Semanita…
Intento convencer a mi amante de hacer un trío con mi marido, a petición de éste..
¿Recuerdan que, en el relato anterior, estando en el hotel, le pregunté a mi amante Mario qué tan bonita consideraba a su esposa (¡que sí lo es!) y si ella lo habían hecho cornudo? Su respuesta fue “Sí, es bonita y tiene un vientre plano, además de una cadera con las nalgas hermosas que atraen a muchos, y no sé si me haya sido infiel, pero como mi esposa tiene tu misma edad, pondré mis barbas a remojar”.
Luego le pregunté si le gustaba cómo cogía ella y si él la satisfacía plenamente. La respuesta fue que ella cogía rico, por lo que le retobé “Entonces, ¿por qué cogiste conmigo?” –Mario se incomodó, pero se puso a mamarme las tetas con fruición, precisándome que por mis chiches. Le hice ver que aún no me contestaba si él la satisfacía a ella. También le pedí que me dijera si entre ellos se contaban sus fantasías. Como respuesta señaló que al día siguiente me contestaría.
Dado que mi marido me sugirió que me cogiera a Mario todos los días de esa semana, yo le exigí a Mario que continuáramos platicando al día siguiente en ese mismo lugar y “a calzón quitado” (y, como añadió mi amiga Ishtar: “…también sin sostén y él con su pene adentro, envuelto en vagina y labios”).
Y sí, así seguimos platicando y cogiendo Mario y yo el resto de los días hábiles de esa semana al salir del trabajo y, al llegar a casa, mi marido estaba ansioso de que le contara cómo cogimos, mientras él me chupaba la panocha llena de semen. También Mario, quien empezaba con mamarme las tetas, pronto bajaba a tomar los resabios del mañanero que me daba Miguel, mi esposo.
–Yo creo que sí satisfago a Laura –dijo Mario, refiriéndose a su esposa y respondiendo a la pregunta que habíamos dejado pendiente–, aunque se ha ido enfriando el ímpetu en nuestras relaciones sexuales al paso de los años.
–¿Ella te ha platicado alguna de sus fantasías sexuales? –pregunté porque eso también había quedado pendiente.
–No, tampoco yo a ella. Aunque alguna vez me preguntó si alguna mujer me atraía. Le contesté “Tú, aunque no niego que a veces veo mujeres atractivas, pero nada más”. Confieso que esa ocasión te recordé de inmediato: caminando rápidamente, casi corriendo, y tu pecho se zangoloteaba desbocadamente. Mi verga empezó a ponerse erecta y me tapé con la sábana, además de flexionar mis piernas para que no se notara el veloz crecimiento del pene –yo reí imaginando el aprieto y mi mano fue a su verga…
–Mi marido quiere que hagamos un trío –le solté abruptamente–. Más bien, quiere que hagamos un intercambio de parejas.
–¿A Miguel le gusta mi esposa? –preguntó sorprendido, y sentí en mi mano que le endureció más el falo –. ¡Ni la conoce!
–La recuerda vagamente, pero le mostré una foto de la fiesta de fin de año para que la ubicara mejor –expliqué– ¿Me podrías dar una o más como las que me has tomado a mí? Quiero que esté seguro que eso quiere –dije sin más y el garrote que yo tenía en mi mano dio un respingo.
–Sí, sí tengo –contestó alcanzando su teléfono y me las mostró.
–Envíame estas tres. Se le caerá la baba –dije mientras le esparcía el presemen por el glande –, así como estás tú babeando…
Cuando sonó el mensaje en mi celular, de inmediato reenvié las fotos con el texto “¿Te cogerías a la esposa de Mario?”, y me puse a mamarle la verga a mi amante. Poco tiempo después tuve como respuesta una foto de la verga de mi marido, bien erecta, tomada bajo el escritorio donde él estaba trabajando. “¡Claro que me la cogería viendo cómo te coge Mario!”, era el texto de respuesta. Se lo mostré a Mario y él me acostó bocarriba para enterrarme violentamente su pene viscoso, por efecto de mi saliva y su presemen.
–¡Así me vería Miguel: perforando a su mujer mientras él se coge a la mía! –gritó y se movió como poseso haciéndome venir en chorros que escurrían en cada salida del pene; mis labios se retorcían en cada empuje apasionado cada vez que me perforaba.
–¡Síiii, yo también quiero exhibirme como puta ante mi marido! –grité y la eyaculación potente de Mario coincidió con ese paroxismo de orgasmos que yo sufría.
Después… vino la calma pues los movimientos se redujeron a la de nuestros tórax tomando y sacando aire, los gritos se transformaron en gemidos causados por las bocanadas y expulsiones de oxígeno. Quedamos acostados boca arriba, con mi brazo bajo su nuca y el suyo bajo mis nalgas.
–No sé cómo convencer a Laura para el intercambio… –expresó Mario al fin, externando los pensamientos que le tenían ensimismado mientras llegaba el reposo.
–Cuando estén cogiendo, pregúntale si se le ha antojado otro, pues tú anoche soñaste que ella hacía el amor con alguien, a quien no distinguiste si se trataba de un exnovio o de un vecino, pero que te despertaste con la verga bien parada y quisiste metérsela también, aunque no te atreviste a despertarla –propuse.
–¡Huy, qué elaboración! ¿Ya lo habías pensado? –me preguntó sospechando una trama ya elaborada anticipadamente.
–No, se me ocurrió a botepronto, pero quizá sea un producto de tantos relatos sexuales que he leído desde hace años.
–¿Lees relatos de sexo? –preguntó intrigado.
–También los escribo, desde el anonimato, bajo el Nick name que me sugeriste una vez que me dijiste así: “Vaquita”, ¿recuerdas? –confesé– ¡Mira!, aquí hay seis relatos míos, ni mi marido los conoce, pero los personajes son ustedes dos –dije mientras buscaba la página donde estaban éstos– Claro que la mayoría de lo escrito son fantasías y lo aclaro– le advertí, y él se puso a leer.
Mientras Mario leía, yo me puse a jugar con sus testículos usando mi boca y mis dedos. Pronto dejó de leer y me advirtió que ya debíamos irnos, con lo cual coincidí pues, aunque yo tenía permiso de ir a coger con él, Mario debía llegar temprano a su casa. Me pidió que le enviara la dirección de la página de mis relatos “para leerlos con calma y sin distractores en mis huevos”. Cada quien tomó su camino.
Llegué a casa, y mi marido unos minutos después con algunas cajas de comida preparada.
–Como sé que andas muy ocupada en nuestras relaciones públicas y eso te impide preparar la comida, traje algo de comer, mi puta chichona. Espero que sea de tu agrado.
–Gracias, mi amor –contesté después de examinar las viandas–. Voy a buscar un vino que maride bien con esto y tú lo descorchas.
–Espera, mi mujercita puta. Antes que otra cosa pase y se te escurra el amor por las piernas, déjame probar un poco del cariño que te dieron y el que tú soltaste complacida… –dijo y de inmediato me subió el vestido y me bajó los calzones.
–¡Puto…! –dije al sentir su boca en mis cuatro labios.
–¿Acaso habrá mejor maridaje que esta bebida? –explicó metiendo la lengua tan hondamente como su constitución bucal se lo permitía, en tanto que yo le mesaba el cabello.
Cuando se acabó el atole, pasó su lengua por mis ingles, el periné y mis nalgas para saborear los clásicos escurrimientos que se dan en las relaciones sexuales intensas.
Además de la comida, consumimos dos botellas de vino. la segunda se terminó mientras nos desvestíamos y él comentaba animadamente sobre las fotos de Laura, la esposa de Mario.
–Ni en sueños iguala tus chiches, mi amor, pero sus nalgas y piernas están para lamerlas toda la noche –decía entrecerrando los ojos y yo prendí una luz de alarma: “Y sí decide cambiarme por Laura?”–. Vamos a la cama, mi puta chichona, para que me cuentes de bulto cómo te cogió tu macho.
Platicamos mientras cogíamos, y mis pensamientos oscilaban de la euforia a la angustia. ¡Pero qué cogida tan enjundiosa me dio! Yo creo que no me desmayé porque en el fondo seguía con el temor de mi alerta.
Ya tenía a mi marido prendido de la chiche, comenzándose a dormir, y me llegó un mensaje: “Para tu marido, mi esposa en reposo”. Era un acercamiento a la vagina, piernas y labios abiertos, vellos revueltos y manchones de semen en varias partes. No contesté.
En la mañana, me desperté con la cara de Miguel entre mis piernas. Mi marido me estaba dando un sexo oral ¡riquísimo! Tomé mi teléfono del buró y apreté el botón del obturador. Vi la foto del afanoso de mi consorte y se la envié a Mario con el texto “Supongo que esto le haría a Laura después de lo que le hiciste a ella”. Dejé el teléfono y me puse a acariciar la cabeza de mi esposo. No aguanté tanto placer y le dije “Yo también quiero mamarte mientras tú sigues chupando”. Miguel se acomodó para el 69 y le di mi teléfono con la foto de Laura que me había enviado Manuel en la noche. “Imagina que esta es la panocha que vas a chupar”, le dije. ¡Mamadotas que nos dimos!, él viendo la foto y yo sintiendo esas ganas que le causó la imagen. ¡Dos veces seguidas se vino en mi boca!
–¿Te gustó? –le pregunté cuando ya estábamos repuestos de tanto ajetreo.
–Sí, mi amor, me vine mucho… –fue su respuesta, antes de acariciarme el pecho.
–Me refiero a la foto… –insistí.
–¿No lo notaste? –dijo antes de mamarme una teta y jalarme el pezón de la otra.
“¡Claro que lo noté!”, pensé sin saber a qué parte de la ambivalencia se había referido. Era obvio que le gustó la foto y él, en su mente, se puso a limpiar ese chocho lleno de crema por Manuel, de la misma manera en la que limpia el mío llena del mismo semen. Pero también gozó mi trabajo bucal, excitado por la enjundia del suyo.
–Eres muy puto, je, je, je, estás igual que yo… –le dije y le di un beso en la frente, lo único que alcanzaba de su cara– ¿Qué te ha gustado más de ella? – pregunté temerosa.
–En todas las fotos que me has enseñado, resaltan sus nalgas y sus piernas, también se ve atractiva la cintura–contestó con franqueza, mirando en lontananza, como recordando las fotos y sentí celos– ¿Ya te dijo tu amante cuándo haremos el intercambio? –preguntó esperanzado.
–Calma. Él sí quiere. Pero aún no sabe cómo decírselo a su esposa, y mucho menos si ella aceptaría –le expliqué–. Yo me conformaría con un trío: él, tú y yo; y también tú, yo y alguna que tú escogieras– dije dejando ver lo qué prefería yo, y que lo segundo era una concesión que le daba.
–¡La escojo a ella, a Laura! –contestó de inmediato y en mi mente aparecieron otra vez nubes grises con señales de alarma.
A mediodía recibí una llamada de Mario y, como una travesura para ambos machines, la puse en altavoz
–Hola, ¿qué haces? –pregunté, colocando el teléfono sobre la mesa.
–Ando paseando al perro y me preguntaba si le mostraste la foto a tu marido.
–Sí, claro. ¿Era para eso, o no? Para que Miguel viera el trabajo que tú hacías, por si no me creía a mí –contesté poniendo mi mano en la boca de mi marido para que no hablara.
–Bueno, no era precisamente para presumir mi trabajo, más bien para que gozara de una vista excelente de mi mujercita. ¿Le gustó? –insistió, y yo le quité mi mano de los labios a mi esposo y le hice el ademán de que él respondiera.
–¡Sí, me encantó! Me dieron ganas de chuparla y luego resbalarme en tu leche. ¡Esta hermosa tu esposa! –contestó mi marido.
–¿Estabas escuchando? –preguntó Manuel asombrado.
–Sí, pero si quieres me retiro… – le contestó mi esposo.
–¡No, no! Sólo que me extrañó. Qué bueno que te guste, Laura tiene todo bien puesto, aunque le falta la belleza principal de Gloria… –señaló mi amante.
–¿Y cuál es? –pregunté yo.
–¡Tus hermosísimas chiches, mi vaquita…! –dijo sin tapujos.
–Pues tú dices cuándo nos vemos los cuatro para revisar juntos a estas bellas mujeres, por dentro y por fuera –exigió Miguel, apretándome el pecho.
–Sí quiero, pero apenas hoy empecé a hacer labor para lograrlo. Si lo consigo, hasta el cambio podemos hacer –sugirió Manuel y a mí se me enchinó el cuerpo.
–¡No, no, no! Yo sí amo mucho a mi mujer, al grado de que permito que se tire a otro para que sea feliz –aclaró mi marido y a mí se me disiparon mis tontas dudas de que quisiera cambiarme por una cara bonita y nalgas preciosas–. Se trata de fornicarla, como tú haces con la mía, pero estando yo presente.
–Ojalá que podamos algún día cogérnoslas viendo al respectivo cornudo. Por lo pronto, voy a colgar, para recoger las gracias de mi perro –dijo Manuel.
–Bueno, adiós, y espero que tú seas cornudo muy pronto. ¡Cornudo por mí, claro! –Dijo mi esposo al despedirse.
–¡Adiós! –dije yo, feliz de saberme amada por ambos.
–¡Adiós! –indicó Manuel y colgó.
Miguel y yo nos quedamos mirando uno al otro. Ambos contentos, más yo por saber que mi marido me amaba como yo a él, a toda prueba.
–¡Te amo! –expresé tomándolo de la cara con ambas manos para besarlo.
–También te amo yo, chichoncita… –dijo aceptando el beso y así pasó más de media hora de besos y caricias en las manos, la cara y los brazos. ¡Yo me sentía en el Paraíso!
En la noche hubo un intercambio de mensajes entre Manuel y yo. Básicamente se referían a preguntas que él tenía de los relatos ficticios que escribí sobre él y yo, y los tres tríos. Él creía que no todo era ficción. Le corroboré que varias de las cosas eran ciertas, lo de las fotos mías que le pedí en la USB; la personalidad de él y la de mi marido. Pero que otras, definitivamente, eran inventos. “Es que quiero que el lunes platiquemos sobre ello, yo pago la comida y el hotel”, me dijo. “De acuerdo”, contesté sin saber a qué particularidades se refería. “Lo bueno es que el lunes tengo cogida con el sancho de mi marido”, me dije contenta.
–¿Qué te pasa, que te miras tan alegre? –me preguntó mi marido.
–Que hay la promesa de hacerte un atole para el lunes. ¿Te gustarían unas tetas con crema…? –respondí para que le quedara claro que sus cuernos seguirían creciendo.
Afortunadamente no me preguntó Manuel sobre los relatos cuando estaba en el altavoz, pues mi marido no sabe que los he escrito. También es muy bueno que sólo le haya dado a Manuel la página donde únicamente están publicados mis relatos ficticios, ya que no sé por qué no me quieren publicar los reales. Además, por eso le di esa dirección, pues si allí hubiesen publicado todos, no le digo nada de eso.
En la noche, ya estando en la cama, recibí un mensaje más. “Laura me trajo jalándome de la verga a la recámara, para que cuente mi sueño completo. Se está encuerando…” Se lo mostré a Miguel, diciéndole “Continúa el plan de convencimiento para que te cojas a Laura. Por lo pronto aquí tienes chiches para dormir feliz”. Lo atraje hacia mi pecho y apagué la luz.
Viene doña Gloria muy segura con sus chichotas, pero la vaca sale con sus elotes… (digo, «sus celotes»).
Sí, no puedo evitarlo…
Me imagino que todo terminará en trío, porque la susodicha Laura no se ve que se le mueva el gusto.
Pues espero que el trío sea conmigo…
Sí que te tuvieron muy agitada en la semana, Vaquita.
Pues de martes a viernes, tuve mucha acción. Pero la quiero tener por dos vías, o dos por la misma vía.
Sí, Vaquita, tus chiches les gustan a ambos, pero, según parece, y eso lo resalta tu marido, lo que les gusta de Laura son sus piernas y sus nalgas; tal vez cogérsela de perrito (no importa por cuál orificio) y tomarla de la cintura para moverla, mientras ven al otro haciéndote lo mismo, pero hipnotizados por el balanceo de tus tetas. (Ya se me paró)
¡Ja, ja, ja…! Sí, frente al espejo me mueven mucho para mirar el movimiento que me imprimen, pero ellos tienen el mando de la acción. Me imagino a Miguel mirando feliz cómo se cogen a su «santa» mujercita y el ritmo de mis chiches lo lleva Manuel. ¡Pobre Laura, no va a saber por qué la zangoloteará tanto mi marido! Ojalá ella aguante y no se desmaye.
¿Quién no va a dormir feliz mamando unas bellas chiches, aunque sueñe con que se coge a una nalgona? ¡Tú sí sabes, Vaquita!
Yo le doy chiche y él duerme feliz. Si, además, en sus sueños tiene otros incentivos, ¡qué bueno!