Reencuentro con el hombre que me hizo una puta infiel
Alcancé a ver su figura, su rostro más arrugado, pero definitivamente era él, aquel hombre maduro que me inició en los placeres de la infidelidad, y nuevamente me haría recordar sus ricas cogidas..
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Necesitaba leche y mi joven vecino me llena con la suya
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Hola Paty nuevamente, muchos me han escrito preguntando que pasó con Don Fernando y la verdad, no lo había vuelto a ver, pero nuevamente me lo encontré y vaya cogida que me dio, como en sus mejores tiempos, les cuento.
Era Domingo y mi esposo se marcharía esa noche a Ciudad del Carmen, los 14 días de su etapa de descanso terminaban y al siguiente día tenía que subir a plataforma, a laborar otros 14 días, fuimos a un restaurante a comer, algo habitual los fines de semana, cuando mi marido está en casa, apenas nos sentamos en la mesa y ordenamos, mi hijo se fue al área de juegos, lo seguí con la mirada, entonces alcancé a ver su figura, un fantasma del pasado, iba entrando al restaurante, su pelo antes entrecano, estaba completamente blanco, su rostro más arrugado, pero definitivamente era él, Don Fernando, aquel hombre maduro que me inició en los placeres de la infidelidad, aquel hombre que me hizo su puta y me cogió cuantas veces quiso y como se le dio la gana, se sentó a un par de mesas de distancia y me quedé pasmada, mirando, al verme mi esposo volteó y también lo reconoció.
– ¿No es ese Don Fernando? – exclamó
– Parece, pero no estoy segura – mentí.
Mi esposo lo saluda levantando la mano y Don Fernando nos ve, se acerca a nuestra mesa a saludarnos y mi marido, como siempre, cordial y caballeroso, al ver que iba solo lo invita a sentarse en nuestra mesa.
Empezamos a charlar, vestía en forma formal y pulcra, el olor a su perfume inundó mi nariz e inmediatamente llegaron a mi mente excitantes recuerdos, nos dijo que ahora vivía en la Ciudad de Pachuca y se había vuelto a casar, ya se había jubilado y había regresado a nuestra ciudad porque su hija menor se había casado la noche anterior, y le había pedido entregarla en el altar, nos contó que después del divorcio la relación con sus hijos se había descompuesto, pero con el tiempo había mejorado, aunque consideró prudente no llevar a su nueva pareja por respeto a su exmujer e hijos.
En eso, el mesero trae la comida y me levanto para pedirle a mi hijo que venga a comer, al llegar mi hijo, le dice a mi esposo:
– Vaya, que grande está tu hijo, es muy apuesto, se parece mucho a ti, pero también tiene algunos rasgos de Paty.
– La verdad todos dicen lo mismo, pero mi familia dice que se parece más a mi padre- recalcó mi esposo.
– Sí, cierto, tiene mucho parecido a Don Manuel – exclamó al tiempo que volteaba a verme con una mirada burlona, como adivinando que el padre de mi hijo era mi suegro y no pude evitar bajar la vista, turbada.
– Será un verdadero galán cuando crezca, ¿Qué edad tiene?, ¿6, 7 años? – añadió
– Ya tiene 8 años cumplidos- agregué con voz nerviosa
– La última vez que los vi, estabas embarazada, eso quiere decir que tiene alrededor de 9 años que no los veo, ufff, como vuela el tiempo.
– Y de Don Manuel que me dicen.
– Mi padre falleció durante la pandemia.- respondió mi esposo..
– Es una pena, mis condolencias, tú padre era un hombre con el que compartí muy buenos momentos – exclamó.
– No lo sabía, nunca me dijo que era su amigo.- respondió mi esposo.
Yo estaba ruborizada al recordar a que se refería Don Fernando, tanto él como mi suegro fueron los primeros machos con los que fui infiel a mi esposo, llegaron a mi mente esas cogidas fenomenales que me volvían loca de placer y me mandaban al paraíso de ida y vuelta, ese par de machos que me hicieron una puta infiel, involuntariamente mi vagina se humedeció.
– ¿Y que cuentas del trabajo?, ¿sigues trabajando en plataformas?- preguntó Don Fernando.
– Sí, sigo trabajando en plataforma, precisamente hoy viajo a Ciudad del Carmen porque mañana subo, es un trabajo duro, pero bien pagado y además me da mucho tiempo libre.- respondió mi esposo.
Inocentemente mi esposo, tan confiado y parlanchín, sin querer le estaba dando información de más, información que podía aprovechar ese viejo pervertido.
– Entiendo, pobre Paty, recuerdo que no le gustaba estar sola, ¿todavía tienen a la muchacha de limpieza para que la acompañe?.
– No, ya no, se fue durante la pandemia y Paty ya no quiso que contratáramos a alguien más, dice que el trabajo es mínimo y que ahora tiene la compañía de nuestro hijo, por lo que ya no se siente sola cuando estoy fuera de casa.
Casi me levanto y le tapo la boca a mi esposo, observé que a Don Fernando se le dibujaba una ligera sonrisa y los ojos le brillaron.
– Si, mi hijo es mi compañía, para no estar sola- exclamé tímidamente, recalcando el hecho de que no iba a estar sola.
La charla continuó y terminamos de comer, mi esposo pidió un café para los tres y mi hijo se regresó a jugar al área de juegos, en eso mi esposo se levanta para ir al baño y nos quedamos solos Don Fernando y yo.
Tan pronto se perdió de vista mi esposo, acercó su silla un poco a la mía y me tomó la mano, mi piel se erizó al instante, pero al instante retiré mi mano.
– ¿Te acuerdas lo que hacíamos cuando fui tu inquilino?
– Lo que pasó ya quedó atrás- respondí con voz temblorosa.
– Nunca he podido olvidarte, me robaste el corazón, creo que me enamoré de ti, hasta el día de hoy recuerdo como si fuera ayer, cada uno de nuestros encuentros. ¿Acaso, no sentiste también algo por mí?
– Fue lindo lo que pasó, era una joven inexperta y me enseñaste a disfrutar del sexo, solo eso, amo a mi marido y tengo un hijo con él, no podíamos seguir- repliqué
– Si, lo recuerdo, precisamente por eso decidí alejarme y no insistí, estabas embarazada y comprendí que tu deseo era formar una familia, pero si me gustaría tener un último encuentro, un encuentro de despedida.
– No puede ser, lo sabes, lo que pasó quedó atrás- dije tajantemente.
En eso se acerca mi marido y Don Fernando se vuelve a acomodar en su silla.
– ¿De que platicaban?- preguntó mi marido.
– De nada, recuerdos de cuando fui su inquilino, la verdad que la pasé muy bien siendo su huésped.
– Pues usted también fue un excelente inquilino, y le agradezco las atenciones que tenía con mi esposa cuando estaba ausente.
Obviamente mi marido se refería a los apoyos que me daba Don Fernando en las actividades domésticas o reparaciones hogareñas, si supiera el pobre que otras atenciones me daba Don Fernando, le daba un infarto.
Don Fernando sonrió y agradeció.
– No tienes nada que agradecer, fue un verdadero placer atender a tu esposa.
La plática continuó unos minutos en lo que traían la cuenta y nos despedimos.
Después fuimos al cine y ni atención le puse a la película, seguía excitada, mi mente estaba distraída, recordando las cogidas que ese viejo mañoso me había dado, y por último fuimos a dejar a mi esposo a la central camionera, esa noche me costó dormir, seguía pensando en Don Fernando y me tuve que masturbar para bajar mi excitación y lograr conciliar el sueño, era perturbador que volver a ver a Don Fernando me hubiera puesto en ese estado, parecía una perra en celo.
El día siguiente la rutina normal, me di un baño, preparé el desayuno y llevé a mi hijo a la escuela, sin embargo, seguía inquieta, en el camino a la escuela, tanto de ida como de regreso, no dejaba de ver a todos lados.
Tendría apenas unos 15 minutos que había regresado a casa, cuando escuché que tocaban el timbre de la entrada, mis piernas temblaron, mi corazón empezó a latir fuertemente, me quedé estática, pensativa, dudando en ir o no a abrir la puerta, volvieron a tocar el timbre y decidí abrir, con paso lento, me acerqué a la puerta y la abrí, efectivamente era él, ni tiempo me dio de reaccionar, tomó la puerta con su mano abriéndola y con paso decidido entró y cerró la puerta tras su paso, se acercó a mi y sin mediar palabras me abrazó y me dio un cachondo beso en los labios.
– Espera, forcejeé, no, lo nuestro ya terminó.
– Me tienes caliente, desde que te volví a ver no puedo sacarte de mi mente, te necesito- susurró en mi oído.
– No, no, soy casada y amo a mi marido, no me interesa nada contigo, suéltame- exclamé
Metió su mano bajo mi falda y palpó mi coño, pudiendo notar que mi ropa interior estaba empapada, así que con mucha seguridad dijo:
– No mientas, estás bien mojada, sé que también ardes por estar conmigo.
Nuevamente mi cuerpo me traicionaba, mi mente, más lúcida me decía que no estaba bien.
– Suéltame, si no voy a gritar, no estoy sola.
– No mientas, te observé desde que saliste con tu hijo a la escuela y regresaste y tú marido me dijo ayer que hoy estaría trabajando y no tienes personal de limpieza.
Ese viejo me conocía y sabía cómo volverme loca de placer, metió la punta de su lengua dentro de mi oreja y la recorrió por dentro, el desgraciado sabía que mis orejas son muy sensibles y el contacto de su lengua me estremeció, no pude evitar abrir la boca y dar un suspiro, instante que aprovechó para darme un beso apasionado, su lengua recorrió el interior de mi boca, sentí desfallecer y dejé de resistirme, me aprisionó contra la pared y empezó a agarrarme las nalgas, las apretaba y acariciaba a su antojo, intentaba reaccionar, pero sus besos seguían devorando mi boca, bajó mi calzón cachetero y sus manos acariciaron mis nalgas desnudas.
– Ayyy, nena, tus nalgas siguen tan suaves como las recordaba, me encantan, tienes el mejor culo del mundo, el mejor culo que haya disfrutado.
Me quitó la falda y la blusa con rapidez y también se fue desnudando, quedó solamente en bóxer y mis calzones cacheteros quedaron en el piso, nuevamente me abrazó con fuerza y me volvió a besar, su lengua entró en mi boca y se entrelazó con la mía, sentía el roce de su piel con mi piel, el calor de su cuerpo me quemaba, no dejaba de acariciar y apretar mis nalgas, uno de sus dedos recorrió mis nalgas hasta llegar a mi coñito y lo humedeció con mis flujos vaginales para luego recorrer el surco entre mis nalgas y masajear suavemente la entrada de mi orificio trasero, un escalofrío recorrió mi cuerpo y lancé un gemido, que bien me conocía ese viejo, sabía la sensibilidad de mi ano y como gozaba cuando lo estimulaba, ya me tenía al borde de la locura, en ese instante sentí la punta de su enorme verga en la entrada de mi vagina, poco a poco se introducía en forma lenta, pero constante, sentía como su verga me iba abriendo, pero lo empujé y le dije al oído.
– Nooooooo, espera, aquí no, vamos a mi recámara.
Subimos con rapidez las escaleras, no dejaba de acariciar mi cintura y mis nalgas.
Tan pronto llegamos a la recámara me recostó sobre ella, al tiempo que me decía:
– Que buenos recuerdos me trae tu recámara, aquí te cogí la primera vez y todas las veces que tú marido estaba fuera.
Se recostó sobre mi cuerpo, sus labios buscaron mi boca, sus manos recorrían mi cuerpo con una maestría electrizante, sus labios besaron mi cuello y lo lamió, su lengua húmeda y rugosa bajó a mis pechos, los lamió y succionó con fuerza mis pezones en forma alternada, me encantaba la sensación, su lengua recorría cada centímetro de mis tetas, las succiones y mordiscos que daba a mis pezones me mandaban al paraíso, no podía parar de gemir y mientras más gemía, más succionaba y mordía mis pezones, parecía un lobo hambriento, grité de placer.
– Ay, Don Fernando, ¡¡Que rico!!
– Que ricas tetas Paty, están más ricas de como las recordaba, por Dios, que ricura, eres como el buen vino, cada vez estás más buena.
Sus labios bajaron a mi vientre y luego a mis muslos, los besa y los lame, siento que aspira justo en mi coño palpitante y empapado, el aire caliente de su respiración me hace cosquillas en los labios vaginales.
– Mmmm, hueles a hembra en celo, extrañaba tu olor, mmmmm, tu olor me vuelve loco.
Me agarra de las caderas y siento su lengua recorrer mi rajita, introduciéndose un poco entre mis labios vaginales hasta tocar mi clítoris, una sensación que me estremece y un nuevo gemido escapa de mi boca, sigue lamiendo, succiona mis labios vaginales y mi clítoris con gula, un par de dedos se introducen a mi vagina y otro masajea la entrada de mi ano, estoy a punto de volverme loca de placer, empuja mis muslos hacia arriba y mi culo queda a su merced, su lengua llega a mi ano sin sacar los dedos de mi vagina, lame mi ano rápidamente unos segundos, su lengua hace presión en mi esfínter y logra introducir la punta, sentí que se me aflojaron las piernas y un espasmo recorrió mi cuerpo,
– Ay cabrón, nadie me hace gozar como tú, aghhhhh- exclamé entre gemidos.
Sonrió y apretándome fuerte las nalgas empieza a succionar mi ano con fuerza, ese fue el acabose, mi mente se nubló, espasmos recorrieron mi cuerpo y empecé a convulsionar, al sentir mi orgasmo pegó su boca a mi vagina para beber mis jugos vaginales, mi orgasmo fue larguísimo y no dejó de chupar y beber hasta la última gota, me desplomé en la cama extasiada.
Tardé algunos segundos en recuperarme, sentía que despertaba de un largo sueño, sonreía y tocándose la verga me dijo:
– Mi verga también te extrañó, ¿no quieres probarla?
Me incorporé y Don Fernando se acostó sobre la cama boca arriba, era tal y como la recordaba, una larga, gruesa y hermosa verga, la verga que me había hecho puta, tan apetecible, la descapullé suavemente para dejar libre la enorme cabeza, rojiza y tan tersa, que se me hizo agua la boca, realmente parecía la verga de un macho joven, con una dureza envidiable, solamente lo delataba la maraña de pelos blancos en su pubis, lamí la cabeza y me maravilló su suavidad, abrí la boca y la succioné, apenas me cabía en la boca, tenía el mismo sabor a macho que recordaba, que rica verga, con razón había caído a sus pies cuando era tan joven, la recorrí lamiendo el tronco con mi lengua y seguí con sus huevos gruesos y pesados, recorriendo con mi lengua la delicada piel que los envuelve, el olor de sus huevos sudados inundó mi nariz, y más me excitó, regresé a succionar la punta y me agarró la cabeza y empezó a mover su cadera, su verga entraba y salía de mi boca, recorriendo mi paladar hasta llegar al fondo de mi garganta, aguanté las arcadas que me provocó y sosteniendo mi cabeza me la dejó enterrada unos segundos, tenía mi boca repleta de verga, sentía el calor que emanaba de su tronco de carne, salivaba en forma abundante y mi saliva escurría por sus huevos, pensé que se correría en mi boca, cuando expresó.
– Aghhhhh, que rico, que boquita tan rica, estoy a punto de acabar, pero no quiero, mi leche te la voy a dejar dentro de tu rico coño.
Me acostó en la cama y me volvió a besar, me abrió las piernas con las suyas y mirándome a los ojos sentí la punta de su verga en la entrada de mis labios vaginales, apoyándose con una mano, frotaba la cabeza de su verga contra mi rajita de arriba abajo, metiendo la punta solo un poco, cuando la cabeza de su verga parecía que iba a entrar, seguía su camino hacia arriba o hacia abajo, estaba desesperada por sentir su verga dentro, cada que pasaba la punta por la entrada de mi coño, echaba mi cadera hacia adelante, a lo que me decía:
– Tranquila, preciosa, tranquila, quiero gozarte despacio, sin prisas. aguantar lo máximo.
– Es que ya no aguanto, la quiero dentro- expresé
– ¿Extrañaste mi verga?
– Si, mucho, tu verga ha sido la mejor verga que ha entrado en mí, no me hagas sufrir, ya métemela, ya no aguanto.
Sonrió y empezó a presionar, mi coñito se abrió como una flor y entró la cabeza, un gemido salió de mi boca.
– Ya entró la cabeza, ¿la notas?
Afirmé con la cabeza en forma afirmativa.
– ¿La quieres toda?, Pídemelo, ruega por mi verga, putita.
– Si, metemeeeeeeeeee aghhhhhh- alcancé a decir sin terminar la frase, empujó su verga lentamente pero sin detenerse, siento como con ambas manos abre mis nalgas y las aprieta y de un empujón me entierra toda su verga, sus huevos chocan con mi pelvis, la disfruté como nunca, la sentía clavada tan profundo, sus manos siguen presionándome contra él, el placer es infinito, siento cada centímetro de su gran verga dentro de mi, llenándome completamente de su carne, se quedó inmóvil unos segundos, lo escucho gruñir de placer, estaba disfrutando de mi coño tanto como yo disfrutaba de su gran verga, busca labios y me da un apasionado beso.
Mi vagina se contrae en espasmos que recorren mi cuerpo, espasmos que involuntariamente aprietan su verga.
– Madre mía, que rico coño, eres la mejor puta del mundo, siento como si tú coño caliente y suave succionará mi verga, puta madre.
Empezó el vaivén, embestidas lentas y profundas, mis tetas presionadas contra su pecho, sus manos aferradas a mi culo, su lengua explorando mi boca, sacaba su verga hasta dejar solo la cabeza dentro y volvía a empujar hasta lo más profundo, apretando mis nalgas contra su cuerpo, estirándome al máximo por dentro, embestidas que me volvían loca de placer.
No había duda que Don Fernando seguía siendo un experto, me estuvo embistiendo en forma lenta y profunda, combinando con fuertes embestidas como si quisiera clavarme en la cama, por espacio de unos 20 minutos, sentía que desfallecía de placer, si bien es cierto que he estado con muchos hombres, cada hombre coge diferente y extrañaba esa forma de coger, tan única de Don Fernando, suave y constante, mis ojos se pusieron en blanco y todo mi cuerpo empezó a temblar, mi cuerpo empezó a convulsionar y lanzando gritos de placer empecé a correrme abundantemente, un largo y exquisito orgasmo, mis fluidos escurrían por su verga hasta sus huevos y mis piernas, empezó a taladrarme con mayor potencia, sujetando fuerte mis nalgas y enterrarme su verga hasta la raíz, golpeando con fuerza el mío, eso fue demasiado para Don Fernando, que acelerando aún más sus movimientos, anuncia su corrida:
– Ay, puta, ya no aguanto, te voy a llenar de leche,
Me da una última envestida muy profunda y siento su verga hincharse y vibrar al tiempo que dando un bramido estruendoso como un toro, siento que explota en lo más profundo de mis entrañas, vaciando el contenido de sus pesados huevos, chorros y chorros de su semen espeso y caliente, hasta que se desplomó sobre mí, su cuerpo sobre el mío, sudorosos, su verga caliente, palpitante y dura seguía en el interior de mi coño, poco a poco fuimos recuperando el aliento, su cara reflejaba alegría, sonreía, sin embargo su verga no perdía su dureza, lo cual era sorprendente para un hombre de su edad, sacó su verga lentamente y un chorro de semen escapó de mi vagina, su verga escurría semen, me pidió dar vuelta y accedí gustosa, se montó sobre mí y me abrazó, sus manos apretaban mis senos y besaba mi cuello y mi nuca al tiempo que su verga se posicionaba entre mis nalgas, me susurró al oído al tiempo que una de sus manos bajaba a mis nalgas:
– Recuerdas que yo te desvirgué tu lindo culito, el inútil de tu marido no lo gozaba.
– Si lo recuerdo como si hubiera sido ayer- respondí.
– ¿Tu marido sigue sin comértelo ?
– Sí, solo me coge por mi coño – mentí.
– Tu marido es un estúpido, tu culito es tan rico, entonces lo debes tener cerradito, ¿Verdad?, ¿O se lo has entregado a alguien más?
– No a nadie, solamente me han cogido por el culo tú y mi difunto suegro.- volví a mentir
– Si, Don Manuel era un cabrón, que cogidas te pegamos entre los dos.
– Va a ser un placer volverte abrir ese culito divino que tienes.
Ya no respondí, preferí que siguiera creyendo que mi culito tenía mucho tiempo sin usar y que me lo iba a abrir nuevamente, sabía que mi culito era muy elástico y apretadito, por lo que estaba segura de que podría simular y darle el gusto a Don Fernando de abrir mi culito nuevamente.
Sus besos fueron bajando, recorriendo mi espalda hasta que llegaron a mis nalgas, las mordisqueó con suavidad y las lamió completamente, sentía su nariz rozando mis nalgas, las abrió y se quedó contemplando mi pequeño y tembloroso agujero.
– Tu culito es una delicia, el mejor culo que haya probado en mi vida, y por lo visto es verdad que no lo han gozado en mucho tiempo, se ve tan cerradito y delicado.
Sentí que mi esfínter se contraía aún más con sus palabras y hundió su nariz en medio de mis cachetes.
– Me encanta el olor de tu culo, es tan rico y suave.
De pronto sentí el contacto de su lengua en la arrugada entrada de mi culito y una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, mis piernas se aflojaron, mi espalda se arqueó y un largo gemido salió de mi boca,
– Aghhhhh, Don Fernando, que rico, mi culito extrañaba su lengua, uffff.
Sonrió y abriendo con más fuerza mis nalgas lameteó mi ano una y otra vez, mi cuerpo se retorcía de placer y mordí una almohada para ahogar mis gritos, entonces presionó la punta de su lengua y sentí como entraba la puntita, mi mente se puso en blanco y alcé más la colita, el placer era inmenso, empezó a masajear mi clítoris con un par de dedos mientras la punta de su lengua entraba y salía de mi culo, estaba volviéndome loca de placer, me estuvo comiendo el culo como quince minutos, la saliva ya escurría por mis muslos, cuando se incorporó y puso un par de almohadones bajo mi vientre, me preguntó sobre lubricante, y aunque tenía, para no delatarme, le dije que no tenía, pero que en la cómoda había un frasco de crema que usaba para suavizar mi piel.
– Que bien amor, porque vamos a suavizar tu colita- expresó sonriendo.
Extrajo el frasco de crema, lo abrió y metió su dedo índice, el cual llenó de crema y me lo fué enterrando lentamente hasta el fondo, un largo gemido salió de mi boca.
– ¿Te gusta, bebé?, a mí también, tu hoyito sigue siendo muy estrechito y muy caliente.
Lo hacía girar, acariciándome por dentro, y pronto fueron dos, los dedos que tenía enterrados en el culo, poco a poco fui sintiendo la colita más flojita y sus dedos entraban y salían con facilidad, sacó sus dedos y se embadurnó la verga con crema, la hora había llegado, abrí más las piernas y levanté la colita, puso su verga caliente entre mis nalgas y comenzó a recorrer el surco que las separa, me apoyaba la punta de su verga en mi esfínter y la retiraba, la sensación era deliciosa, pero estaba desesperada por sentirla dentro.
– ¿Extrañaste mi verga?, ¿Sientes lo dura que está?, ¿La quieres?.
– Siiiiiiiii, metelaaaaa, métela dentro- le pedí.
– Bien putita, prepárate que ahí te voy.
Apoyó nuevamente la punta en la entrada de mi esfínter y empezó a empujar, apreté un poco la colita para que costara un poco de trabajo y me quejé:
– Ayyyyy, me lastimas, es muy gruesa.-
Al mismo tiempo llevé mis brazos hacia atrás, como intentando zafarme, me tomó las manos con las suyas y susurrándome al oído me dijio:
– Tranquila nena, aguanta un poquito, ya casi entra la cabeza.
Podía sentir como mi esfínter iba cediendo a la presión hasta alcanzar el diámetro de la gruesa cabeza, y entró la cabeza, mi esfínter, se cerró apretando el tronco de su verga, di un respingo y me quejé, simulando dolor, pero la verdad es que mi culito ya estaba acostumbrado a vergas de esas dimensiones y solamente sentí placer.
– Ayyyyy, dueleeeee.
Lo escuché dar un fuerte suspiro y me dijo al oído:
– Tranquila, amor, ya entró la cabeza, no tienes idea del placer que siento, me encanta como tu culito me aprietas la verga, tan caliente, suave y apretado, aguanta, vas a gozar igual.
– Ahí te va un poco más,- dijo y me metió un centímetro más.
Me volví a quejar nuevamente fingiendo dolor, me daba cuenta que eso lo excitaba más:
– Relájate cariño, tu culito estaba nuevamente cerradito, te la estoy metiendo despacito para no lastimarte.
Así me la fue metiendo poco a poco, disfrutaba cada centímetro de su verga, me encantaba sentir como aquella gruesa barra de carne, caliente y dura me iba abriendo con suma delicadeza, conquistando mi culo, sin el más mínimo dolor, pero seguí fingiendo, quejándome, dando respingos y alguna pataleta a medida que su verga ganaba terreno dentro de mí, hasta que sentí sus gruesos huevos apoyados en mis nalgas.
– Ya la tienes toda dentro princesa, que gusto, uffff, me encanta, que rico culito, lo extrañé tanto, ha sido un placer volver a abrirlo.
– Si papi, mi culito es sólo tuyo- volví a mentir.
Empezó a embestirme suavemente, la fricción de su verga contra mis paredes internas era deliciosa, alcanzaba a sentir sus venas hinchadas al pasar por mi esfínter y como me iba llenando hasta tener el culo completamente lleno de carne, tras un largo rato así, cogiéndome con una suavidad increíble, disfrutando de mi culito, y yo de su verga, fue aumentando el ritmo, me la sacaba casi completamente del culo para embestirme con mucha fuerza, usando todo su peso como si quisiera clavarme contra la cama, ahí si empecé a sentir dolor, mis gritos ya no eran fingidos, pero al mismo tiempo cada embestida me provocaba una sensación de placer difícil de narrar, mis ojos se pusieron en blanco y mis piernas temblaban, sentía que me faltaba el aire y daba bocanadas junto con gritos y gemidos de placer, en eso metió su mano en mi entrepierna y acarició mi clítoris, fue el acabose, empecé a convulsionar y me corrí abundantemente sobre la cama, empapando las sábanas, mis fluidos escurrían por mis piernas, un larguísimo orgasmo, sentía como mi culito se contraía involuntariamente apretando su enorme verga y empezó a cogerme más rápido aún, me taladraba a un ritmo infernal, nuevamente mi mente se nubló, escuchaba sus gruñidos en mi oído, me mataba a vergazos, sentía ardor, un ardor delicioso que me quemaba por dentro.
– Aghhhh, aghhhh, ya no aguanto más te voy a llenar de semen, aghhhh- gruñó
Dio una última estocada muy profunda que me hizo estremecer y sentí como su verga se engrosaba y lanzaba un potente chorro de semen ardiente en el interior de mi culo, lo que me provocó un nuevo orgasmo, seguido de repetidos chorros de leche calientita llenando mi culo, temblando ambos de placer, se desplomó encima de mí, nos quedamos un largo rato así, recobrando el aliento, sentía como su verga palpitaba y tenía contracciones dentro de mi culo, hasta que fue perdiendo dureza y salió de mi culo..
Se tumbó a un lado y me miró con una sonrisa de satisfacción, le correspondí con otra sonrisa y me dio un tierno beso.
– Eres la mejor, nadie me hace gozar así- exclamó
– Y tú el mejor, no puedo todavía creer que a tu edad me hayas cogido dos veces, hayas aguantado tanto, me dejaste mi coño y culo rozados y llenos de leche, nadie coge tan rico.
– Gracias, pero tengo que confesarte que ya estoy viejo, y antes de venir me tomé una pastillita azul para poder darte esta culeada.
– Tramposo, ja, ja, pero que rico,- le dije sonriendo.
Revisé mi celular y me di cuenta de que ya habían pasado cerca de cuatro horas desde que llegó y tenía que asearme para ir por mi hijo a la escuela.
Nos incorporamos y nos metimos a bañar, nos besamos con pasión bajo la regadera y me apretó fuerte, casi le pido que me volviera a coger, pero no había tiempo suficiente, lo aparté y lo empecé a enjabonar, lavé su flácida verga y entre mis manos empezó a ponerse morcillona, la solté para no terminar de despertar ese monstruo, que no entiende razones y capaz me vuelve a coger, después le tocó a él enjabonarme, lo hizo lentamente, prácticamente acariciando cada centímetro de mi piel, enjabonó mis nalgas y mi coñito, muy rico y excitante, nos enjuagamos y nos secamos uno al otro.
Mientras nos vestíamos le expresé mi preocupación porque no había preparado la comida y en ese instante ordena una pizza por teléfono.
– En media hora llega la pizza, ya está pagada.- me señaló.
– Gracias, ¿Te volveré a ver‽- expresé
– Creo que sí, te dejaré mi celular para estar en contacto y cuando pueda le digo a mi esposa que vendré a visitar a mis hijos .
Salimos al mismo tiempo, el con dirección a su hotel para recoger sus cosas e ir a la Central de autobuses y yo con dirección a la escuela para recoger a mi hijo, sentía al caminar un rico ardor en mis agujeros que me recordaban que estaba recién cogida e incluso todavía se me escapaba algún resto de su semen.
Apenas había regresado junto a mi hijo, cuando llegó la pizza y mi hijo me abrazó contento, con una carita radiante de felicidad.
– Mami, que rica sorpresa, me encanta la pizza, me gustaría que todos los días al llegar de la escuela me recibieras con pizza.
– No amor, sabes que la pizza es comida chatarra, pero tengo el presentimiento, que de vez en cuando, comeremos pizza al llegar de la escuela- expresé con una sonrisa.
Me encanta que me escriban y me cuenten sus experiencias y fantasías, me pueden escribir a [email protected].
Hola ya hice un comentario en otra historia tuya. Soy Argentino me gustaría contactar con vos o alguna
Amiga que tu tengas. Intercambiar
Relatos. Mi mail [email protected]. saludos