Segundas Oportunidades (Mujer x Niño)
Un niño conoce a una mujer sin hogar y le muestra su generosidad. La mujer decide… devolverle al niño su generosidad..
Creé una nueva cuenta. Mi cuenta anterior era «ShotaCuentos». Volveré a subir los cuentos anteriores y los haré más largos. Mis cuentos se basan en las relaciones tabú entre mujeres adultas y niños jóvencitos. Si te gustan este tipo de cuentos, ¡sigue leyendo! Si tienes alguna sugerencia o idea para un cuento, házmelo saber en los comentarios.
«No Matías. No interactúes con las personas sin hogar», dijo Elena, la madre de Matías, mientras el niño le entregaba diez dólares a la mujer que mendigaba. La mujer agradeció a Matías mientras él y su mamá caminaban por la acera hacia su auto. Matías era un niño de once años muy amable, y ver a estas personas durmiendo afuera por las noches, sin un hogar adonde ir, le hizo sentir pena por ellos, especialmente por la mujer a la que le había dado dinero. Matías miró hacia atrás y vio a la mujer despidiéndose con la mano mientras sonreía, y Matías hizo lo mismo. El viaje de regreso a la mansión tomó diez minutos, y cuando llegaron, Elena había regañado a Matías por lo que había hecho y lo había mandado a dormir para que pensara en lo que había hecho.
En su camita, Matías, que tenía lágrimas en los ojitos, se preguntaba qué había exactamente de malo en ayudar a las personas necesitadas. Matías pensó en la mujer a la que había ayudado y imagino su sonrisa; le ayudó a dejar de llorar y le facilitó conciliar el sueño. Al día siguiente, Matías se despertó alrededor de las ocho de la mañana y se bajó de la camita para ir a la cocina. Las criadas Victoria e Isabella, ambas mujeres de unos cincuenta y tantos años, estaban preparando el desayuno favorito de Matías: huevos revueltos con pan y mantequilla. Cuando los huevos terminaron de cocinarse, Isabella preparó el plato y saludó a Matías mientras se sentaba a la mesa.
«Matías, tu mamá tuvo que reservar un vuelo a Colombia anoche. Ya sabes lo ocupada que está con el trabajo, y su jefe quería que se reuniera con algunos clientes en Bogotá. Tu mamá debería regresar pronto, pero mientras tanto, si necesitas algo, házmelo saber a Isabella o a mí», dijo Isabella mientras colocaba el plato frente a Matías. Matías suspiró y dio un mordisco a los huevos revueltos mientras Victoria le servía un vaso de jugo de naranja recién exprimido, del cual él con entusiasmo tomó un sorbo. Matías disfrutó de su desayuno y al levantarse le dijo a Isabella que iba a salir a andar en bicicleta. Isabella le dijo a Matías que tuviera cuidado y que no volviera tarde, y una vez que Matías le aseguró a Isabella que volvería temprano, se puso los zapatos y se fue.
Afuera, Matías montó su bicicleta, pedaleando hacia el camino de entrada y decidió visitar la tienda de conveniencia a la que su mamá lo había llevado la noche anterior. Matías tardó quince minutos en llegar y cuando llegó entró a buscar unos bocadillos para comprar. Matías eligió una variedad de papas fritas y dulces, y después de pagarle al cajero, Matías escuchó gritos afuera. El cajero embolsó los bocadillos de Matías y cuando Matías se fue, vio a la misma mujer de anoche siendo empujada al pavimento por un hombre desaliñado que había tomado la bicicleta y se había ido con ella.
«Lo siento mucho, cariño. Intenté detenerlo, pero estoy demasiada débil. Odio que te haya robado la bicicleta», dijo la mujer mientras se levantaba con cuidado de la acera. El cabello negro de la mujer era largo y enmarañado, y vestía pantalones deportivos grises con agujeros. También llevaba una camisa amarilla sucia, larga y holgada, que también tenía rasgaduras y agujeros.
«Siempre puedo conseguir uno nuevo», dijo Matías mientras hacía todo lo posible por contener las lágrimas, pero no lo logró. Matías se puso a llorar y la mujer se arrodilló frente a el y lo abrazó. La mujer secó las lágrimas de Matías e hizo lo mejor que pudo para calmar el llanto del niño, y después de unos momentos, Matías se había calmado. La mujer sonrió y se levantó, y Matías empezó a darse cuenta de que la mujer era muy alta, joven, tal vez diez años mayor que él, y amable.
«Mi nombre es Jenny, y gracias por darme esos diez dólares anoche. ¡Eso fue muy amable de tu parte! ¿Dónde vives? Tus padres deben estar preocupados por ti», dijo la mujer llamada Jenny mientras le sonreía a Matías.
«Yo eh… vivo umm, eh ¿quieres… quieres ir conmigo? ¿Puedo pedirle a Isabella que nos cocine?» Matías le preguntó a Jenny. Jenny no pudo encontrar palabras para decir más que agradecer al jovencito por su gratitud. Jenny aceptó la oferta de Matías y los dos emprendieron la larga caminata de regreso a la mansión. Treinta minutos después, Matías y Jenny estaban en la puerta principal de la mansión y los saluda Isabella.
«¿Quién es ella Matías? ¡Qué estás haciendo con el hijo de mi jefe, vagabunda asquerosa!» Isabella gritó mientras intentaba golpear a Jenny con una escoba. Matías atrapó la escoba a tiempo antes de que golpeara a Jenny en la cabeza y Matías comenzó a explicarle a la furiosa criada.
«¡Isabella! ¡No! ¡No le hagas eso! Ella es Jenny, no es mala persona. De hecho, hoy me salvó de alguien que me robó la bicicleta. ¡Tuvimos que caminar hasta aquí!» dijo Matías desesperado, y se le ocurrió decir la mentirita que no se alejaba mucho de la verdad. Isabella se calmó mientras colocaba la escoba a su lado.
«E-entonces, ¿salvaste a Matías de alguien que le había robado su bicicleta?» Isabella le preguntó a Jenny con sospecha. Isabella miró a Jenny de pies a cabeza y supuso que Jenny no tenía hogar.
«Sí, señora. Matias es tan amable que no merecía que le robaran la bicicleta hoy», dijo Jenny mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Isabella se dio cuenta y comenzó a tener lástima de Jenny, y al instante se arrepintió de su comportamiento hacia ella.
«Te creo. Lamento haber intentado golpearte con mi escoba», dijo Isabella mientras miraba a Matías avergonzada. Matías suspiró y sacudió la cabezita.
«Isabella, ¿cocinarías algo para Jenny y para mí? Quería agradecerle hoy por lo que hizo», preguntó Matías a la criada. Isabella se tomó unos momentos para pensar antes de darle una respuesta al niño y, después de unos momentos, tomó una decisión.
«Prepararé la cena para ustedes dos, pero la señorita Jenny necesitará un baño y algo de ropa antes de unirse a la mesa, Matías», dijo Isabella mientras le guiñaba un ojo a Jenny con una sonrisa. Matías abrazó y agradeció a Isabella y entró a la mansión, y Jenny, nuevamente, no pudo encontrar las palabras para decir, eligiendo simplemente y genuinamente agradecer a Isabella por su amabilidad. Jenny siguió a Isabella, y Victoria pronto se unió a las dos mientras se dirigían hacia el salón de belleza de la mansión. Una vez fuera de la habitación, Isabella le mostró a Jenny la ducha y le dijo que se duchara primero y que se reunirían con ella adentro cuando terminara. Jenny le agradeció a Isabella y sonrió mientras cerraba la puerta.
Despues, Jenny se desnudó rápidamente y entró apresuradamente en la ducha y abrió el agua, sintiendo una inmensa satisfacción cuando el agua tibia le salpicó el cuerpo. Jenny no se había bañado en casi un año, y se bañó y lloró al mismo tiempo, agradeciendo a Dios por poner a Matías en su camino. En la pared de azulejos de la ducha, Jenny encontró crema de afeitar y se exprimió una buena cantidad en la palma de la mano. Jenny se enjabonó las largas piernas, las axilas y el coño con la crema de afeitar, y luego agarró la navaja de afeitar que estaba al lado de la crema. Después de que Jenny se afeitó, se sintió extremadamente emocionada al sentir su piel suave nuevamente, y para completar su ducha, enjabonó su largo cabello con champú, lo lavó y luego lo acondicionó.
«Ya pueden entrar ahora», gritó Jenny media hora más tarde mientras salía de la ducha con una bata de baño que colgaba junto al lavabo. Isabella y Victoria entraron, seguidas por una tercera persona, una mujer más joven, aproximadamente de la misma edad que Jenny.
«¡Guau! ¡Qué diferencia hace una ducha! Jenny, le pedimos a una amiga nuestra, María, que se uniera a nosotras para tu cambio de imagen hoy. Ella hace las uñas, el cabello y el maquillaje, y sé que te encantará lo que puede hacer para ti hoy!» dijo Isabella y Jenny saltó de emoción. Las tres mujeres sonrieron ante el entusiasmo de Jenny y todas caminaron hacia la sección de sillas de spa y pedicura de la habitación.
«Jenny, ¿cuáles son tus medidas? Hablé con Isabella y hemos decidido que te compraremos ropa y zapatos nuevos», dijo Victoria mientras Jenny se sentaba en la silla de pedicura y mojaba sus pies en la tina de agua de la silla.
«¡Están haciendo tanto por mí que me hace sentir tan culpable! Pero, si insisten, mi cintura es veinticinco, mis caderas treinta y siete. Sé que mi busto es talla treinta y ocho, pero mi sujetador, la talla es cuarenta y dos DD. Y uso zapatos talla siete. Perdí algo de peso estos meses debido a que no tengo hogar, ¡pero con suerte debería tener esas mismas medidas!» dijo Jenny mientras pasaba las manos desde sus pechos hasta su cintura. Victoria escribió las medidas en su teléfono y les informó a las mujeres en la habitación que regresaría en una o dos horas.
«¡Bien! ¡Empecemos entonces! Creo que primero nos centraremos en tus uñas. Traje un montón de colores conmigo. ¡Déjame mostrarte y tú dime qué color te gustaría!» dijo María mientras se acercaba a un gran estuche de maquillaje enrollable y lo hacía rodar junto a Jenny. María abrió el compartimento superior y dentro había cientos de botellas de esmalte de uñas. Jenny se tomó su tiempo y finalmente se decidió por un color rojo.
«Este color es tan bonito y clásico. ¡Hagamos este!» dijo Jenny mientras María tomaba la pequeña botella de esmalte de uñas que Jenny eligió y la dejaba a un lado. María comenzó la pedicura y cuando terminó, los pies de Jenny estaban limpios, hermosos, suaves y sus uñas estaban pintadas del color rojo que ella había elegido. María hizo lo mismo con las manos de Jenny, y después de la manicura y pedicura, lo único que le quedaba a María era trabajar en el cabello y maquillaje de Jenny. Jenny se levantó de la silla del spa, deslizó con cuidado sus pies en un par de pantuflas y caminó hacia los grandes espejos que había en la habitación. Jenny se sentó en una silla frente al espejo y María se paró detrás de ella.
«Ahora, veamos qué podemos hacer con tu cabello. Te lo lavaré por segunda vez. Hmm, tienes las puntas abiertas, así que lo arreglaré también». ¡Después te haré un secador y te daré forma a las cejas!» dijo María y Jenny aplaudió suavemente con entusiasmo. Media hora más tarde, Victoria regresó y dejó varias bolsas en una mesa.
«¡Estas bolsas son tan pesadas! ¡Jenny, te ves tan hermosa! ¡Guau! ¿No se ve hermosa, Isabella? ¡Es como si fuera una mujer diferente!» Victoria dijo asombrada. El cabello de Jenny estaba perfectamente peinado, sus cejas remodeladas y su maquillaje recién hecho.
«¡Sí! ¡Muy hermosa! ¿Eras modelo antes de quedarte sin hogar, Jenny?» preguntó Isabella.
«¡Jaja no! Yo era maestra de escuela primaria. Me quedé sin hogar y perdí mi trabajo debido a un divorcio. No tengo familia, así que ha sido difícil. Todo esto sucedió hace casi un año», dijo Jenny, un ceño se formó en su rostro. Las mujeres en la sala también fruncieron el ceño e Isabella tenía algo que animaría a Jenny.
«Jenny, después de hoy, no dejaremos que te quedes sin hogar. Esta mansión es parte de un complejo de muchos edificios. La mansión es el primer edificio, pero también hay tres casas de huéspedes. Victoria y yo, tenemos nuestra propia casita de huéspedes, pero la tercera lleva años desocupada y nadie le presta atención, y si quieres, puedes quedarte a vivir en ella hasta que puedas recuperarte. ¿Qué opinas?» dijo Isabella.
Jenny tenía lágrimas en los ojos y lloraba incontrolablemente.
«¡E-esto es un mi-milagro! ¡G-gracias a Dios! Les prometo que no me quedaré mucho tiempo. ¡Esto me ayudará a recuperar mi vida! ¡Gracias!» dijo Jenny entre lágrimas mientras abrazaba a cada una de las mujeres.
«Arruinaste tu maquillaje, hermosa. ¡Ahora tengo que arreglarlo por ti!» María dijo mientras todos se reían. Había pasado una hora y el cambio de imagen de Jenny estaba completo.
«¿Terminaron ahí? Tengo mucha hambre, Isabella. Ya son las cuatro de la tarde», dijo Matías mientras tocaba suavemente la puerta del salón de belleza. De repente, la puerta se abrió y Isabella fue la primera en salir.
«Sí, ya terminamos, Matías. Lamento mucho que tomamos tanto tiempo, ¡pero pronto podré comenzar la cena!» dijo Isabella cuando Victoria y María salieron.
«Bueno, es hora de que me vaya. ¡Mi marido me va a matar! Yo también necesito empezar su cena. ¡Hasta la próxima, señoras!» dijo María mientras intercambiaba abrazos y besos con Isabella y Victoria. Matías se quedó impaciente junto a la puerta con las criadas.
«¿Dónde está Jenny? ¿Por qué se está tomando tan-» dijo Matías, sin poder terminar la frase. Los sonidos de tacones altos haciendo clic en el piso de la sala de spa llegaron a sus oídos jovencitos y frente a él estaba una mujer que no reconoció. Los ojitos de Matías fueron desde los pies de la mujer hasta su cabeza, e hizo que algo se agitara en sus pantalones. Jenny llevaba un vestido gris ajustado y sin tirantes que dejaba ver sus largas piernas y un par de tacones altos abiertos de color dorado con correas en los tobillos. Jenny se sintió aliviada y satisfecha de que Matías aprobara su cambio de imagen y comenzó a sonrojarse.
«¿E-eres Je-Jenny?» preguntó Matías mientras seguía admirando a Jenny, con la boca abierta de asombro.
«¡Sí! Y te prometo que te devolveré los diez dólares que me diste anoche», dijo Jenny para asegurarle que ella era, en efecto, Jenny; la mujer a la que le había regalado los diez dólares.
«Matías, ¿dónde están tus modales? Es de mala educación mirar a las mujeres así. Lo siento mucho, Jenny», dijo Isabella mientras regañaba a Matías.
«¡Está bien, Isabella! Es un niño curioso y en crecimiento», dijo Jenny mientras calmaba suavemente la cabezita de Matías. Matías comenzó a sonrojarse, lo que provocó que Jenny se riera.
«Bueno, ¡creo que es hora de que empecemos a cocinar! Vayamos todos a la cocina», dijo Victoria. Mientras caminaban, Matías siguió a Jenny y no pudo evitar mirar la forma en que ella movía su cuerpo. Matías admiraba el trasero regordete de Jenny y sus largas piernas, y mientras Matías miraba fijamente, no se dio cuenta de que ella le devolvía la mirada. Jenny se aclaró la garganta y Matías de repente levantó la vista y se encontró con la mirada de ella. Jenny sonrió y le guiñó un ojo antes de volver a centrar su atención en Isabella. Cuando llegaron a la cocina, Victoria e Isabella comenzaron a reunir ollas, sartenes e ingredientes, mientras Jenny caminaba hacia la sala de estar al lado de la cocina y se sentaba en un sofá. Matías la siguió y se sentó en el sofá frente a ella para poder seguir admirandola. Jenny se dio cuenta de que estaba teniendo un efecto en el jovencito y sintió curiosidad.
«Matías, ven aquí y siéntate a mi lado, cariño», dijo Jenny mientras daba palmaditas en el sofá. Matías caminó nerviosamente hacia Jenny y se sentó en el lugar que ella le había dado unas palmaditas. Jenny le dedicó una sonrisa y Matías supo entonces que era Jenny. Matías no podía olvidar la sonrisa que lo había ayudado a conciliar el sueño anoche.
«¿Cuántos años tienes, Matías?» preguntó Jenny, queriendo conocer más al jovencito.
«¿Yo? Yo eh, tengo once», tartamudeó Matías mientras hacía todo lo posible por no mirar los muslos de Jenny. Jenny notó que el niño no podía dejar de mirarle las piernas y, para provocar aún más a Matías, se acercó a él de modo que su muslo derecho tocó el suyo.
«¿Y tienes novia, Matías? ¡Estoy segura de que un jovencito lindo como tú tiene muchas!» dijo Jenny mientras le hacía cosquillas a Matías, haciendo que el niño se riera y se retorciera incontrolablemente. Jenny se rió con Matías y continuó haciéndole cosquillas, y mientras él intentaba alejar suavemente las manos de Jenny, su manita izquierda rozó el muslo de Jenny, lo que hizo que él y ella se detuvieran. Matías se sonrojó y Jenny solo sonrió. Los dos continuaron hablando durante más de una hora, y Matías poco a poco comenzó a abrirse a Jenny, riéndose con ella, incluso haciéndola sonreír y reír. Matías ya no era reservado y tímido con ella, y eso a ella le gustaba. La cocina empezaba a tener aroma a carne y los estómagos de Jenny y Matías gruñían al mismo tiempo. Ambos se rieron y, mientras Matías miraba fijamente su estómago gruñendo, sus ojitos volvieron a bajar a las piernas de Jenny. Jenny sonrió y se subió el vestido para darle una mejor vista de sus largas y definidas piernas. De repente, Jenny se sintió sexy y deseada, un sentimiento que había perdido hacía mucho tiempo. Jenny había construido suficiente confianza en el tiempo que pasaron hablando y lo arriesgó todo en ese momento cuando le hizo una pregunta a Matías.
«¿Quieres… quieres… tocar mis piernas, Matías?» susurró Jenny, esperando que Matías dijera que sí. Matías vaciló y pensó por un momento. Jenny sabía que lo que estaba pidiendo estaba mal, y la idea de que estaba dispuesta a dejar que este jovencito la tocara la asustaba. Pero este niño era diferente. Este niño le salvó la vida y le mostró una generosidad que nadie más le había mostrado antes. Muchas cosas pasaban por su mente. Sintió una oleada de emociones, tanto buenas como malas. Jenny quería desesperadamente educarlo sobre cómo él todavía era demasiado niño para mirarla asi a su edad, pero por otro lado, el aspecto prohibido de lo que le preguntó al niño la excitaba. Pensar que un niño de su edad la tocaría. De repente, Matias finalmente cedió a su curiosidad, y dio su respuesta.
«¿Puedo… realmente tocarte, Je-Jenny?» preguntó Matías vacilante a la ahora emocionada mujer de veinticuatro años. Todo lo que Jenny pudo hacer fue asentir con la cabeza y Matías, nervioso, levantó el brazo y colocó su manita suavemente sobre el muslo de ella. Jenny sintió un shock recorrer su cuerpo y exhaló suavemente cuando el peladito comenzó a sentir su muslo arriba y abajo. Matías podía sentir su penecito endurecerse y se sentía más audaz. Matías pasó su manita por la pantorrilla de Jenny y justo cuando Matías estaba a punto de alcanzar el tobillo de ella, Isabella anunció que la cena estaba lista, sorprendiéndolos a ambos. Matías dejó escapar un suspiro molesto mientras se levantaba del sofá. Jenny, sin estar segura de por qué se permitió ceder a la tentación tan fácilmente, se aclaró la garganta y miró hacia otro lado, sintiéndose un poco decepcionada al levantarse también del sofá. Sus sentimientos de decepción se desvanecieron rápidamente cuando vieron los platos sobre la mesa. En sus platos había filetes de ternera con costra de sal y pimienta, guarniciones de puré de papas y espárragos. Matías y Jenny se sentaron y se miraron emocionados.
«¡Disfrúten!» dijo Isabella mientras Victoria le servía a Jenny una copa de vino. Luego, Victoria le dio a Matías un refresco y ella e Isabella se fueron, dejando a Matías y Jenny disfrutando de su cena. Los dos continuaron conociéndose, conversando mientras disfrutaban de la comida. Una vez que terminaron, las criadas volvieron a entrar a la cocina.
«¿Lo disfrutaron?» preguntó Isabella mientras tomaba ambos platos en su mano mientras Victoria tomaba sus dos vasos.
«¡Un montón! No he tenido el placer de comer bistec desde hace tiempo. Estaba delicioso. ¡Gracias a los dos!» Jenny les dijo a Isabella y Victoria.
«Gracias Isabella y Victoria. ¡Estuvo realmente rico! Ya vuelvo. Necesito usar el baño», dijo Matías apresuradamente mientras corría hacia el baño más cercano a él. Jenny notó que Matias había dejado su teléfono sobre la mesa, y cuando Isabella y Victoria fueron a lavar los platos, Jenny tomó el teléfono de Matías. Jenny abrió una aplicación para tomar notas y escribió un mensaje para Matías:
«Realmente disfruté nuestras conversaciones y cena contigo hoy, y aunque eres tan jovencito, curioso y lindo, ¡realmente quiero conocerte más! Isabella dijo que podía quedarme en la casa de huéspedes vacía hasta que pudiera conseguir un trabajo. ¿Nos vemos en la casa de huéspedes más tarde, esta noche? ¡Quiero… darte las gracias por lo de anoche! – Jenny»
Jenny sabía que el momento en que le había preguntado a Matías si quería tocarle la pierna la iba a llevar a cruzar una línea que juró no volver a cruzar. La última vez que cruzó esa línea, Jenny perdió su matrimonio, su carrera y su hogar porque era adicta a algo prohibido: era adicta a los niños. El ex-marido de Jenny, Juan Emilio, había descubierto su oscuro secreto cuando Jenny comenzó a tener sexo virtual con sus alumnitos a través de cámara web durante la pandemia de COVID-19. Juan Emilio había sorprendido a Jenny masturbándose frente a su computadora y, como Juan Emilio había crecido con Jenny, no la denunció a las autoridades, sino que se divorció de ella y la desalojó de su casa. Jenny dejó el teléfono de Matías sobre la mesa del comedor y se dirigió a Isabella.
«Isabella, estoy empezando a sentir un poco de sueño. Creo que estoy lista para dormir», dijo Jenny mientras Isabella buscaba en su bolsillo. Isabella sacó un juego de llaves y le entregó a Jenny una llave de latón con el número cuatro grabado.
«Entiendo, Jenny, y toma esto. Esta es la llave de la casa de huéspedes vacía. Es muy fácil de encontrar, simplemente sal por esta puerta y sigue el camino adoquinado que tiene el letrero con el número cuatro. Eso te llevará a la casa», dijo Isabella, sonriendo.
«Gracias, Isabella. Muchas gracias por tu generosidad. Espero que tengas una buena noche. Y a ti Victoria lo mismo», dijo Jenny mientras abrazaba a las mujeres mayores. Isabella calmó la espalda de Jenny y después de unos momentos rompió el abrazo.
«De nada. Victoria ya trajo tu ropa y zapatos nuevos a la casa de huéspedes. Mañana haré que Antonio, el conductor de la limusina, te lleve a un reclutador de empleo en la ciudad. Buenas noches, hermosa», dijo Isabella mientras continuó lavando los platos. Jenny caminó hacia la puerta del patio y, a unos metros de distancia, notó tres caminos adoquinados y rápidamente encontró el que tenía un número cuatro pintado en un letrero de madera. Jenny cerró la puerta del patio detrás de ella y comenzó a caminar hacia el camino adoquinado.
En la cocina, Matías salió del baño y caminó de regreso a la cocina y notó que Isabella y Victoria estaban limpiando los platos, sin señales de Jenny por ningún lado. Matías tomó su teléfono de la mesa del comedor y lo guardó en su bolsillo.
«¿Dónde está Jenny?» Matías preguntó decepcionado. Victoria sonrió y colocó un plato seco sobre la encimera.
«Ella ya se fue a dormir, Matías. Y tú también deberías irte a la cama, jovencito. Ya son las ocho de la Noche y mañana tienes escuela», dijo Isabella, empujándo suavemente a Matias hacia el pasillo de su dormitorio.
«¡Pero es demasiado pronto!» se quejó Matías.
«¡Ahora, jovencito! ¡Es hora de acostarse!» Isabella dijo y Matías supo que era imposible defenderse. Matías arrastró los piesitos y caminó hacia su dormitorio, y cuando Matías entró, se arrojó sobre su camita y sacó su teléfono. Cuando encendió la pantalla del teléfono, lo primero que vio fue su aplicación para tomar notas. Matías leyó el mensaje que Jenny le había escrito y cuando terminó de leerlo, Matías se preguntó qué quiso decir Jenny con «quiero darte las gracias por lo de anoche». Muchas cosas pasaban por su mente jovencita, y Matías estaba emocionado, ansioso e impaciente ya que Victoria e Isabella normalmente terminaban sus tareas domésticas alrededor de la medianoche, que era en cuatro horas. Matías decidió matar el tiempo viendo una lista de reproducción de videos porno que tenía guardada en su teléfono.
Mientras tanto, afuera, bajo el cielo negro y sin estrellas, Jenny insertó la llave de la casa de huéspedes y entró. La casa tenía de todo: baño, cocina, salón y dormitorio, todo amueblado. Jenny se quitó los tacones altos e inmediatamente caminó hacia la mesa de café en la sala de estar y recogió las bolsas que estaban encima. En una bolsa encontró ropa casual compuesta por leggings, camisas, pantalones de mezclilla y en otra bolsa encontró vestidos, faldas y blusas. Los otros dos bolsos eran más interesantes, ya que contenían ropa de dormir, lencería con todo tipo de sujetadores, bragas, tangas, medias de muchos colores y ligueros.
Los últimos artículos sobre la mesa fueron unas seis cajas de zapatos. Una de las cajas de zapatos estaba vacía ya que pertenecía al par de tacones altos que Jenny acababa de quitarse. Había un par de zapatos para correr, un par de zapatos planos y tres pares de tacón alto que le encantaban. Jenny tenía todo lo que necesitaría para entrevistas, salir y, lo más importante, tener relaciones sexuales. Jenny sonrió, sacó algunos artículos de las bolsas y los dejó a un lado. Jenny sacó un sujetador de encaje negro, una tanga de encaje negro, medias negras y un liguero. De los tres zapatos de tacón alto, Jenny eligió un hermoso par de tacones negros abiertos con tiras en los tobillos. Jenny también encontró una bata de baño rosa suave y la colocó encima del montón de lencería que había elegido para Matías.
«A Matías le gustará que use esto para él, ¿o sería demasiado?» pensó Jenny. Jenny solo había tenido sexo virtual con niños pequeñitos en el pasado, y Matías sería el primer niño al que Jenny llevaría a la cama. Jenny se preguntó si la mente jovencita de Matias sería capaz de contener el placer que sentiría al verla emperifollada y vestida como una puta. Al final, Jenny decidió seguir sus instintos y se vistió con lencería, se puso los tacones altos y se puso la bata de baño rosa, atando el cinturón de la bata alrededor de su cintura. Habían pasado las horas y, fuera de la ventana del dormitorio, Jenny pudo ver una luz de teléfono que se acercaba a la casa. Era Matías. De repente, el corazón de Jenny se aceleró y ella se acomodó en la cama, cruzó las piernas y esperó a su visitante. Luego, Matías giró el pomo y abrió la puerta mientras entraba y llamaba en voz baja a Jenny.
«¡Estoy aquí, Matías!» dijo Jenny y Matías cerró la puerta con llave. Matías caminó emocionado hacia el dormitorio de la casa y vio a Jenny, quien estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas. Jenny se veía increíble y Matías tuvo problemas para combatir el impulso de sacar su dolorido penecito y masturbarse en ese mismo momento. Jenny dio unas palmaditas en la cama y llamó al niño para que se sentara a su lado. Matías hizo todo lo posible por no mirar tanto a la bella mujer sentada a su lado, pero a Matías le resultó difícil. Matías admiraba sus largas piernas envueltas en medias negras, admiraba el aspecto de sus pies con tacones altos, la admiraba por completo. Jenny rompió el incómodo silencio aclarándose la garganta.
«Matías, solo quería…darte las gracias. Si no me hubieras dado esos diez dólares anoche, no nos habríamos conocido y yo no estaría aquí esta noche», dijo Jenny mientras entrelazaba los dedos y miró hacia su regazo. Matías sonrió y respondió nervioso.
«N-no… tienes que agradecerme, Jenny», dijo Matías tímidamente. Jenny miró al jovencito y sonrió. A Jenny le encantaba su amabilidad y su madurez a una edad tan temprana. Jenny amaba todo acerca de Matías, y lo que más amaba era que el se había acercado a ella en el momento más bajo de su vida. Matías se había acercado a ella cuando ella estaba sucia, maloliente y necesitada, y Jenny decidió que este niño de once años merecía lo mejor de ella.
«Matías, tengo que agradecerte, y te pedí que vinieras aquí esta noche por una razón. Quiero q-» dijo Jenny, deteniéndose a mitad de la frase cuando sintió la manita del niño en sus piernas. Matías palpó la suave pantorrilla de Jenny y lentamente la recorrió desde el tobillo hasta el muslo de ella, tal como lo hacía cuando estaban en la sala de la mansión. Al pequeñito y atrevido niño le encantó la suavidad de las medias de Jenny en sus manitas, y su toque envió un pulso electrizante por todo el cuerpo de ella. Matías se detuvo en el muslo de Jenny y palpó debajo y encima. Jenny sabía lo que Matías quería y decidió que era hora de pagarle al niño su generosidad.
«Eres un niño travieso», susurró Jenny mientras ponía su mano sobre la manita de Matías. A Jenny le encantaba lo erótico que era que alguien tan jovencito la tocara. Jenny guió la manita de Matías hasta su tobillo y luego lentamente hasta su muslo.
«S-sí, Jenny, soy, eh, soy muy travieso», dijo Matías, tragándose la saliva con fuerza. Jenny quitó su mano de la de él y dejó que Matías hiciera el resto. Matías pasó lentamente su manita por debajo de la bata de Jenny y ella descruzó las piernas para darle un mejor acceso al niño. Matías levantó la manita y sus deditos frotaron accidentalmente el coño cubierto de Jenny, lo que la hizo jadear de emoción. Ambos intercambiaron miradas y Jenny le sonrió a Matías.
«Voy a quitarme la bata, cariño», le susurró Jenny al oído a Matías con cariño mientras se levantaba de la cama. Lo unico que Matías pudo hacer fue asentir lentamente mientras Jenny comenzaba a desabrocharse lentamente el cinturón de la bata. Jenny separó lentamente la parte superior de su bata, dejando al descubierto su sujetador negro y su escote debajo. Luego, Jenny separó lentamente el resto de su bata, revelando sus increíbles caderas, sus sexys muslos y sus nalgas. Jenny tenía la atención del niño y se rió, sabiendo cuánto le estaba afectando su cuerpo. Jenny sacó a Matías del trance con una pregunta.
«¿Te gusta lo que has visto hasta ahora, cariño?» preguntó Jenny mientras se paraba frente al niño en su lencería. Matías se comió a Jenny con la mirada y su mirada recorrió cada curva de ella. Jenny sabía que estaba volviendo loco al niño ya que podía poner durito a Matías cuando estaba completamente vestida, y Jenny sabía que estar frente a el solo en ropa interior sería demasiado abrumador para el.
«Sí… sí, Jenny. Me gusta cómo te ves», tartamudeó Matías, haciendo todo lo posible para cubrir su erección. Jenny se dio cuenta y caminó lentamente hacia el niño excitado y se arrodilló frente a él. Jenny le susurró al oído.
“¿Me quieres Matías?” Jenny susurró mientras pasaba los dedos por la erección de Matias, lo que hizo que el gimiera suavemente. Jenny sonrió ante lo rápido que podía poner a Matías completamente erecto.
«Te quiero, Jenny», confesó Matías. Jenny se apartó de su oreja y pudo ver que Matías realmente quería decir lo que había dicho.
«Mmmm, yo también te quiero, cariño», dijo Jenny. Jenny acercó a Matías para darle un beso. Jenny tomó la iniciativa y besó suavemente los labios del niño. Matías era descuidado y lo único que podía hacer era seguir el ejemplo de ella. Rompieron el beso y Matías se reclinó asombrado al ver a la mujer excitada colocar su mano en su entrepierna.
«He estado pensando en esta cosita que tienes escondido aquí», susurró Jenny cuando sintió que el penecito del niño se endurecía bajo su agarre. Luego, Jenny desabotonó y bajó los pantalones cortos de el para revelar su dura pollita amenazando con arrancarse de sus calzoncillos blancos. Para un niño de once años, la pollita de Matías era impresionante y Jenny se preguntaba si sería capaz de eyacular. Los pensamientos de Jenny fueron interrumpidos por el repentino tirón de su sujetador negro.
«Y Jenny, he estado, um, pensando en lo que tienes, um, escondido aquí debajo», dijo Matías mientras tiraba del sostén de Jenny hacia arriba. Jenny sonrió y disfrutó de la audacia de Matías.
«Mmm, te ayudaré a descubrir qué se esconde detrás de esto cariño», dijo Jenny mientras guiaba las manitas del niño hacia la parte posterior de su sostén. El niño estaba abrumado por la lujuria y encontró los broches que sujetaban el sujetador. Matías tiró de ellos y luchó por desabrocharlos. Jenny se acercó hasta el punto de tener sus senos en la cara del pequeñito, dándole a Matías mejor acceso a las correas, pero aún no podía aflojarlas.
«Déjame ayudarte con eso, cariño», susurró Jenny mientras extendía la mano detrás de su espalda para desabrochar los dos broches que sujetaban su sujetador. Jenny se quitó el sujetador y con orgullo le presentó al niño sus grandes pechos.
«Son suaves y grandes», jadeó Matías mientras masajeaba y amasaba los senos de Jenny desnudos con movimientos circulares. Matías frotó los dos pezones rosados de ella y sintió que se endurecían entre sus deditos. Matías los lamió y los chupó de la misma manera que vio hacer a un hombre en un video porno que vio hace horas.
«¡Mmm, sí! Sigue haciendo eso, bebécito», gimió Jenny suavemente. Mientras Matías estaba preocupado jugando con los senos de Jenny, ella se agachó y deslizó sus dedos debajo de los calzoncillos de Matías, tirando de ellos hacia sus piesitos. La pollita de cinco pulgadas de Matías saltó cuando los calzoncillos pasaron por su entrepierna, terminando en una pila en el suelo. Jenny le dio un tirón a la pollita de el, admirando su longitud. Matías soltó los senos de Jenny mientras ella levantaba la camisa de el por encima de su cabezita y la dejaba caer sobre la creciente pila a sus piesitos. Jenny acarició el pequeñito, pero definido pechito de Matías y admiró su pequeña figura, dándole a Matías suaves besos en la zona del pechito.
«¡Mmmmm! Incircunciso y sin pelito, tal como me gustan», pensó Jenny mientras se lamía los labios al ver la pollita del niño. Matías agarró su penecito y se lo acarició a Jenny cuando notó que Jenny se lamía los labios. Matías admiró el vientre plano y tonificado de la mujer adulta y sus senos. A Matías también le encantaban las anchas caderas de Jenny y su increíble culo.
«Cariño, te encantará lo que te voy a hacer ahora», le dijo Jenny al emocionado niño desnudo frente a ella. Jenny bajó la cara y la niveló con la pollita de Matías para poder chuparla. Matías, todavía acariciando su dura pollita para la mujer excitada, notó que su miembro estaba justo frente a la cara de Jenny y supo lo que Jenny planeaba hacer.
«Jenny… vas a chupar…» dijo Matías emocionado. Esto también estaba en el video porno que Matías habia visto y la idea de Jenny chupándole la pollita excitó a Matías sin fin. Matías continuó acariciando su penecito para Jenny solo que esta vez Matías lo acercó a la boca de Jenny.
«Sí, Matías. Lo quiero tanto en mi boca», arrulló Jenny mientras besaba la punta del penecito de el, enviando descargas por todo el cuerpo de Matías. Matías arqueó la cabeza hacia atrás y sintió a Jenny lamer la base de su pollita mientras ella le masajeaba suavemente las bolitas. Matías agitó su penecito sobre el rostro de Jenny, sus mejillas, su barbilla y sus labios, como si Matías estuviera marcando su propiedad. Jenny gimió y agarró la pollita del niño por la base y lentamente la llevó por toda su garganta, gimiendo de placer mientras chupaba al pequeñito.
«¡Oh Jenny! ¡Guau, se siente tan bien! Tu boca es…» Matías gimió mientras miraba a Jenny. Los ojos verdes de ella estaban fijos en los de él, permitiéndole ver la lujuria en ellos. Matías puso sus manitas detrás de la cabeza de Jenny y la naturaleza se hizo cargo del jovencito. Jenny cerró los ojos al sentir las caderitas de Matías empujando lentamente hacia arriba en su boca. Jenny volvió a abrir los ojos para ver a Matías en puro éxtasis mientras él cerraba los ojitos y empujaba más fuerte y más profundamente en la boca de ella. Jenny sintió que la pollita de Matías se movía erráticamente dentro de su boca y la escupió. Jenny quería tomarse las cosas con calma con el niño, con la esperanza de que durara mucho.
«Ayyy, te encanta esto, ¿no es así, Matías? Tener mi bonita boca alrededor de tu pollita de esta manera», gimió Jenny mientras acariciaba el penecito de Matías lentamente en sus labios, golpeándolos en el proceso. Hilos de saliva pegajosa colgaban de la cabeza del penecito del niño y de la barbilla de Jenny. Jenny volvió a engullir todo el cuerpito de Matías, sabiendo que el niño no iba a durar mucho en su boca. Jenny decidió acompañarlo hasta el final, con la esperanza de enseñarle resistencia rápidamente. Mientras Jenny le tragaba profundamente al niño, escuchó a Matías jadear y sintió su penecito moverse incontrolablemente en su boca y supo que era el momento.
«Jenny… ah… ¡Jenny está saliendo! ¡Está…!» Matías gimió cuando involuntariamente salió de su boca. Jenny, no queriendo desperdiciar su lechita, rápidamente agarró el penecito del niño y lo acarició en su hermoso rostro mientras Matías vaciaba su lechita sobre ella. Finas hebras de la lechita del niño aterrizaron sobre los párpados de Jenny y antes de que Matías pudiera terminar, Jenny volvió a tomar a Matías en su boca y sintió los chorritos restantes bajar por su garganta. Jenny chupó la longitud de El hasta que quedó flácido y dejó que el penecito de Matías saliera de su cálida boca mientras se ablandaba.
«¡Wow! Wow… ¡Jenny! Eso fue… ¡eso fue tan bueno!» dijo Matías mientras agarraba sus calzoncillos y se limpiaba la pollita. Jenny se secó la cara con su sostén, se levantó y se acostó en la cama. Jenny levantó las piernas en el aire para quitarse las bragas y se quedó allí, con las piernas abiertas y completamente desnuda para que el niño las disfrutara. La pollita de Matías lentamente se endureció y esta vez, el niño se encontró entre las piernas abiertas de Jenny. Jenny le pidió que bajara su cuerpito para que su carita quedara al nivel del coño de Jenny.
«Ahora es mi turno, cariño. Te voy a mostrar cómo comerte a una mujer», dijo Jenny mientras colocaba sus manos sobre la cabezita de Matías. Jenny le pidió a Matías que se inclinara hacia adelante entre sus piernas. Matías hizo lo que Jenny le dijo y no pudo evitar sorprenderse de lo delicioso que se veía el coño de Jenny de cerca. Jenny se frotó los labios de su coño goteante y los abrió, revelando su enorme agujero para el niño.
«Quiero que me lamas aquí, cariño. Quiero que pruebes los jugos que hice especialmente para ti», gimió Jenny mientras frotaba furiosamente sus dedos dentro y fuera de su entrada. Sin dirección, Matías se inclinó y lamió con avidez el coño de Jenny, lamiéndolo de arriba a abajo. A Matías le encantó el sabor de ella y se lamió los labios para saborear los jugos. Matías lamió y chupó con gusto cada parte del coño de Jenny, y aunque Matías no estaba lamiendo ninguno de los puntos sensibles de ella, fue suficiente para que Jenny se retorciera de éxtasis y dejara escapar pequeños gemidos con cada lamida que hacía El niño. Jenny colocó ambas manos sobre la cabecita de Matias, acariciando su mata de cabello sudoroso mientras el niño lamía vigorosamente. Jenny se agachó y levantó un poco la barbilla de Matías para mirarlo a los ojitos y vio cómo la lenguita de Matías entraba y salía de su coño. Eso excitó a Jenny al instante, llevándola al límite mientras empujaba suavemente el de Matías hacia ella, sofocando su carita con su carne rosada y húmeda.
«Cariño, aquí. Lámeme aquí mismo», dijo Jenny mientras señalaba los pliegues de su clítoris. Matías miró hacia donde Jenny señalaba y dirigió su lamida hacia el área que ella estaba exponiendo con dos dedos. Inmediatamente, Jenny jadeó y gimió en señal de aprobación mientras Matías mordisqueaba su clítoris.
«¿Así, Jenny?» dijo Matías mientras lamía el punto más sensible de Jenny. Matías besó y chupó la carne rosada de ella, saboreando el sabor salado de sus jugos.
«¡Eso! ¡Ayyy! ¡Ya vas a hacer que me corra!» Jenny gimió. Ella sostuvo la cabezita del niño en su lugar mientras frotaba su coño de arriba a abajo en la carita de Matías, gimiendo de placer mientras lo hacía.
«¡Sigue haciendo eso! ¡Sigue haciendo eso, bebécito! ¡Sigue lamiendo! ¡Ay! ¡Ay!» Jenny gimió en voz alta. Las piernas de Jenny se tensaron y se congelaron en su lugar mientras una cascada de placer se desplomaba con el sonido de sus gemidos y jadeos. Jenny convulsionaba con cada chorro de jugo de su coño y el pequeñito lamía todo lo que podía y tragaba. El niño levantó la cabezita del coño de Jenny y miró hacia arriba mientras veía a Jenny retorcerse de placer. Jenny miró hacia abajo y vio al niño acariciando su penecito de cinco pulgadas y sonrió. Jenny se agachó y atrajo a Matías hacia ella entre sus piernas y el ahora se encontró encima de ella. Matías equilibró su cuerpito sobre ella con las manitas apoyadas a cada lado del pecho de ella mientras ella envolvía sus suaves piernas alrededor de la cinturita de Matías. La naturaleza se hizo cargo del pequeñito y comenzó a frotar su duro penecito sobre el suave montículo del coño de Jenny.
«¡Va a suceder! ¡Va a suceder!» Matías pensó y agradeció a Dios por haber cumplido su último deseo de cumpleaños. Matías apoyó la cabezita sobre los senos de Jenny y los masajeó mientras continuaba frotando su penecito en el montículo del coño y la parte interna de los muslos de ella. Matías tenía ganas de follársela y hacerle cosas desde que la vio salir del salón de belleza. A Matías le costaba creer que Jenny estuviera allí, temblando debajo de él.
«Matías, quiero que hoy me hagas tu mujer», le susurró Jenny al oído a Matías. Matías miró hacia abajo entre ellos y vio a Jenny alcanzando su pollita y alineándola contra su raja rosa, ahora cubierta con su dulce néctar. Matías entró en el agujero húmedo y resbaladizo de ella con la ayuda de la mano guía de ella y comenzó a empujar lentamente y con torpeza dentro de Jenny.
«Así como me follaste mi linda boca, cariño. Dentro y fuera, lentamente», susurró Jenny en el oído de Matías. La sensación de estar en el coño de Jenny era tan intensa para el peladito que hizo todo lo posible para concentrarse y no correrse. Matías volvió a mirar entre ellos y esta vez vio su pollita desaparecer entre los pliegues de los labios vaginales de Jenny. Matías la miró y suspiró con incredulidad.
«¡Se… se siente tan cálido… y húmedo, Jenny!» Matías jadeó, sonriendo mientras miraba el cuerpo retorciéndose de Jenny debajo de él. Los senos de ella se balanceaban lentamente con el movimiento de las embestidas de Matías y después de algunas caricias lentas, la pollita de Matías se salió de Jenny y ambos suspiraron con frustración. La cabezita de la pollita de Matías estaba roja por la fricción de las apretadas paredes vaginales de Jenny. Matías tocó su penecito y luchó por insertarlo nuevamente en el coño de Jenny.
«Cariño, déjame mostrarte adónde va», le susurró Jenny al oído mientras extendía la entrada de su coño con una mano y señalaba su agujero con la otra. Matías miró hacia abajo, agarró su pollita y apuntó al cálido pasaje de Jenny. Matías finalmente logró volver a insertarlo en ella, haciendo que la mujer excitada jadeara y gemiera mientras Matías volvía a empujarla lentamente.
«Sigue cariño, lo estás haciendo muy bien. Mmmm, ¿por qué no te acercas y acaricias mis senos mientras me follas lentamente así, hm?» Jenny gimió suavemente en el oído de Matías cuando Matías extendió la manita para agarrar los senos de Jenny. Matías bombeó el coño de Jenny lo mejor que pudo, pero no pudo encontrar la resistencia para acelerar. Los pechos de Jenny eran demasiado grandes para que las manitas de el los ahuecaran por completo y él los amasó y tiró de los pezones de ella, ganándose dulces gemidos de la mujer debajo de él. Con cada embestida de la pollita de Matías, un ruido húmedo audible lo acompañaba y se mezclaba con el sonido de la cama de madera crujiendo debajo de ellos. A Matías le encantaba la humedad y el calor del coño de Jenny envolviendo su miembro, y los suaves montículos de los pechos sudorosos de Jenny contra sus palmitas.
Aunque Matías no era consciente de ello, estaba golpeando cada punto sensible del coño de Jenny. Había pasado casi un año desde que Jenny tuvo relaciones sexuales y el tamaño de Matías era más que suficiente para que Jenny se retorciera en éxtasis y dejara escapar pequeños gemidos con cada embestida que hacía El niño. Jenny gemía más fuerte esta vez, y aunque a Jenny le preocupaba que alguien pudiera entrar por la puerta de la casa de huéspedes en cualquier momento, Jenny estaba completamente perdida en el momento y no podía importarle menos. La naturaleza prohibida de lo que estaba haciendo con un niño tan joven la tenía nerviosa. Su situación hizo que sus niveles de adrenalina se dispararan.
«¡Matías! ¡Mmm, buen niño! Fóllame bebécito», gimió Jenny en voz alta mientras levantaba las piernas en el aire y se ajustaba los tacones altos cuando comenzaron a aflojarse. Matías le dio a su mujer empujones profundos mientras ponía ambas manitas detrás de la parte posterior de los muslos de ella y empujaba sus rodillas hacia los lados de la cara de Jenny. En esta posición, Matías tenía una vista perfecta de su pollita entrando y saliendo lentamente del coño de Jenny. Matías se sorprendió de cómo la base de su penecito estaba cubierta con una fina capa blanca de los jugos de ella, visible cada vez que empujaba.
«¡Dios! ¡Ayyyy Dios, cariño, me estás volviendo loca!» Jenny gimió ruidosamente y se rió mientras inclinaba su cabeza hacia atrás contra la cabecera de la cama, gimiendo y gimiendo mientras la cama crujía cada vez más fuerte que ambos estaban preocupados de que se pudiera romperse.
«Estoy… mmm… ¿lo estoy haciendo bien, Jenny?» gimió Matías mientras empujaba frenéticamente dentro de Jenny.
«Mmm, sí, cariño. Mmm. Me estás follando tan rico. Duro y rápido, cariño. ¡Así le gusta a tu mujer!» Jenny gimió en voz alta. Jenny sabía que Matías no podría mantener esa velocidad. Jenny podía sentir su pollita palpitar dentro de ella mientras ella sentía que se acercaba su propio orgasmo. El hecho de que este niño le preguntara a ella si se la estaba cogiendo bien la llevó aún más al límite. Jenny miró hacia abajo entre sus piernas y vio la pollita de Matías penetrando su feminidad y Jenny comenzó a temblar.
«¡Ahh, ayyy, mmm! ¡Matías! ¡Me estoy corriendo! ¡Me estás haciendo correr!» gimió Jenny mientras su placer se intensificaba. Jenny se puso dura y sus dulces jugos corrieron hasta sus nalgas, acumulándose en el colchón debajo de ellos. Jenny tembló y gimió cada vez más fuerte. La cama crujió más silenciosamente cuando la sesión de hacer el amor alcanzó su punto máximo. Jenny podía sentir el penecito de Matías moviéndose erráticamente dentro de ella y supo que se estaba preparando para correrse.
«¡Jenny! ¡Está saliendo de nuevo, Jenny!» Matias gimió mientras disparaba su segunda lechita profundamente dentro del coño de Jenny. Matías le soltó los muslos mientras se desplomaba encima de ella, sudoroso y sin aliento. Jenny pasó su mano por la espaldita sudorosa de Matías y lo masajeó, mientras la otra acariciaba su cabello desordenado y sudoroso. Jenny respiraba con dificultad y podía sentir la lechita de Matías saliendo de su coño. Jenny sintió que el penecito de Matías se encogía de tamaño y se deslizaba fuera su coño.
«¡Cariño, acabas de darme el mejor orgasmo de mi vida!» Jenny susurró sin aliento mientras su coño palpitaba y dolía. Las piernas de Jenny todavía estaban abiertas y temblaban, y su orgasmo recorrió todo su cuerpo. Nunca antes Jenny se había sentido así. Mientras tanto, afuera del dormitorio de la casa de huéspedes, Matías y Jenny estaban siendo observados por Isabella y Victoria. Ambas mujeres jadeaban suavemente y mientras recuperaban la respiración, se miraron emocionadas.
«¡Te dije, Victoria! ¡Nuestro pequeñito se ha hecho un hombrecito!» Isabella le dijo a Victoria, ambas paradas afuera de la casa de huéspedes de Jenny.
«¡Mmmm sí! Fue tan rico verlos a los dos follar. Qué milagro que Jenny se cruzara con Matías. ¿No te parece?» dijo Victoria mientras continuaba introduciendo sus dedos dentro de su coño después de experimentar su orgasmo minutos antes.
«Mmmm, sí, ¡es simplemente perfecto! Me recuerda a cuando era más jovencita y me recuerda a todos los niños con los que tuve relaciones», dijo Isabella mientras también se tocaba el coño. Las dos mujeres mayores recordaron su juventud, y Jenny y Matías continuaron haciendo el amor después de recuperarse y, a lo largo de las semanas, compartieron muchos momentos en esa casa de huéspedes.
Si tienes alguna sugerencia o idea para un cuento, házmelo saber en los comentarios a continuación. ¡Gracias por leer!
increible relato, me encantan tus historias, que tal una historia con una de esas animadora de esas que van a las fiestas infantiles, podria pasar cosas interesantes ahi.
¡Interesante! Veré qué se me ocurre
Ojalá existan mujeres así jaja
¡Ojalá!
Este cuento me dejó bien erecto
¡Más por venir!
Hola, oye has una historia de una doctora
Tengo algo en mente, amigo. ¡Tengo la idea!
En la proxima estaría bien si hicieras una historia de madres intercambiando hijos para jugar con ellos.
¡Tengo algo en mente!
Excelente relato, si hubiera una continuación, podría ser del protagonista con sus 2 sirvientas, o en su caso del cuarteto sirvientas, huésped y protagonista.
Que deliciaaaa
Necesito más por favooor
muy rico y excitante tu relato, las edades son muy ricas, al final de tu historia abriste la puerta para la historia de las dos mujeres que estaban escuchando, supongo podrías seguir contanto la historia de ambas con pequeños. saludos.
Que buen relato si pudieras hacer uno de una madre y su hijo en una isla decierta estaría genial por favor
Hola temgo unas ideaa te puedo dejar mi correo para q me escrivas ?
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