Ricardo & Isabel 8
Convertida en una pequeña mujercita .
Mi Madre
Mi madre llegó por la tarde, hacia un año que no la veía. Llegó sola, mi padre no pudo venir.
– Hola madre, como has estado? –
– Hija, mira como has crecido, bueno, ya han pasado 4 años de que llegaste –
En realidad, si, había crecido y desarrollado. Ya no era la niña de 6, ahora tenía 10 años, cogia desde los 8, mis piernas bien formadas, mi trasero también había aumentado y mis pechos eran unos limoncitos que Ricardo disfrutaba, aveces me los chupaba mucho y me dolían. Llegué midiendo poco más de un metro de estatura, ahora media más de uno y medio.
Después de la cena mi madre dijo que estaba cansada y que se iba a retirar. Yo hice lo mismo y me fui a mi dormitorio.
– Isa, despierta ! –
– Tan temprano? –
– No es tan temprano y la señora madre ya se levantó – dijo Marianne.
Como todas las mañanas, ella me baña entera, me seca y me viste. Al bajar al salón encontré a mi madre sentada en un sillón.
– Hola madre, cómo amaneciste? –
– Bien hija, muy bien. Y tú? –
– Bien también, estaba tan cansada que me dormí y no sentí cuando se acostó Ricardo –
– Ah, si, nos quedamos conversando un rato –
– Si, lo entiendo, que bien conversen, hace un año de la última vez.
El mozo nos vino a buscar porque el desayuno estaba servido.
Cuando mi madre está, cambia toda mi rutina, esos días no tengo clases, pero tengo que dar examen de lo aprendido. Mi madre habla varios idiomas y durante la conversación lo va cambiando para ver cono estoy y corregirme. Me parece bien, es la única persona con la que hablo alemán y me sirve para practicar.
En cuanto a mis artes plásticas, le mostré un cuadro de una doncella en el campo.
– Ella no es tu doncella? – preguntó mi madre.
– Si, es ella, que bueno que la reconociste, éso significa que no está mal –
– Pero está completamente desnuda –
– Si, es linda verdad? –
– Ella modela desnuda para ti? –
– Si, aveces, pero como yo la conozco la pinto sin necesidad de verla –
– Cómo la conoces tanto así? –
– Me baña de los 6, mejor dicho nos bañamos juntas, por éso conozco cada centímetro de su piel. Como conozco cada centímetro de piel de Ricardo. Algún día lo voy a pintar a él –
– Desnudo? –
– Si, no te parece que es lindo desnudo? –
– Estas pintando cada día mejor. Y el piano? –
– Quieres que toque algo? –
– Me gustaría –
Y así pasamos el día paseando y conversando.
Después de la cena trajeron la torta y me desearon un feliz año.
Esos días con madre, no tuvimos tiempo de hacer nada con Marianne.
Después seguimos con lo mismo todas las mañanas. Nos bajábamos y hacíamos el amor. No puedo decir que me gustaba más, si hacerlo con Ricardo o con ella.
Era inmensamente féliz. No estaba nunca sola, en la noche con Ricardo y de día con Marianne.
Cuando cumplí los 11 años estaba muy féliz, según me decía Marianne, pronto me llegaría la regla y podía quedar embarazada. Era lo que más quería, darle un hijo a Ricardo, un heredero.
Una mañana Ricardo entró al dormitorio, no sé porqué, y nos encontró haciendo el amor con Marianne. Las dos completamente desnudas.
– Qué están haciendo? –
– El amor, que no lo vez? – le dije sonriendo y bajando de la cama.
– Lo hicimos anoche, no te basta con éso? –
– Son cosas distintas, ella es virgen, no tiene la oportunidad de hacer el amor con nadie, sólo conmigo y a mi me gusta. A ti también te va a gustar hacerlo con ella – miró sorprendido a Marianne.
– Te gustaría hacerlo conmigo? – Marianne no contestó, se tapó la cara con la sábana.
– Ven, ella es tu prima, igual que yo, no tiene nada de malo que le hagas el amor – dije soltando sus pantalones y bajandolos para dejar salir su notoria erección. Metí su miembro en mi boca y después llamé a Marianne para que hiciera lo mismo. Al principio no quería, pero después no quería soltarlo. Nunca me había sentido más exitada que en ése momento.
– Vamos a la cama – dije temblorosa.
Marianne se acostó de espaldas y Ricardo la cubrió. Ella exaló un gemido suave y largo mientras Ricardo la penetraba. La acaricié y la besé en los labios. Ella subía y bajaba con cada estocada de él. La veía temblar, vibrar, tener espasmos y después sucumbir en el sopor.
– Ahora yo! – dije ansiosa poniéndome de espaldas con las piernas abiertas.
Fue tal la sensación de placer con la penetración, algo que no había sentido antes, gocé cada centímetro. Cuando sentí sus empujones, más fuertes y más profundos, ya no podía más y solté todo mi amor contenido, junto con sus estocadas que me llenaban de jugos y de placer.
Él se fue y quedamos las dos en la cama abrazadas, semidormidas.
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