Ricardo & Isabel 5
De cómo me hice mujer a los 8 años..
A la mañana siguiente desperté sin ganas de despertar. Quería seguir soñando con Ricardo.
– Ya, levántese que es muy tarde, el Señor y su Señora madre están desayunando –
Me levanté de un salto y me metí a la bañera, la ddoncella me bañó como todas las mañanas.
– Durmió con el señor anoche? – preguntó con una mirada maliciosa.
– Si y todavía soy virgen – dije ofendida.
Cuando bajé al comedor mi madre estaba sentada a la mesa.
– Hola madre, me quedé dormida y nadie me despertó – dije como excusa.
– Ricardo dijo que te dejaran dormir –
– Ya se fue? –
– Si, dijo que tenía una reunión temprano – Ricardo siempre con sus reuniones, pensé.
– Y mi padre? –
– Se fue temprano, tu sabes que el viaje es largo, me pidió que lo disculparas –
Bueno, el hecho de que estuviera mi madre no tenía clases de nada ése día.
Aunque me pidió saber cómo me iba en las clases de piano. Así que toqué lo que más me gusta y lo que encuentro más fácil, en Nocturno N° 1 de Chopin.
– Me encantó, lo hiciste muy bien, pero tienes que practicar más, se ve que te gusta, pero aún te falta un poco –
Siempre mi madre me encuentra algo. Salimos al jardín a caminar, preguntó por las otras materias que estudio. Le dije que no quería hablar de éso.
– Tengo clases todos los días, hoy quiero relajarme –
– Cómo están las cosas en casa? – le pregunté.
– Igual que siempre, todos bien o fingen estar bien. Tu padre finge ser fiel, pero sigue con su amante. Además de que no me interesa. Sabes que llevamos años durmiendo no sólo en camas separadas, también en habitaciones distintas y separadas de punta a punta. Su infidelidad es un secreto a voces. Le gustan las mujeres jóvenes, mientras más jóvenes mejor. Parece que a todos los hombres les pasa lo mismo –
– Lo dices por Ricardo? –
– No hija, él es un caso diferente, él no te es infiel –
– Pero tu también eres infiel con mi padre? –
– Que lindas estas rosas, se nota que el jardinero sabe lo que hace –
– Si, y no sólo con las rosas, mira esas hortensias – dije para que no se notara mucho el cambio de tema.
Justo al almuerzo llegó Ricardo, almorzamos los tres, después en el hall mi mamá se tomó un café y Ricardo un whisky.
– Tengo que irme – dijo Ricardo levantándose del sillón. Mi madre hizo lo mismo.
– Yo voy a ir a recostarme un rato – dijo ella.
Acostada en mi cama pensaba en Ricardo y en la noche que se venía. Poco antes de las 5 de la tarde bajé al salón. Allí estaba mi madre, sentada en su sillón favorito.
– Hola madre, dormiste algo? –
– Si, un poco, me cuesta dormir en una cama que no sea la mía –
En éso llegó el mozo con la bandeja con el té y las galletas. Yo hubiera preferido un vaso de jugo, pero es una tradición, en esa casa, el té a las 5 de la tarde. Y aunque a mí me hubiese gustado untar las galletas en el té, no se podía.
Después del té la llevé al taller, quería saber cómo me iba en mis clases de pintura, de manera que le mostré el mamarracho que estaba pintando, un bodegón en el cual la manzana parece cualquier cosa.
– Hija, tienes que pintar lo que tu quieras y como quieras, no te preocupes, yo lo veo bien – al menos aprobó el mamarracho. La casa está llena de pinturas de maestros famosos, nunca me voy, siquiera, a acercar a eso. Ahora entiendo porqué se decoraban meses en hacer una pintura.
Después de la cena estaba ansiosa por ir a la cama. Pero mi madre y Ricardo conversaban en el salón.
– Tengo sueño, voy a acostarme – dije para que la conversación terminara.
– Vaya a acostarse nosotros nos vamos a quedar conversando un rato más – dijo mi madre, de manera que subí a mi habitación, me desnudé completamente, me acosté y esperé.
Después de un rato me levanté, abrí la puerta y miré el pasillo. Nada. Me acosté nuevamente, otro largo rato, me levanté, miré el pasillo y vi que Ricardo venía de la otra ala. Me extrañó pero no le di importancia.
Le ayudé a desvestirse, nos acostamos desnudos, lo abracé, tomé su miembro y lo besé en la boca. Después de besarnos un rato y mi mano agitando su erección me dijo que me acostara de espalda. Se metió entre mis piernas y levantando mis rodillas metió su cabeza entre mis piernas.
Que rico se sentía, su lengua recorría toda mi vulva y sus labios chupaban mis labios vaginales. Me retorcía y genial de placer. Sentía ganas de gritar.
– Ven – dijo acostándose de espaldas. Saqué unos pelos de mi cara, pegados con el sudor, me puse de rodillas y me agaché para meter su largo miembro en mi boca. La llenó inmediatamente, comencé a chuparlo, me produjo una arcada al llegar a mi garganta, logré controlarla, cada vez lo metía más adentro.
– Ahora ven y sube encima mio. Ponlo en tu vagina y siéntate despacio, no sigas si te duele –
Hice lo que dijo, lo puse en mi vagina y me senté lentamente pero se me resbaló, lo sujeté bien y volví a sentarme, volvió a resbalar, entonces lo afirmé bien y no dejé que se fuera a ningún lado.
Oh! Sentí como se abrió camino y entró. Junto con el placer vino el dolor, me quedé quieta esperando.
– Te duele? – preguntó.
Negué con la cabeza y bajé un poco más, eso dolió, sentí un tirón dentro de mi y me detuve nuevamente. Él me miraba sin decir nada, tenía la mitad de su miembro adentro, lo sentía en mi estómago. Bajé un poco más y más dolor.
– Si te duele mucho lo dejamos para mañana –
– No, lo quiero ahora – dije bajando más a pesar del dolor. Cerré los ojos y dejé caer mi mentón sobre mi pecho. Sentía que esa dureza me traspasaba por dentro. Lentamente me recosté sobre su pecho. Sentía que mis labios vaginales rozaban su bello púbico. Mi respiración se fue relajando igual que el dolor. Me levanté un poco y volví a bajar, gemí.
– Estas bien? –
Lo miré a los ojos y asentí con la cabeza, no podía hablar, parecía que su miembro me llegaba a la garganta. Después de unos minutos descansando me moví lentamente hacia arriba sobre su pecho, después baje, poco a poco me fui moviendo y el también. El dolor iba desapareciendo y el placer iba aumentando. Finalmente sentí que me llenaba con sus jugos y quedé como una muñeca de trapos encima de él. Creo que me dormí, no se cuánto rato, sólo sentía su miembro duro dentro de mí. Eso me dió mucho gusto. Levante mi cabeza pare mirarlo, un hilo de saliba bajaba de mi boca hasta su pecho. Me había babeado encima de él. Me limpié con el dorso de la mano y le sonreí.
– Cómo te sientes? – preguntó.
– Bien, maravillosamente bien – dije sonriendo. Puse mis manos en su pecho y comencé a moverme lentamente, el hizo lo mismo, la velocidad fue aumentando, ya nada me dolía, cada ves más rápido, mis gemidos parecían lloriqueos de niña. Creo que eso eran. Finalmente quedé como de goma, mi cuerpo dormido encima de él, mi mejilla contra su pecho, mientras una lágrima rodaba por mi nariz cayendo sobre él. No supe nada más, todo se puso negro, no sé si me dormí o quedé inconsciente, para el caso era lo mismo.
Siguiente parte