Solo entonces te vi
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Corre73.
Caímos sobre la cama, si María acuérdate apenas entre al cuarto saltaste a mis brazos, tus piernas se enroscaron a mi cadera y me derribaste sobre la cama quedando sobre mí.
Solo entonces te vi, tu melena negro azabache suelta en cascada sobre tus delicados hombros, el sujetador negro cubriendo tus pequeños pechos, tú vientre plano aun conservando el moreno del verano, tanga negra a juego con el sujetador, en tus labios esa eterna sonrisa que te caracteriza, en el fondo te vi como lo que eres mi niña, aun siendo toda una mujer a tus 33 años.
Sin darme tiempo ni a respirar tus labios buscaron los míos, ávidos, sedientos los encontraste y los fundiste con los tuyos mientras tu lengua se encontraba con la mía en una danza infernal.
Ante tal aparición mi cuerpo solo podía reaccionar de un modo, mi sexo creció dentro del pantalón abultando su tela e incrustándose entre tus muslos abiertos sobre mí, pronto sentiste al intruso pues mientras me dejabas sin respiración besándome empezaste a moverte adelante y atrás.
Te incorporaste lo justo para desabrochar mi pantalón, que apenas bajaste unos centímetros pues en esa posición nada más podías hacer, para mí fue un alivio aun con el bóxer puesto mi sexo se sentía menos presionado que bajo el pantalón momentos antes.
Sobre este, sobre el bóxer agarraste mi sexo y ahora descaradamente mirándome a los ojos pasabas tu sexo sobre él, me pareció hasta notar que las telas se humedecían algo que pude comprobar cuando al fin sacaste todo mi miembro del bóxer y lo pasaste sobre tu tanga que estaba empapado donde cubría tu sexo.
Mirándome a los ojos volviste a incorporarte levemente con la diferencia que esta vez echaste a un lado ese húmedo tanga y volviste a caer sobre mí esta vez penetrándote de una sola vez hasta el fondo, tus ojos se pusieron en blanco, parecías poseída por el mismísimo demonio, tu sexo se contrajo violentamente atrapando mi enfebrecido sexo
Y sin moverte te corriste sobre mí, tu húmedo sexo dejaba escapar el flujo de tu placer y este se deslizaba por mi miembro hasta mi pubis.
Cuando las contracciones cesaron comenzaste la danza sobre mí, penetrándote una y otra vez mientras tus manos se apoyaban en mi cadera impidiéndome moverme hacia ti.
Eres perversa a la par que deliciosa, te penetrabas tan lento que me veía morir en cada estocada, cuando presentías que mi orgasmo se acercaba una de tus manos abandonaba un instante mi cadera y presionaba lo suficiente mis testículos como para apagar la euforia y vuelta a empezar, milímetro a milímetro hasta que nuestros pubis se juntaban para volver a subir hasta sacarme totalmente de ti y con la punta empapada de mi sexo rozar tu clítoris y tus dilatados labios vaginales.
Que me daba más morbo verlo o sentirlo, ambas cosas supongo, pero sobre todo el morbo me lo dabas tú, jamás pensé que amor y pasión diesen tanto de sí.
Cuando ya está desesperado debajo de ti y sabiendo que el fin estaba cerca pues ni apretándome podías ya controlarlo me sacaste de nuevo de ti y más lentamente aun te penetraste ese culito que tan loco me tiene.
Igual que cuando estuve dentro de tu coñito buscaste la penetración más profunda, ahora si soltaste mis caderas, tu mano se fue a tu clítoris, las mías a tus caderas ahora y empezamos las embestidas más profundas, poco a poco en instantes apenas los dos llegamos a las puertas del orgasmo, entre suspiros mutuos y jadeos te viniste sobre mí, tu ano se contrajo sobre mi sexo tan violentamente que llegue a creer que me lo arrancarías, aun así me corrí dentro de tu cuerpo, vaciándome, llenándote de mí, mientras de tu interior fluían los restos de tu ultimo orgasmo, sobre tus dedos aun empapados y metidos dentro de ti, dedos que lentamente sacaste mirándome siempre a los ojos y sonriendo pícaramente dijiste ¿gustas? Llevando tu humedad a mis labios, como negarse.
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