REALIZACION DE UNA FANTASIA
Llevaba tiempo pensando hacer esto. Deseaba ver a mi esposa cogiendo con otro y aunque habíamos comentado algunas veces estas situaciones en medio del juego erótico y estando embriagados, la verdad es que imagine que quizás no se hiciera realidad porque ella al pasar los momentos de efervescencia no.
Llevaba tiempo pensando hacer esto. Deseaba ver a mi esposa cogiendo con otro y aunque habíamos comentado algunas veces estas situaciones en medio del juego erótico y estando embriagados, la verdad es que imagine que quizás no se hiciera realidad porque ella al pasar los momentos de efervescencia no quería volver a hablar de esta fantasía. En uno de nuestros viajes que hicimos los dos a clima cálido, nos fuimos en un tour con varias parejas hasta la costa. Después de registrarnos en la recepción, cada quien se fue para su habitación o salieron a conocer el pueblo.
Nosotros nos cambiamos y fuimos a tomar unas copas al bar del hotel. Al entrar noté las miradas de algunos hombres dirigidas a mi esposa, por su atractivo cuerpo y la pequeñísima falda que se ajustaba al cuerpo más una blusa con un pronunciado escote que dejaba ver parte de sus pechos tersos.
Mi esposa tiene unas hermosas y bien proporcionadas tetas, con sensibles pezones que se le levantan con solo mirárselos. Sus piernas muy bien proporcionadas, sus muslos firmes y sensuales y su concha jugosa cuando se excita. Se vuelve loca y es muy fogosa haciendo el amor, estando caliente.
Allí estaba uno de los compañeros de viaje, se llama Roberto, que la admiraba mucho y a mí me puso algo celoso pero también caliente con tanta admiración. Lo recuerdo bien porque en el avión no le quitaba la vista de encima ya que nos tocó justo al lado, bueno lo saludamos y nos sentamos juntos.
Charlamos durante largo rato amablemente y de forma picaresca, tiempo durante el cual pude observar las insistentes miradas de Roberto al cuerpo de mi mujer, a su escote mientras charlábamos, así como a su lindo trasero aprovechando una o dos veces que se levantó.
Parecía tener sobre todo una obsesión especial por su culito y bueno yo me pongo a pensar, ¿quién no? Así continuamos largo rato con algunas bromas y nada más. Hasta que llego a nuestra mesa el administrador para atendernos.
Nos comentó que se podía bailar en una muy bien acondicionada pista, lo cual le llamo la atención a mi mujer que le ha gustado bailar toda la vida. Decidimos ir. Allí continuamos charlando y pasándolo bien. Las bajas butacas y sofás de la misma, hacían que nuestro cuerpo se hundiera un poco quedando más arriba las rodillas que el resto de la cadera. Mi esposa se sentó quedándole la falda por encima de ellas enseñando así sus bonitas piernas y algo de los muslos, el ambiente era muy caliente pues estaban llegando muchas parejitas y la luz tenue colaboraba, el aire acondicionado, la música agradable y las copas que teníamos dentro nos hacían sentir muy bien La mesita que tomamos estaba en un rincón del salón así que no nos veíamos con el resto del local.
Roberto la miraba de arriba a abajo. Ella que hacía rato se había dado cuenta y sabiéndose admirada se mostraba coqueta. Al cabo de un rato empezaron a poner música lenta y él le pidió salir a bailar. Ella me miró sonriendo y aceptó sin más. Se abrazaron: ella lo cogió por el cuello con una mano y la otra busco la mano de él sin acercarse demasiado, pero él le soltó esa mano y la tomó de la cintura, y pareció intentar apretarla pero ella se resistió, solo logró lo justo para que sus pechos rozaran un poco su cuerpo.
Charlaban mientras bailaban, no sé qué se decían, pero sí que ella mostraba una expresión entre sorprendida y ruborizada. Un poco antes de terminar la pieza y sin saber exactamente la causa dejaron de bailar y se sentaron a mi lado. Ella se colocó igual, con el vestido un poco más arriba para enseñar más sus piernas.
Seguimos hablando, hasta que Roberto se atrevió a decirme: «No quiero que te enfades, pero quiero decirte algo, a ella ya se lo he dicho: tienes por esposa preciosa y sensual. Tu mujer me gusta un montón. «. Y siguió: «La verdad es que la deseo. Me gustaría poder «estar con ella» ¿Te importaría?»
Yo aproveché y le dije que sí a ella le apetecía, no tenía ningún inconveniente, pero que me gustaría estar presente.
Mi esposa indignada y sorprendida al escucharnos quizá no tanto por la pregunta como por la respuesta hizo ademán de irse recriminándonos: «Pero ¿qué se han creído? ¿Por quién me toman?» Le agarré el brazo y le dije: «no se hará nada que tú no quieras ¿vale?»
«¡Están locos!» respondió, pero permaneció sentada.
«Y tú -dirigiéndose a él- debes respetarme como mujer y además casi no nos conocemos».
Pero él continuó: «Mi respeto existe y no te he faltado al respeto en ningún momento, es más hasta le he pedido permiso a tu marido y él debe de tener deseos como yo; no se trata de falta de respeto, se trata de que te liberes un poco».
Ante su silencio él continuó: «Bailando te he expresado esto: ¡estás muy buena!, tienes un cuerpo precioso». Ella lo cortó: «¡cállate! Pero él continuó: «¿Es mentira quizá? Tú lo sabes y deseas que te admiren».
Antes que pudiera responder intervine: «¡Pero es solo un deseo y una fantasía entre adultos!»
Cállense los dos, dijo ella, no sabes cómo me decepcionas tu y que poca cosa eres «nunca espere esta reacción para defender a tu mujer » Permanecimos un rato en silencio bebiendo y escuchando la música. Ella miraba su vaso pasando el dedo índice por su borde saboreando algunos sorbos y nosotros nos mirábamos en silencio y ambos a ella que en ningún momento hizo ademán de retirarse.
Como la música seguía lenta le pedí salir conmigo a bailar. Creo que, para escapar de aquella embarazosa situación, no lo dudo un momento. Nos abrazamos y apretujamos. Empecé a besarla en la mejilla, en el cuello que sé que es su punto débil y a darle pequeños mordiscos en el mismo, cosa que yo sabía a ella la ponía a tope.
Me dijo: «¿Cómo puedes consentir que Roberto me diga eso? ¿No te importo?» a lo que respondí que me importaba mucho pero que verla gozar con otro me hacía sentir un placer intenso y que yo sabía que a ella también le iba a gustar.
«Pero yo -me contestó- no quiero hacer el amor con otro hombre». «Déjate llevar; quédate tranquila; sólo es una forma más de sentir placer. No hay ninguna traición. Te deseamos los dos y queremos que nos hagas gozar y que lo hagas tú también. Nada se hará que tu no desees
No, respondió. Seguimos bailando. Le acariciaba la espalda por encima pudiendo notar su brasier y apretaba sus pechos contra el mío, de tal forma que estos parecían querer salírsele de la blusa, mientras le decía: «¿Cómo no te van a desear si tu cuerpo despide sensualidad? Míralo allí sentado, mira cómo te mira». Y ella miraba a Roberto que apretaba los labios mientras la miraba lleno de gozo.
Yo aprovechaba y la estrujaba todo lo que podía contra mí. Mi polla estaba tiesa y dura y ella debía notarla. Le acariciaba el lindo culito levantándole algo la falda aprovechando la poca luz, la noche era joven estaba en esos pensamientos cuando de pronto dijo que me estuviera quieto que estábamos llamando la atención. Le dije: «No, aquí cada uno va a lo suyo. Estoy poniendo caliente a Roberto para ti. «¡Anda déjame!» e intentaba separarse. Pero seguí: «¿Te gustaría que te la metiéramos los dos? ¿Te imaginas una polla dentro de tu mojada concha y saboreando la mía en tu boca?», le susurraba mientras le mordía el hombro desnudo donde habían empezado a salir marcas.
¡Ay, déjame, déjame, estás loco! ¡No me digas eso!
Sus pechos parecían inflamados y sus pezones estaban duros y se notaban tras el brasier. «¿Vas a dejar que te toque, aunque sea un poquito?» le dije, a lo que no me contestó.
Se lo volví a repetir y no había respuesta salvo un leve movimiento de negación con la cabeza, pero se dejaba tocar y masajear mientras su piel se ponía de gallina y los escalofríos recorrían su cuerpo. «¡Vamos a sentarnos!» le dije según terminaba la canción con lo que cogida por la cintura y apretada contra mí nos fuimos al sofá. Al sentarse se levantó de nuevo la fada por encima de la rodilla y cruzó las piernas. Los ojos de él se clavaron allí en el pedazo de muslo que le permitía ver mi mujer. Ella no se atrevía a mirarlo.
Quizá iba a tocar una nueva verga ¿cómo la tendría? ¿Qué la obligaría a hacer? Mientras los pensamientos la debían embriagar la abracé por los hombros y acercándole la cara la besé en la boca apasionadamente.
Respondió favorablemente entre sorprendida y deseosa. Lo miré a él: nos observaba con envidia y deseo, pero no se atrevía a hacer nada. Entonces le cogí la mano y la puse encima del muslo de mi esposa. Él empezó a acariciarla suavemente nervioso y tímido… Ella reaccionó con rapidez sin dejar de besarme quitándola con brusquedad y bajándose un poco la falda todo lo que pudo hasta la rodilla.
Reaccioné susurrándole: «¡Déjalo, anda, deja que te toque no más, deja que goce de ti un poquito!» volví a coger la mano de él y poniéndola de nuevo sobre su muslo. Ella de nuevo le cogió la mano y volvió a quitarla, pero él la volvió a colocar y ya ella no la retiró. Nos echamos atrás, hacia el respaldo del sofá las paredes estaban adornadas con cortinas gruesas de color rojo y nos hundimos un poco entre los pliegues. Roberto sobaba la pierna introduciendo su mano bajo la falda acariciando el interior de su muslo subiendo poco a poco y cada vez más cerca de su concha, aunque ella trataba de evitarlo con su mano sujetándola sin mucha decisión.
Miraba la mano de Roberto que inevitablemente la masajeaba y dejaba su pierna al descubierto. Cogí entonces la mano de ella, la que aprisionaba la de él y la puse sobre mi pantalón encima de mi verga que estaba dura.
Allí la mantuvo por unos momentos notando la dureza, pero ella estaba más pendiente de lo que le hacía Roberto. Nuestro amigo seguía con su rica tarea. Entonces se arrimó más a ella y empezó a besarla en el hombro, en el cuello, en la mejilla, pero ella se quitó y entonces él bajo su mano a la zona del pecho que tenía al descubierto de su generoso escote. Sin dejar de sobar su entrepierna y apenas pudo le propino unos delicados besos.
Ella no cedía abiertamente, pero se dibujaba en su cara un dejo de placer además de que sus mejillas calientes y ya rojas delataban su grado de excitación. Un quejido de placer se escapó de su boca y me di cuenta que nuestro amigo había llegado a su sexo, y él estaba agitado de deseo, muy caliente y entregado en ese momento de lujuria
Ella cruzo sus piernas, quizás inconscientemente para que él no pudiera introducir más la mano. Entonces él cogiéndosela la atrajo hacia sí y la empezó a besar apasionadamente en su cuello. Ella se dejó hacer respondiendo a los besos por un largo rato. Algo después, sintiéndose quizá como entregada inevitablemente cogió la cara de él con sus manos y echándosela atrás le dijo: «Déjame, por favor» mientras se bajaba la falda e intentaba retirar de nuevo la mano de sus lindos muslos y de su sexo totalmente húmedo.
La respuesta de él fue fulminante y directa: «¡Quiero penetrarte!», le dijo a ella.
Y a mi… «Tienes una bella esposa». «Está caliente y preciosa». Casi en un susurro ella se atrevió a decirle. «¿Te tendré que permitirlo yo? “Mirándolo fijamente. Entonces él le dijo «Si. ¿me vas a dejar?
Y acto seguido él se acercó a ella y le empezó a besar sus senos apasionadamente introduciéndole la lengua por el medio y lamiendo uno a uno con cierta devoción. Ella intentó evadirlo, pero no pudo.
Le tocaba el vientre, intento bajar la mano a tocar su sexo y lo separo ¡¡imbécil!!, dijo ella.
Metiéndole sonora cachetada “pide la cuenta y nos vamos me dijo ella «… nos quedamos esperando la cuenta sin mirarnos finalmente pague y salimos mi esposa y yo. Roberto se quedó en la mesa con la cabeza baja, ella no se despidió y yo le di las buenas noches haciendo un ademan con la mano solamente, y saliendo nos fuimos hacia el ascensor.
Estando en espera del ascensor note que estaba muy solo el lobby del hotel pues eran casi las tres de la mañana …pensaba que pese a todo fue una experiencia muy excitante y aunque ahora estaba enojada rogaba que llegando al cuarto me dejara hacerle el amor pues estaba muy muy excitado ¡… Se tardaba en llegar el ascensor y mi esposa me dijo espérame voy al baño, y con las mejillas encendidas de los acontecimientos recientes la vi dirigiéndose al baño y me fije que bonita figura tiene para su edad tiene muy buenas curvas y camina muy bien con tacones altos, no culpo a Roberto que se fijara en ella”. no tenía ni un minuto de haberse metido ella al baño cuando sale Roberto del bar. con la cara recién lavada y sin secar y se le ilumino la vista cuando me vio » en donde esta?» en donde la dejaste amigo? Le señale el baño como respuesta y me dijo… ¿dame por favor cinco minutos, solo cinco minutos si no la convenzo me retiro?
Solo cinco minutos por favor, a lo que le conteste señalando la puerta del baño de mujeres, se arrancó corriendo podía ver que tenía erecto su miembro a través de su pantalón y a mi francamente se me salía el corazón era una mezcla entre celos, lujuria y excitación que no me cabía en el pecho.
No podía perderme eso y me acerque lo más rápido que pude, y escuche que ella le decía… » que pretendes, llamo a seguridad si no sales, mira que no estoy jugando. Seguido de unos gemidos; ¡, déjame, que te piensas eh? ¡Te digo que me sueltes!
Pensé este es el momento de parar esta situación, fue un buen intento, pero fallo… pero de repente no escuché más y abrí la puerta lo que vi me dejo de una pieza no podía moverme.
Entrando vi unos espejos enfrente de mí que me permitían ver a mi mujer contra la pared los brazos extendidos, la falda recogida hasta la cintura y su panti enredado en sus tobillos, mientras Roberto le restregaba su verga como si estuviera cogiéndola.
Yo veía el ritmo de sus nalgas y lo apretado que estaba su cuerpo al de ella. La escena me puso a mil ¡no podía articular palabra. ella estaba ya casi entregada, aunque en un momento de lucidez, grito ¡basta ¡ ¡ya se acabó!, pero el audazmente la subió al mueble del lavamanos que estaba a su lado izquierdo y retirándole el panti le separo las piernas, clavo su cara en medio de esos torneados muslos y comenzó a prodigarle sexo oral
Ella lo jalaba de los cabellos, pero no podía decir palabra alguna, solo ruidos como ¡haaay ¡yaaa mmm! ¡yyyya!
Poco a poco el efecto de la lengua de aquel hombre empezó a surtir efecto, lo seguía tomando de la cabeza, pero ya no lo separaba, casi podía asegurar que lo apretaba hacia su sexo. Pronto confirme que así era, cuando los ruidos que ella emitía cambiaron poco a poco a gemidos de gozo, yo no aguante más y me saque la verga, la tenía como una piedra de dura, y era un descanso masturbarme ante esa escena tan rica, mis oídos se deleitaban al escuchar los hummmm ¡!Haaa!! Hummmm! Siiiiii !!! me acerque cuando se separó un poco y vi los labios de su concha hinchados brillantes y llenos de flujos y su clítoris inflamado, empuje a Roberto con todas mis fuerzas para separarlo de ella y sin más le metí mi verga hasta el fondo, se escuchó un haaa ¡que rica la tienes, dale, dale, no pares papito ¡Roberto se subió al mueble de lavamanos y se inclinó para colocar su verga a la altura de la boca de mi mujer.
Ella la tomo entre sus manos y la llevo lamidas hasta metérsela por completo a su boca succionándola con maestría, la tenía grande como 17 o 18 cm y gruesa, morena, me pidió cambio de posición, enseñándome que tenía un condón listó, quitándome cualquier pretexto
Le pegó el hombre una clavada muy rica y de largo tiempo. No pude más. Era tal el placer que sentía y el que le veía sentir a ella que no pude evitar venirme torrencialmente no dentro de su boca pues sé que no le gusta.
Roberto saco su verga y se la coloco a la entrada de su ano y empezó a empujar sin remedio y sin hacer caso a los lamentos de dolor de mi esposa. El tronco cada vez entraba más y el agujero se hacía más grande. Cuando la tuvo toda dentro la acerco un poco más y empezó a masajearle sus senos que estaban que se estallaban de lo excitada que estaba. Ella empezó a decir: «¡No te muevas rápido, por favor, no te muevas!» Pero cuando tuvo sus tetas enrojecidas por los apretones y los pezones duros, doloridos y tersos empezó a sacarla un poco: primero lentamente, la entraba, después la sacaba…y así cada vez más rápido e impetuosamente. Cogí la cara de mi esposa y le acaricié la cabeza, mientras ella con grandes gemidos de dolor suplicaba: «¡dile que me deje, dile que me deje!».
No hice nada. Él ya la bombeaba fuertemente: se la sacaba casi entera y la metía con ímpetu hasta que sus huevos chocaban en el trasero de mi mujer. A cada embestida un gemido que se fue transformando en una mezcla de placer.
No pudo aguantar con la pelvis elevada con las fuertes embestidas y se bajó al piso y inclino sobre el lavamanos. A él no le importó: la elevó como pudo cogiéndola por las caderas y continuó embistiéndola mientras las piernas de ella permanecían totalmente abiertas. Lo que veía me tenía loco La cabeza de ella a un lado, abría y cerraba fuertemente los ojos a cada embestida y sus manos agarradas de mí, con gritos cada vez más apagados y que se fueron convirtiendo en jadeos de placer…así continuó hasta que él empezó a venirse dentro de ella,. A juzgar por los espasmos de él, la corrida debía ser intensa. Al tiempo mi esposa gemía intensamente hasta que llego a un punto y dijo… ya, ya, ya, ya, para, para, hummmm que rico orgasmo, guauuu.
Roberto se dejó caer sobre ella extasiado y así permaneció un par de minutos mientras le besaba el cuello, los hombros y parte de su espalda. Su verga, poco a poco volvió a su flacidez y se la sacó de su culito. Se incorporó y con los ojos cerrados y dijo, eres maravillosa, tienes una rica concha y un culito inolvidable.
Cuando mi esposa se recuperó y salíamos los tres del baño, un empleado del hotel que había estado parado observando la escena, tenía la verga fuera del pantalón y al pasar a su lado le dijo a mi esposa… señora que placer verla coger con sus amigos.
A continuación, tomamos el ascensor y fuimos a nuestra habitación, después no volvimos ver a Roberto, pero al empleado del hotel sí. Un hombre de color, alto acuerpado y debía tener una verga enorme, como son los de su raza, según se notaba en su pantalón y la segunda vez que nos lo encontramos le dije a mi esposa, ¿te apetecería esa verga? y ella me dijo… No, me intimidada ese tamaño, mejor no.
Regresamos del paseo, pasaron los días y cada vez que nos acordamos nos ponemos muy calientes, dice mi mujer que algún día lo repetiremos, eso fue en diciembre y hasta ahora no me ha dicho nada, seguiré escribiendo si hacemos un nuevo trio.
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