Su mirada el cielo, su sexo el infierno.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por chicocd25.
Como una ninfa, parece que flotase en el aire, el pedestal que son sus tacones sobre la moqueta de la habitación, sujetan a esta diosa terrenal, al suelo de mi realidad y aún no me creo que ella esté aquí.
Si alguien la espera en casa creo que a los dos no nos importa.
Quiero tratarla como una diosa y vaciar mis instintos más primitivos entre sus piernas al mismo tiempo.
Difícil cuando ese par de ojos azules, coronando un par de labios rojos provocadores y una sonrisa que derrama miel, te dicen sin palabras “todo esto es tuyo, “¿lo quieres?”
Sheila, un poema de mujer, cara de ternura, cuerpo de tentación.
Entramos a la habitación del hotel y dejo que ella entre primero. Podría decir que lo hago porque soy un caballero pero también quiero deleitarme con el movimiento de sus caderas que poco a poco despiertan el animal que llevo dentro.
Deja su bolso sobre la mesa y la cojo de la cintura, beso su cuello y el aroma de su perfume me embriaga.
Te dije que este vestido azul resaltaría más el cielo de tus ojos y complementarían el dorado de tu pelo – Sí, sin mencionar el efecto inmediato en tu bragueta mi chico especial – aha…. ¿lo has notado? – si fuese de acero, perforaría mis bragas ahora mismo. – no es de acero Sheila, pero está ardiendo, es divertido y de batería recargable, ¿te apetece jugar con él?
Sin quitar mis manos de su cintura, se jira para besarme, sus labios rojos, encienden aún más mi deseo y en mi cabeza no sé si quiero más a la controladora mujer que me monte como un corcel, o si prefiero a la caliente zorra a cuatro patas.
Quiero hacer el amor con la diosa o follarme a la puta, ella es todo en uno, en sus ojos el cielo, en su sexo el infierno.
Sirve dos copas de vino, brindamos por el deseo que nos ha traído hasta aquí, tres dedos, vestidos de pinta uñas rojo, se sumergen en el vino y bañados en tinto de Rioja,, los acerca dulce y sensual hasta mis labios.
Bebo las gotas que caen de sus dedos y mi lengua juega con sus dedos como el preludio del resto de su cuerpo que se derretirá en mi boca más tarde.
Formalidades para después, la vida es corta y el tiempo mucho más.
El beso dulce se convierte en deseo, bajo los tirantes de su vestido y poco a poco quiero deslizarlo para disfrutar de su cuerpo.
Sheila quita mis manos de su cuerpo, se aleja un par de pasos y de espaldas a mí, es ella quien baja la cremallera del vestido.
Solo puedo ver su culo y la espalda que poco a poco se desnuda frente a mí pero lo que veo es otra cosa.
El vestido cae al suelo y como si flotase, se aparta de él y jira para quedar frente a mí.
“vaya chico especial, tu cara lo dice todo, ¡sé que te gusta lo que ves! ¿No es así?”
¡Me había pillado!
Sheila llevaba un body rojo con liguero y medias de rejilla abrochado en la entrepierna que resaltaba cada curva, cada línea de su cuerpo, obra maestra de la naturaleza y encendía todas las alarmas en mi cabeza, mi cuerpo, mi deseo.
La razón a desaparecido, solo el instinto está en el aire y yo quiero hacerla mía ya.
“Ven aquí mi chico especial, puedes mirar y tocar, todo lo que quieras, como quieras y el tiempo que quieras”
Llevó mis manos a sus pechos, sus pezones estaban a punto de romper el encaje del body y se alzaban retadores invitándome a chupar, morder, devorar.
Ella con sus dedos en unos segundos, había desaparecido mi camisa y la corbata, el cinturón cedía a sus ágiles manos y mientras abría mi bragueta, una mano se posaba sobre mi sexo y me decía:
“Esto es para mí, no te lo pregunto, lo afirmo. Y sabes que esto es para él”
Llevó una de mis manos a su entrepierna que liberaba excitación, fuego, humedad, todo lo que ese volcán de mujer, expresaba con la fuente de excitación de su sexo, el body estaba mojado, caliente y resaltaba más, el contorno de sus labios.
La levanté en el aire, la llevé a la cama y era genial ver como abría más sus piernas mientras descendía sobre el colchón, su melena rubia era el marco del lienzo dulce de su cara y las sábanas, el pedestal donde ahora descansa la escultura viviente que es Sheila.
El beso con pasión, mientras nuestras manos exploran, invaden, controlan cada centímetro de nuestro cuerpo.
No quiero quitarle el body porque se ve muy sexi con él puesto así que bajo los tirantes y saco sus pechos del mismo.
Mis manos abren sus labios y busco el clítoris mientras mi boca salta de un pezón al otro.
Quiero escucharla gemir, sentir como acelera su respiración, sentir que con cada toque de mis dedos, de su sexo emana ese río con sabor a mar de entre sus piernas y van preparando el camino para mi entrada triunfal, como un conquistador de nuevas tierras, de esa fuente de placer inagotable que es su sexo, su coño, el cráter del volcán que es Sheila.
“¡Hazlo ya!”
Quiere que la penetre, quiere sentirme dentro de ella pero no quiero que me lo pida, quiero que me ruegue y la haré esperar hasta que no pueda más.
Tiro del body y desabrocho la entrepierna, aumenta la intensidad de su aroma, la mezcla de sudor, su perfume y su sexo, es un elíxir único que ahora se derrama en mis labios.
Con mis dedos atiendo sus pezones, con mi lengua dibujo círculos en su sexo, salto entre los labios y a veces cambio de dirección hacia los muslos y sus ingles, cuando cree que iré a por el clítoris, cambio de dirección para hacerla enfadar y cuando mi lengua toca el botón rosa del placer, un gemido, las contracciones de su sexo y el mar que sale del fondo de su ser, son la melodía perfecta del orgasmo femenino.
Sheila se ha corrido, en mi boca, con mi lengua y solo es el principio.
“¡Por favor hazlo ya!”
Era lo que quería escuchar. Suplica por que la folle y claro, soy publicista, hago marketing y al cliente lo que pida, le he dado una muestra de lo que puedo hacer con ella pero más bien ella sin demostrarme nada, ha sido capaz de hacer conmigo lo que quiera. En la cena era el hombre que quería conocer, ahora no sé si solo soy una polla y una lengua experta pero sí sé que la deseo, me desea y quiero perderme en el fondo de su cuerpo.
La beso y mi polla roza sus labios, su coño se abre para la envestida, un dulce y suave “Soy tuya”, es suficiente.
Siento las contracciones de su vagina sobre mi polla, sabe que el intruso está dentro y se resiste pero al mismo tiempo lo desea.
Los gemidos se incrementan y la presión de su sexo también.
“Mí, ¡quiero más!”. Es lo que dice y es lo que hago.
La hago girar en la cama, ahora está sobre mí y quiero que me monte, quiero verla cabalgar y perderme en el balanceo de sus tetas con el movimiento, ver su melena rubia flotar en el aire, sus labios rojos abriéndose como el aleteo de las alas de una mariposa intentando no caer.
“sí, sí, sí. Esto es lo que quiero y la quiero más adentro!
Estoy por correrme otra vez y quiero correrme contigo!
Mis manos están en su cadera, haciendo más intensa mí envestida, el body está marcando su cintura enrollado por encima de su ombligo y sus tetas son el péndulo de mi perdición.
Estoy por estallar, sé que voy a correrme y quiero hacerlo dentro de ella, en su coño, que mi placer se mezcle con el de ella y fundirnos en el calor abrasador de nuestros cuerpos.
Sheila, ¡Que puta eres!, ¡sigue así y no pares! – ¡te gusta como lo hago! Siento como entras dentro de mí, me partes, me follas hasta el fondo más, más y más! – córrete sobre mí ya!, lo estás deseando.
Los dos estallamos en un orgasmo intenso, agónico, las paredes de su sexo, presionan mi polla como si la devorasen. Arquea la espalda y sus pechos sobresalen como dos misiles que apuntan a mis ojos.
El gemido final, el más largo, el más agudo, el preludio del cansancio y el punto final del placer de una mujer satisfecha.
Entro hasta el fondo en la última envestida, quiero que sienta que estoy dentro de ella, todo mi ser está en ella y es de ella, ahora ella es mía pero también yo soy de ella.
La caricia más íntima entre un hombre y una mujer, la entrega más breve y con más efecto.
Ahora descansa sobre mi pecho, su pelo cubre la espalda que brilla por el sudor, reflejo del esfuerzo, de la batalla que aquí se ha librado.
Ahora los besos son dulces, breves, como cuando adolescentes, tímidos, dulces besos que se entregan entre dos amantes que durante este tiempo, para ellos no ha existido el mundo, para mí el universo ha sido su cuerpo, mi cielo su mirada, su sexo el infierno y su boca, la recompensa por esperarla toda una vida.
Sabía que te gustaría, mi chico especial – Sheila, ha merecido la pena esperar – sobre todo porque esto no se acaba aquí.
La mujer que entró a la habitación como una diosa, fue la más zorra y ahora, con el poema de ternura que es su cara, parece una muñeca, inmóvil, agotada, que aunque su piel tenga ese aroma de hembra en celo y su cuerpo de tentación, no pierde la ternura de sus ojos y la pícara sonrisa que me enganchó a ella por primera vez.
Fin.
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