Ricardo & Isabel
Mi plácida vida y descubriendo el sexo. .
A la mañana siguiente, me despertó mi doncella.
– Isa, levántate que ya es tarde – dijo Marianne destapándome.
– Hoy no, no quiero levantarme – quería seguí pensando en lo de la noche anterior.
– Bueno, deja que te bañe y después te acuestas de nuevo –
– Está bien, ayúdame –
– Ay, ten cuidado me duele –
– Te duele – dijo acariciando mi vulva en la tina.
– Si, un poco –
– Fue muy duro contigo? –
– No, fue mi primera vez, talvez por éso –
– Terminemos de bañarnos – después me secó y se secó ella.
– Acuéstate, voy a decir que no te sientes bien y voy a traer el desayuno –
Me gustaba Marianne, además de linda era inteligente, cuidaba y estaba siempre pendiente de mi. Éramos más amigas que primas y más prima que doncella. Realmente no tenía ganas de levantarme ése día y me pareció buena idea de quedarme en cama hasta más tarde.
– Tenía hambre – dije después del desayuno.
– Si, yo también, es la primera vez que desayunamos juntas –
– Y en la cama – dije.
– Cómo te sientes ahora? – dijo acariciando mi pelvis –
– Bien – mirándola a los ojos sintiendo sus suaves caricias.
– No te duele? – ahora sus dedos rozaban mi vulva.
– No, sigue – mientras mis dedos buscaban la suya.
Se acercó lentamente y me besó en los labios dulcemente, sus dedos habían alcanzado mi clitoris, lo masajeaba con delicadeza.
– Bésame otra vez – le dije, ahora mis dedos tocaban su clitoris. Me besó una y otra vez. Sacó su mano y lentamente, como esperando mi rechazo, comenzó a subirse encima mío. Saqué mi mano y la esperé, mirándonos a los ojos. Me aplastó y yo levanté mis piernas cruzandolas por su espalda. Sentí su vulva caliente y mojada aplastando la mía. Mi respiración era agitada al igual que la de ella. Comenzó a moverse lentamente, sus pechos rozaban los míos, tomé su cara y la besé, sentí su clitoris rozando el mío. Su movimiento de caderas me hacía sentir que me estaba cogiendo, una sensación muy agradable me invadió y arremeti contra ella siguiendo su ritmo, cada vez más frenético.
– Voy a terminar! – le dije. De sus labios salieron unos gemidos y todo terminó. Bajé mis piernas y nos quedamos abrazadas.
– Es mi primer orgasmo – dijo ella.
– Es mi primer orgasmo contigo – le dije al momento que la besaba. Me devolvió el beso y nos quedamos un rato más abrazadas dándonos suaves besos.
– Voy a tener que bañarte de nuevo – me dijo con una sonrisa.
– Me quedaría así contigo todo el día –
– Si, yo también, pero ambas sabemos que tenemos muchas cosas que hacer – dijo levantándose y levantándome.
Después de vestirnos bajamos al salón principal, ella fue a la cocina y yo al salón de clases.
El resto del día fue como de costumbre, hasta la llegada de Ricardo.
Lo de Marianne estuvo muy rico, pero amaba a Ricardo y lo necesitaba dentro mío. Lo besé, lo acaricié, el hacía lo mismo, me tomó y me subio, literalmente, arriba de él, me monté y no me dolió nada. Lo cabalgué de todas las formas, él me miraba y sonreía. Poco a poco mi nivel iba subiendo, cerré los ojos y con mis manos en su pecho me dediqué a disfrutar el momento. Mi orgasmo vino de pronto, aunque sabía que venía, y allí, empalada, me sacudió cada uno de mis espasmos. Me recosté encima de él y me relajé.
– Acabaste? –
– Si, estuvo muy rico. Y tú? –
– No, yo no –
– Si, me doy cuenta – seguía empalada.
Descansé un momento, me hubiera quedado dormida si no fuera por su miembro que me llenaba y lo sentía palpitar dentro mío.
Lentamente comencé a moverme, él siguió mi movimiento, cada estocada profunda, era más rápida que la anterior transformándose en un frenesí, y mi segundo orgasmo llegó galopando, pero no paró ahí, lo siguió mi tercer orgasmo y me derrumbé, literalmente. Se levantó conmigo en sus brazos, tal cual una muñeca de trapo, me llevó al baño y me bañó, estaba mojada en transpiración y llena de su leche que comenzó a salir después de que sacó su miembro desde lo profundo de mi cuerpo.
– Isa, buenos días, cómo estás – me preguntó Marianne.
Abrí los ojos y ella estaba acostada a mi lado. Le sonreí y la besé en los labios. Me gustó despertar y sentirla a mi lado.
– Bien – dije abrazandoa y apretándose contra ella.
– Cómo estuvo lo de anoche? –
– Mejor ni te cuento –
– Noo, tienes que contarme –
Y le conté, cada detalle, me miraba y se mordía los labios, acariciaba su vulva para hacerla sentir el momento. Finalmente acabamos las dos. No puedo decir que orgasmo es más rico que el otro porque son distintos.
Cada noche me cogia Ricardo y cada mañana Marianne. Y me gustaba éso, me hacía sentirme feliz todo el día. Y aunque por lo general una parte del día lo pasaba con Marianne. Ella era mi dama de compañía, mi institutriz, mi cuidadora, la que me abrigada si tenía frío, la que me alimentaba si tenía hambre, la que me daba amor cuando Ricardo no estaba.
Como de costumbre, mi mamá llegó unos días antes de mi cumpleaños. Ahí me di cuenta de que había pasado un año.
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