Ricardo & Isabel
Felices 5 años de matrimonio. .
Esta historia no sólo está basada en un hecho real sino que también histórico. Cambié la época y la locación, los nombres son reales.
Mi primo había anunciado una visita y lo estábamos esperando. No lo conocía o no lo recordaba, era hijo de una hermana de mi padre que se casó con un hombre muy adinerado.
Su hijo, mi primo, ingeniero comercial, estaba a cargo del holding de empresas.
El había tenido una relación sentimental que había sido un fracaso, ahora buscaba una novia en la familia, una prima.
Y en eso andaba, pero yo no lo sabía, sólo tenia la curiosidad de conocerlo.
Llegó una tarde, alto, guapo, elegante y tierno.
Lo miré y me miró, fue de mi agrado y lo saludé con mucha cortesía. Él me abrazo y me besó en la mejilla. No sé porqué extraña razón mi corazón quedó dando bote. Durante la cena lo miraba con atención, era todo un caballero, un joven maduro que tenía en ese momento 28 años. Edad de la que me enteré después.
Después de la cena conversaron los tres, aunque el que tomaba las decisiones era mi papá. Yo me fui a mi dormitorio hasta el otro día, cuando en la mañana me lo encontré en el baño en bata y yo con camisa de dormir.
Me saludó con un beso en la mejilla e hice lo mismo. Salió de baño y me quedé sorprendida de que se hubiera quedado a alojar. Además de que el calor de sus labios en mi mejilla duró hasta después del desayuno.
El vivía en otra ciudad, en otro país. Por lo que le pidió permiso a mi padre para salir conmigo y conocer la ciudad.
Fuimos a todos lados, comimos de todo, él siempre atento y cariñoso conmigo.
En la tarde noche se despidió porque tenía que volver a su casa.
Lamenté mucho su partida, había sido un cambio en mi vida, un cambio importante que me gustó.
– Que te pareció Ricardo hija ? – me preguntó mi padre al día siguiente.
– Me encantó, que pena que se haya tenido que ir –
– Te hubiera gustado que se quedara unos días más? –
– Si, podrías decirle que volviera y se quedara más tiempo? –
– No puede, el tiene obligaciones que atender en su país, es muy importante –
– Y cuando voy a volver a verlo? –
– Te gustaría ir de vacaciones a su casa? Así podrías conocer otra ciudad –
– Si, quiero ir – el sólo pensar en vacaciones con él me dió un vuelco en mi corazón. –
– Bueno, vamos a prepara tu viaje –
– Voy a ir sola? Soy muy chica, apenas tengo 6 –
– La mamá te va a llevar y va a ver que estés bien –
Casi un mes duraron los preparativos, comprarme ropa, reservar el vuelo y todo lo que implica un viaje de ése tipo. Un tiempo que lo encontré demasiado largo.
En el aeropuerto nos esperaba un chófer con un cartel que decía: » ISABEL »
Cuál sería mi sorpresa ver mi nombre en un cartel y en otro país.
Nos condujo a una limusina muy elegante que nos llevó a la casa de Ricardo.
Era una mansión, en la que también nos estaban esperando. Después de dejarnos a mi y a mi madre en sendos dormitorios, no indicaron la hora de la cena, para la que faltaba un par de horas. Lo que nos pareció genial, porque podíamos descansar del viaje.
Los dormitorios eran grandes, con cama de dos plazas, un gran ventanal que daba a una terraza, desde donde se podía ver el jardín, y el portón de la entrada de autos.
– Mamá? Te vas a quedar conmigo? –
– Sólo esta noche hija, mañana tengo que volver, no puedo dejar a tu padre sólo –
Lo que me dió alegría y pena. Pena porque mi mamá se fuera y alegría porque podía salir con Ricardo sin restricciones.
Antes de la cena nos duchamos, cada cuarto teni su baño propio, nos vestimos y bajamos al comedor. Un comedor muy amplio y una mesa para 12 personas, mínimo. Nos llevaron a una sala de estar con cómodos sillones en donde me dieron un jugo natural y a mi madre un cóctel a su gusto.
– Que lindo todo – comenté.
– Si, muy lujoso, se nota que tu primo tiene dinero –
Pensándolo bien, si, la limusina en la cochera junto a otros autos. Un mayordomo que nos atendía para cualquier cosa, un mozo que nos servía, una camarera para las habitaciones y una cocinera me imagino porque no la había visto.
– Disculpen la demora, pero tuve una reunión de última hora – dijo Ricardo con su linda sonrisa.
– No te preocupes, está todo bien – dijo mi madre saludando con un beso en la mejilla.
– Hola – le dije yo con un abrazo y un beso en la mejilla. Mi corazón saltaba de gusto.
Después de la cena pasamos al salón a conversar. No preguntó por todo, el viaje, la atención, etcétera.
Después nos retiramos al dormitorio, yo estaba cansada y con sueño. El día había sido largo y lleno de emociones.
A la mañana siguiente desperté tarde, digo tarde porque desperté como a la 9, mejor dicho mi mamá me despertó. Después del baño no vestimos y bajamos al comedor. El mayordomo no llevó a la mesa que estaba servida, había fruta, fiambres, dulces de todo. El mozo me sirvió leche caliente y a mi mamá te. Pan amasado caliente, recién hecho y queso fresco.
Ricardo había salido temprano pero volvería a almorzar.
Después del opíparo desayuno subimos al dormitorio a descansar. Las camas ya estaban hechas, el baño limpio y toallas nuevas.
– Me voy en el vuelo de las 20 horas. En realidad el vuelo es a las 22 pero tengo que llegar 2 horss antes – dijo mi madre.
Nos quedamos acostadas en su cama conversando y recibiendo instrucciones de mi comportamiento.
– El almuerzo va a estar en 10 minutos – dijo la camarera cuando mi mamá abrió la puerta. Demás está decir que las habitaciones se comunicaban atraves de una puerta.
Bajamos al comedor y Ricardo nos estaba esperando.
– Tengo que ir a la oficina pero voy a volver para llevarte al aeropuerto tía – dijo Ricardo despidiéndose con un beso.
En la noche veníamos de vuelta del aeropuerto, sentados atrás en la limusina con Ricardo, con mi cabeza en su hombro y su brazo por mi espalda. Estaba triste por la partida de mi madre, pero feliz de quedarme con él. –
– Estás bien? – me preguntó dándome un beso en la cabeza .
– Si – le dije. Era la primera vez que estaba sola, bueno, estaba con él, pero yo era una niña de 6 años.
Me acompañó a mi dormitorio y me dejó en mi pieza.
– Quieres que te ayude? – preguntó.
– Ayuda para qué? –
– Para desvestirte, para que te acuestes –
– No, gracias, buenas noches – dije dándole un beso en la mejilla.
– Que duermas bien –
A partir de esa noche, me llevaba a la cama todas las noches y nos despedimos con un beso en las mejillas.
Parece interesante la historia, empero…, no te demores en ir al grano…, recuerda el sitio que es. Un saludo.
Suena muy interesante el futuro de esa nena con su tío