Regresé a casa tarde en la noche, cansada, agotada, hedionda a sexo, y sumamente satisfecha, por lo que me pasó en la gasolinera.
Una insatisfecha mujer, encuentra en una gasolinera quien le de el servicio completo, sin que su marido se entere. .
Regresé a casa tarde en la noche, cansada, agotada, hedionda a sexo, y sumamente satisfecha, por lo que me pasó en la gasolinera.
Aunque, parezca mentira la pasada semana me encontraba tan atareada en casa, que se me olvidó por completo agarrar mi monedero, la chequera, y las tarjetas de crédito.
Todo comenzó cuando a mi esposo, se le ocurrió que hiciéramos un rapidito, pero que fue tan rapidito, que ni tiempo me dio para disfrutarlo.
Eso trajo en consecuencia que demorase más bañándome, para luego toda apurada preparar el desayuno, y servirlo, medio desnuda, comer a toda prisa, y de igual manera vestirme.
Con tanto corre y corre, fue que dejé todo en la mesa de noche, así que me subí a mi coche, y arranqué rápidamente, ya que además de llevar al aeropuerto ya que es piloto, yo tenía una presentación ante unos clientes en la oficina.
La que por suerte salió estupenda, pero de regresó a casa, me di cuenta de que, en panel de instrumento de mi auto, prendió la luz del aceite del motor, lo que me asustó, ya que hace un año le fundí el motor, por no hacerle caso a la señal, y finalmente tuve que mandar a reparar el motor.
Así que lo primero que se me ocurrió fue dirigirme a una estación de gasolina, que se encuentra camino a casa, y la cual nunca había entrado.
El tipo que estaba a cargo, gordo, calvo, y lleno de grasa por todas partes, de mala manera me atendió, y después de revisar el motor, me dijo. “Es algo simple, el tapón del cran estaba a punto de caerse, y por ahí ha ido chorreando aceite, además, por lo que puedo ver, ese filtro de aceite lleva tiempo que no lo cambian.”
Yo por salir del paso le dije que lo hiciera, y después de haber estado trasteando el motor como por quince minutos, y atender a un par de clientes, regresó y se volvió a meter bajo mi auto, y en cierto momento me pidió de favor, que le acercase con mi pie una llave toda grasienta, yo le hice el favor, y me quedé de pie frente al auto, hasta que me di cuenta que el tipo ese, me había estado observando de manera descarada bajo mí falda.
Después de que me di cuenta de eso, él salió bajo el auto, como si nada, se dirigió a la oficina y regresó para presentarme la factura.
La que incluía varios litros de aceite, un filtro, más la mano de obra, en ese momento abrí mi cartera, y cuál no sería mi sorpresa al no encontrar dentro de mi cartera, ni el monedero, ni la chequera, ni las tarjetas.
Lo primero que se me ocurrió fue llamar a mi esposo, y decirle que viniera en mi auxilio, pero de inmediato me acordé de que lo había llevado al aeropuerto en la mañana, y que regresaría en par de días.
Pensé en comunicarme con alguna de mis amistades, pero la verdad es que ninguna de mis amigas, podrían ayudarme en esos momentos.
Así que sumamente avergonzada le dije. “Mire justo en este momento, me acabo de dar cuenta de que no tengo nada de dinero encima. Pero le juro por lo que más quiera, mañana bien temprano regreso y le pago.”
Él se me quedó viendo, de manera lasciva y me dijo. “Mire si yo creyera todos los juramentos que me han hecho, no tendría negocio. Así que o ve pensando cómo me puedes pagar, o te puedes ir a pie, y mañana vienes a buscar el auto, y me pagas.”
Realmente creo que, si hubiera llamado un taxi, hubiera resuelto todo, pero un raro sentimiento de frustración, y excitación se apoderó de mí.
Por lo que le pregunté de manera seductora. “Que otra opción me queda, si deseo regresar a mi casa en mi auto esta misma noche.”
El mecánico se quedó viendo uno de esos carteles de mujeres desnudas que estaban pegados a la pared del taller, y de inmediato me dijo. “Bueno ya le cambié el aceite a tu auto, creo que sería justo que yo te midiera el aceite, a ti.”
Al tiempo que decía eso, miraba fijamente el área de mi falda que tapaba mi coño, y se agarraba el tremendo bulto entre sus piernas.
Por unos instantes me quedé bruta, sin entender claramente lo que me estaba diciendo.
Hasta que se relamió los labios, sin dejar de verme de esa manera tan excitantemente libidinosa, bien le pude decir que me estaba faltando el respeto, y hasta llamar a la policía, pero contrario a eso, adopté una pose seductora.
Durante todo el día me había quedado, con la sensación de que me hacía falta algo, después de aquel miserable rapidito que me hiso mi esposo.
Por lo que le pregunté ¿Dónde podríamos cerrar el trato? De inmediato hizo que lo acompañase hasta la tienda de la gasolinera, cerró la puerta y apagó todas las luces de la estación.
Luego me condujo a la parte trasera de la tienda, en donde había un sofá, y de inmediato me pidió que me desvistiera.
Yo que no soy precisamente una santa, le obedecí, y cuando quedé completamente desnuda, él sin quitarse la ropa se me acercó, limpiando sus manos con un manchado trapo.
Me tomó en sus brazos y comenzó a besarme, de manera desesperada, por lo que lo tuve que calmar, diciéndole que yo no tenía nada de prisa, y que podíamos disfrutar gran parte de la noche.
En ese momento le solté la correa del pantalón y lo ayudé a bajárselos, al igual que sus amarillentos y hediondos interiores, le agarré su miembro, y lo conduje hasta un pequeño lavamanos dentro de un pequeño baño.
Con toda mi calma, le lavé su apestoso miembro con bastante agua y jabón, y de regreso al mueble se lo estuve mamando por un corto instante, para luego, recostándome sobre aquel mugriento sofá, separar mis piernas, ofreciéndole mi caliente coño.
De momento al tenerlo de pie frente a mí, me recordó a un viejo actor porno, no tan solo por su físico, sino también por lo grande y grueso de su descomunal miembro, un tal John Jeremy, del cual mi esposo me parece que tiene toda la colección de sus películas.
A medida que me fue penetrando, yo le agarré los testículos, al principio de manera suave, pero cuando me daba la impresión de que estaba a punto de venirse, se los jalaba tan fuerte que le llegaba a doler, y nuevamente se los soltaba, a medida que yo seguía moviendo mis caderas como una desesperada, así pude disfrutar durante un buen rato, de todo el placer que él me estaba haciendo sentir.
Eventualmente se vino, dentro de mi coño, mientras que yo le clavé todas mis uñas en su espada, al momento en que disfruté de un morboso orgasmo.
Luego, en aquel pequeño baño me asee usando una lata llena de agua y con bastante jabón, lo llamé y le volví a lavar su verga, para luego ponerme a mamársela, y colocar mi mojado coño frente a su boca, para que me lo chupase.
Yo estaba bien deseosa de seguir, al punto que fui yo misma, quien le propuso a él que me diera por el culo, al tiempo que a medida que lo iba haciendo, coloqué una de sus callosas manos sobre mi coño, para que de manera torpe y bien ruda me fuera penetrando con sus gruesos dedos.
Vine regresando a casa como a eso de las diez de la noche, cansada, agotada, hedionda a sexo, pero sumamente satisfecha.
De paso, ahora ocasionalmente paso por esa retirada estación con el único fin de que el mecánico me preste sus servicios, claro sin que mi marido se enteré.
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