Retiro en las montañas
¿Qué serias capaz de hacer por un ascenso?.
El, es “el tirano” obviamente ese es su apodo. Su nombre es Jorge Sandoval, el todo poderoso vicedirector de producción, lo de “tirano” se le quedo cuando: hace ocho años y dado su carácter como jefe abusador, el nuevo asistente técnico de producción se quejó con recursos humanos por el maltrato de este, sin saber que el propio señor Sandoval era recursos humanos.
Como podrán suponer, el resultado no fue muy favorable para nuestro asistente, las siguientes dieciocho semanas resultaron ser un total infierno. El acoso proporcionado por “el tirano” ciertamente hubiera destruido la moral y los nervios de cualquiera, y Marcelo Hernández era como cualquier otro.
Dieciocho semanas aguantó antes de renunciar, explotado, extenuado, humillado, sin compensación, sin recomendaciones, en otras palabras, destruido.
Marcelo Hernández, el desafortunado asistente técnico desapareció en el olvido y la leyenda de “el tirano” nació.
Pero, no estamos aquí para hablar del pobre asistente.
Jorge “el tirano” Sandoval era un hombre de sesenta y siete años, robusto, no necesariamente obeso pero, si ancho, de rostro severo y moral un tanto… ambigua.
Sus dos amores lo conformaban: Marcela, su venerada esposa con la cual llevaban treinta y seis años de casados, y el dinero, no en ese orden. El dinero la superaba cuatro peldaños más arriba.
Marcela era una mujer de tez blanca, cabello rubio retocado y profundos ojos marrón, pasaba los sesenta y cinco años y si bien, los años no pasaron en vano, aún conservaba un cuerpo apetecible; caderas anchas, nalgas prietas, barriga algo rellena y pechos gordos y esponjosos. Una abuela milf con todas sus letras.
Luego seguiremos con ella, ahora nos centraremos en Jorge y la empresa en ruinas.
Ese era el problema, la empresa en ruinas.
— Jorge, acércate un momento— ordenó Luís Riquelme, el director de producción
y segundo en la pirámide corporativa.
Para Jorge, Luís era un engreído mal nacido que robó su puesto hace diez años. Unos podrían estar de acuerdo con él y que los informes entregados estaban maquillados fraudulentamente, otros aseguraban que Luís era mejor en su puesto que Jorge, lo cierto es que Luís era el presidente y punto.
- Ya no podemos continuar de esta manera —aseguró Luís golpeando la mesa—, no queda más remedio que fusionarnos con nuestra competencia, lo sé, es una mierda pero, no queda más remedio.
- Entiendo pero y que pasará con los puesto, que pasará con…
- No te preocupes por eso, se perderán empleos no hay duda pero, con las negociaciones nuestros puestos están asegurados —puntualizó Luís.
- Algo es algo, y que carajos es ¿Mediacor después de todo?
- Quien sabe, Mediacor apareció hace cinco años arrasando con todo en el mercado, a decir verdad, no somos su primera victima.
- Por eso te llamaba, te quiero a ti para las negociaciones.
- Como?
- A si es, espera —abriendo la puerta de cristal pulido—, adelante señor Rodríguez.
- Gracias— Elías Rodríguez entró con propiedad.
- Elías Rodríguez, encargado de la fusión, Jorge Sandoval nuestro vicedirector —los presentó Luís.
Ambos se estrecharon las manos y conversaron animadamente, llevando la charla hacía sus respectivas empresas de manera tímidamente como una danza bien coreografiada. Hasta que en un momento, Elías se levantó y dijo.
- Bueno, me apetecería seguir la charla tomando un café ¿gustaría?
- Encantado —respondió Jorge— Luís.
- Adelante, te dejo todo en tus manos.
La charla se prolongó por dos expresos y un capuchino hasta un punto que a Jorge le pareció interesante.
- Eso es correcto —aseguró Elías—, sin embargo, no es una fusión per se, es una compra y si, las cabezas rodaran a todo lo largo de la escala.
- No pongas esa cara hombre —rió Elías—, estamos aquí por ti.
- ¿Como es eso? —respondió Jorge intrigado.
- Veras, he escuchado de ti y tu disciplina laboral, de cómo manejas a tu equipo y lo eficiente que mueves tu área.
- Gracias pero…
- No voy a andar con rodeos —aseguró Elías—, cuando adquiramos la compañía te quiero como presidente. No voy a poner a Luís Riquelme otra vez como CEO cuando él es uno de los principales responsables de la quiebra.
- Correcto —los ojos de Jorge se encendieron al comprender que su puesto codiciado y que Luís le robó hace tantos años volvería a ser suyo.
- No sería solamente el cargo —prosiguió Elías—, te duplicaríamos el sueldo más unos bonos y un coche último modelo cortesía de la compañía.
- No sé que decir, a mi me parece fantástico.
- ¿Cómo?
- Pero, siempre hay un pero —exclamó Elías—, tiene mi completo apoyo, eso representa el cuarenta y cinco por ciento de los votos, tienes que ganarte el otro sesenta y cinco.
- ¿Y como lo gano? —preguntó Jorge.
- Eso es lo difícil, veras, sé que Carmona de gerencia también te quiere de director de producción, el problema son los socios norteamericanos —sorbió lo último de su expreso—, tal vez tengas que hacer cosas un tanto peculiar para ganártelos.
- ¿Que tan “peculiar”?
- Mira Jorge, piénsalo, piensa si te conviene el cargo, si quieres el dinero, los bonos, el coche y las vacaciones en Tahití. —depositando la taza en la mesa— mañana te llamo y terminamos esta charla.
Esa noche Jorge durmió muy mal, no por el destino de la compañía o sus subordinados, mucho menos por el destino de Luís, de eso se regocijaba, el insomnio venía por la incertidumbre de saber que tendría que hacer.
Jorge no tardó en contarle lo sucedido a Marcela, su esposa se asustó cuando escuchó que las cabezas rodarían, su esposo la calmó relatándole el resto de la historia, el dinero, los bonos, el coche y las vacaciones en Tahití, esa parte aseguró que a ella no le importara mucho lo tendrían que hacer por los socios gringos.
Eso le dio la confianza necesaria para asegurar un si, a cualquier cosa pero, la incertidumbre no cesaba y esa noche, durmió muy mal.
Elías llamó a eso de las diez de la mañana confirmando una cita para tomar café al medio día.
- ¿Como dices? —preguntó Jorge sobresaltado.
- Ellos son liberales, ya tú sabes como son por allá —continúo Elías—, si aceptas participar en uno de sus retiros de fin de semana, te aseguró que tendrás sus votos asegurados.
- Pero… ¿swinger?
- Swinger, intercambios de parejas o como quieras llamarlo, eso es lo que hacen, tienen un hostal en las montañas que alquilan un fin de semana al mes donde los ejecutivos se… repartes las esposas.
- ¿Pero, no sé, por cuanto tiempo tengo que participar en estos encuentros?
- Por las veces no te preocupes —acotó Elías—, solo tiene que ser una vez, que sepan que compartes sus mismos gustos, que eres de su misma especie, luego, si quieres repites si no, no vas nunca más.
Jorge parecía turbado, sus ojos bailaban en todas direcciones pensado en que debía hacer; que debía decir, como debía decírselo a su esposa y si valía la pena el hecho que tocaran a su amada esposa por el dinero ofrecido. Él no sería problema, ya había tenido sus canitas al aire pero, pecaría de ingenuo si no creyera que alguno de esos ejecutivos no tendrían la intención de pasar por la piedra a su esposa.
- Vamos Jorge, piénsalo —dijo Elias—, ve que dice tu mujer, Marcela ¿no? Pregúntale y ve que opina, pero la cosa es esta, si rechazas la oferta no puedo asegurar tu asenso, es más, no puedo asegurar que sigas como vicedirector. Por mi parte, tienes todo mi apoyo pero, lo preocupante son los demás.
- Tienes razón, es lo mejor que puedo hacer —reparó Jorge—, lo consultare con mi esposa.
Pasó dos días hasta que Jorge tuvo el valor de contarle a Marcela el problema que le acecha con una presurosa cuenta regresiva.
Marcela lo tomó mejor de lo que Jorge hubiera esperado, si bien, ella tenía una aprehensión considerable, no de tener sexo con otra persona, sino de ¿Con cuántas personas tendría que acostarse? A Jorge le pareció mal al principio que su esposa no tuviera reparos en tener otra polla dentro suya, al comienzo, después recordó el fin de toda la dinámica en la que estaban metidos.
Discutieron los pros y contras por todo el domingo, y llegaron al acuerdo que por el cargo y el dinero sin duda lo harían pero, con no más de dos personas y lo más normal posible.
Jorge llamó a Elías el lunes por la mañana, la respuesta: si.
Mediacor compró su compañía el siguiente mes, como era de esperarse, el rumor de despidos masivos no se hizo esperar, para tranquilizar al personal los ejecutivos dieron una escueta información sobre la transformación causada por la fusión.
Ese mismo jueves le llegó la invitación a Jorge, el lugar, tal como lo dijo Elías, era un hostal en un apartado lugar en las montañas, junto a un lago y rodeado de un prístino bosque de alerces.
Una lujosa SUV apareció el viernes tarde en la puerta de Jorge; ambos, Marcela y Jorge abordaron, no sin antes despedirse de sus hijos quienes, extrañados por el repentino viaje de negocio de sus padres, los despidieron sin grandes aspavientos.
La pareja llegó a su destino a las ocho de la mañana siguiente. El hostal, como le contó Elías, era extremadamente lujoso.
A recibirlos llegó el anfitrión quien llevó a la pareja al salón del hostal.
- Jorge, que alegría que llegaran —saludó Elías besando a Marcela y palmeando la espalda de Jorge—, por aquí, los presentaré.
Pasaron las siguientes tres horas saludando a los invitados y evaluando con quienes podrían follar.
Treinta parejas pululaban el establecimiento. Los hombres rondaban entre los veinticinco y los cuarenta y cinco años de edad, de entre los hombres, más de la mitad de ellos eran negros, altos y musculados; los gringos, pensó Jorge. Los demás eran de apariencia similar a Elias: delgados y atléticos.
La parte de las mujeres era más variada, ninguna pasaba los treinta años, algunas negras, morenas y blancas, todas ellas delgadas y exuberantes.
Pasó un desayuno distendido, charlando de trivialidades con los invitados y recorriendo los frondosos alrededores.
Llegó el almuerzo y, al igual que las horas anteriores, no ocurrió nada relevante.
Eso hasta la sobremesa, y mientras los invitados tomaban café, la esposa de Elías, una mujer que no superaba los veinticinco años, morena y cuerpo de modelo se levantó y colocó su mano sobre el hombro de Jorge, se inclinó y le susurro Ven conmigo al oído. Jorge olvidó en ese momento donde estaba, se levantó, cogiendo la mano de la joven y la siguió atravesando el salón hasta las escaleras del segundo nivel, perdido viendo bamboléante culo de la mujer.
Las demás parejas se retiraron de la mesa y se dispersaron por el hostal.
Elías tomó la mano de Marcela y la atrajo hacia él.
- No creo que sea buena idea que los dos… usted es colega de mi marido.
- Su esposo se esta follando a mi mujer, creo que esta bien yo me folle a la suya.
Marcela se ruborizó, bajó la vista, titubeo unos segundos y siguió a Elías por el comedor hasta un enorme salón tras una pared rustica. Cuatro ventanales cubrían casi la totalidad del cuarto, sin cortinas ni nada que cubriera la intimidad del salón ya que cualquiera que pasase por fuera podría ver los gigantescos sillones marrones y a las parejas que sobre ellos follaban con total descaro.
Elías condujo a Marcela al medio del cuarto y la sentó en el centro del sillón, ellos, flanqueados por dos parejas, dos hombres negros y fornidos, desnudos y portando poderosas trancas le daban sendas comidas de coño a las dos esculturales jóvenes que escandalosamente gemían retorciéndose del placer.
Marcela, azorada se dejaba desvestir por su joven amante. Luego de quitarle la blusa y el sujetador dejándole los abundantes pechos al descubierto, se acercó a lamerlos, besarlos y juguetear con su lengua mientras su mano continuaba la faena de quitarle la falda y los calzones de encaje negros. La depositó sobre el terciopelo del sillón y comenzó lentamente a recorrer con la lengua los rizos del pubis, bajando hasta su apetitoso coño. Abrió sus piernas y comenzó a chupar el clítoris agitando la lengua contra el excitado fríjol.
Marcela miraba sorprendida como sus compañeros de sillón martillaban violentamente las vaginas de sus hembras.
- Lo siento amor pero, tengo algo que hacer — dijo Elías sacando su boca del coño de la mujer.
Marcela, desconcertada, no alcanzó a reaccionar cuando un enorme y calvo negro acomodó la verga en la entra de su coño y la penetró lentamente, la mujer abrió la boca y los ojos al sentirse profanada por aquel masivo obelisco de carne.
Los gemidos de Marcela que, en un comienzo eran discretos, aumentaron considerablemente al tiempo que aumentaba la velocidad de las acometidas de su macho follador.
Jorge por su parte, disfrutaba como Verónica, la mujer de Elías cabalgaba salvaje su polla haciendo estremecer la cama. Verónica era toda una experta, al sentir que el hombre alcanzaba su punto límite, detenía las maniobras esperando que bajara la excitación para comenzar de nuevo, así lo mantuvo por más de una hora, Jorge, feliz por el mejor sexo de su vida no tenia idea que, en ese mismo periodo de tiempo cinco hombre se habían turnado dentro de su esposa.
Al final, Jorge no aguantó más y se corrió dentro de Verónica, jadeante el hombre recobró la conciencia y recordó a su esposa, se deslizó de la cama, antes de bajarse por completo una voluptuosa mujer desnuda lo retuvo, su piel color canela y gordos pezones lo detuvieron, ella se le acercó y lo besó.
- ¿Que es esto, que me distes? —preguntó Jorge tragando lo que la joven le traspasó.
- Algo para que recobres tus fuerzas —respondió ella sensualmente.
Ambos continuaron besándose mientras ella le acariciaba el pecho y otra mujer se le acercó atravesando la cama de forma felina, dispuesta a chuparle la verga. De pronto, a Jorge se le nubló la vista, se sintió como si abandonara su cuerpo y veía desde fuera como las tres mujeres jugaban con el.
En el sillón, esta vez era un joven trigueño, de unos veinte años quien taladraba el conejito de Marcela, ella, en cuatro, con un cojín en su vientre aguantaba los envistes del chico.
Ya para ese momento eran ocho los hombre que, aunque no se habían corrido en ella, si habían pasado por su chorreante coñito. En eso el chico se retiró, tomando Elías el lugar, ensartándola otra vez.
- Pareces sorprendida —exclamó el hombre enterrando su polla.
- No… —gemido— no esperaba esto.
- ¿No te lo dijo Jorge? —moviendo la cadera— los novatos son muy populares aquí, con mayor razón los exóticos como tu. Una madura tetona y ardiente, así que, prepara tus agujeros.
- ¿Que quieres decir?
Elías dio cuatro embistes más y retiró el almohadón del estomago de Marcela, hundiendo su rostro entre los cojines. Elías retiró su pene y dejó el lugar a un tipo negro y delgado con una lubricada polla de unos veinticinco centímetros, se recostó sobre la mujer y comenzó a penetrarla.
- No, no, no, no, no —boqueando—, ese es mi culo, ese es el culo, por ahí no.
- Calla putita y dame tu culo.
El hombre embistió, veinte centímetros entraron de golpe. Marcela intentó moverse pero el cuerpo de ébano la aplastó, un nuevo ciclo y Marcela se retorció.
- No, por favor.
- Calla y dame tu culo —le embistió con más fuerzas.
- Ya
- Dame tu culo —repetía una y otra vez mientras arremetía con más ahínco.
Marcela intentó liberarse pero, el hombre la penetraba violentamente gritándole con más furia cada vez que chocaba su pubis con las nalgas de la mujer.
- Dame tu culo —la sostuvo del cuello y la retuvo contra el sillón.
- Por favor, solo sácalo.
- Dame tu culo —más rápido gritaba más rápido la empotraba.
Las nalgas de Marcela se sacudían como gelatina.
- Ya córrete, por favor córrete —chillaba
- Dame tu culo.
- Es tuyo pero termina ya —clamaba.
- Si, dame tu culo.
El hombre se movía como desquiciado, el sillón se estremecía y las mujeres alrededor les miraban excitadas y sorprendidas.
- Dame tu culo, dame tu culo, dame tu culo.
- Por dios córrete, termina de una vez.
- Dame tu culo!
- Ay, mi culo, me lo destrozas por favor acaba ya.
- Dame tu culo!
El negro arremetía dando potentes golpes de cadera, la enorme tranca pringosa entraba y salía rápida y profundamente.
- Te lo suplico, por favor, házmelo por el coño pero por favor deja mi culo.
- Cállate puta y dame tu culo! —gruñía.
Diez series más y el hombre bramó enterrando todo el largo de su polla en el interior de Marcela y eyaculó un potente chorro.
Los ojos de Jorge se abrieron con dificultad, su coordinación era pobre pero intentó recuperar la noción; se miró, la luz del amanecer entraba por los ventanales.
Él se encontraba desnudo, tendido en un sillón marrón, cuatro parejas follaban a su alrededor y al frente, dos hombre daban una potente doble penetración a una mujer, sus ojos se abrieron como platos al ver que la mujer era su esposa, era Marcela. Se desmayó.
Ya para ese momento los quince hombres y cuatro mujeres habían pasado por los agujeros de Marcela.
No follaron toda la noche, descansaron un par de horas entre las cuatro y siete de la mañana; cuarenta minutos antes que Jorge despertara y les viera.
Jorge volvió a despertar a las diez y quince de la mañana, esta vez, la escena era diferente, un chico de pelo corto y fibroso sodomizaba a su mujer mientras ella chupaba con pasión una gruesa polla negra. Se volvió a dormir.
Eran las dos de la tarde cuando jorge recobro la conciencia, los efectos de la droga se desvanecían al fin, dándole la posibilidad de moverse, primero un dedo, luego la mano, la cabeza, el cuerpo. Recordó lo que había visto antes y miró.
Su mujer estaba acostada de lado sobre el sillón, con su pierna derecha levantada y flexionada le proporcionaba libre acceso a la gruesa polla negra que entraba y salía del coño de su esposa, el hombre tras ella la penetraba como martillo hidráulico, con una mano sostenía la pierna de Marcela por debajo de la rodilla, la otra le afirmaba la nuca mientras ambos se besaban. El cuerpo de la mujer estaba bañado de sudor y trazas de lefa que daban la apariencia de una obra de Jackson Pollock.
Jorge se levantó, con los ojos aguados en lágrimas intentó acercarse a la pareja cuando, Elías le detuvo, lo llevó fuera.
- Ven, hablemos.
- Esos cabrones, ¿como pueden hacer eso?—dijo casi llorando—, ellos son los ejecutivos.
- ¿Ellos? —rió Elías— ellos son actores porno ¿Qué creías?
- ¿De que estas hablando? ¿de que coños estas hablando?
- Déjame contarte una historia —se sentó a la mesa—, había una vez; un joven idealista e inocente que entró a trabajar a una compañía, hastiado del trato que su déspota supervisor le daba a él y a sus compañeros, intentó detenerlo, hacer algo pero, lo que recibió a cambio fue el peor trato abusivo que pudo soportar. Extenuado y deprimido renunció, luchó por conseguir otro trabajo y pasó los próximos tres años dejando la piel y sangre, así logro ascender, y tomar el control de la compañía para poder… poder vengarse. Cinco años después, aquí estamos.
- Que me estas diciendo? Tú? Tú eres Hernández, Marcelo Hernández.
- Veo que me recuerdas señor tirano —rió.
- ¿Todo esto fue un engaño?
- No todo, Mediacor es real, la compra fue real, tu promoción es real, esto —gesticulando con la mano—, los socios, eso es falso, la compañía es mía.
- No entiendo —sollozó Jorge confuso.
Elías llevó prácticamente de la mano a un desconcertado Jorge, lo condujo a través del salón y por las escaleras al segundo nivel, deteniéndose frente a una puerta de doble hoja. Elías la abrió, descubriendo una enorme cama roja y sobre ella, a Marcela, cabalgaba enérgicamente la ingle de un tipo calvo y musculado. La visión de la mujer arqueando su cuerpo, chocando sus nalgas contra el pene enhiesto y venoso, las orondas tetas rebotando y los rítmicos gemidos fueron demasiado para Jorge, ingresó colérico dispuesto a golpear a quien se le pusiera por delante, Elías lo tomó del hombro y lo estrello contra la puerta
- ¿Que crees que haces? ¿Piensas interrumpirla?
- Esa es mi jodida esposa.
- ¿y? mírala —dijo Elías empujando a Jorge—, no te das cuenta, esa no es tu esposa, ella ha estado follando casi veinticuatro horas con tipos con la polla el triple que la tuya y sigue pidiendo más. Ella ya no es tuya, ella es mía.
- Cabrón hijo de puta —gritó Jorge—, ¿que crees que haces?
El hombre intentó atacarlo pero Elías respondió rápidamente con un golpe en el plexo solar, Jorge sin aire se derrumbo.
- ¿Qué hago? Esta es mi venganza capullo —exclamó Elías sosteniendo la cabeza de Jorge—, ahora tienes dos opciones: uno, renuncia y lidias con una esposa ninfómana ó dos, aceptas tu nuevo cargo de director de producción y dejas que divierta a tu mujer cuando yo quiera, ¿que eliges?
- Yo, yo, yo
- Mírala, lo divertida que esta.
Esta vez Marcela estaba acostada de espalda, otro hombre la asía de los tobillos abriéndole y sosteniéndole las piernas mientras la taladraba analmente, a su vez, una mujer rubia le chupaba y mordisqueaba los pezones.
Jorge se hundió en un profundo vació al dar su respuesta.
(nota del autor: jejeje… les dije que mi maestro es George R. R. Martin.
Ven, hago cualquier otra cosa menos continuar mis series)
Muy buen relato. Entonces, el siguiente capítulo de Lazaro, espero que la lectura sea larga como Tormenta de Espadas. xD
Saludos.