fiesta completa.
¡Qué planes tan sofisticados! A veces, hace 50 años, yo hacía unas marañas para verme con Roberto, pero Saúl siempre se daba cuenta, así que decidí hacer las cosas como se fuera pudiendo. Cuando salió Eduardo al ruedo, corneaba a mi marido sin tanto plan. De cualquier manera, Saúl sabía qué pasaba…
Por otra parte, tu marido ha de ser muy encantador, pues, por lo que se ve, Laura quedó prendada de su personalidad.
Si Laura debía ser convencida para que mi amante fuera cornudo consentidor, igual que mi marido, y además éste podría gozar de una chica que lo flechó, valía la pena hacer bien los planes…
Sí, mi viejo es encantador, pero ella también, y eso me tiene preocupada.
¡Ya se le va a hacer a tu marido! Han trabajado bien a la señora Laura. A ver cómo sale ese festejo de Año Nuevo. Te recomiendo que te hagan sandwich y, también, que te den los dos por la cuca al mismo tiempo, ¡es sabrosísimo!
Gracias por los consejos, ya volví a leer tu trío y los de Tita, quiero ver cómo vamos a usar a dos al mismo tiempo. Creo que conviene que, primero, yo me quede mirando.
¡No cabe duda, soy anacrónica! Sí, me gustaría hacer un trío (o más) con mi marido, pero ¿así, de repente con un tipo que no conocía? ¡Qué calentadota le dio Miguel a Laura!, ¡y sólo con un beso en la mano!
Ay, mis prejuicios…
Pues Laura se los quitó de golpe, y fácilmente se bajará los calzones…
Manuel, perdón, Mario ha de querer que le hagas un trío con su hermana. Quizá también Miguel, pero si él aún no se coge a la hermana…
Tal ves Mario lo quiera, así se le ha antojado a un amigo de Internet: quiere cogerse a su hermana y a mí a la vez.
No sé si mi marido logre alguna vez cogerse a la suya, pero si quiere trío…
Pues los más calientes son Miguel y Laura, lo esperan ansiosos.
Sí, mi marido me ha cogido varias veces llamándome «Laura» y ella, por lo que cuenta Mario, sí quiere con mi marido. A ver si Mario y yo no nos quedamos viendo el enamoramiento, como lo que contó Tita en «Quiero hacer un gato», cuando se embarazó la esposa de Eduardo.
Dos cosas: La primera es referente a un error de escritura que cometiste: en el antepenúltimo párrafo escribiste «Lo que escribiste de tu hermano con su hermana» y seguramente debió ser «Lo que escribiste de tu marido con su hermana», ya que tú no tienes hermanos. ¿Ya ves que yo SÍ leo bien?
Lo segundo es que tú No leíste bien lo que escribí en «Quiero hacer un gato». Sí es cierto que Saúl y la esposa de Eduardo estaban muy acaramelados, como si nosotros no existiéramos, pero yo nunca afirmé que mi marido embarazó a Adriana, sólo dejé verlo como una posibilidad en los comentarios. No sé ni nunca sabré si mi ahijada es hija de mi marido. Punto.