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Heterosexual, Masturbacion Femenina

Secretos de una Menor: Capitulo 3 Secretos de Medianoche

Descubre la noche que cambió todo. Dafne, inocente y curiosa, se encuentra ante una escena erótica entre sus padres, despertando en ella un deseo insaciable. La intensidad de la pasión y el misterio del placer la llevarán a explorar sus propios límites..
Dafne despertó a medianoche con la garganta seca. Se levantó silenciosamente de la cama y salió de su habitación, dirigiéndose a la cocina para tomar un vaso de agua. Mientras caminaba por el pasillo, escuchó un ruido proveniente de la habitación de sus padres. Intrigada y curiosa, se acercó lentamente a la puerta y tentó la manija. Para su sorpresa, la puerta estaba entreabierta. Con el corazón latiendo rápido, Dafne empujó la puerta muy lentamente, apenas lo suficiente para crear una pequeña abertura y permitirle ver dentro.

Sus ojos se abrieron de par en par, incrédulos. No podía creer lo que veía; la imagen la invadió, hipnotizándola de inmediato. La escena que se desplegaba ante ella era tan intensa y erótica que apenas podía procesar lo que sus ojos estaban viendo.

La piel de su madre bajo la tenue luz, sus movimientos fluidos y sinuosos mientras se inclinaba sobre su padre. Sus labios, carnosos y tentadores, se movían con una precisión exquisita, explorando cada centímetro de su miembro erecto. La lengua de su madre, cálida y húmeda, trazaba patrones sensuales, provocando gemidos de placer en su padre. Cada caricia, cada beso, era una declaración de amor y deseo, una promesa silenciosa de entrega total.

El cuerpo de su padre se arqueaba en respuesta, sus músculos se tensaban y relajaban con cada oleada de placer. Sus manos, grandes y fuertes, se enredaban en el cabello de su madre, guiándola con una ternura que contrastaba con la intensidad del acto. Sus gemidos, suaves y profundos, llenaban la habitación, creando una melodía que Dafne no podía ignorar.

La escena era un baile de sensualidad y deseo, una sinfonía de placer que resonaba en cada rincón de la habitación. Dafne, incapaz de apartar la vista, se sintió atrapada en un vórtice de emociones, una mezcla de asombro, fascinación y un anhelo que despertaba en lo más profundo de su ser. La lección que presenciaba era una revelación, una comprensión profunda del amor y la pasión que sus padres compartían, una danza íntima y privada que ahora formaba parte de ella.

Sin previo aviso, la madre de Dafne se apartó lentamente, dejando un rastro de deseo en el aire. Con una sonrisa enigmática, se levantó y se dirigió hacia la cama, sus movimientos fluidos y deliberados. Se colocó a horcajadas sobre él, entregándose completamente a su deseo, ofreciéndole un acceso total a su intimidad más profunda. La escena se transformó en un intercambio de placer mutuo, donde cada gemido y suspiro se entrelazaban en una melodía erótica. La madre de Dafne, con los ojos cerrados y el cabello cayendo en cascada, se entregaba completamente, permitiendo a su esposo explorar cada rincón de su ser con una devoción intensa y fervorosa. Dafne no podía ver cómo la lengua de su padre se movía, pero podía imaginar cada lamida y cada caricia por los sonidos y la expresión de éxtasis en el rostro de su madre. Cada gemido, cada suspiro, revelaba el placer profundo y la conexión íntima que compartían, creando una sinfonía de deseo que resonaba en el corazón de Dafne.

La mujer se movía con una cadencia hipnótica, sus caderas meciéndose en un ritmo primario. Su padre, con los brazos firme alrededor de sus muslos, la sostenía con una intensidad que dejaba marcas rojas en su piel. Cada lamida, cada caricia, estaba cargada de una lujuria que parecía consumirlo todo a su alrededor.

El ambiente se volvió más denso, más cargado, mientras los sonidos de placer se intensificaban. Los gemidos de la madre se convertían en gritos ahogados de éxtasis, y su padre, con una dedicación ferviente, continuaba explorando cada recoveco de su ser. La habitación se llenaba de un calor abrasador, y Dafne sintió cómo cada fibra de su ser respondía a la intensidad de la escena.

La pasión entre sus padres era un torbellino de sensaciones, una danza erótica sin límites. Cada movimiento, cada susurro, cada gemido, estaba impregnado de una lujuria que parecía detener el tiempo, creando una imagen ardiente de deseo. Dafne, en su silencio, se encontraba al borde del éxtasis, su mente y su cuerpo respondiendo a la intensidad de la escena con una fuerza que la dejaba sin aliento. El olor a sexo y deseo impregnaba cada rincón de la habitación, haciendo que el aire fuera casi irrespirable, cargado de una energía palpable y electrizante.

La madre se deslizó lentamente fuera del rostro de su amante, moviéndose con una gracia felina mientras su cuerpo se acercaba al de su marido, que yacía en la cama. Con un movimiento sinuoso, se deslizó hacia abajo, capturando sus labios en un beso apasionado, saboreando sus propios jugos en su boca. Sus lenguas se entrelazaron en un baile erótico y frenético, cada caricia más intensa que la anterior. Con un movimiento fluido, se posó sobre él, depositando su tesoro húmedo sobre su miembro ansioso, que se introdujo lentamente en su interior, centímetro a centímetro. Los músculos del padre de Dafne se tensaron, cada fibra de su cuerpo vibrando con una tensión casi insoportable. Su piel brillaba, la fina capa de sudor reflejaba la luz tenue de la habitación, creando un juego de sombras que resaltaba cada curva y línea de su cuerpo. Su respiración se aceleró hasta convertirse en un jadeo casi animal, cada inhalación y exhalación cargada de un deseo visceral. El aroma de su excitación impregnaba el aire, una mezcla embriagadora de sudor, lujuria y deseo que hacía que cada rincón de la habitación pareciera palpitar con una energía erótica. La intensidad de la escena era apasionante, cada movimiento, cada sonido, cada susurro, teñido de una lujuria que parecía devorar la realidad, creando un momento de éxtasis casi insoportable, el mundo exterior desaparecía, solo dejando una cruda pasión entre ellos.

Su padre, con las manos firmes y decididas, recorría el cuerpo de su madre como si fuera un mapa de tesoros, cada curva, cada hueco, un lugar de delirio. Dafne observaba, hipnotizada, cómo su madre arqueaba la espalda, ofreciéndose por completo, sus jadeos llenando el aire. El ritmo de sus cuerpos se aceleró, convirtiéndose en una danza primitiva y desesperada, un acto de posesión y entrega. Su madre comenzó a moverse a veces lento, a veces rápido, subiendo y bajando en un ritmo sensual. Dafne podía ver cómo los músculos de su madre se tensaban y relajaban con cada movimiento, el sudor en su piel, sus curvas, resaltaba la hermosa figura de mamá. Los pezones endurecidos se movían hermosamente en cada ascenso y descenso. La sincronización de sus cuerpos era perfecta, como si estuvieran bailando una danza antigua que solo ellos conocían.

Dafne sentía cómo respondía su propio cuerpo, un latido entre sus piernas que palpitaba al ritmo de la pasión de sus padres. El deseo la consumía, un anhelo de ser parte de ese éxtasis, de conocer ese placer que parecía tan cercano y al mismo tiempo tan lejano. Su mente se llenaba de imágenes prohibidas, sueños húmedos que la hacían estremecer, un preludio de lo que podría ser si se atreviera a cruzar esa línea.

Cada gemido de su madre y cada jadeo de su padre resonaban en su interior, despertando sensaciones desconocidas. Imaginaba sus manos explorando su cuerpo, siguiendo el ritmo de la danza erótica que presenciaba. Su piel se erizaba al visualizar cómo sería ser tocada con la misma intensidad, cómo sería sentir la lengua de alguien recorrer su piel, provocando escalofríos de placer. Los pensamientos se regresaron más audaces, más atrevidos, mientras su imaginación la transportaba a un mundo de sensaciones intensas y prohibidas.

Dafne se mordía el labio, tratando de contener los suspiros que amenazaban con escaparse. Su corazón latía con fuerza, acompañado con el latido entre sus piernas, un eco del deseo que la invadía. La tentación de unirse a ellos, de ser parte de esa sinfonía de placer, era casi irresistible. Pero la vergüenza y la curiosidad luchaban dentro de ella, creando un torbellino de emociones que la dejaban sin aliento. Cada segundo que pasaba, cada movimiento que observaba, la acercaba más a un abismo de deseo, donde la inocencia se encontraba con la lujuria, y donde el placer prometía ser una revelación.

«Mamá y papá están jugando un juego secreto», pensó, con una mezcla de asombro, curiosidad y un anhelo que no sabía cómo nombrarlo.

La madre de Dafne aceleró ligeramente el ritmo, sus movimientos volviéndose más intensos y urgentes. Podía ver cómo su padre respondía, sus manos agarrando las caderas y pechos cada vez con más fuerza guiándola en su ritmo. Los murmullos de placer se mezclaban con el ritmo de sus cuerpos que entrelazados teñían el ambiente de una pasión irresistible. Dafne sentía un calor creciente en su vientre y una humedad entre sus piernas que no podía ignorar.

De repente, su padre se detuvo, apartando suavemente a su madre. Con un movimiento rápido y seguro, la posicionó de rodillas en la cama, colocándose detrás de ella. Dafne podía ver cómo su padre agarraba las caderas de su madre, sus dedos clavándose en su piel mientras se empujaba dentro de ella desde atrás. Los gemidos de su madre eran más intensos ahora, llenos de un deseo primitivo y urgente. La escena era cruda y erótica, y Dafne sintió cómo su cuerpo respondía con una intensidad igual.

El ritmo de su padre se volvía más rápido y más fuerte, sus caderas chocando contra los glúteos de su madre con un sonido húmedo y rítmico. Dafne observaba con fascinación cómo los glúteos de su madre, redondos y tonificados, se contraían y relajaban con cada embestida. Eran firmes, producto de las horas de entrenamiento en el gimnasio, y se movían con una gracia y poder que hipnotizaban. La piel de su madre estaba húmeda y luminosa creando un resplandor tentador. «Mamá tiene un culito muy bonito», pensó Dafne, sin entender completamente lo que veía, pero sintiendo una curiosidad creciente.

El cuerpo de su padre  se tensaban con cada movimiento, sus abdominales definidos brillando con sudor. Sus manos, fuertes y demandantes, exploraban cada curva de su madre, acariciando y apretando con una intensidad que hacía que el aire se cargara de electricidad. Los gemidos de su madre se volvieron más intensos, mezclándose con el sonido de la piel chocando contra la piel, creando una melodía de pasión, una hermosa melodía de imagen y sonidos, de piel y suspiros que capturaban la atención de Dafne, despertando en ella un deseo abrumador y una fascinación irresistible.

Dafne podía sentir cómo respondía su propio cuerpo, su respiración se volvía más rápida y superficial. La escena ante ella era una danza primitiva de deseo, donde cada movimiento, cada gemido, cada contacto estaba lleno de una intensidad ardiente. Su madre, con los ojos cerrados y la cabeza agachada, mordía la almohada con intensidad, su cuerpo moviéndose al compás de las embestidas de su padre. La visión de su madre, completamente entregada y llena de deseo, era hipnotizante.

Dafne observaba fascinada, cómo el rostro de su madre se contraía con cada embestida, sus labios se habrían mientras jadeaba en la almohada. Un destello de pensamiento cruzó su mente: «¿Qué se sentiría si papá me tuviera así?» La idea era tan intensa y prohibida que se arrepintió al instante, pero no pudo evitar imaginarse en el lugar de su madre, sintiendo la misma intensidad, el mismo éxtasis. La curiosidad y el anhelo se mezclaban en su interior, creando un torbellino de emociones que la dejaban sin aliento.

El ambiente en la habitación, cargado de una tensión palpable, hizo que Dafne, inocente y sin experiencia, observara con fascinación cómo los movimientos de su padre se regresaban más rápidos y urgentes. Sus embestidas se tornaban más profundas y desesperadas, mientras su madre, con los ojos cerrados y el cuerpo temblando, se aferraba a las sábanas con fuerza, sus nudillos blancos por la intensidad del momento. Cada gemido, cada suspiro, era una señal de que algo monumental estaba a punto de suceder.

El cuerpo de su madre se tensó en un último espasmo de éxtasis, y Dafne pudo ver cómo un líquido cálido y viscoso comenzaba a deslizarse por las piernas de su madre, creando un rastro brillante y tentador. Su padre, sin detenerse, continuó moviéndose con una urgencia renovada, sus caderas chocando contra los glúteos de su madre con un ritmo frenético. Los gemidos de su madre se convirtieron en gritos ahogados de placer, mientras su cuerpo se sacudía con las oleadas de su clímax. Dafne, con los ojos muy abiertos, observaba cómo el líquido se acumulaba en la sábana, creando una mancha oscura y tentadora. La escena era cruda y erótica, sintió cómo su propio cuerpo respondía con una intensidad igual.

Dafne observaba con fascinación, sin entender la magnitud de lo que estaba por ocurrir. De repente, algo sucedió. La escena se volvió aún más erótica, su madre con una sonrisa maliciosa, se dio la vuelta rápidamente, abriendo la boca y sacando la lengua para recibir el chorro. Con un gruñido gutural, su padre se liberó, su cuerpo temblando con la intensidad de su clímax ese líquido caliente y pegajoso cayó sobre su cara y sus pechos, resbalando por su piel sudorosa. La visión dejó a Dafne sin aliento, una mezcla de asombro y excitación la invadió. «Se debe sentir raro tener eso encima, ¿qué sabor tendrá?» Pensó, con una voz inocente y curiosa, viendo como su madre tragaba lo que tenía en la boca, sin comprender, pero intrigada por la intensidad de la escena. La expresión de satisfacción en el rostro de su madre y el extasis del momento dejaron a Dafne con un deseo palpitante, un anhelo de experimentar esa misma intensidad y liberación. El padre, con los ojos en blanco y el rostro contorsionado en una mueca de éxtasis, continuó liberando su carga sobre su esposa. El líquido espeso se derramaba sobre su cuerpo, mezclándose con el sudor y creando un brillo viscoso. La madre, jadeando y gimiendo, disfrutaba cada gota, saboreando ese néctar cálido en su lengua. Sus ojos, llenos de deseo y satisfacción, brillaban con una intensidad que hipnotizaba a Dafne. La visión de su madre, marcada por ese nectar blanco y satisfecha, dejó a Dafne con un deseo palpitante, un anhelo de experimentar esa misma intensidad y liberación. La escena era primitiva y erótica, y Dafne sintió una mezcla de asombro y excitación, sin comprender completamente lo que veía, pero intrigada por la intensidad de la escena

Finalmente, sus padres se desplomaron en la cama, sus cuerpos entrelazados en un abrazo sudoroso, respirando pesadamente después de la pasión desenfrenada. Dafne, con el corazón martillando en su pecho, cerró la puerta con un suave clic. Al hacerlo, se quedó unos segundos pensativa, sintiendo el latido de su propio corazón resonar en sus oídos. Las imágenes que había presenciado aún bailaban ante sus ojos, creando un torbellino de emociones en su interior. La mezcla de asombro, curiosidad y un deseo palpitante la dejaba sin aliento. Olvidó por completo que había bajado por un vaso de agua, su cuerpo guiado por una curiosidad insaciable que la impulsaba a explorar más allá de los límites de su inocencia.

De vuelta en su habitación, casi sin pensarlo se quitó su camiseta, sentía mucho calor y aunque sus “tíos” dijeron que era normal era casi insoportable. Se dejó caer sobre la cama, su piel ardiendo con una mezcla de vergüenza y excitación. Las imágenes de sus padres, sus cuerpos desnudos y entrelazados, los sonidos de sus gemidos y jadeos, resonaban en su mente como una sinfonía prohibida. Sentía un pulso entre sus piernas, una necesidad urgente de explorar ese nuevo y misterioso territorio.

«Es como un juego especial», pensó, su voz interior temblando con asombro y curiosidad. «Un juego que hace que papá y mamá se sientan tan bien juntos.» Sus manos, movidas por una fuerza invisible, comenzaron a recorrer su cuerpo, buscando respuestas a las preguntas que ardían en su interior. Cada caricia, cada toque, era una exploración de un mundo desconocido, un mundo de placer y descubrimiento.

Dafne cerró los ojos, imaginando las manos de sus padres en su lugar, guiándola a través de un laberinto de sensaciones. Su respiración se volvió más rápida, más profunda, mientras sus dedos bailaban sobre su piel, explorando cada rincón de su cuerpo. La excitación crecía dentro de ella, una ola de calor que la consumía por completo.

En ese momento, Dafne se dio cuenta de que había cruzado una línea, que había entrado en un mundo de deseo y placer del que no había vuelta atrás. Y aunque era joven y estaba llena de dudas, también estaba llena de una curiosidad insaciable, una necesidad de explorar y entender ese misterioso y poderoso juego de los adultos.

Las imágenes de sus padres, entrelazadas en el éxtasis, aún bailaban en su mente, despertando en ella un deseo desconocido. Con manos temblorosas, siguió acariciando su cuerpo, sintiendo la suavidad de su piel y la firmeza de sus músculos, como si cada toque fuera de una exploración de un nuevo trerritorio.

Sus pezones, ya endurecidos, se erizaron aún más bajo su toque, imaginando que mamá la recorría con besos y papá con sus manos, enviando ondas de placer a través de su cuerpo. Se tomó un momento para explorar, trazando círculos suaves alrededor de sus pechos, sintiendo cómo su respiración se volvía más rápida y superficial. Cada inhalación era un susurro de deseo, cada exhalación un eco de su creciente excitación.

El olor de su propio deseo llenaba sus fosas nasales, una mezcla de dulce y salado que la intrigaba y la atraía. «Es como si mi cuerpo estuviera haciendo magia», pensó, maravillada por las sensaciones que la recorrían. Sus dedos, ahora más audaces, bajaron lentamente por su vientre, rozando suavemente la línea de su ropa interior. La tela, empapada por su deseo, ofrecía una barrera casi insoportable.

Dafne, con una mezcla de curiosidad y anhelo, deslizó sus dedos debajo de la tela, encontrando su centro caliente y palpitante. La primera sensación de la invasión fue la humedad, pero al explorar más, descubrió que estaba más mojada de lo que había imaginado. Cada toque era una revelación, una explosión de sensaciones que la dejaban sin aliento. Sus caderas comenzaron a moverse rítmicamente, siguiendo el compás de su propia exploración, mientras su mente se llenaba de imágenes de la pasión que acababa de presenciar.

El placer crecía, envolviéndola en una marea de emociones que amenazaba con consumirla. Cada caricia, cada roce, la acercaba más a un precipicio de emociones nuevas, llenas de felicidad y un mareo de placer. Su mente, aunque joven, estaba llena de imágenes y deseos, cada uno más vivo y vibrante que el anterior. Los pechos de su madre, firmes y tentadores, y el miembro de su padre, poderoso y erecto, llenaban su imaginación. Visualizaba las manos recorriendo su cuerpo, explorando cada curva con una intensidad que la dejaba sin aliento. La piel sudorosa, el olor que llenaba el dormitorio de sus padres y que aún parecía sentir en su nariz, se mezclaba con su propio olor, a veces dulce, otras salado, un aroma de sudor y calor corporal que se unía al éxtasis de sus recuerdos.

En la intimidad de su habitación, Dafne se imaginaba retozando entre sus padres, sintiendo sus manos y sus labios en cada rincón de su ser. Veía a su madre acariciando su cabello, susurrándole palabras de deseo, mientras su padre, con una mirada intensa, exploraba su cuerpo con dedos expertos. La visión de ellos atendiéndola, tocándola, la llenaba de un anhelo insaciable. Cada imagen era más ardiente que la anterior, llevándola a un mundo de sensaciones que la dejaban maravillada y deseando más.

Sus dedos, ahora empapados de su propia humedad, se movían con una destreza inesperada, explorando cada pliegue y cada rincón de su intimidad. El clítoris, sensible y palpitante, recibía cada caricia con un espasmo de placer. Dafne, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, se entregaba completamente a las sensaciones, permitiendo que el deseo la guiara. La humedad entre sus piernas era intensa, casi embriagadora, y cada roce de sus dedos enviaba oleadas de éxtasis a través de su cuerpo.

El ritmo de su respiración se aceleraba, cada jadeo era un eco de su creciente excitación. Sus piernas, temblorosas, se abrieron más, dándole acceso total a su centro. Los dedos, ahora dos, se deslizaban dentro de ella, imitando el movimiento de sus padres, llenándola de una manera que la hacía gemir de placer. Cada empuje era más profundo, más intenso, llevándola al borde del abismo. Podía sentir cómo sus músculos internos se contraían alrededor de sus dedos, apretando con una urgencia que la dejaba sin aliento.

El éxtasis, cercano y abrumador, la envolvía por completo. Cada músculo de su cuerpo se tensaba, preparándose para la liberación. La piel de Dafne, perlada de sudor, resaltaba la hermosura de su pequeño cuerpo creando una imagen tentadora que capturaba la luz de la habitación. Cada gota de sudor, como diminutas perlas, se deslizaba lentamente por su cuello, entre sus pequeños pechos, y más abajo, siguiendo el camino de sus dedos exploradores. Su respiración acelerada y entrecortada elevaba y bajaba su pecho, haciendo que sus jóvenes senos, ahora más sensibles, se movieran suavemente al ritmo de su respiración agregando una capa más de sensaciones eróticas.

La humedad en su entrepierna se intensificaba, mezclándose con el sudor, creando una fragancia íntima y embriagadora que llenaba el aire, envolviéndola en un velo de deseo. Sus pechos, sensibles se movían cada ves mas rápido debido a su respiración, haciendo en su interior un nudo de sensaciones. El momento de liberación estaba a punto de llegar, y ella se aferraba a cada segundo, saboreando la intensidad del instante, estaba a punto de experimentar un placer como nunca antes había sentido. Cada fibra de su ser estaba en tensión, su cuerpo anticipaba la explosión de sensaciones que estaban por venir. Su mente y su cuerpo se unían en una sinfonía de deseo, donde cada caricia y cada movimiento la acercaban más a ese punto desconocido que parecía que la dejaba sin aliento.

«Ahora entiendo por qué papá y mamá hacen eso,» pensó, su voz interior llena de asombro. «Es como un juego que hace que los adultos se sientan muy bien». A medida que sus caricias se volvían más intensas, Su respiración se volvió más rápida y entrecortada, podía sentir su corazón latiendo con fuerza en su pecho, como si fuera a escapar. «Es como si mi cuerpo estuviera en llamas», pensó, sus ojos cerrados con fuerza mientras se dejaba llevar por las sensaciones. “No sabía que tocarme se sentía tan rico… Me gusta. No quiero detenerme. Qué felicidad.”

El momento de liberación llegó en una ráfaga de sensaciones, haciendo que su cuerpo se tensara y luego se relajara en oleadas de placer. Sus dedos, aún dentro de ella, sentían cómo su vagina se contraía y se expandía, creando una sensación de pulsación y calor que la dejaba sin aliento. «Es como si mi vaginita estuviera bailando», pensó, maravillada por la intensidad de lo que sentía, notando el fluido cálido que salía de su interior, chocando con sus dedos. Ahora entendía el fluido cálido que corría por las piernas de su madre, el mismo que ahora sentía en su propio cuerpo. Sus músculos se tensaban y se relajaban rítmicamente, y podía sentir cómo cada fibra de su ser vibraba con la intensidad del éxtasis. El placer era tan abrumador que casi la cegaba, llevándola a un lugar donde solo existían ella y esas sensaciones devastadoras.

Dafne tumbada, su cuerpo temblando ligeramente con las últimas ondas de sensaciones. Una sonrisa de satisfacción y asombro se dibujó en su rostro. «Ahora entiendo», pensó, con una mezcla de asombro y orgullo. «Entiendo lo que sienten. Y es mágico.»

Sus labios se curvaron en una sonrisa pícara, mientras llevaba sus dedos a la boca para saborear esa delicia de jugos internos, jugando con su lengua sobre esos dedos mojados por el éxtasis, mientras recordaba la escena que había presenciado. La visión de sus padres entrelazados, sus cuerpos moviéndose en un ritmo primario, había encendido algo en ella. Ahora, al explorar su propio cuerpo, sentía una conexión profunda con el deseo y la pasión que había observado.

Mientras yacía allí, Dafne se dio cuenta de que su vida había cambiado para siempre. Las experiencias esa noche la habían llevado a un nuevo nivel de conciencia y entendimiento de sí misma y de los demás.

61 Lecturas/16 julio, 2025/0 Comentarios/por Dafnw
Etiquetas: culito, joven, madre, metro, padre, recuerdos, sexo, vagina
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