SEIS AÑOS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por dulces.placeres.
SEIS AÑOS
Mi madre siempre tenía la idea de que yo formara una familia típica, con una buena compañera y que la llenara de nietos, pero los tiempos habían cambiado y ese era su proyecto de vida, no el mío.
Eso lo dejaba para mi hermano menor que era mucho más ‘familiero’ que yo.
Y cuál era el motivo por el que no compartía los pensamientos de mi madre? Fácil, que en mundo había tantas mujeres bonitas que jamás podría conformarme con una sola, por eso mi vida siempre fue la de un solterón acaudalado que se dio el gusto de disfrutar a cuanta hembra pudo, sin compromisos, sin ataduras, un hombre libre.
Y así vivo mi vida, gastando los pesos que me da mi empresa, viajando de un lado a otro, conociendo mujeres, descubriendo su mundo, sus secretos, pero siempre siendo lo suficientemente frío como para no caer en sus redes, porque una sola vez en mi vida me había enamorado, y fueron los seis años mas locos de mi vida, una historia por más excitante, pero para solo vivirla una vez…
En esa época tenía la costumbre de pasar por un coqueto restaurante de la zona, solo a tomar un aperitivo, a disfrutar unos minutos de relax, para solo ver el tiempo pasar, me gustaba ir al atardecer, cuando el sol de la primavera cae por el horizonte, ese momento justo en que ya cedió el calor del día y aún no llega el frío de la noche.
Y así la conocí, esa joven tenía el rostro delineado de Carmen Electra, los pechos turgentes de Sofía Vergara, el trasero perfecto de Jeniffer Lopez, las piernas torneadas de la misma Beyonce y una sensualidad que hacía presuponer que en la cama sería más terrible que la misma Jada Stevens!
Nunca había imaginado un ser tan bonito y perfecto, parecía un ángel caído del cielo, claro, al verla con un short de tela vaquera rotosa y un top rojo sangre por el que escapaban sus globos, y estar acompañada por un vejete al que llamaba ‘papi’, se hacía evidente que había salido del mismo infierno…
Ellos estaban sentados a pocos pasos de donde yo estaba, el tipo era un cincuentón y parecía ser en realidad su padre, me daba la espada por lo que yo veía directamente su rostro de ensueño, y bien, decididamente busqué su contacto visual, cosa que no tardó en ocurrir y a espaldas del vejete comencé un juego de seducción de sonrisas y cruce de miradas a los que ella respondía cortésmente.
Tuve que esperar mi oportunidad, en un momento ella se levantó, supuse que se dirigía al baño, cosa que así fue por lo que la seguí discretamente.
Esperé a que saliera y le dije directamente aprovechando que estábamos fuera del alcance visual del viejo
Disculpame, tengo que aprovechar que no está tu padre cerca…
Pero ella me corrigió riendo:
Mi padre? ja! ja! no es mi padre! en mi esposo!!!
Ese fue el comienzo, cruzamos algunas palabras más, siempre tratando de seducirla, de obtener alguna información de ella para contactarla, hasta que finalmente se hizo prudente que volviera a la mesa.
Algo adivinaba casi de inmediato, que esa mocosa que apenas pasaba los veinte años estaba con el viejo por su dinero, y que este jamás estaría acompañado por una hembra así de no ser por el mismo.
Se me terminaban los recursos, el tiempo se agotaba, y como el pagaba la cuenta jugué una última carta, casi desesperado, pasé por donde estaba y provoqué un choque simulando un descuido de mi parte, y mientras acomodaba algunas cosas que había tirado, sutilmente le dejé una tarjeta es su mano, con mi celular y una escueta dedicatoria para que me llamara.
Y pasó el tiempo, jamás me llamó, fui día tras día a ese lugar con la esperanza de volver a cruzarme con ella, pero ella jamás volvió, daba vueltas por el barrio pero no había caso, si ni siquiera sabía nada de ella, si vivía cerca ó a miles de kilómetros, apenas su nombre le había robado, Angelina, la mujer de mis sueños…
Tres meses después ya me estaba olvidando de ella, y el destino quiso que la cruzara nuevamente, eran no más de las diez de la mañana, conducía mi coche cuando la reconocí caminando por la vereda, toda de negro con unas altas botas de cuero, unas calzas que dibujaban su perfección y una remera corta y súper ajustada, daba una impresión de rea que era imposible no mirarla, solo una mujer muy audaz podría vestirse así a esa hora de la mañana, en un barrio de genta trabajadora, parecía una vedette, fuera de lugar, caída del mapa.
Aminoré la velocidad y la acompañé casi una cuadra a paso de hombre, recordándole esa tarde en el restaurante, supuse que como todas, mi coche de alta gama sería irresistible para ella, pero me equivoqué, la joven sonreía y seguía su paso cansino y viendo que se resistía, dejé el auto de lado y la seguí caminando otros cien metros, casi implorando, casi de rodillas, hasta que al final ella accedió.
Ahora la tenía en la palma de mi mano, comenzamos a salir clandestinamente a espaldas de su marido y me enamoré perdidamente de ella, aunque sabía que mi sentimiento no era correspondido, al igual que su esposo, solo se interesaba en mi dinero, y a mí no me importaba que así sea.
Los primeros dos años de los seis que convivimos fueron de locura, a escondidas del viejo, mientras ella gastaba su dinero y el mío, así aprovechaba cualquier hueco que el tipo dejara para poder estar con ella, Angelina inventaba viajes, visitas, vacaciones, cualquier cosa para aguantar esa doble vida que llevaba.
En la cama era más que perfecta, hacía las locuras más osadas que cualquiera pudiera imaginar, los ‘no’ no estaban en su diccionario, podía estar horas cogiendo y la calma no le duraba demasiado, era una auténtica ninfómana, tenía una debilidad, no podía dejar de chuparme la pija, sencillamente le encantaba, y lo hacía demasiado bien…
Fueron días extremadamente excitantes, corriendo a espaldas del viejo, con la adrenalina por el cielo, cogiendo a escondidas, con la guillotina siempre pendiente sobre nuestras cabezas, viviendo a mil, corriendo antes de caminar, inmersos en una borrachera de lujuria y placer constantes.
Angelina era tan buena en la cama que de repente solo tenía ojos para ella, no quería otra cosa más que estar con ella…
Fue entonces cuando dejó al viejo, ya no tenía sentido estar con él, en esa vida aburrida que él le proponía.
Vendrían entonces dos años más, los mejores de mi vida, donde ella sería solo mía y de nadie más, a pesar que era difícil mantener a los tiburones alejados de la presa, era una mujer que cualquiera quería cotejar…
Viajamos, disfrutamos la vida, conocimos el mundo, hicimos locuras…
Recuerdo esa tarde de verano, caminábamos tomados de la mano cuando la lluvia nos sorprendió, nos reíamos al vernos rápidamente empapados y mientras la gente corría a guarecerse nosotros solo disfrutábamos del agua golpeando nuestro rostro, al pasar por un sucio callejón ella se introdujo de golpe en el obligándome a seguirla, pasamos unos contenedores llenos de basura mal oliente, luego me empujó contra la pared de la edificación y con una sonrisa en los labios se arrodilló a mis pies y sin mediar palabra, abrió mi bragueta, sacó mi verga y me dio una espectacular chupada, excitante, bajo los relámpagos, dos viejos gatos eran testigos de nuestro amor, no tardó mucho en sacarme hasta la última gota, para luego volver a mi lado, como una niña que había cumplido con sus deberes, para darme un profundo beso de lengua y hacerme saber que en su boca aún tenía sabor a mi…
Recuerdo cuando estábamos en el Caribe, en un lujoso hotel de gente selecta, en uno de los pisos más altos, al atardecer me había ido a duchar y mi sorpresa sería no encontrarla en el cuarto al salir, la busqué rápidamente con la mirada sin éxito, solo la divisé su silueta en el amplio balcón a través del cortinado del ventanal.
Serví dos copas y fui a su encuentro, me sorprendería nuevamente, totalmente desnuda, me pareció una locura terriblemente excitante, era un punto de vista totalmente desprotegido, incluso se asomaba al vació mostrando sus perfectas tetas, yo le recriminaba su actitud, había gente que observaba el cuadro sin poder creer lo que veían, pero ella solo reía y fue por mas, me pidió que la cogiera ahí mismo…
Fue una locura que no debí haber hecho, pero como resistirme? Solo saqué mi verga del pantalón, la puse en cuatro patas y la cogí tan fuerte como pude, le gustaba sentirse observada, ser el centro de atención y tener a su macho complaciéndola, fue espectacular, algo que muchos desearían hacer, yo puedo decir que lo he hecho…
Claro, fuimos noticia en los medios locales y tuve que pagar demasiado dinero en el hotel y a la justicia para poder lavar nuestras culpas, eso no fue muy divertido que digamos…
Recuerdo esa tarde en el yate, habíamos salido con un matrimonio amigo, en verdad él era un colega, fue por un tema de negocios que debía cerrar y no me agradaba mucho la idea, ya que este tipo literalmente se comía con la mirada a Angelina y ni siquiera le importaba la presencia de su esposa, lo bueno era que los cuatro éramos perfectamente conscientes de la situación.
Mientras nosotros discutíamos el acuerdo, las mujeres tomaban sol, Angelina tenía un traje de baño tipo hilo dental y se aseguraba de darnos perfectos planos calientes de su enorme trasero, incluso dejando notar como el hilo de la tanga dividía al medio su anillo marrón dejando casi nada a la imaginación, mi amigo estaba literalmente perdido y yo iba levantando presión.
En un momento no soporté mas, pedí disculpas y la llevé de un brazo a la parte baja de la embarcación dejando al matrimonio arriba.
Ella solo se rió de mis celos, me dijo que era un tonto, que no dudara de ella, y como muestra de amor se dio vueltas, corrió el hilo y me dijo
Dale papi, haceme el culo…
Y así arremetí contra ella, entre bronceador y transpiración metí mi pija en su abierto culo, le hice el orto como a una ramera y ella gemía como tal, solo para asegurarse que quienes estuvieran arriba escucharan lo que pasaba abajo…
Esa era mi mujer, minutos después con el culo lleno de leche volvió a tomar sol, como si nada hubiera pasado…
Recuerdo la noche de la limousine, volvíamos de cenar, al cabo de unas cuadras le indicó al chofer que solo condujera y que se olvidara de lo que ocurría en la parte trasera, obviamente esto solo lograría el efecto contrario, que él se concentrara en lo que sucedía en la parte trasera…
Angelina sacó sus zapatos de tacos altos que ya le molestaban, tenía un vestido demasiado corto por el cual parecía escapar todas sus perfectas curvas, lo bajó desde arriba liberando sus tetas, las cuales comenzó a acariciarse, pellizcando sus pezones y abriendo sus piernas me ordenó:
Chupame la concha!
Lo hizo con el tono lo suficientemente elevado para que el chofer pudiera oírlo, así que me acomodé entre sus piernas, saqué su tanga con perfume a mujer y me perdí en su tajo jugoso, enterrando los dedos en el, lamiéndolo con locura, comiéndole el clítoris a besos, haciéndola gemir como gata en celo, noté que ella disfrutaba y al mismo tiempo miraba a nuestro chofer por el espejo retrovisor a quien le costaba conducir con cordura.
Al llegar a casa tiré unos billetes sobre el asiento delantero y dije:
Confío en su discreción…
Ella agregó:
Yo también…
Al tiempo que tiraba su tanga sobre los billetes.
Y podría contar muchas más historias, no sé porque lo hacía, solo sé que esa mujer me llevaba a la locura…
Pero no todo era perfecto, este cuento de hadas vivía paralelamente una historia de terror…
Y el mal triunfaría sobre el bien, mis dos últimos años de convivencia fueron vivir en el infierno…
Cuando había conocido a Angelina tenía una adicción a los cigarrillos y al alcohol, pero jamás me había dicho que también era adicta a las drogas, solo me enteré cuando ya había avanzado nuestra relación…
Mi primera reacción fue complacerla, así que me encargué de proveerle la cocaína más pura y refinada que pudiera conseguir, pero poco a poco se convertía en un monstruo que arrasaba con todo, sexo y droga, droga y alcohol, alcohol y sexo, confieso que me costaba mantenerme al margen y no caer en la tentación, pero hubiera hecho cualquier cosa por ese ángel enfermo de curvas perfectas…
Tardé en comprender que lejos de estar ayudándola estaba matándola por lo cual cambié de estrategia e intenté que se rehabilitara y ahí empezaron los problemas, porque yo quería ayudarla, pero ella no quería ayudarse…
Ya no era interesante convivir con una mujer que vivía perdida, con líneas de drogas por doquier, aspirando a cualquier hora, la relación se fue tensando y viví tiempos muy duros, porque yo la amaba…
No fue bonito llegar a casa un día y encontrarla con dos strippers que ella había pagado con mi dinero, toda abierta de piernas, con uno enterrado entre ellas lamiéndole la concha mientras el otro la atragantaba con una verga enorme, estaban los tres tan drogados que ni siquiera notaron mi presencia…
Tampoco fue bonito encontrarla en mi cama una noche cuando regresaba de una junta de ejecutivos, semidesnuda y abrazada a otra mujer la cual estaba en las mismas condiciones, con varios consoladores y botellas desparramados por doquier, ambas con una inconsciencia total…
Y no pudo explicarme nada, porque nada recordaba de lo que había pasado…
No podía enderezar el rumbo, al cumplir los seis años decidí dejarla, cada uno por su camino, no había retorno.
Nunca más la vi… hasta hace cinco años.
Hace cinco años la vi por última vez, me despedí de ella para siempre, la tarde estaba gris y plomiza, la fría y húmeda ventisca lastimaba la piel, no quise verla por miedo a quebrarme, solo la despedí en el cementerio bajo lo que era ya una copiosa lluvia, escuchaba los rumores de los concurrentes, familiares y amigos a quienes yo conocía, hablaban que al fin descansaría en paz y que su rostro irradiaba ternura, siempre jugando al filo, esta vez la sobredosis había sido fatal, apenas tenía un poco más de treinta años…
Quiero terminar como empecé, recordando palabras que mi madre siempre decía y viví en carne propia:
El amor es peligroso, unos minutos para conocerla, unos días para enamorarla, unos años para disfrutarla y toda la vida para olvidarla
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