SEXO Y TELE-TRABAJO
Las yemas de mis dedos ya anuncian el cambio en tu geografía, de un llano suave a una pequeña selva de pelos que rodea la entrada a la sinuosa humedad de tu vagina..
Hoy tienes que estar concentrada en tu trabajo lo sé, pero verte en esa pequeña pijama que marca tus pezones al igual que tu sexo partido a la mitad por la costura de la fina pantaloneta que llevas puesta me pone muy juguetón, que puedo hacer soy un pervertido… así que mientras sigues con tu cara de concentración frente a la laptoc, te levanto suavemente para sentarte en mis piernas y convertirme en tu silla, no sospechas mi negra intención de tener la delicada piel de tu nuca a la altura de mi boca.
Con una de mis manos corro tu cabello hacia un lado mientras la otra la pongo suavemente en tu abdomen para pegarte un poco más hacia mi pecho, disfruto el toque de la tibieza de tu piel así que sin prisa busco la sinuosidad de tu ombligo para jugar con él. Recorro tu abdomen de arriba abajo memorizando la forma de cada poro, cada vello, cada forma de tu torso. Mis labios rosan la piel de tu nuca y besan lentamente el inicio de tu espalda al ritmo de tu respiración, que en el silencio de la habitación se hace más sonora y parece que aumentar con cada toque.
Ahora, mi mano en tu abdomen deja tu ombligo y sin previo aviso empieza a explorar hacia el sur de tu cuerpo, tu rsotro en el reflejo de la pantalla me deja ver que mi lascividad empieza a tener consecuencias en tu concentraciòn. El primer obstáculo a sortear en esta aventura de medio día es el resorte de tu pantaloneta de pijama, que detiene en seco mi avance.
Pero como el mejor de los ladrones mi dedo medio se cuelan bajo la tela con una leve presión y uno a uno los demás dedos lo siguen en esta travesía furtiva a lo más profundo de tu cuerpo, travesía que ninguno de los dos desea detener. Mientras, mi otra mano deja tu cabello y ocupa el lugar en tu abdomen desnudo, agitado y cálido, tocando cada poro como si fueran las teclas de un piano que provocan una melodia orgásmica que tu empiezas a bailar casi inconsientemente sobre mi, una música erótica que tu boca trata de acallar mordiéndote los labios.
Así tu cuerpo empieza un vaivén lento, casi imperceptible, pero sin tregua, puedo sentir todo el contacto de tu peso contra mi sexo, el calor de nuestros cuerpos unidos despierta aun más a aquel intruso que comienzas a sentir bajo tus nalgas, su presencia tallando tu propio sexo se hace más notoria a cada segundo, creciendo turgente, duro, presionando con descaro sobre partes sensibles de tu anatomía.
Pero lejos de molestarte aquella dureza cálida parece alentar que busques su roce constante, en un lujurioso baile de bailarina de burlesque. Pero ya es tarde, no piensas solo sientes y la presencia de ese cálido extraño sólo atiza el deseo de aumentar ese contacto apenas separado por algunas delgadas prendas que ambos queremos remover con violencia de su sitio.
Mi ataque continúa, bajo tu ombligo mi mano avanza lentamente paladeando cada centímetro de aquella piel que me llevará a tu húmedo lugar secreto que tanto deseo colonizar. Las yemas de mis dedos ya anuncian el cambio en tu geografía, de un llano suave a una pequeña selva de pelos que rodea la entrada a la sinuosa humedad de tu vagina. Mi mano naufraga en tu interior, explorándote con descaro y lujuria, empapo mis dedos una y otra vez en un mar tibio de sensaciones que crea ondas de choque a lo largo de tu cuerpo. Tu te aferras de la mesa mientras se escapa un gemido apagado, el trabajo ya no existe y como un acto reflejo abres tus piernas aun más para permitirme seguir con el asedio a tu castillo.
Al norte, mi otra mano escala tus senos pausadamente desde la base hasta alcanzar la cumbre de cada uno de ellos, coronando tus rosados pezones atrapándolos entre mis dedos… para dibujarlos, amasarlos y pellizcarlos causando nuevos temblores que se juntan al maremagnum que se apodera de tu cuerpo.
Ya no quieres que me detenga y tu sexo lo corrobora, empapas mi mano en una cascada que deseo beber directamente de la fuente, el chapoteo en cada penetración lo acompañas con el fuerte vaivén de tu cadera contra mi sexo, que parece aumentar en intensidad a cada segundo y tan solo se compara con el intenso olor a sexo que llena todo el cuarto.
Y entonces pasa… como una explosión atómica, como la caída de un rayo sobre la arena mojada en medio de una tormenta llega el inevitable resultado, se desencadena en tu cuerpo un cataclismo de emociones que se expande a cada rincón de tu hermosa anatomía, una intensa implosión que crea un rictus en tu cara de ángel y congela el tiempo, ensordeciendo tus oídos al gemido más erótico que he escuchado en mi vida proveniente de tu boca de niña.
Ahora tu cuerpo descansa desgonzado sobre el mío, con mis manos aun poseyendo tus formas y rincones. El aire parece pesado y dulzón estamos encerrados en una burbuja aislados del tiempo y los afanes, te veo como tratas de recuperar el ritmo de tu respiración y veo el momento perfecto para decirte al oído casi susurrando: «no que no podía distraerte de tu teletrabajo, ya ves que si …perdiste».
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