Sonia la putita de Texcoco (inicios)
Como por una noche de enojo con mi novio descubrí lo pura que podía ser.
Me llamo Sonia, tengo 24 años y soy de Texcoco,. Soy una chica normal, estudio año de Derecho en la Universidad, en la UAEM vivo con mis padres y hermana, y no me meto en líos.
Nunca pensé que en mi vida normal encontrase los argumentos para poder escribir un buen relato morboso. Y eso que creo que sin ser una chica espectacular, soy una chica bastante sexual y sensual. De hecho, trabajo de camarera en un bar los sábados por la noche y siempre me dicen un millón de cosas los hombres. A veces yo misma lo provoco con mi escote. Mi jefe, el dueño del bar me lo dice siempre, medio en broma medio en serio, que tengo que provocar un poco y sí, me gusta hacerlo pero siempre sin mayores pretensiones.
Hasta hace unas 3 semanas me consideraba una persona seria y fiel a mi novio. Es verdad que fantaseo con muchas cosas, leo relatos y me toco, pero tengo claro (eso creía) que puedo vivir una vida normal dejando las fantasías para unos ratos en mi cabeza. Tuve una época bastante movida entre los 18 y los 22 años, en los que fui bastante activa sexualmente y fui saltando de chico en chico, pero desde hace dos años salgo con Dani y creo que es el hombre de mi vida.
O eso pensaba hasta que hace unos días me pasó algo increíble. Algo brutal de lo que me vi protagonista. Una historia que tengo la necesidad de contar y no me atrevo a hacerlo con mis amigas. Fue hace 3 semanas, un sábado en el que yo trabajaba en el bar. Al siguiente jueves iba a ser nuestro aniversario y llevaba unos días feliz y, como diría mi abuela, con el bonito subido.
Aunque era una noche de trabajo normal me puse vestido favorito. Rojo oscuro, entallado pero con la falda de vuelo hasta las rodillas, y con un escote de vértigo en forma de pico. Me encanta porque realza mi figura y mis curvas, y quería ir provocativa ese día. Incluso me había puesto las medias con liga de encaje a medio muslo que sé que a Dani le vuelven loco, y que nunca llevo al trabajo porque son más incómodas para moverme y agacharme mucho. Tanga negro con encajes y un sujetador a juego. Y el pelo recogido arriba y dejando caer unos mechones en plan informal. Estaba que rompía. Además al gusto de Dani. Si normalmente me dicen cosas, ese sábado todos los clientes se venían a mi lado de la barra.
Habíamos quedado en que Dani vendría con sus amigos a tomar algo una hora antes de que cerrásemos, para luego estar un rato con él y luego me llevase a casa. No sé si por lo sexy que me había puesto pero me sentía especialmente caliente esa noche. Me moría de ganas porque me llevase al descampado como otras veces y me hiciese subirme encima de él mientras sus manos jugaban con mis tetas que, por cierto, son especialmente sensibles.
El bar estaba realmente lleno esa noche y no parábamos de poner copas. Continuamente miraba a la entrada a ver si venía Dani con sus amigos. Tenía ansiedad por que me viese así de guapa. Mi compañera, Fernanda, se reía de mí y me decía:
– “mira que ya han venido”… y cuando miraba decía “ya han venido los dos hombres que te conté del otro día, están para perderse con ellos en cualquier sitio oscuro jajajaja… y si están los dos mejor!”.
Fernanda en sus buenos tiempos era capaz de hacer cualquier locura con esos dos, pero ahora se le iba la fuerza por la boca. Aunque había que reconocer que esos dos eran atractivos. Treinta y muchos años, con aspectos de triunfadores en la vida, bien vestidos, de complexión fuerte. Uno tenía el pelo corto y algunas canas le hacían atractivo. El otro el pelo un poco más largo. Siempre he sentido debilidad por las personas que muestran seguridad en sí mismos. Me acerqué a su mesa a ponerles unas copas y casi no me miraron, pero cuando me sonrió uno de ellos al pagarme me desarmó.
Cuando llegué a la barra me dijo Fernanda “¿Qué? ¿Sí o no? ¿Están para hacerles algo o no?… estoy pensando en arrodillarme a rezar delante de ellos en el almacén, jajajaja de los dos”. Lo de “arrodillarse a rezar” es una broma que nos traemos entre nosotras que os podéis imaginar lo que significa. En fin, lo cierto es que yo lo pensé y me entraron los calores. Pero bueno, este tipo de cosas son normales en el bar . Miré otra vez a la puerta y allí estaban entrando Dani, Javi, Miguel, Emilio y todos los demás. “mira Fernanda, deja tus fantasías sucias que ya están los nuestros que tampoco están mal”.
Entraron y se quedaron cerca de la puerta. El bar estaba muy lleno. Desde la distancia y con mi mejor sonrisa, tiré un beso a Dani y él me hizo un gesto como que luego me veía. No lo noté muy cariñoso y enseguida vi por qué. Junto a ellos estaban unas chicas de su clase de la Universidad. En concreto estaba Macarena que era la exnovia de Dani y que no puedo ni verla. Ya una vez sorprendí a Dani mandandose sms con ella y estuvimos a punto de romper. Dani dice que él puede tener amigas aunque hayan sido sus exnovias. Pero que sólo son eso, amigos, y que si está conmigo es porque me quiere a mí.
El caso es que no sé si fue por las ganas que tenía de ver a Dani, o por lo guapa que me había puesto, para él y no me hacía caso, pero me enfadé terriblemente. Más aún cuando les vi hablando un poco a su aire, y al margen de los demás. Fernanda que lo observó me dijo “toma anda” y me dio otra copa cargadita de ron con cocacola. Era la tercera de la noche y casi me la bebí de golpe por el enfado. Siempre bebemos algo porque estamos trabajando y hace calor, pero nunca nos pasamos.
Yo no hacía más que mirar en dirección a Dani, y él me ignoraba mientras hablaba animadamente con la puta de Maca. Cada vez estaba más cabreada. Fernanda se dio cuenta y en plan broma me tomó del recogido de mi pelo y me movió la cabeza hacia sus dos clientes favoritos y decía:
– “Deja de mirar a Dani, mira a estos que están mejor, jajaja”. No pude menos que sonreír. A veces es muy graciosa.
– “Déjame, que hoy no es mi día”
– “Pero si vas preciosa, anda, ve a ellos que justo están pidiendo otra copa” y guiñando el ojo de nuevo “les dices que si en vez de copa, lo prefieren, nos pueden tomar a nosotras jajaja”
– “qué bruta eres Fernanda”
– “Qué vayas! Y te ríes un poco con ellos a ver si el imbécil de Dani lo ve y que se joda” dijo dándome un azote en el culo, que ellos vieron y se pusieron a reír.
Y allí iba yo entre la gente, con mi bandeja. Muy enfadada y a la vez riéndome de las ocurrencias de Fernanda. Cada vez que miraba a Dani me ponía más enferma. Estaba muy pegado a Sandra y ella ponía su mano en el antebrazo de él. Qué cabrón, cómo me hacía esto… se iba a enterar. Ahora le iba a dar celos yo. Les puse las copas y les dije que a éstas invitaba la casa. Me quedé hablando un poco con ellos. Coqueteando lo reconozco. Igual que él hacía. También igual puse la mano en el antebrazo de uno de ellos. Como el bar estaba lleno, estábamos bastante juntos, y alguien me empujó al pasar detrás de mí y me desequilibré levemente contra uno de ellos. No lo pude evitar y mi pecho se pegó en él. Él puso su mano en mi cintura para sujetarme. Una mano grande y cálida que me electrizó.
Fue involuntario y me quedó una sensación agridulce. Iba un poco bebida y tenía que reconocer que me había encantado. Me daba mucho morbo la situación por el hecho coquetear con otros teniendo a Dani cerca, pero también me sentía mal por él. El muy cabrón… nunca le había sido infiel. Me separé un poco y lo busqué con la mirada. Al principio no lo ví. Se habían metido un poco más hacia atrás, en la parte más oscura y seguían hablando acaramelados. Ni me miraba.
Entonces se fue la luz. Nunca había visto un corte de luz con el bar lleno. De repente se paró la música y la gente se puso nerviosa. Aunque había algunos focos de emergencia, casi todo estaba oscuro y se oían algunos gritos, algunas risas, bromas… pero luego empezaron a caer cristales y yo siempre he tenido pánico a los vasos rotos. Encima llevaba unos zapatos que me dejaban el pie a la vista, y lo había hecho por el imbécil de Dani.
Instintivamente me pegué un poco a mis “nuevos amigos”. Me puse entre ellos, protegida. qué suerte tenemos, Carlos, una chica preciosa se ha metido entre nosotros… jajaja hay que venir a este bar más veces”. Pero el otro, notando mi nerviosismo me susurraba al oído “Tranquila pequeña, que estás conmigo… es sólo la luz”, y mientras sus manos me acariciaban peligrosamente jugando con la curva entre mi espalda y mi culo. Y sí, me protegí en él rozando mi cuerpo levemente sobre el suyo mientras su amigo “cubría mi espalda”. No me atrevía a más, pero estaba poniéndome malísima. Y sus palabras en mi oído, protegiéndome, controlándome no ayudaban nada. No sé qué impulso me dio pero giré la cabeza hacia él y le besé suavemente los labios. Automáticamente una de sus manos tomó con firmeza un puñado de mi pelo a la altura de la nuca, e intensificó el beso presionando mi cabeza hacia él y metiendo su lengua en mi boca. Yo me lo había buscado con mi beso.
Pegada a ellos. Y noté por segunda vez mi cuerpo contra el suyo. Noté sus manos sobre mi cuerpo, sobre mi cintura. Varias manos. Noté como mis pezones, pequeños y sensibles, se apretaban contra la tela del sujetador. Ellos hablaban quitando hierro al asunto. Uno de ellos decía al otro “
Fueron pocos segundos porque volvió repentinamente la luz, y también repentinamente me sentí súper culpable de lo que había hecho. Miré hacia Dani, pero esta vez ya no le ví. ¿Dónde estaría el muy cabrón? Miré hacia Fernanda, que me miraba fíjamente con la boca abierta y una expresión burlona. Me temblaban las piernas por lo que había ocurrido y torpemente recogí la botella en la bandeja, y me dirigí hacia la barra donde Fernanda me dio mi copa con una sonrisa de oreja a oreja. Me la bebí entera.
Dani no aparecía. Sandra tampoco. Me distraje poniendo copas con cara de pocos amigos. Parece que el apagón había acentuado el ansia bebedora de nuestros clientes. No podía evitar mirar ocasionalmente a los dos tipos que seguían hablando entre ellos. Cuando alguna vez se cruzaban nuestras miradas me estremecía. Al cabo de unos minutos volví a ver a Dani junto con sus amigos y la lagarta de su exnovia ¿Dónde habrían ido? No quería ni pensarlo. El imbécil ni siquiera se había acercado a darme un beso, y ellos dos seguían hablando y riendo ajenos al resto del mundo.
Mi estado era una mezcla de enfado, excitación por lo sucedido en el apagón, embriaguez, nerviosismo… pero predominaba mis ganas de hacer algo que hiciese a Dani sentirse mal. Vi que el chico que me besó pasaba entre la gente dirigiéndose a los aseos, y rápidamente tomé una caja vacía y simule ir a recoger vasos vacíos con la intención de cruzarme con él. Me movía la rabia, pero también la excitación. Iba mirando y sonriendo a ese chico, y cuando llegué a su lado tomé su antebrazo coqueteando “Has sido malo y ni siquiera me has dicho como te llamas” dije coqueteando y mirando alternativamente a él y al lugar donde estaba Dani…
Él, que iba más sobrio que yo, debió notar que estaba jugando con él para dar celos a mi novio y me apartó mi mano con cierta brusquedad susurrándome “déjame pasar zorra”. Me quedé completamente descolocada. Nunca me habían tratado así. De hecho, muchas veces noto que los chicos no se atreven a dirigirse a mí y, cuando lo hacen, es con cierta timidez. No sé porque seguí detrás de él con lágrimas brotando de mis ojos “no me llames eso, no me lo llames”. Mientras él avanzaba hacia el pasillo de los WC sin mirar atrás. Cuando pude me puse delante de él impidiendo su paso. Era delgado pero musculoso.
– “No me llames eso… discúlpate” –casi le suplicaba-
– “Es lo que eres”
– “No lo soy!”
– “Me acabas de besar a dos metros de tu novio… estás jugando conmigo. Eres una zorra. Una putita… déjame en paz” Me había descubierto y yo no sabía que decir… sólo le miraba entre lágrimas. Sujetándole. Como esperando algo de él…
Entonces en un gesto rápido me tomó del brazo y abrió la puerta del almacén que estaba justo a nuestro lado y me arrastró detrás de él. Cerró la puerta detrás de mí y puso mi espalda contra la puerta. Me manejaba como una pluma. Una vez allí, en la semioscuridad, volvió a tomarme del pelo haciéndome erguir la cabeza y puso sus labios sobre los míos, y sus manos sobre mi cuerpo. Deseaba besarle, abrir la boca. Lo deseaba con todas mis fuerzas pero me daba miedo. Ahora jugaba él conmigo. Entonces me besó bruscamente, introduciendo su lengua mientras yo correspondía apasionadamente. No me explicaba la razón, pero el hecho de arrastrarme, de imponerme, de insultarme… de dominarme y tratarme como a una guarra me tenía excitada como hacía años que no estaba. Mis manos recorrían su pecho, y las suyas cubrían los míos amasándolos con rudeza.
Mi mente estaba en blanco. No tardó demasiado en bajar los tirantes de mi vestido y arrastrar mi sujetador hacia abajo liberando mis pechos y mis pezones completamente excitados. Sabía que en cuanto pusiera sus labios en ellos me entregaría completamente a él, si es que aún no lo estaba. Y su boca iba bajando de mi cuello a mis hombros mordiendo y besando vertiginosamente. Sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Súbitamente me di cuenta de que gimiendo sin control. Completamente en su poder, manoseándome, llamándome zorra y mordiendo fuerte mis pezones que respondían emitiendo ondas de placer hacia todo mi ser. No podía explicarlo. Era a la vez doloroso y placentero. Estaba flotando en sus manos, que ya se habían metido dentro de mi falda y restregaban mi rajita sobre mi tanga con la misma fiereza. En ese momento me atreví a hacer lo que hacía mucho tiempo que deseaba, y bajé mi mano de su pecho a su pantalón, tocando por primera vez su verga que me pareció inmensa y durísima.
Su lengua pasaba de mis pezones a mi boca, y sus dientes le acompañaban detrás. Me llamaba puta, zorra, … me decía que era una guarra y que él sabe tratar a las guarras, aunque esté a dos metros de mi novio. Yo estaba completamente entregada. Mi sexo palpitaba empapado como el de una adolescente en su primer faje . Era suyo. Y si no fuera porque mi jefe intentó abrir la puerta y se puso a golpearla, me habría follado allí mismo.
Los golpes en la puerta hicieron que me volviese el sentido común y le rogué que parase. Subí mis tirantes, pero antes de arreglar mi falda su mano agarró mi tanga y de un fuerte tirón lo arrancó de mi cuerpo sin inmutarse. Arreglé mi falda avergonzada por lo mojado que estaría, y disgustada pues era un precioso tanga negro de encaje. Rápidamente, tomé unas botellas de whisky en mis manos para simular haber entrado a por ellas. Sólo entonces encendí la luz y abrí a mi jefe que me lanzó un bufido a mí y una mirada asesina a él.
Con mis piernas temblando volví a la barra, mirando cómo él volvía también junto a su amigo con una sonrisa bonita y tranquila. Con un pañuelo de papel, Fernanda me limpió el carmín corrido junto a mis labios y seguí trabajando sin poder evitar mirar constantemente al lugar donde estaban ellos temblando cada vez que lo hacía. Él actuaba como si no hubiese pasado nada, aunque ocasionalmente también miraba. Su posición era de espaldas a la barra y la del otro chico, su amigo, era frente a mí, y él sí me miraba con una sonrisa abierta que me hacía morirme de vergüenza.
Fernanda que no es nada tonta sabía que algo había pasado. Más aún cuando me vio prepararme mi cuarta copa de la noche, pero no dijo nada. Sólo sonrió. Ella también se había dado cuenta de que otra vez no estaba ni Dani ni la zorra de su exnovia. Yo, llena de remordimientos y de enfado, hacía como si no estuviese pasando nada, y trabajaba poniendo mi mejor sonrisa a todos los que atendía. Pese a todo, estaba a punto de derrumbarme. Un rato después, Dani no había vuelto y los dos hombres pedían la cuenta, lo que me supuso un pequeño disgusto a la vez que un gran alivio. Al recibir el billete de 50 Euros, junto a él había una servilleta de papel con el nombre de otro bar cercano.
Quedaba poco para que cerrásemos, y Dani no aparecía. Así que nada más cerrar, tomé mi abrigo, di un beso a Fernanda que sospechaba lo que iba a pasar, y me fui al otro bar . Habría ido más tranquila si me hubiese llevado a Fernanda conmigo. Sabía que iba a hacer una locura. Pero Javi, su novio, sí estaba esperándola a ella.
Caminando por la calle me di cuenta de que estaba bastante afectada por la bebida, pero aún pensaba con claridad. El hecho de no llevar braguitas me hacía sentir extraña, incluso sentí más de un escalofrío a pesar de que no hacía mucho frío. Entré con decisión al bar donde ellos estaban y los busqué con la mirada. Estaban al final de la barra. En un lugar apartado. Venciendo a mi última resistencia llegué hasta ellos, simulando autoconfianza pese a que estaba temblando.
Ellos me hicieron un hueco de pié entre los dos. A pesar de estar ambos sentados en taburetes, ninguno de ellos me lo cedió. Hablaban entre ellos como si yo no estuviese.
– Ves como te dije que vendría. Jaja me debes una copa –dijo Carlos, el chico al que aún no había besado-
– Quizá quiera sus braguitas. Aunque seguro que no se atreve a ir sin ellas y se ha puesto otras nuevas.
– No creo, tiene cara de querer hacer una locura. Apuesto a que no lleva.
– Jajajaja ya no apuesto más contigo. Compruébalo y me dices.
– Voy
No me lo podía creer: El chico canoso, aquél que había besado en el almacén, me cedía a su compañero como si yo fuese de su propiedad. Sobre todo, el hecho de usar ese lenguaje entre ellos y sin tenerme en cuenta me resultaba extraño, pero me tenía extrañamente caliente. Miraba a uno y a otro apoyada sobre la barra del bar. Por suerte estabamos en un extremo y no se nos veía entre la gente.
– Abre un poco las piernas pequeña -dijo metiendo discretamente su mano bajo mi falda desde atrás-
– Gggmmmmmhhhh –gemí sin poder evitarlo, pero dudando si debía oponerme a que me tratasen así-
– ¡Bingo! no lleva, no. –dijo mostrándole el dedo brillante por la humedad de haber entrado en mi sexo-
– Jajaja creo que vas a ser una chica muy obediente ¿lo eres?
Yo estaba roja como un tomate. Como mi vestido. Acalorada, avergonzada y excitadísima. Nunca había experimentado una sensación así. Seguía mirando hacia abajo la mayor parte del tiempo. Colocada entre ellos, que manteniendo una conversación normal, rozaban discretamente mi cuerpo, pellizcaban mi pecho con rudeza, daban un azote a mi culito, o metían impunemente las manos bajo mi falda. A veces me hacían preguntas y yo, que estaba entregada a ellos, les contestaba aparentando normalidad mietras me dejaba tocar donde hacía años que sólo mi novio tocaba. Ni siquiera me habían pedido una copa.
En ese momento los dos tenían una mano dentro de mi falda y no sabía muy bien lo que me estaban haciendo pero estaba a punto de tener un orgasmo. “hhhhmmmmm ¿Qué hacéis?”. Yo estaba con los ojos cerrados. Dejándome hacer. Supongo que se harían una seña porque los dos a la vez sacaron su mano dejándome un vacío tremendo.
– “Venga, vámonos…” -dijo uno de ellos- “Sonia quiere que le demos lo suyo, y esta noche nos ha pedido que la cuidemos”.
– “No hay prisa, espera que me termine la copa” –dijo el otro, mientras yo me moría por salir y ellos estaban tan tranquilos jugando conmigo, y poniéndome pruebas-
– “Vamos Sonia, pon carita de chica buena y rózate un poco sobre nosotros”
Por supuesto que lo hacía. Trataba de ser discreta pero al alzar la vista me encontré con la mirada de la camarera que desde su posición ahora nos observaba curiosa. Bajé la mirada avergonzada de nuevo. Avergonzada y excitadísima. Por fin terminaron sus copas, y con la mano de uno de ellos sólo unos centímetros encima de mi culo me escoltaron a la salida del bar . La imagen que presentábamos era sutilmente morbosa. Una chica joven entre dos hombres más maduros. Sin que nada demostrase que algo raro pasaba, se intuía perfectamente y la gente nos miraba curiosa.
Me guiaron hacia su coche que estaba estacionado frente a la pared lateral de una casa grande. Por suerte estaba apartado en una calle oscura. Al llegar, uno de ellos encendió los faros. Estábamos frente al coche. Yo no podía aguantar más mi excitación y me agaché con intención de abrir la cremallera de sus pantalones, pero no me dejaron y casi en volandas me pusieron frente al coche, con la pared detrás de mí. Ambos se sentaron en el capó con los pies en el parachoques colocándome.
– ¡Súbete la falda! –dijo uno de ellos empleando lenguaje imperativo-
– Venga, muéstranos lo que tienes ahí… –dijo el otro aunque yo me mantuve quieta, quería hacerlo, me moría por hacerlo, pero aún había algo de dignidad me lo impedía-
– ¡Vamos, dinos lo que hay ahí…! -yo seguía inmóvil-
– Es un puto juego… si no quieres jugar nos vamos Sonia. Dinos que escondes ahí.
– Mi tesoro… -acerté a decir sintiéndome ridícula…-
– ¡Usa lenguaje sucio… no mames !
– Pues mi chochito –dije aparentando seriedad aunque sintiéndome aún más ridícula-
– Jaja, eso está mejor. Venga, que queremos verlo a ver si nos gusta.
Impúdicamente hice algo que jamás en mi vida había hecho anteriormente. Subí lentamente mi falda dejando a la vista de mis dos acompañantes mi sexo desnudo. En el almacén de mi bar el chico de pelo canoso me había arrancado mi tanga y no llevaba nada debajo.
– Vamos, tócatelo, que te veamos. –seguían dándome órdenes-
– ¡Pero no cierres los ojos! Eres nuestra puta esta noche, y nos tienes que mirar a la cara
Yo obedecía sin cuestionar nada. Estaba al borde del orgasmo. Frotando mi sexo ante dos extraños, excitadísima, a pesar de que aún se me pasaba por la mente la imagen de Dani, mi novio. Incomprensiblemente para mí, eso me excitaba aún más. Estaba en su poder. El chico que llevaba la voz cantante notó algo en mi rostro y me dijo: “Ven aquí, acércate”. En realidad estaba a dos pasos frente a ellos pero, una vez más, no hice caso. Quería continuar frotándome y correrme. Estaba borracha, excitada, curiosa por provocar, por ver qué pasaba si no les obedecía. Sobre todo curiosa.
Entonces uno de ellos se bajó del capó donde estaba sentado y, aplicando una fuerza controlada, me bajó los tirantes del vestido despojandome del sujetador, dejándome prácticamente desnuda salvo por los zapatos y las medias por el muslo que llevaba. Me empujó hacia su compañero que se echó un poco hacia atrás. Yo quedé contra el capó del coche, inclináda hasta el punto de notar el frío de la chapa sobre mis tetas. Mi cara estaba sobre el regazo del chico que estaba sentado, que esta vez se dejó abrir el pantalón por mis manos y saqué una gruesa y preciosa verga , algo más grande que la de Dani.
Mientras tanto, mi culito estaba al aire y el chico de las canas dijo “Ummmm qué culo más bonito”, y comenzó a pasar sus labios y su lengua por las proximidades de mi sexo y por mi culo. Yo sentía sus cosquillas y lo movía tratando de que sus labios llegasen a mi centro, pero él jugaba conmigo. En ese momento, su compañero algo cansado de la forma superficial en la que pasaba mis labios, me tomó bruscamente del pelo obligándome a tragarme su verga hasta la garganta. Cuando quise protestar, dijo “¡Las manos en el coche!” –era una orden firme, que yo obedecí sumisamente entregada.
La mezcla de sensaciones era brutal. Mis pezones tocaban la chapa entre las piernas de un hombre que doblegaba mi voluntad obligándome a tragarme una gruesa verga. El otro hombre me abría el culo con sus manos, y había colocado su sus labios sobre mi coñito y me lo follaba con sus dedos y su lengua. Sabía muy bien lo que hacía. Yo no podía aguantar más y me sumergí en un rotundo orgasmo que me dejó desmadejada. Mis piernas dejaron de aguantar mi peso y mis preciosas tetas se aplastaban aún más contra el capó.
Pero ellos no cejaban en sus maniobras. Mientras uno me movía la cabeza tirando de mi pelo y presionando mi garganta contra su verga , el otro seguía provocándome escalofríos con su boca. A mí siempre me ha gustado chupar una buena verga , pero desde hacía dos años sólo conocía la de Dani, y esta noche estaba liberando toda mi ansiedad contenida y se la comía con entusiasmo. Por mi mente se pasaban todas las imágenes de hombres atractivos y todas las fantasías que todo este tiempo había almacenado mi mente de putita. Eso es lo que era, así es como me sentía y como una putita era tratada.
Después de producirme un nuevo orgasmo, el chico que trabajaba mi coño sustituyó sus labios por su verga y, a pesar de lo lubricada que estaba en ese momento, sentí como me partía en dos según la clavaba hasta el fondo de mis entrañas. No tuvo piedad ninguna y se puso a embestirme con fuerza mientras me sujetaba de los huesos de mis caderas. Sin darme cuenta estaba gritando con cada una de sus embestidas. Su compañero sujetó con insistencia mi cabeza y, llamándome cerda viciosa, se vació sobre mi boca obligándome a tragarme toda su corrida. Hacía tiempo que no accedía a tragar el semen de un amante pero esta vez su sabor me pareció agradable “Trágatelo todo, Sonia” dijo dirigiendo mi boca hacia algunas gotas que habían caído en el capó y yo, golosamente, pasé mi lengua por ellas y por mis labios.
Seguía temblando de excitación con mi precioso culito al aire y mis tetas sobre el capó. Toda una puta en manos de dos extrañós bastante mayores que yo. Mi chochito inundado de mis jugos, envolviendo una verga que sentía dura como si fuera de madera. Ellos hacían comentarios de mí como si yo no estuviese. Decían que daba gusto encontrar a una buena zorrita… que viendo como la chupaba se notaba que pasaba hambre de verga , que me moría de ganas de ser usada.
Yo sólo podía gemir dejándome hacer, y manteniendo obediente mis manos en el coche mientras recibía las embestidas desde atrás. De repente sentí que los azotes que me daban en el culo se intensificaban y mi vagina se llenaba de líquido aún más caliente que lo que yo estaba. Al principio dudé de si había perdido el contro de mis esfínteres, pero al oir como se intensificaban los gemidos a mi espalda “Ahhhh no mames , esta guarra me está ordeñando con sus contracciones”, supe que no era así, que se estaba corriendo dentro de mí. No sé por qué pero un extraño sentimiento de orgullo me llenó. De todas formas, sus palabras procaces incidían directamente en mi líbido y sin poder evitarlo, me sumergí en un tercer orgasmo tan intenso como los anteriores. Debía ser bastante escandalosa, porque volviendo a meter su verga en mi boca, el hombre del capó dijo:
– Voy a hacer algo para que te calles, jajajaja
– Ahora es tu turno –dijo el otro-
– Jajaja no me gusta mucho meterla donde ya te has corrido tú
– Pues ya sabes….
– Ya, es que no quiero hacerla daño follándome su culito – y era verdad, nunca me lo habían hecho y siempre había tenido curiosidad-.
– ¿tú crees que mi culo no merece que se lo follen? –me sorprendí a mí misma con esas palabras-
– jajajajajajaja -rieron los dos a la vez-
– Seguro que sí, está durito –dijo uno de ellos amasándolo un poco y dándome un azote-
– Te lo dije, hemos desatado la caja de pandora con esta chica. -dijo el otro-
– Eres una zorra Sonia
No puedo negar que el hecho de que usasen mi nombre me hacía protagonista, y eso me hacía sentir bien.
Yo, entre palabra y palabra, seguía mamando la verga que me iba a follar por el culito. Su amigo abrió la puerta del coche y salió con un tubo de crema de manos, aplicándome una buena dosis en el culito, e introduciéndome un dedo aprovechando la lubricación
– ¡Ayyyyyy! Está helada.
– Calla, ahora vas a sentir calor…
– ¿Quieres que paremos Sonia? –Dijo el otro-
– Nooo ¡seguid!
– Pues pídelo por favor
– ¡¡Folladme cabrones!!
– Jajajaja nos ha dicho a los dos
– Los dos noooo
– Sí –dijeron al unísono-
Se notaba que el chico de las canas era un hombre de recursos y siempre tenía un punto de dominio. La verdad es que era él quien me tenía loca toda la noche. El hecho de verle un anillo de casado le hacía incluso más atractivo y morboso. Se bajó del capó, abrió el portón trasero del coche y se sentó allí con pies en el suelo, los pantalones bajados, y tocándose la verga .
– ¿A qué esperas Sonia?. ¡Súbete!
– ¿cómo?
– ¡Jajajaja qué cabrón eres! –dijo su amigo- Ya sé lo que tienes en tu sucia mente Carlitos
El otro me guió hacia su amigo sujetándome del brazo y me hicieron sentarme sobre él, con su cara en mis tetas que ya mordía, y mis piernas dentro del maletero. Por suerte era plano. Su verga entró en mí como un cuchillo caliente en mantequilla. La posición era un poco forzada pero, cuando él apoyó su espalda en el piso del maletero quedando boca arriba, se convirtió en la típica posición en la que la chica cabalga al chico tumbado. Entonces me tomó de los pezones y tiró de ellos haciéndome inclinarme sobre él. En ese momento lo entendí todo. Me iban a follar los dos a la vez. No mames , no mames … me iban a reventar pero lo deseaba. Uffff cuando se lo contase a Fernanda no se lo iba a creer.
Lo cierto es que era un poco humillante que me hiciese inclinarme hacia delante tirando de mis pezones, pero incomprensiblemente ese tratamiento me ponía aún más caliente. Su compañero, de pie fuera del coche y detrás de mí, apoyó la punta de su verga en mi culito.
– Despacito, no seas bruto –rogué-
– Claro que sí, putita, no queremos que tu novio aprecie mañana tu culito reventado –dijo cruel- ¿Cómo se llama?
– Dani –susurré con un hilo de voz-
– Uffff qué suerte tiene Dani. Si te viera ahora, totalmente rellena… –decía mientras iba metiendo poco a poco su verga en mi culito virgen-
La mera mención a mi novio me ponía caliente como una perra. No puedo explicarlo, pero era así. Ellos sabían perfectamente lo que hacían y, poquito a poco, cada vez estaba más dentro de mí. Partiéndome en dos. Me hacían sentir sucia, como una puta en su poder. Tiraban de mi pelo, amasaban mis tetas, jugaban con mis pezones o metían sus dedos en mi boca. La sensación era brutal. Dos verga s dentro de mí. Me moría de gusto. Esta vez me follaban con movimientos suaves, profundos, metódicos y yo me sentía como un juguete en sus manos. No pude aguantar mucho y me deshice en un orgasmo largo e intensísimo. El mejor de mi vida hasta la fecha y, en mi desesperación me dio por decir “Gracias, gracias, gracias”.
Después de vaciarse de nuevo dentro de mí me mandaron que me vistiese. A partir de ahí, su trato fue cariñoso, casi paternal. Me dejaron en la puerta l de mi casa y se largaron tirándome un beso. Ahí quedé yo, con mis partes íntimas algo resentidas, un poco de semen resbalando por mis muslos, y pensando que soy una auténtica puta. Pero no me arrepentía, Dani se lo tiene merecido.
A partir de inició mi vida como verdadera zorra, cabe decir que Dani se enteró de lo puta que me había convertido y decidió terminar. Para lo que me importó.
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