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Heterosexual, Infidelidad

Reconquista

Después de una reunión de trabajo con un alto funcionario, nos quedamos tomando y, ya bastante bebido, me contó sobre su historia familiar: divorcio, reconquista de su esposa y lo bueno que le ocurrió en el balance..
Me enamoré de María, tuvimos dos hijos, pero me aficioné a la bebida. María intentó todo para que yo dejara de tomar, pero fue inútil. Por mi parte, sabiendo que tenía segura a mi esposa, me involucré con varias mujeres, particularmente con Nuria, mi secretaria, quien se enamoró de mí y tuvimos una hija. A veces pasaba las noches con una y a veces con otra. Obviamente esto molestaba tremendamente a mi esposa, pero aun así, su mayor preocupación era que dejara el alcohol para dar buenos ejemplos a mis hijos.

Un mal día, manejando en estado de ebriedad, tuve un accidente. El automóvil legalmente pertenecía a la compañía, aunque estaba asignado a mí. La empresa logró que no se me imputaran responsabilidades y pagó todos los estropicios que hice, pero me liquidó.

María me dejó y pidió el divorcio, el cual, después de varios meses con pleitos legales, se lo concedí. Logré darle una raquítica pensión para mis hijos y continué mi vida desordenada y al poco tiempo también perdí a Nuria.

Mi exesposa consiguió un trabajo, pero también fue muy asediada por los hombres que deseaban cogérsela pues María estaba muy buena y no habría problemas de formalidad. Ella se puso un DIU y aceptó darle gusto al cuerpo, pero sólo procuraba calmar sus calenturas. Sin embargo, un día conoció y se enamoró de un colega, divorciado y con dos hijos de edades similares a los nuestros, a quien sedujo en unos pocos meses. Decidieron vivir juntos, incluso, al poco tiempo, el galán le propuso matrimonio. María le dio un año de plazo. Y continuaron su vida en amasiato. Ella estaba verdaderamente enamorada, incluso pensó seriamente en quitarse el DIU.

Yo al ver tanta felicidad en esa relación, caí hasta el fondo, supe que la había perdido. Dejé de tomar. Mi suegra le insistió en que me volviera a aceptar, ella no quería, era feliz con su nueva pareja. Pero, afortunadamente ella quiso presionarlo para que tratara de menguar los lazos con sus hijos. Incluso terminó su relación, tratando de forzarlo. ¡Error!, ella fue quien se quedó sola y, por más que trató de volver, él ya no se interesó, pues la actitud manipulativa de María quedó al descubierto.

Yo intenté recuperar mi lugar, pero lo más que logré fue cogérmela de vez en cuando, más por lástima hacia mí y por eventuales calenturas de ella. Si de coger se trataba, ella cogía con varios y más veces que las que cogía conmigo. Pasamos así, casi cinco años, hasta que un día supo que su anterior pareja ya había encontrado a otra mujer, más joven, bonita e inteligente que María y tenían un bebé recién nacido. Ella cambió radicalmente y aceptó volver a mi lado.

Me hizo feliz, mi suegro, movió sus influencias como subsecretario y yo obtuve una dirección general, pero mi suegro fue muy claro conmigo: si volvía a descarrilarme, yo perdería todo.

Me molesté porque yo creía que María me miraba como alguien vencido. Al coger, me indicaba cómo hacerle el amor, seguramente de las maneras más satisfactorias que tuvo con otros, lo cual me molestaba pues, a veces, al lograr seguir correctamente sus indicaciones, se notaba que ella recordaba mejores momentos en que fue usada como si fuese puta para satisfacer a sus parejas. No niego que ahora ella coge mucho mejor que cuando vivíamos juntos en nuestra primera etapa. Incluso, al año de la reconciliación decidimos tener otro crío. Ella se retiró definitivamente el DIU y dio a luz a una preciosa nena.

Me di cuenta que yo había resultado un ganador pues mis hijos crecieron y maduraron muy bien, nuestras relaciones sexuales eran estupendas, pero no dejaba de molestarme su desparpajo al coger. A veces le reclamé por su pronta excitación y que ella se abandonara al placer de la fornicación y no mencionaba mi nombre, sólo pedía que me la cogiera. “Pareces puta”, le dije una vez que ella estaba en trance gozando orgasmos continuados. “Sí, soy muy puta, sólo quiero verga” me contestó con los ojos cerrados, y continuó “Dame verga como me gusta, mi amor, soy tu puta”. Yo me calenté mucho al verla tan solícita y con la cara completamente arrecha delatando sus orgasmos, aunque “¡Así, mi rey, cógeme así…!”, gritó por último aprisionando mi pene en su vagina para que yo soltara todo mi semen. Fue una cogida hermosa, pero, al reponerme, caí en cuenta que ella, estaba fantaseando que cogía con otro, incluso, nunca antes me había dicho “mi rey”.

Cuando me recuperé, de inmediato le reclamé: “¿Con quién imaginaste que estabas cogiendo?”. Me miró a los ojos, aunque yo creí que miraba mi frente, y me sentí cornudo. María soltó una bella sonrisa, tan bella como nunca antes la había visto sonreírme así, y me preguntó “¿Acaso no te gustó?” y añadió “Además de ti no hay otro. Sí hubo uno, y tú lo sabes, aunque cogí también con otros”.

Me quedé callado un buen rato, sintiendo envidia del tipo a quien ella se refería y perdió por un desplante bobo. Después de todo, no debía sentirme mal pues ella me mamaba la verga para limpiarla, lo cual me gustaba mucho, más cuando sus dedos jugaban con mis huevos, y antes sólo lo hacía a petición mía. Recordé su pregunta “¿Acaso no te gustó?” y contesté la obviedad por verdadera. “¡Sí, me gustó más que otras veces!”.

María terminó la mamada, me abrazó y me besó con el sabor de mi pito. “Yo también me sentí feliz ¡Qué bueno que te gustó! Así, estamos bien los dos”. Concluyó y me dejó claro quién estaba  en su mente cuando cogía conmigo…

Sin embargo, cuando mi última hija ya tenía 13 años, María recibió un correo de su ex amasio, el cual ella contestó, dándole cuenta de su vida. La correspondencia continuó. Ella le dejó claro que él era a quien más había amado, pero que ya no era lo más importante. Él por su parte, le envió varios poemas que durante ese tiempo había hecho para ella, y también fotos de algunos dibujos y grabados de su autoría, “María en la ducha”, se llamaba una excelente lámina. “Esas habilidades no te las conocía”, expresó María. “Es que nuestro tiempo libre sólo lo dedicábamos al amor”, le explicó.

Nunca le dije a mi esposa que conocí los correos, pues tuve oportunidad de saber la contraseña. Pero comprendí que los dos habían aprendido a amar al conocerse después de sus respectivos fracasos matrimoniales. Mis celos fueron creciendo, aunque no había indicios de que buscaran volverse a ver, más bien, había un mutuo agradecimiento por las vivencias que tuvieron, al menos un claro agradecimiento por parte de él.

Al parecer, ella ya no quería escribirle, más que para preguntarle asuntos profesionales cuando ella se encontraba en apuros, los cuales contestaba sin mayor pretensión que ayudarla. Pronto sospecho mi esposa que yo conocía su correspondencia, y ella cambió la contraseña de su correo.

No obstante, aprendí una lección mayor: estimularla a que me contara lo que más le había gustado de sus encuentros sexuales que no fueron conmigo. No había mucho para mí, ella me miraba a los ojos y me explicaba cómo se la había cogido alguno (a veces se refería por el nombre de ellos). Pero ¡cómo gozábamos cuando María cerraba los ojos y se acordaba de “su rey”, aunque nunca pronunció su nombre.

21 Lecturas/14 junio, 2025/0 Comentarios/por Chicles
Etiquetas: cogiendo, hija, joven, mamada, mayor, puta, semen, vagina
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