Ricardo & Isabel
Otro cambio en mi vida. .
Ahora mis días eran mejores, estudiaba con más ganas, disfrutaba el día esperando la noche.
Aprendí a cabalgar de lado con las dos piernas juntas. Tampoco necesitaba al mozo de cuadra, ya podía andar sola, al principio caminando y luego al trote hasta el bosque.
Cuando salíamos a cabalgar con Ricardo pasábamos atraves del bosque hasta unas colinas y después volvíamos.
Después de la cena nos íbamos a acostar. Me desvestia con mucho cuidado, dándome besos aquí y allá. Después me ponía mi camisón y estaba lista para dormir.
Él se iba a su habitación atraves de la puerta que unía las dos habitaciones, puerta que nunca se cerraba.
Me sentaba en su cama y lo miraba como se desvestia y se ponía el camisón. Me llevaba en brazos a mi cama y nos acostábamos juntos.
– Cómo estuvo tu día ? – me preguntó haciéndome cariño.
– Bien, pero te eché de menos – dije tocando la punta de su miembro. No tenía deseos sexuales pero me gustaba tocarlo, eso me producía una sensación que no podía definir.
El me dejaba jugar un rato, mientras hablábamos. Creo que el hablar lo distraía de mi mano. Nos mirábamos a los ojos mientras nos acariciabamos.
– Porqué no me tocas a mí? – le pregunté una noche.
– No es que no quiera, lo que no quiero es que te acostumbres a que te toque cada noche –
– Porqué? Qué tiene de malo? –
– No tiene nada de malo, pero no quiero hacerte daño –
– Hacerme daño? Cómo? – no entendía a qué se refería.
– Bueno, no importa. Te gusta así? – dijo pasando sus dedos suavemente por mis labios vaginales. No recuerdo si en ese momento me mojaba, seguramente que no, porque él mojaba sus dedos con su lengua y luego me hacía cariño.
Qué momentos más felices. Poco a poco la intensidad de las caricias iban en aumento.
– Espera, espera, no sigas – detuve mi mano asustada.
– Qué pasa? – pregunté.
– Tengo que ir al baño – dijo levantándose. Me extrañó y lo seguí.
En el baño comenzó a hacer lo mismo que yo le hacía, pero más enérgico y más rápido. De pronto comenzaron a salir chorros de orina blanquecina.
– Ya, ahora a acostarnos, es tarde – dijo saliendo del baño.
Llegamos a mi cama, me acosté, me tapó y me dió un suave beso en la boca.
– Buenas noches, que descanses –
– Buenas noches – alcancé a decir antes de que saliera de mi habitación. Me quedé con las ganas de preguntarle que había sido éso. Finalmente me quedé dormida.
Al otro día me sentía feliz, cada noche experimentaba algo nuevo y lo de la noche anterior fue algo nuevo e inesperado, pero me gustó.
En la noche nos desvestimos y nos acostamos, desnudos, sin camisón, lo que encontré genial.
Nos tocamos y nos acariciamos.
– Te amo – le dije. Nunca le había dicho a nadie éso, ni a mi padre.
– Yo también te amo – dijo besando mis labios.
Yo no tenia pechos aún, sólo mis pezones, pero a él le gustaba lamerlos y chuparlos.
– Tengo que ir al baño – dijo de pronto.
– Pero lo hago yo – dije sin soltarlo.
– Bueno, vamos –
Esa vez lo hice yo como había visto que lo hacía. Estábamos en la tina y cuando saltaron los chorros me cayeron por todos lados. Luego me abrazó y nos quedamos así un rato. Después tomó un paño y me limpió por todos lados, después se limpió el y nos fuimos a acostar. El beso de las buenas noches y hasta el otro día.
A la mañana siguiente la doncella que me bañaba me miró como divertida.
– Qué pasa? – le pregunté.
– No, nada – dijo enjabonando mi cuerpo por todos lados, como todos los días. No sé si fue intencional o yo estaba más sensible, pero al sentir sus dedos en mi vulva me dió cosquilla. Era diferente a lo que sentía con Ricardo pero me gustó. La miré fijamente, ella levantó la mirada y nuestras miradas se encontraron.
– Perdón – dijo sacando su mano de entre mis piernas.
Después de echarme agua por todos lados me secó y me vistió, como hacía todos los días.
Bajé a desayunar y al salón de clases. Después y antes del almuerzo estaba en el hall sentada pensando.
Ella siempre me ha bañado, que hubo de diferente hoy, pensaba, lo que sí sentí su mano diferente. Porqué si ella jabona mi vulva todos los días y no me molesta ni me produce nada.
Será que estoy más sensible? Levanté la falda y metí mi mano por debajo. Me toqué y sentí la misma cosquilla. Soy yo, pensaba mientras rozaba mi vulva con la yema de los dedos por encima de mi calzón de seda.
En la noche en cuanto nos acostamos tomé su miembro y los besé, la caricia de sus dedos en mi vulva casi me hizo gemir. El me hablaba y casi no entendía lo que decía estaba más preocupada de mi mano y de su mano, lo estaba disfrutando. Cuando me echó sus jugos encima y me abrazó, me apretaba contra él. Después el beso de las buenas noches.
Me toqué y estaba húmeda, seguramente porque me secó por fuera, sentía rico mis dedos.
– Qué edad tienes? – le pregunté a la doncella mientras me enjabonaba.
– Quince – dijo.
– Cómo te llamas? –
– Marianne
Enjabono mi estómago y mi pelvis, ya me staba dando un cosquilleo. Cuando enjabonó mi vulva hice un movimiento involuntario hacia atrás.
– Perdón – dijo ella.
– Está bien, sigue – y ella siguió enjabonando mi vulva con movimientos suaves –
– Es que nunca había sentido tu mano como la siento ahora –
– Le molesta? –
– No – dije mordiendo mis labios.
– Yo tampoco había tocado a nadie aquí – dijo dando unos golpes suaves con sus dedos.
– Te gusta? –
Levantó la mirada, se puso roja y se quedó muda mirándome y su mano quieta en mi vulva.
– Si – dijo con voz trémula después de un momento.
– A mi también me gusta tu mano – dije. Ella continuó con sus movimientos suaves, alternando la mirada entre mi vulva y mis ojos.
– Ya, basta – le dije, sentía que me iba a orinar en su mano. Me enjuagó echándome agua, me secó y me vistió.
Ella era la única persona que me había visto desnuda y tocado aparte de Ricardo.
Las noches y las mañanas eran cada vez más especiales.
Había probado el sabor de los jugos de ricardo y me habían gustado.
– Te pagan por cuidarme – le pregunté a la doncella mientras me enjabonaba.
– No – dijo.
– Entonces porqué lo haces? –
– Porque me gusta hacerlo – dijo.
– Dónde vives? – le pregunté, sus dedos jugaban con mi clitoris.
– Aquí –
– Aquí dónde? –
– En el ala izquierda, mi mamá es prima de él –
– Mírame – se puso roja y dejó de tocarme. Realmente tenía un parecido con Ricardo.
– Eres hija de él ? –
– No – mi papa también es primo de él.
– Entonces somos primas, yo también soy prima de él –
– Si, si lo sabía –
– Bueno, terminemos que se me hace tarde –
– Ricardo, sabias que Marianne es prima tuya? – le pregunté en la noche.
– Si, lo sé, yo la escogí para que fuera tu doncella, tengo muchos primos y primas –
– Sabes ? Me gusta como me tocas con tus dedos suaves – le dije para que lo hiciera más suave, como lo hace mi doncella.
– Así ? – dijo haciéndolo más suave.
– Si, pero ahora no quiero tus dedos –
– No? –
– No, acércate a mí – poniéndome de lado frente a él. Pasé la punta de su miembro por mi vulva y eso se sintió muy rico. Me tomó de la cadera y comenzó a moverse lentamente.
– Vamos al baño – dijo levantándome como una pluma, me paró dentro de la bañera y me abrazó. Puso su miembro entre mis piernas y siguió moviéndose como en la cama. Sentí los chorros calientes contra mi vulva. Una sensación exquisita me llenó.
Cada día esperaba la noche y cada noche era un placer.
– Espera – le dije a Marianne apretando su mano con mis piernas.
– Es virgen? –
– Cómo? –
– Quiero decir si él no la ha penetrado –
– No, también soy virgen – le dije.
– Porqué no? Si cada mañana vine con olor a sexo.
– Tenemos sexo pero sin penetracion –
– Porqué? –
– Porque dice que me va a hacer daño –
– Tan grande lo tiene – dijo al ver la seña con mis manos –
– Si, te gustaría verlo? –
– No – dijo poniéndose roja.
– A ti nadie te ha tocado ? –
– No, nunca –
– Te gustaría que lo hiciera ? – abrió los ojos desmesuradamente.
– No –
– Levántate el vestido – mi deseos eran órdenes. Se levantó la falda lentamente, metí mi mano y la toqué, ella saltó como yo la primera vez.
– Tranquila – dije, era sólo curiosidad. Ella tenia calzones debajo.
Las mujeres de cierto nivel hacia arriba usaban calzones, las demás no.
– Ricardo, cuando me vas a penetrar? – le pregunté mientras su miembro rozaba mi clitoris.
– Pronto – dijo. Ahora cuando terminaba echaba sus chorros por mi vagina sin penetrarme.
Mis padres llegaron un día antes. Era mi octavo cumpleaños.
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