Sobre la mesa de dirección
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por chicocd25.
Sobre la mesa de dirección.
Un cambio soñado pero no esperado.
La rutina, la monotonía de la vida, puede cambiar en un instante. De manera inesperada, súbita, algo o alguien, puede alterar tu vida y el deseo, la pasión, el más bajo instinto animal contenido desde hace muchos años, puede aflorar sin más.
Esta no es la historia cuando ella y yo nos encontramos por primera vez, no es la historia cuando nos distanciamos y nos encontramos otra vez por culpa del destino; es una de esas historias, que son significativas y quedan en la memoria para siempre.
Protegido tras la pantalla del portátil, leo el informe de marketing sobre los resultados de nuestras últimas campañas. Construir un imperio no es fácil pero si puedes reunir a un grupo de genios, comprometidos con su trabajo, sus ideales y con confianza para todo lo que decidas, el camino es menos complicado.
Sólo queda un informe por evaluar, el reporte financiero del año y que es responsabilidad de la culpable que me ha hecho escribir estas líneas.
Cuando la miro a los ojos inmediatamente después de haber alcanzado el éxtasis final, la inocencia, la luz angelical de sus ojos me hace pensar: ¿Quién domina y quien se entrega?
Ella sabe que por esa mirada mataría y cuando su sonrisa, sus ojos y el lenguaje de su cuerpo sin palabras me dicen “te deseo”, sin duda es ella la que me domina a mí.
El informe que falta está por llegar y no podría ser de otra manera que cogido entre sus manos y parece el pedestal de sus pechos, firmes, dos rivales de la gravedad que miran al frente imponiendo su perfección y atractivo.
Escucho la puerta de mi despacho abrirse y es lo que hace saltar todas las alarmas. Sabía que tendría que venir pero con una mujer como ella, aunque lo intentes, nunca estas preparado del todo.
La veo a los ojos, veo su cara, su sonrisa es una respuesta a mi sorpresa, Sabe que este asalto lo ha ganado ella, el factor sorpresa es una de sus mejores armas y la ha usado perfectamente.
No quiero demostrarle que ha encendido la mecha en mi cabeza, en mi deseo y por qué no decirlo, en mi bragueta.
Sofía, piel color caramelo, fuego que emana de cada poro y el manto sedoso, que sobre pasa la frontera de la espalda hacia la curva de mi perdición, son un poema enmarcado por su sonrisa y la mirada angelical que expresan sus ojos.
Vestido ceñido verde esmeralda; en Madrid es invierno pero en nuestro edificio la calefacción ayuda a mejorar el paisaje de los pasillos.
En mi despacho hace calor pero ahora que ella está aquí, esto es un infierno.
El vestido se ajusta perfectamente a su exquisita figura, cada curva de su anatomía, se dibuja uniformemente ante mis ojos. Medias en color negro, tacones haciendo juego sobre doce centímetros parece que flota en vez de caminar.
Una amazonas de los negocios, un volcán hecho mujer y es además de todo lo anterior, mi socia, mi accionista, mi directora de finanzas, mi mayor deseo.
“Hola Jack”, Su voz rompe el hechizo al que me ha sometido, puedo reorganizar mis pensamientos, mis intenciones con ella y todos mis recuerdos.
Si miro sus piernas, recuerdo la vez que nos bañamos desnudos en una playa privada en Barcelona. Mirando sus pechos, recuerdo la primera vez que lo hicimos en mi BMW en el aparcamiento de la empresa; y si gira y veo su culo prieto, que solo la naturaleza ha sido capaz de esculpir un culo como el de ella, entonces más recuerdos vendrán a mi mente.
“Hola Sofía”, Sonrío y me levanto de mi silla, cierro la pantalla del ordenador y me acerco para darle dos besos, no quiero mostrar ningún interés porque ella tendría la batalla ganada.
Mis labios se dirigen a su mejilla, ella lleva los suyos a los míos, un beso dulce, tierno, como el beso de dos adolescentes impacientes por sentir el calor del otro y temerosos de ser pillados.
Tenemos 35 años y aún nos comportamos como un par de críos.
¿Muestras de afecto en el lugar de trabajo Sofía? – ¿Está prohibido por la presidencia? – no, pero sabes que existe un límite y si expresas tu amor a tus compañeros de trabajo de manera explícita, podrías ser despedida. – No creo que esto sea un motivo de despido, además, no lo hago con todos mis compañeros de trabajo, sólo con los que deseo hacerlo.
Su lengua suavemente se deslizó por sus labios y su mirada de deseo, ahora adornaba sus pupilas.
Se separó de mí para marcar la línea de la relación profesional y se dispuso a hablar.
En esta carpeta está impreso el informe financiero, ya me han entregado los últimos reportes de RRHH y he terminado el balance. Ahora solo queda añadirlos al informe general que imagino estabas leyendo cuando he llegado. – Sí, y estoy satisfecho con lo que he leído y sé que tu informe colmará mi satisfacción – ¿Sólo mi informe?
Odio que me haga ese tipo de preguntas porque si no tuviese el escote que lleva hoy, sería más eficaz para responder pero ya he dejado que controle la situación mucho tiempo así que debo imponer mi autoridad antes que todo esto se me vaya de las manos.
Sofía, mi dulce Sofía, tu informe, tu genialidad siempre me satisface, sé que siempre intentas dar lo mejor de ti aunque a veces el resultado no sea el esperado.
Se ha molestado por mi comentario, estoy retando a su talento, su intelecto, su afán por hacer bien todo lo que hace.
Jack, lo que tú digas, dejo el informe en tu mesa y que tengas buen día.
Se jira hacia la puerta, está dispuesta a salir. No puedo dejar que esa mujer, esa ninfa de piernas largas y culo perfecto, se marche de mi despacho sin nada más que decir.
Me pone su cerebro, me pone su cuerpo y más aún, me pone su puñetero carácter.
La cojo por la cintura, lleva sus manos a mi brazo en un intento inútil de escapar, me mira y dice:
Jack, déjame ir, ya he traído el informe y si crees que a veces no lo hago lo mejor que puedo entonces no tengo nada que hacer aquí. – ¿Estás segura? Creo que si puedes hacer mucho más.
Leerme el informe, decirme tus conclusiones o mejor aún, decirme que tenías en mente antes de entrar por esa puerta, llevar el vestido verde que me fascina, el collar de perlas que te regalé en Mónaco y el pintalabios más rojo que has podido comprar. – ¿pero qué dices? Jack, no eres el centro de mi universo, no me arreglo pensando en si te gustará el vestido o el maquillaje, ¿cuándo dejarás tu egocentrismo aparcado junto con tu coche en el aparcamiento de la empresa? No decías lo mismo cuando lo hicimos en ese mismo coche, con mi egocentrismo en el aparcamiento.
Mueve la cintura como si fuese un tornillo que intenta liberarse de la tuerca que aprisiona su cuerpo. El roce de su culo agitándose bajo mi brazo y el sutil balanceo de sus pechos, me está volviendo loco.
Sofía, estoy seguro que todo lo que son quejas, en cinco minutos serán halagos, en 15 tu desnudez y en 30 o más, la cascada que siempre se desborda entre tus piernas cada vez que estamos juntos. – Jaha, no me hagas reír. ¿Crees que sólo he entrado a tu oficina por esto? ¡Qué creído te lo tienes! – A las pruebas me remito y nuestro historial me da la razón y te lo puedo demostrar.
Llevo mi otra mano justo al final de su vestido, a muchos centímetros sobre la rodilla pero no los suficientes para que sea de mal gusto, sabe vestir y mantenerse en la línea entre la vulgaridad y el buen gusto.
Toco la cara interna de sus muslos y la humedad dibuja tenues líneas que parecerían las ligas de un liguero porque se van extendiendo a lo largo de sus piernas y llegarán hasta el elástico de las medias.
Sigo explorando entre sus muslos y la intensidad del calor, el torrente que su excitación va liberando con mis caricias, aumenta conforme voy avanzando hasta el centro de su cosmos.
Sofía, pero ¿Qué tenemos aquí? Los labios de tu coño no dicen lo mismo que estos labios.
La beso. Ya no es un beso dulce, tímido, tierno. Es un beso de autoridad, de imponer mi deseo al de ella, no por privarla de su placer sino para hacerla ver que ahora yo tengo el control.
¿Me tienes calada no es así Jack? – Sí, y los dos lo disfrutamos.
La cojo entre mis brazos, la llevo hasta la mesa donde aparto el ordenador para que su espalda, ocupe todo el espacio de mi mesa.
Abre sus piernas por lo que su culo queda al filo de la mesa.
Nos besamos apasionadamente. Disfruto de sus labios, su cuello, sus suaves gemidos por cada beso, cada caricia.
Mis manos juegan con sus pezones, acaricio sus pechos sobre el vestido y su contacto, su calor, encienden aún más mi deseo.
Ver como cae su pelo flotando en el aire, es todo un poema visual de entrega y sumisión.
Bajo los tirantes del vestido. Ahora mi lengua, juega con sus pezones, mientras mis manos exploran entre sus muslos para aumentar el raudal que despide su sexo.
Introduzco dos dedos en su coño, mientras el pulgar juega con el clítoris. Hago círculos que van cambiando de tamaño y velocidad según marco el ritmo.
Mis dedos dentro de su coño, tocan suavemente las paredes de su interior, quiero que su sexo, su cuerpo, su placer, tengan claro que estoy dentro, estoy reconociendo el sitio, adueñándome de cada milímetro, cada poro de su piel y que el intruso, no se irá hasta conseguir lo que quiere, su total rendición al placer.
Del collar de perlas, se extiende una fina cadena que se pierde en el canalillo de sus pechos y baja por el estómago hasta una cadena que forma parte de las braguitas negras de encaje que marcan la última barrera antes de su entrega total.
Estas cadenas están unidas por un pequeño candado y me sorprende ver este accesorio formando parte de su atuendo.
¿Esto es lo que creo que es Sofía?
Hace tiempo habíamos hablado de llevar nuestra relación a otro nivel, aquel nivel donde lo ordinario, la rutina y lo convencional no formaría parte.
Los dos tendríamos que estar de acuerdo y paso a paso, superar los límites de cada uno pero hace tanto tiempo de ello que creía que Sofía lo había olvidado.
“Jack, dentro de la carpeta del informe”
Tenía una idea aproximada a lo que se refería por lo que cogiendo la carpeta del informe que había quedado bajo su culo, pude ver la llave que habría el candado.
Sofía, ¿Estás segura de dar este paso? – Muy segura, tanto que no estaría aquí, acostada sobre tu mesa, con los pechos al aire, semidesnuda, con un volcán saliendo de mi coño y deseando que me hagas tuya otra vez.
Sin quitarle el vestido y levantando lo suficiente, cogí la llave, abrí el candado, y sus braguitas, empapadas de sus jugos, se deslizaron por sus piernas pero como no quería que se cerrase el sensual vértice de sus muslos, con un fuerte tirón, rompí sus bragas que inmediatamente después le mostré colgando entre mis dedos como un trofeo de guerra cuando invades un nuevo territorio por conquistar.
Sofía, ¿entiendes lo que significa? Sabes que no hay marcha atrás y el final del camino será cuando no quieras seguir con esto pero no podremos seguir juntos en ningún aspecto. – Nunca he tenido tan clara una idea, un deseo.
Jack, quiero ese placer, el placer de la entrega, de abandonarme al deseo, tu deseo, porque sé que nada malo pasará.
La mirada angelical, contrasta con la imagen erótica que tengo ante mis ojos.
Ella confía en mí, se entrega a mí, y debo corresponderla con la misma confianza y al mismo tiempo sé que es una gran responsabilidad.
Su cuerpo, su alma, su deseo, su placer, su vida, está ahora en mis manos, es un juguete pero también una obra maestra, es una mujer pero también es una diosa.
Si es lo que quieres Sofía, entonces lo tendrás.
Me quito la ropa, los diez años de ejercicio han dado sus frutos, veo su sonrisa lasciva explorando mi cuerpo con la mirada, brazos, pectorales, muslos y la razón de su placer, mi polla que se alza como una estaca en señal de victoria que sabe perfectamente, que el final se aproxima.
Llevo mis manos a su cintura, la punta de mi polla, roza los labios de su coño y el contacto hace que se incremente el deseo.
Avanzo poco a poco en su interior, sus labios, su cara, son el poema de entrega que culmina su rendición.
Sus piernas como dos serpientes, se enroscan en mi cintura. Me atrae hacia ella, quiere sentirme dentro, hasta lo más profundo de su ser, quiere alojarme dentro de ella y no dejarme escapar pero eso sería cederle el control.
Entro de una sola vez, como una mariposa que ha sido ensartada, se retuerce entre mi mesa y mi cuerpo, no es dolor, es el factor sorpresa lo que ha provocado esta reacción.
Inmediatamente salgo de ella.
¿Qué pasa? – Sofía, no pienses que esto será tuyo tan fácil. A partir de ahora, quiero que me hagas saber, que lo deseas, que es tu razón de vivir y yo ya sabré si te ofrezco el privilegio de tenerme dentro de ti.
De mi cajonera, saco dos pinzas unidas por unas cadenas con un dispositivo eléctrico.
Sin tiempo para reaccionar una vez más se retuerce porque ha sentido las pinzas mordiendo sus pezones que dan señales de dolor.
Con un mando activo la vibración de las pinzas, y sus quejidos se convierten en gemidos de placer.
Mientras las pinzas trabajando sus pechos, me deleito con el sabor de su coño.
Doy suaves mordiscos a los labios, el clítoris y mientras mis dedos abren su sexo, mi lengua puede adentrarse y jugar con más libertad.
Sofía es increíble, mi mesa está empapada, su aroma a mujer, hembra, el instinto más primitivo emana del fondo de su sexo y fluye por sus muslos, mi mesa, mis dedos, es una melodía de aromas, sonidos, movimientos.
“Jack por favor, acaba con esto y fóllame”
Las palabras mágicas, escucharla desearlo, no como un deseo, sino una necesidad.
Quito las pinzas de sus pezones y mientras los acaricio para que la circulación vuelva a la normalidad, la envisto fuerte, rápido, para mezclar en diferentes partes de su cuerpo, el dolor y el placer.
Empieza a gemir y llevo sus bragas para tapar su boca y que no la escuchen fuera de mi despacho.
Las paredes de su vagina se esfuerzan por contener al intruso, la fricción de nuestros sexos, nos proporciona el placer único, la caricia más íntima entre un hombre y una mujer.
Ella está por correrse, sé leer su cuerpo y cuando abre las manos, aprieta los dientes y me mira con fuego en los ojos sé que está por correrse.
Quiero que lo hagamos al mismo tiempo, quiero que de su sexo, se desborde el fuego caucásico que está por derramarse en su interior y sea expulsado por la fuerza de la cascada que fluye entre sus piernas.
Estalla mi placer dentro de ella, sus manos se sujetan a mi espalda como un náufrago que se niega a sucumbir a la fuerza del mar.
Sus piernas se cierran como dos vigas de acero sobre mí para atraerme hacia ella, fundirme con ella en una entrega mutua.
El calor de su sexo, sus jugos bañando mi polla, su respiración intentando volver a la calma, su corazón latiendo a mil por hora, nos besamos con restos de deseo y con los primeros brotes de dulzura, que aparece después del orgasmo intempestivo y abrazador.
Acaricio sus pechos con ternura, como dos joyas delicadas, únicas que podrían romperse solo con el suspiro del viento.
Sus uñas han dejado surcos en mi piel pero sus dedos cubren las marcas con suaves caricias acompañadas de sus labios que juegan con los míos, sin imponer nada a nadie, solo fundirse con el calor, el sabor, la esencia de uno con el otro.
Fin.
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