Sonia la puta de UAEM Texcoco
Me dejo llevar por la putería en la Universidad .
El despertador sonó a las 6:30, sacándome de un profundo y reparador sueño, en el que me había convertido en una putita, me gustaba sentirme así.
Permanecí unos minutos en la cama recomponiendo las ideas que fluían por mi mente. Después de lo vivido aquel fin de semana, llegaba la hora de mostrar al mundo mi nueva y verdadera personalidad. Una nueva Sonia . Sexy, atractiva, descarada, desvergonzada, salida … y … puta. Sobre todo, puta. Quería mostrar a todos mis nuevas habilidades.
Había mucho que hacer antes de ir la Universidad. Di un respingo en la cama, poniéndome en pié, y unos segundos más tarde ya estaba en la cocina desayunando. La casa estaba en silencio.
Una vez hube desayunado, regresé a mi cuarto a elegir la ropa que me pondría. Busqué en mi armario sacando las prendas más provocativas que tenía. Sabía que mi principal atractivo era mi trasero. Redondo, carnoso y respingón. Pensé en ponerme unos pantalones ajustadosque acentuasen la rotundidad de las formas de mi pandero. Pero unos pantalones … no eran prácticos. Si surgía la ocasión de coger en ela la Universidad gio, andar quitándoselos y poniéndoselos sería un engorro. Definitivamente unos pantalones … ¡no!. Me decidí por una minifalda negra que tenía desde hacía un par de años y que casi nunca me había puesto: bien ajustada al culo y a la mitad de mis muslos. Me miré al espejo. ¡Joder! ¡Qué bien me quedaba! Mis nalgas quedaban perfectamente marcadas y, al estarme tan apretada, el más mínimo movimiento provocaba que la tela cediese hacia arriba, dejando mis rotundos muslos bien visibles. ¡Decidido! Esa era la prenda perfecta. Pensé que con la falda tan cortita que llevaba sería buena idea que mis tanguita contrastasen en color. Por aquello de que si se me veía algo, los chicos pudiesen advertir con claridad mi ropa interior. Pensé que si eso sucedía, les pondría cachondos. Así que, finalmente me decidí por un minúsculo tanga blanco.
Me puse un «wonderbra» que subiese mis pechos y los mantuviese juntos y sugerentes. Lo combiné con una blusa blanca, de corte estrecho, que se ceñía a mi cintura. Dejé varios botones sin abrochar para que se viese bien mi escote y volví a mirarme al espejo. Estaba quedando muy guapa.
Sólo faltaba el calzado. Pensé en ponerme los zapatos blancos de plataforma que mi hermana me había comprado el sábado. Pero lo cierto es que aún no dominaba eso de caminar a diez centímetros del suelo con semejantes zancos. Me decidí finalmente por unas botas negras de caña alta, hasta la rodilla. No tenían mucho tacón. Pero eran cómodas y manejables. Además, conjuntaban perfectamente con el resto de mi vestimenta. Pensé que si pretendía ir todos los días a la Universidad vestida de esa guisa, mi fondo de armario, aun con las cosas que mi hermana me había comprado, se quedaba corto.
Fui al cuarto de baño a maquillarme. Antes, advertí una de las perillas que mi hermana usaba para dejar su culito bien limpio. Recordé que me había dicho que siempre se ponía un enema por la mañana. Por lo que pudiese pasar. Decidí que sería buena idea ir adquiriendo las rutinas de una puta y, aunque aún no entraba en mis planes para aquel día usar mi agujero trasero en ela la Universidad gio, tampoco quería cerrarme a nada. Así que, desvistiéndome antes para no manchar mi conjuntito, me coloqué un enema. Unos minutos más tarde, mi culo estaba limpio y dispuesto para lo que se me ofreciese aquel día. Me perfumé bien y me maquillé. Quería estar guapa y dejar claro a todos mi nueva personalidad. Pero si me pasaba con la pintura, en lugar de tomarme por una zorra, lo harían por una payasa. Y no quería eso. Un poco de mascarilla, algo de colorete rosado, rimel, sobra de ojos azul pastel, pintalabios rosa fucsia y … ¡lista! Cepillé bien mi larga melena rubia y, volviendo a ponerme la ropa, me miré al espejo. ¡Perfecta! Era justo el aspecto que quería.
Hasta ese día siempre iba a la Universidad con una amplia mochila deportiva. Pero aquello, además de no ser muy sexy, no conjuntaba con la ropa que llevaba. Así que tomé prestado de mi hermana un pequeño bolso blanco. Apenas si cabía nada en él: unos pañuelos de papel, el móvil, un pintalabios, un lápiz de ojos, las llaves de casa y un monedero. Me colgué el bolsito de mi hombro derecho y cogí la carpeta con mi mano izquierda.
Una última mirada al espejo antes de salir a la calle. Si no fuera por la carpeta, nadie diría que iba a clase. Más que una estudiante, parecía una go-go de discoteca. De esas que bailan subidas en una plataforma. Por fin salí a la calle, sin saber muy bien lo que me esperaba. Estaba nerviosa pero, al mismo tiempo, impaciente por ver la reacción de la gente ante mi nueva apariencia. Me concentré en dejar a un lado la vergüenza que me daba que me vieran así. Pero, si quería seguir los pasos de mi hermana y de mi madre, era algo que tenía que hacer. Tenía que meterme en mi papel: el de una joven y ansiosa zorra dispuesta a todo. Debía mostrarme sensual y atractiva. Pero al mismo tiempo, descarada y provocativa. Y a la hora de expresarme, debía ser directa y clara … pero también algo … ordinaria y soez.
Desde mi casa hasta a la Universidad había un paseo de unos quince minutos. Era muy temprano y aún estaba amaneciendo. Las calles estaban desiertas y durante un rato no me crucé con nadie. Según iba acercándome a la Universidad , empezó a apreciarse cierto movimiento. Me acerqué con el corazón a mil por hora. En seguida me convertí en el centro de atracción. Noté sus miradas en mí, mientras caminaba hacia la entrada. Según iba dejando atrás a algunos de ellos, podía ver de reojo cómo giraban sus cabezas para contemplar mi insinuante trasero. Aquello era buena señal. La primera impresión era crucial. Y les habían impactado. Sonaron varios silbidos que entendí como los primeros piropos. Ya casi en la puerta, pude escuchar algunos comentarios.
¡Vaya exclamó.
¡ qué buena está! añadió otro.
¿Es nueva? preguntó alguien.
No sé … nunca antes la había visto aseguró otro de ellos.
Me encantaba escuchar aquellos comentarios sobre mí. Pero me decepcionó el hecho de que no me reconociesen. Llevaba varios semestre en la Universidad y aquellos chicos me conocían de sobra. Bueno … en realidad … conocían a la antigua Sonia . La niña recatada Casi comprendí que no me identificaran. El cambio era brusco. Además, con aquella minifalda, no era en mi rostro en lo que más se fijaban.
Ya dentro dela la Universidad, todos se giraban a mi paso. Era delicioso ser el centro de atracción. Pensaba que iba a darme algo de miedo. Pero no fue así. Al contrario. Estaba tan contenta por aquel recibimiento que no pude evitar dibujar una leve sonrisa. Según avanzaba por los pasillos en busca de mi aula, y ante el éxito que estaba teniendo, decidí empezar a exhibirme de verdad. Comencé a caminar más lentamente, exagerando el contoneo de mis caderas. Moviendo mi culo a un lado y a otro con cada paso que daba. Pude observar cómo todos miraban mi pandero con atención. Casi hipnotizados por el suave ritmo que mis caderas marcaban al andar. Cuando llegué a mi clase, varios compañeros charlaban frente a la puerta. Me acerqué mirándoles con descaro.
¡Dejad paso a este monumento! exclamó uno de ellos.
¡Gracias, chicos! dije abriéndome paso entre ellos.
¿Sonia ? preguntó uno – ¿Eres tú?
¡Claro que soy yo! le aseguré – ¿Es que no me habíais reconocido? pregunté mirando uno a uno a todos ellos, con gesto descarado.
Pues … la verdad … es que no me contestó – ¡Vaya cambio!
¿Te gusta el cambio? pregunté insinuantemente.
¡Sí! exclamaron varios mirándose y sonriendo.
¡Estas tremenda! dijo otro.
Pues acostúmbrense, porque a partir de ahora este es el look que voy a llevar expliqué mientras me giraba y entraba en clase.
Todos y todas me miraron sorprendidos. Me senté en mi sitio y en seguida advertí que la diminuta falda se me subía casi hasta las caderas. Crucé las piernas con cierta dificultad por las dimensiones del pupitre. A duras penas pude evitar que las nalgas se me saliesen de la faldita. Todos continuaban observándome. Los chicos con gestos de admiración y las chicas de desprecio.
Pero … si es … Sonia cuchicheó una de mis compañeras. En la Universidad había una proporción de chicos bastante superior a la de chicas, pero en seguida se formó un corrillo con varias de mis compañeras.
Va vestida como una fulana pude distinguir que dijo otra.
No sé como se atreve a venir así a clase añadió otra – ¡Qué vergüenza! dijo indignada.
Sus comentarios no me hicieron el más mínimo daño. Nunca me habían caído bien. Y aunque toleraba a algunas de ellas, con las que incluso había mantenido una incipiente amistad, ahora me demostraban ser unas hipócritas y unas reprimidas. Unos segundos más tarde, apareció el profesor de Historia. Todos se sentaron y se hizo el silencio. La clase comenzó, mientras observaba cómo, a pesar de que el maestro comenzaba con las explicaciones, todos continuaban mirándome de reojo, sin prestar mucha atención a la clase.
Más tranquila, hice balance de aquellos primeros instantes enela la Universidad. ¿Había conseguido mis propósitos iniciales? Todo apuntaba a que sí. Pero … lo que pretendía iba mucho más allá. Y eso no sería tan sencillo. Tendría que sacar todos mis encantos a relucir para seguir los pasos de mi hermana como la puta «oficial» dela la Universidad gio, a la que todos acudían con unos Euros en las manos si querían pasar un buen rato.
Mientras el profesor continuaba con sus explicaciones, mi imaginación voló hasta el día anterior, recordando la orgía protagonizada por mi madre, mi hermana y yo misma. Reviví en mi mente todas aquellas posturas, rodeada por vergas, y recibiéndolas en todos mis agujeros. Quise recordar el sabor de los rabos que había mamado aquel fin de semana y la sensación de ser penetrada sin piedad por el coño y por el culo. Y el sabor y la textura de la lefa en mi boca. – ¡Ahh! ¡Qué recuerdos! exclamé para mis adentros. Noté que la entrepierna se me humedecía y ansié tener una verga frente a mí para disfrutar como una perra. De pronto, una pequeño trozo de papel arrugado aterrizó sobre mi mesa y me hizo salir de mi ensimismamiento. Lo desplegué y leí su contenido:
¡VAYA CAMBIO, SONIA ! ESTÁS MUY GUAPA.
Miré a mi derecha buscando al autor de la nota. Una par de filas de pupitres más allá, uno de los chicos me hizo un gesto admitiendo su autoría. Era César, uno de los chicos más guapos de la clase. Uno de esos que nunca me habían dirigido la palabra y que siempre pasaban a mi lado ignorándome. Pero ahora había llamado su atención y quería ligar conmigo, ajeno a mis verdaderas intenciones. Decidí que era el momento de ir a por todas. Cogí el bolígrafo y escribí en el reverso del papel que me había mandado:
SI QUIERES ALGO CONMIGO, SAL DE CLASE Y ESPÉRAME EN LA PUERTA DE LOS SERVICIOS.
Arrugué el papel y se lo lancé ante la mirada expectante de varios compañeros, y aprovechando que el profesor escribía algo en el encerado y nos daba la espalda. Media clase se había dado cuenta de nuestros mensajitos y esperaban la reacción de César. Cuando desplegó la nota y la leyó, me miró, momento que aproveché para guiñarle un ojo, indicándole así que aquello iba en serio. Él enseñó la nota a varios de sus compañeros que sonreían al leerla. Finalmente, levantó la mano.
¡Profesor! exclamó No me encuentro bien. ¿Puedo ir al baño? preguntó.
El profesor asintió y César salió de clase. Al momento, todos me miraron. Mi nota se había ido difundiendo de boca en boca por casi toda la clase. Sabían que si levantaba la mano para intentar ausentarme, era para encontrarme con él. Eso dispararía los comentarios sobre mi reputación. ¡Justo lo que pretendía! Dejé pasar un par de minutos y levanté la mano.
¿Qué quieres, Sonia ? preguntó el profesor.
¿Puedo ir al baño? pregunté mientas notaba que un murmullo se apoderaba de la clase.
Sólo quedan 15 minutos dijo el profesor – ¿No puedes aguantarte?
¡No! contesté con contundencia.
¡Venga! Puedes ir terminó cediendo al tiempo que los murmullos aumentaban en intensidad.
Me levanté y coloqué mi minifalda para que no se me viese la entrepierna y el culo al andar. Todos me miraban. Con paso ligero alcancé la puerta mientras varias chicas de las primeras filas me criticaban entre susurros. Cuando cerré la puerta del aula, César estaba al final del pasillo, frente a los servicios de las chicas. En cada planta, había un solo servicio. Y era únicamente para las chicas. Todos los chicos tenían que utilizar otro que se encontraba al otro extremo del patio, junto a los campos de baloncesto. Me acerqué hacia él, que contemplaba embelesado mis andares. Con una sonrisa en la boca, quiso decir algo, pero me adelanté a sus intenciones:
¡Vamos! ¡Rápido! le dije en voz baja pero segura – ¡Vamos dentro que no tenemos mucho tiempo!- exclamé sabiendo que quince minutos más tarde aquellos servicios se llenarían de chicas. Le cogí de la mano y entramos en los lavabos. Él me agarró con fuerza por la cintura y me atrapó contra su pecho, con su cara a escasos centímetros de la mía.
Nunca me había fijado en lo guapa que eras me dijo. Aquel comentario me encantó y la situación era muy excitante. Pero allí no estábamos para declararnos amor eterno. Yo estaba para algo bien distinto. Y, además, no teníamos mucho tiempo. Entonces, me besó mientra acariciaba mi trasero. El beso se convirtió en un intenso morreo que duró medio minuto. Le aparté con fuerza hacia atrás y le dije con todo el descaro del mundo:
Tenemos menos de un cuarto de hora para que te haga una mamada o para que me cojas el agujero que más se te antoje le expliqué – ¡Tú eliges! Pero … ¡con la pasta por delante
Lo empujé hasta uno de los retretes y cerré la puerta con el pestillo. Después me senté sobre la tapa del w.c. Inmediatamente, mi faldita subió hasta mi trasero. Esta vez dejé que se quedase así. Separé las piernas ligeramente, para estar más cómoda, y el tanga blanco asomó por mi entrepierna. Desabroché la bragueta y antes de bajarle los pantalones palpé su paquete.
¿Ya estás diuro? le pregunté.
Ssssí … Sonia balbuceó. A medida que él se ponía más nervioso, yo me tranquilizaba. Sabía que yo tenía el control. Y eso me gustaba. Bajé sus pantalones y sus calzoncillos. Su rabo apareció frente a mí, totalmente empalmado. No estaba mal. Tenía un tamaño medio, para lo que había visto aquel fin de semana. Lo acerqué a mi labios y besé el capullo con suavidad. Él contrajo todo su cuerpo en un gesto de placer. Después, me lo metí en la boca. Lo mantuve unos segundos dentro y, después lo saqué, bien humedecido por mi saliva. – ¡Ahh! ¡Qué gustazo volver a tener una verga entre mis labios! pensé mientras disfrutaba de su sabor, olor y textura.
¿Te gusta? le pregunté.
¡Sí! ¡Mucho! exclamó aún muy nervioso.
Relájate mientras te la chupo dije volviendo a mamar su verga. Comencé a deslizar mis labios a lo largo de su cipote, mientras aceleraba el ritmo poco a poco.
¡Ahhh! ¡Qué gusto! exclamó – ¡Qué bien lo haces!
Yo también estaba disfrutando de lo lindo con aquella verga en mi boca.
. Mientras chupaba, calculé que no quedarían más de cinco minutos para que sonase el timbre y aquello se llenase de niñas. Aceleré el ritmo para provocarle el orgasmo lo más rápidamente posible. Acaricié sus testículos con una mano mientras, con la otra, controlaba el ligero movimiento de mete saca en mi boca empujando desde sus nalgas.
¡Ahhhhh! ¡Me voy a correr! exclamó queriendo sacar la verga de mi boca para hacerlo fuera de ella. Yo me aferré a ella, metiéndomela hasta el fondo, para que comprendiera que quería su leche dentro de mi boca. Su verga se convulsionó y sentí por fin su lefa chocando con estrépito contra mi lengua y mi paladar. Saboreé aquel delicioso líquido y, después de tragármelo, le limpié el capullo con la lengua y con los labios.
Bueno, César. ¡Ya está! le dije sonriente mientras rebañaba con la lengua los últimos restos de semen de mi boca – ¿Satisfecho?
Sí, mucho. Ha sido increíble consiguió decir mientras se subía los pantalones Ha sido genial añadió resoplando y apoyando su espalda sobre la puerta del retrete.
Antes de que volvamos a clase, tengo que hablar un par de cosas contigo le dije.
Si eres discreto pronto podemos hacer más cosas. Solo cuéntale a alguno de tus amigos, pero solo a uno y seguro hacemos algo los tres.
Ahí no quedo todo, las cosa se puso más intensa. Resulta que Fernanda les contó a varios sobre lo que pasó en el bar. Entonces vino una propuesta que no esperaba.
Un día Marcos(el guapo, 1.85 más o menos, con cuerpo de atleta) se me acercó me dijo “seré directo, mis amigos y yo queremos que seas nuestra”, yo quedé sorprendida con lo que me dijo, no respondí y él se fue. Pasaron unos días y ahora el que se acercó a hablarme fue Javier (algo rellenito, pero con una voz que excita al escuchar), me preguntó que si ya tenía respuesta a lo que me había propuesto Marcos, de nuevo no supe que responder y sólo me quede callada, él se fue y como a las 2 horas fueron a verme Carlos y su novia Perla (él ,delgado, sin ser muy algo, ella con una cara de ángel, de piel clara, voz suave, cabello negro, piernas delgadas y sin mucho trasero, pero unos pechos que fácil llegan a medir 110) ellos me dijeron que no se irían sin una respuesta a lo que ya me habían propuesto por Marcos, de nuevo no sabía que decir hasta que Perla me dijo “vamos Sonia, es sólo sexo, placer, déjate llevar”, a eso respondí que les diría mañana. Al día siguiente sin que ellos se me acerquen yo fui y les dije que sí, que acepta hacerlo con ellos, no podía creer lo que hacía, me excitaba el sólo pensar que estaría con más de un hombre. Me dieron un día, un horario y un lugar, como yo tenía cómo llegar, Marcos se ofreció a pasar por mí y llevarme, me dijeron que me vistiera y arreglara para la ocasión, se despidieron y se fueron.
Llegó el día, no pude dormir la noche anterior pensando en todo lo que podría pasar, me mojaba de sólo pensar en ello. Me bañé, me vestí con unos tenis, calcetas largas, una tanga (la única que tengo), falda de mezclilla a media pierna, brasier y una blusa de botones negras, me maquillé y perfumé, y sólo me quedaba esperar que Marcos viniera por mí. Tocaron a la puerta, bajé a ver y como me esperaba era Marcos, se veía tan varonil, ya deseaba sentir su verga dentro mí cuando lo vi. Me saludó con un beso en la mejilla, me invitó a subir a su auto y nos fuimos a casa de Miguel(el 4to integrante del grupo, de piel morena, bastante alto como 1.90). Llegamos y al entrar me encontré con una sala muy peculiar; estaba casi vacía, sólo había una gran alfombra, un mueble algo grande sin respaldo y una silla. En el mueble se encontraba Javier, Miguel, y Carlos con su novia, eso me sorprendió mucho, ella se veía hermosa; llevaba tacones, un mini short rosa y una blusa café muy pegadita, ahí comencé a fantasear con que ella estaría en la orgía junto conmigo, mi rajita comenzaba a mojar de pensar en los gemidos de ella y los míos mezclando en el aire.
Ella se levantó y se sentó en la silla. Marcos con una voz de autoridad me dijo “Escucha bien Sonia, desde ahora eres nuestra puta, haremos contigo lo que queramos, tú no harás nada a menos que te lo pidamos, ¿Entendiste?” Yo no pude responder, sólo asenté con la cabeza que sí. Me pidió que me arrodillara, lo hice y los 4 se pusieron alrededor mío, y Marcos me dijo qué esperas, sácanos las vergas, desabroché el pantalón de cada uno y se los quité junto con el bóxer y zapatos o tenis mientras ellos se quitaban las camisas, quedaron los 4 desnudos con sus vergas alrededor de mí, tenían una tamaño normal 18-20 cm quizá, excepto la de Marcos, la de Marcos era una bestia, era gorda y media como uno 28 cm casi 30, mi rajita se mojaba de pensar que tendría ese animal dentro de mí. Marcos me tomo fuerte del cabello y llevó mi boca a su verga para que se la chupara, semejante cosa no cabía por completo en mi boca, me atragantaba con la mitad de ella, pero Marcos empujaba y empujaba tratando de metérmela toda, yo cerré los ojos y disfrutaba de su gorda verga en mi boca, hasta que él me agarró de nuevo del cabello y me dijo “abre los ojos puta, no soy el único con verga en esta habitación” Me excitaba mucho el que hablara de esa forma, el que humille, eso sólo provocaba que me mojara más. Con cada mano agarraba una verga mientras chupaba otra, y la que sobraba se masturbaba esperando que le toque de nuevo. Así hasta que miguel me jaló del cabello haciendo que me levante, me arrancaron la blusa y el brasier en un instante, uno chupaba una teta, otro chupaba la otra mientras yo le agarraba la verga a los otros 2. Me tiraron con fuerza sobre el sillón, me trataban como su esclava sexual, aunque creo que eso era, me quitaron la falda, la tanga y los tenis dejándome únicamente en las calcetas, Marcos chupaba mi húmeda rajita, yo gemía de placer, deje de gemir hasta que Carlos metió de golpe su verga en mi boca, de nuevo le agarraba la verga a los 2 faltantes. De pronto sentía un placer indescriptible, Marcos había metido esa bestia que tiene por verga en mi rajita, Carlos de subió sobre mí y puso su verga entre mis tetas y se masturbaba con ella, mientras Miguel y Javier ponían sus vergas en mi cara, chupaba una y luego la otra.
De pronto me pusieron boca abajo y escuché como Marcos le decía a alguien “hablándolo por mí”, fue ahí cuando sentí la mejor sensación en mi vida(hasta ese entonces), alguno de ellos metió su verga en mi culo, sentía como lo iba haciendo lentamente, yo gemía descontroladamente, hasta que Marcos me dio una bofetada y me dijo cállate puta, y metía su vergota en mi boca, me sentía humillada en ese momento, pero a quién engañaba, me encantaba que me traten como puta barata. Luego, todos se alejaron de mí, conversaron un poco y se acercaron de nuevo, Carlos se acostó y yo me senté sobre él, me la metió en mi húmeda rajita, de pronto grité como puta desenfrenada, y era porque Marcos había metido su anaconda en mi culo (era mi segunda penetración anal, la primera fue la de hace unos momentos atrás y obviamente era mi primer doble penetración), deje de gemir para gritar como loca, mientras Carlos se movía lentamente, Marcos me la metía por el culo a 100 km/h, Javier metió su verga en mi boca para que me calle, pero no funcionaba, me sacaba su verga de la boca con tanto grito y jadeo que daba, no encontraba de donde sostenerme, luego Miguel metió la suya en mi boca y me jaló del cabello para que me entrara toda y no me soltaba del cabello, yo me atragantaba mucho, quería gritar, pero no podía con la verga de Miguel en mi garganta, así que apretaba con fuerza el sillón, luego Javier agarró mis 2 manos y tampoco las soltaba, no tenía de donde sostenerme, ni cómo gritar, era el orgasmo de mi vida, sentía que iba a morir de un orgasmo. Entonces, todos me soltaron y las sacaron al mismo tiempo, Carlos se hizo a un lado y quede tirada en el sillón temblando, no podía hablar ni nada.
De reojo pude ver como Perla se levantaba y desnudaba quedando sólo con sus tacones, Carlos se acostaba como hace un momento, y Perla se puso igual que como yo hice, Marcos se echó lubricante en su verga y un poco en el culo de ella, e hicieron lo mismo que conmigo, antes de que Miguel le metiera la verga en su boca escuché sus hermosos gemidos. Después de que me recuperara del súper orgasmo que tuve, Miguel se acostó como Carlos y yo me senté sobre él, Marcos dejó el culo de Perla para pasarse al mío y Javier pasó a donde estaba Marcos. Las 2 éramos penetradas doblemente, y tal como había imaginado antes nuestros gemidos se escuchaba juntos, aunque los míos más, ya que eran gritos, para que no se escuchará tanto nos besamos mientras ellos 4 nos la metían lo más duro que podían. Luego de un rato uno por uno empezaron a eyacular dentro de nosotras, excepto Marcos, él era un animal, aún tenía más para nosotras, los otros 3 cayeron fundidos en la alfombra, y Perla y yo le hicimos una mamada doble a Marcos hasta que eyaculó sobre las tetas de Perla y yo lamía su leche sobre ellas, las 2 nos acostamos y besamos hasta dormirnos. Cuando desperté ya no había nadie más que Marcos, me acompañó al baño, tomé una ducha me vestí y él me llevó a mi casa, se despidió de mí con otro beso en la mejilla y se fue.
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