Ricardo & Isabel 2
Mi Nueva Vida.
Mi vida cotidiana comenzaba a las 9 de la mañana, me despertaba Ricardo con un beso antes de irse, beso que inicialmente era en la mejilla y que un día por accidente nos dimos en los labios.
No podía quedarme acostada porque después que él se iba, entraba la camarera a levantarme.
Me iba al baño ducharme y al salir la chica tenia toda mi ropa lista, ella misma me vestía, lo que era muy cómodo para mí.
Bajaba al comedor y el mozo tenía la mesa preparada y tomaba desayuno.
Después tenía que ir al salón de estudios, donde un profesor me hacía clases de idiomas, historia y geografía.
De nuevo en el comedor a almorzar y después a mi dormitorio a descansar, ya que terminaba agotada y dormía el resto de la tarde.
Después cenábamos con Ricardo, salíamos a caminar por los jardines y después no íbamos a mi pieza a conversar, de mi de lo que sentía, como me sentía y cosas así.
El beso de las buenas noches que cada noche me gustaba más.
Los días eran casi todos iguales, salvo que cada día las clases eran diferentes, además de dominar el idioma, que era el paterno, aprendí otros idiomas, historia, geografía, matemáticas, literatura y arte.
Para mi 7° cumpleaños vinieron mis padres. Estaba muy feliz porque hacía casi un año que no los veía. Se quedaron en la habitación de al lado, en realidad mi madre se quedó en esa habitación, mi padre ocupó la otra, la que seguía a la mía, es decir que mi habitación estaba entre los dos.
Hacia mucho tiempo que ellos dormían en habitaciones diferentes, siempre.
El cumpleaños estuvo bien, todos me cantaron la canción, incluido la servidumbre.
Mi papá se fue al día siguiente y mi madre se quedó una semana, porque yo se lo pedí.
Esa semana no tuve clases porque salía con mi madre a recorrer los jardines, los establos a los que Ricardo ya me había enseñado.
– Ése es mi caballo –
– Pero hija, es muy grande para ti –
– No madre, es nuevo, tiene menos de un año – me acerqué y lo llamé, y el caballo vino. Hacía meses que lo iba a ver y a conversar con él todos los días. Era el único amigo que tenía.
Todas las noches Ricardo iba a darme el beso de las buenas noches, beso se fue haciendo cada día más largo, a él le gustaban mis labios.
Una noche me desperté con calor y sed, me levanté a baño a tomar agua y devuelta pasé a la habitación de mi madre y no estaba. Fui al baño y no estaba. Abrí la puerta y el pasillo estaba oscuro.
Volví a mi cama, apagué la luz y me dormí. Al día siguiente al desayuno le pregunté que porqué no estaba en su habitación en la noche. Me dijo que se iba y que había estado con Ricardo conversado sobre el viaje. De nuevo me dió pena que se fuera, pero tenía que irse. La limusina la llevó, no quiso que la acompañaremos.
– Sabes? Tengo una sorpresa – me dijo.
– Cuál es – dije llena de curiosidad.
– Ven, vamos – dijo tomándome de la mano. Subimos las escaleras al segundo piso y caminamos por el pasillo del ala derecha.
– Ésta es mi habitación – dijo mostrándome su cama. Habitación que ya conocía.
– Ven, esta es la tuya desde ahora – mostrándome por la puerta de separación, la habitación de al lado.
– Esta va ser mi cama? –
– Si, la doncella trajo y acomodó todas tus cosas –
Yo estaba feliz y de un salto caí sobre la cama, él se acostó a mí lado.
– Te gusta? –
– Me encanta – dije dándole un beso en la boca. El me devolvió el beso. Nos besamos unos minutos y quedé sin aliento. Algo pasó que no me había pasado antes. Pero fue rico y me sentía feliz.
La rutina siguió igual salvo que ahora, cada noche el beso de las buenas noches me lo daba acostado a mi lado. El estaba con su camisón y desnudo debajo y yo igual.
La primera vez que lo vi desnudo me impresionó, fue la primera vez que vi un hombre desnudo.
La primera vez que me vio desnuda fue en esa misma habitación cuando me ayudó a desvestirme. La verdad que no me dió vergüenza y desde esa noche y todas las noches él me desvestia y me ponía el camisón. Yo también me acostumbre a verlo desnudo, además de que me gustaba verlo así.
– Quédate un rato conmigo – le dije una noche después del beso.
– No puedo, de verdad que me gustaría pero no puedo –
– Porqué no puedes? – le pregunté una noche, después de seis meses quedando sólo con el beso.
– Porque le prometí tu padre no acostarme contigo hasta que cumplas los 12 –
– Pero no es que duermas conmigo, sólo que te quedes un rato, para conversar –
Desde esa noche y cada noche conversábamos acostados, y nos besabamos. Esperaba cada noche ése momento.
Todo comenzó cuando comencé a aprender a cabalgar. Nunca lo había hecho, no sabía y no estaba acostumbrada. Terminé con mis piernas enrojecidas de tanto apretar al caballo para no caer. Y eso que el mozo de cuadra sólo caminó llevando de la brida el caballo.
– Como te fue con el caballo? –
– Mal, me duelen las piernas – dije de mal humor.
– Qué pasó? Te caíste? –
– No, sólo me duelen –
– Déjame ver – dijo levantando mi camisón. No tuve problema de que me viera, ya llevábamos más de 6 meses viéndonos desnudos. De manera que me acosté de espaldas y abrí mis piernas.
– Tienes la piel enrojecida, te aferrarte al caballo con las piernas y con el caminar te produjo el roce y el enrojecimiento – estaba de rodillas con su cabeza entre mis piernas.
– Yo te voy a enseñar, pero antes voy a ir a buscar una crema, quédate así – y así me quedé, de espaldas con las rodillas dobladas y las piernas abiertas.
– Ya, te voy a echar esta crema que te va a refrescar –
Comenzó a echarme la crema en mi pierna, por la cara interna del muslos, llegó a mi vulva donde sus dedos suaves recorrieron toda la piel de mis labios vaginales y continuó por la cara interior del otro muslo.
Nunca había sentido nada parecido, una sensación tan agradable, que se rompió como un cristal cuando dijo que era suficiente.
– Pero todavía me duele – dije.
– Dónde te duele? –
– Aquí – indicando mi vulva. Él entendió y sin decir nada medio un masaje suave y delicioso.
– Ya, ahora sí que vas a estar bien, mañana te doy otro masaje –
– Pero no te vayas, quédate conmigo un rato – haciéndome hacia un lado y dejando el otro lado libre para él. Se paró y dejó la crema en el velador, el bulto debajo del camisón, apuntaba amenazadoramente, pero no me dió miedo. Se acostó a mi lado y sin decir palabra, acarició mi mejilla y me besó en los labios. Sentí la presión de su duro y caliente miembro contra mi muslo, bajé mi mano de mi estómago y se lo tomé. Una corriente recorrió mi cuerpo y un calor me invadió.
Nos quedamos así un largo rato, yo estaba como paralizada sin saber que hacer.
– Buenas noches – dijo dándome un beso en la boca y sacando mi mano que sujetaba su miembro, se levantó y se fue a su habitación cerrando la puerta a sus espaldas.
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