Regresé a confesarme con Chema
El padre Chema, al terminar con la visita que le hice para coger, me dijo “Quiero que vuelvas a confesarte conmigo”. Pues fui y me confesé con Chema, quien me absolvió… Pero volvió a citarme para cumplir mi penitencia, rasurada y llena de leche del cornudo..
–Ave María purísima –escuché al hincarme
–Sin pecado concebido –contesté mecánicamente, y él me pidió que le contara mis pecados–. Mi pecado más grande es que me gustó mucho la cogida que me dio, y quiero seguir probando ese semen tan rico…
–Seguramente lo lograrás. ¿Sigues con tu amante? –preguntó, seguramente para que le detallara cómo había sido mi última cogida.
–Si se refiere a Bernabé, sí, sigo con él por la misma razón: me chupa deliciosamente la panocha.
–¡Claro que me refiero a él! ¿Acaso tienes otro? –preguntó con curiosidad.
–Sí, y también me chupa y me coge muy bien –contesté.
–¿Tu marido sigue sin chuparte ahí abajo y por eso caíste también con otro?
–No, el otro se llama Amador, y sí ama mucho, además de ser cariñoso. Lo de él comenzó también por una necesidad pues ni mi marido ni Bernabé estuvieron en la ciudad por más de una semana y, estando yo muy caliente por no tener verga ni lengua, salí a la calle vestida de putita a ver qué conseguía y, por azar, sin proponérnoslo, me topé con Amador, quien después de un breve diálogo, me invitó a su casa.
–Y caíste fácilmente…
–¡Pues sí, tantos días en ayunas…! –contesté justificándome–. Pero hace años, poco antes de mi última confesión contigo… Perdón, con usted –corregí, pues en ese momento él tenía otra investidura–, no le conté que mi marido ya me había chupado y me prometió seguir haciéndolo, pero no lo dije porque eso no es pecado, ¿verdad?
–Además de haber usado a Amador, por razones carnales de urgencia, ¿por qué seguiste con él? ¿Acaso tiene el pene más grande que tu marido y Bernabé? –continuó con la presión para saber qué hago.
–No, es de tamaño normal a las de ellos, aunque es la única circundada de todas las que he usado, pero Amador es muy cariñoso y se comporta muy bien en los tríos que hemos hecho, tanto MHM como HMH.
–¿También estuviste haciendo tríos con una mujer? –preguntó azorado.
–Sí, con mi novia, que es la esposa de un amigo de mi marido con quienes hacemos intercambio de esposos o nos revolcamos los cuatro. Debería ver lo calientes que se ponen los maridos y lo que hacemos con ellos, con decirle que mientras que hago un 69 con Dalita, mi novia, ponemos a nuestros viejos a hacer uno entre ellos –confesé y detallé al escuchar más acelerada la chaqueta que el padre se hacía.
–Y a… a ellos les…les gusta chuparse los penes –preguntó tartamudeando y se escuchaba más fuerte el repiqueteo del prepucio en el mojadísimo glande.
–Sí, se chupan más rico cuando nos acaban de sacar la verga al venirse en nosotras, pero todo eso y más ya lo confesé con el otro padre –me detuve un poco para verificar, en el olor y el sonido, que el sacerdote ya se estaba dando cariño en el pene–. A propósito, ya pudo apreciar en la mera carne lo que había visto en las fotos, ¿qué le pareció el original?, ¿mejor que las fotos?
–Sí, mu… mucho me… mejor que las fotos, pero, de las fo… fotos, las que más me gustaron fueron donde estabas rasurada, sobre todo la que se veía con leche de tu marido en el fondo de la raa… ¡raja! –gritó y se quedó callado. Segundos después, me pidió que pasara al frente para darme la penitencia: La próxima vez que nos veamos para coger, vente pelona para poder examinarme mejor cuando te mame la panocha. Me absolvió mientras yo le lamía sus dedos para limpiarle la lefa (cumpliendo así mi condición de volver a confesarme con él: “cuando termines de confesarme no te limpies la mano, yo lo haré con mi boca y mi pañuelo”) y me dio la fecha en que debía cumplir mi penitencia.
Días después, fui rasurada y muy cogida para cumplir mi primera penitencia. En el mañanero ordeñé abundantemente a mi cornudo, sintiéndome muy puta y dispuesta a ser la Magdalena del padrecito para darle gusto
Al terminar la misa de las ocho, subimos a su dormitorio y de inmediato me comencé a desnudar, pero le pedí que me sirviera vino como la vez anterior. Se quitó la sotana quedando encuerado y con el arma lista para el ataque.
–Espera, mientras yo tomo el vino, tú tomas el atole que te preparamos mi marido y yo –sugerí al sentarme y abrir las piernas.
–¡Qué hermosa te ves! ¡La leche de tu marido y tu flujo casi se desbordan de tu raja! –dijo antes de meter la lengua para saborear el pedido que hizo
–Así, rasurada, la tiene mi novia chichona y me gusta mucho lengüetearla. Pero la pucha pelona más bonita y sabrosa es la de la ex de Bernabé. Bueno, sabe rico también con pelos porque coge mucho, huele como la mía…
–¿Por qué la viste y la probaste? –suspendió la mamada cuando me preguntó, pero de inmediato continuó chupando.
–La conocí por unas fotos que me enseñó Bernabé, quien se la sigue cogiendo. Me encantaron sus chichotas y el pelambre denso. Bernabé decidió juntarnos, pero rasuradas para compararnos de allí. Congeniamos muy bien, ella me gustó y yo a ella, la pasamos muy bien, usando a su exmarido para complementarnos… Después hubo otra, ya con el pelo crecido, pero con el mismo sabor de puta bien experimentada y servida. Mira… –le dije al mostrarle una foto que le tomé esa segunda vez.
–¡Qué señora tan hermosa! ¿Es más joven que tú? –pregunto viendo la foto y jalándose la verga.
–Sí, Teya es muy bonita y elegante, pero me lleva muchos años, ha de tener pacto con el diablo, como Sofía Loren por el cutis y la piel del cuerpo.
–Cuéntame cómo estuvo esa reunión donde le tomaste la foto. ¿Trae una foto de tu novia? –me preguntó y se la enseñé– ¡Las dos tienen el pecho similar, portentoso!, pero le cae mejor a la ex que a tu novia –exclamó sin dejar de jalársela.
–Sigue chaqueteándote, pero me sueltas la leche en la boca –le pedí acercando mi cara a su falo.
–¡Aaahhh, ah, aaaahhh! –gritó al venirse viendo la foto de Teya y yo recibí casi todo el esperma en la boca.
–Tu señora de Magdala quiere más vino –le dije a Chema dándole mi copa cuando ya respiraba normalmente.
–Con gusto, Magdalena… –dijo tomándola y me sirvió bastante vino–. Pero me vas a contar de los otros pecados que confesaste en el otro templo –condicionó.
–Te las cuento mientras me sigues mamando la panocha y también pruebas las tetas con crema que te preparé. ¿Dónde puedo comprar este vino? –pregunté al saborearlo.
–No está a la venta, es cosecha especial de un viñedo del estado, pero añejado y seleccionado particularmente para los dueños. Ellos me mandan una caja al mes, ya sabes cómo son esos riquillos… –dijo dándole una probada a mi copa.
–Si vengo a cumplir mi penitencia mensualmente, ¿puedes darme una botella cada vez que te haga el servicio de Magdalena? –pregunté melosamente y dándole un piquito.
–¡Claro que sí! Es un trato equitativo, pero cuéntame lo que te pedí –exigió poniéndose a mamar mis chiches.
Le conté con muchos detalles, incluida la materialización, en tercera dimensión y con sensaciones cercanas, de lo que experimenté. Chema es más lechudo que mi marido, ¡se vino cinco veces en tres horas! La última fue en la ducha, donde me llenó el culo muy rico…
¡Lo disfrutamos mucho! Lo estuve poniendo al día sobre los pecados que confesé con el otro padre. “¡Tienes alma de puta…!” exclamó al darme una sonora nalgada como despedida y la botella de vino prometida.
Al llegar a mi casa, me esperaba Dalita para que, encueradas, le contara lo ocurrido. Saboreó la leche y el vino del padre Chema.
–¿No te enojas si voy a confesarme con él? –me dijo la puta de mi novia–. A lo mejor le gustará un trío…



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